Eran preciosos, esos ojos marrones,
capaces de reflejar todas sus emociones.
Eran del color de un amargo chocolate,
y le recordaban al dulce té que bebía por las noches
Eran pequeños, con largas pestañas,
que enmarcaban el brillo de su mirada
cada vez que la observaba.
Cuando sonreía, se entrecerraban,
mostrando las alegrías que en su vida habitaban
En ocasiones, se apagaban,
cuando el sol se ocultaba,
y las penas le ahogaban.
Y aún así, con ternura la miraban,
cuando a casa llegaban.
Sí, esos ojos marrones eran hermosos,
los causantes de su paz y sus sonrojos.
Añoraba las mañanas para verlos al despertar,
y cada que los notaba le causaban suspirar.
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