milagros-luna12 MiLagros Luna

Hola, me llamo Luna García. Les voy a contar con lujo de detalles lo que fue sobrevivir a mi adolescencia y el largo camino que aún tengo por recorrer. Pasaron muchísimas cosas por las cuales tuve que pasar y enfrentar, todo mi esfuerzo hoy por hoy no fue en vano y se van a dar cuenta en el proceso de la historia.


Teen Fiction All public. © Milagros Flores Pino

#historiaadolescente-basadaenhechosreales #338
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Capítulo 1.

“La rutina”

Lunes, comienzo de semana —pereza— pero nunca le pongo mala cara a este día. El despertador sonando a las 06:00 am con el mismo ringtong que tengo desde hace tres años; trato de apagarlo sacando solo un brazo de la cama y tratando de adivinar donde está el botón para apagarlo de una vez pero como de costumbre se me cayó, golpeando contra el piso haciendo un estruendo grave, logrando que mi perro —Indio— se despierte de golpe pero el también esta acostumbrado a escuchar ese golpe casi todos los días ya que duerme en la esquina de mi cama desde que llegó a esta casa.

Me levanté con toda la pereza del mundo —como todos mis días, mejor dicho—. Entro al baño, me siento en el inodoro mirando a la nada, quedándome en blanco totalmente por unos segundos pero los gritos de mi hermana me despabilaron, otra vez.

Me cepille los dientes mirando mi cara, ojeras inmensas que no se iban a ir ni por mas que descanse toda la vida pero ya me adapte a llevarlas conmigo a todos lados y soportar los típicos comentarios: “Nena, ¿no dormís?” “Tenes cara de cansada” “Tenes la vista decaída” y muchísimos más comentarios similares a esos, pero como dije: estoy totalmente acostumbrada.

No voy arreglada al colegio —y no precisamente porque no tenga tiempo— convivo con mi hermana mayor y mi sobrina, desde que mi hermana quedó embarazada todas mis mañanas son un infierno, en realidad, ya desde antes mis mañanas eran insoportables con la única diferencia de que tenía un poco más de tiempo para mi. Hoy por hoy, con mi hermana y mi sobrina se me complica demasiado ser puntual al horario del colegio ya que casi todos los días llego tarde —¿porqué? Si tenes tiempo— el único tiempo que tengo en la mañana lo uso para cambiar a mi sobrina —Para ir al jardín de infantes— y lo que me resta del tiempo lo uso ayudando a mi hermana a sacar su auto del garaje. Para que se den una idea, no logro desayunar en mi casa, tampoco llevo plata encima para comprar en el buffet del colegio; así son todas mis mañanas, ayudando a mi hermana con mi sobrina, a que pueda sacar su auto del garaje sin que nadie llegue con un arma de fuego y quiera robarle y lo que nunca puede faltar: sus gritos. No hay día que esa mujer no grite, la podes tener al lado tuyo que te va a gritar como si estuviera sorda —lo más irónico es que escucha mejor que nadie—. Todos los días son iguales, a la mañana a penas puedo cepillarme los dientes e ir al baño hacer mis necesidades.

—Luna, fíjate que no venga ningún auto por detrás —me ordenó mientras hacía marcha atrás con el auto.

Debo admitir que estaba un poco dormida y justo cuando me dijo eso, ella había puesto marcha atrás mientras sacaba al auto del garaje pero cuando miré para el lado de la calle casi un auto choca con el de mi hermana, milagrosamente solo logró rozarla y me maldije por dentro porque ya sabía que se venían los gritos mañaneros e infumables de Macarena —mi hermana—.

—¡Luna, te pedí que te fijaras un segundo y casi me chocan!—me gritó, como de costumbre y continúo—¡No servís para nada nena, siempre lo mismo con vos!—una vez dicho eso, pudo estacionar el auto.

Como todos los días, la ignoré. Antes podría decirse que “le peleaba” ya que no suelo quedarme callada ante este tipo de situaciones pero básicamente fui conociendo a mi hermana y es un tiro al aire, si le respondo se que es una pelea sin fin y sinceramente no quiero soportar todas las mañanas una pelea nueva, me ahorro toda una pelea y pérdida de tiempo simplemente guardando silencio y dejando que chille, porque eso es lo que hace, chillar.

Cerramos las puertas del garaje —que por cierto, también es la entrada de la casa— y sin despedirme, salí rumbo al colegio. Como casi todos los días, llegué tarde; el horario de entrada del colegio es a las 07:15 am y yo llegué 07:35 am justo para el himno nacional, el cual se canta una vez que toca el timbre y las filas estén formadas por sus cursos seleccionados.

Una vez que entré al colegio tuve que firmar por la llegada tarde, ya habían más de cinco firmas mías y eso que hace a penas dos semanas empezó el colegio. Soporté la cara de ofendida de la vice-directora y también su sermón —“en las escuelas hay que ser puntuales porque acá se viene a estudiar y a disciplinarse, a lo posible”—; desde el primer día trate de explicarle a los directivos la rutina que llevaba pero ellos no quieren excusas y siempre culpan a mi hermana, lo cual en eso tienen razón pero a la vez no puedo hacer nada al respecto y tampoco puedo hacer que ellos entiendan mi situación ya que solo se preocupan por ellos mismos.

Llegando al aula acaté la atención de todos, ni bien abrí la puerta dejaron de prestarle atención a la profesora y miraron hacía la puerta, hasta se podría decir que la profesora dejó de escribir en el pizarrón para quedarse mirándome con mala cara. Cerré la puerta y me senté junto a mi grupo de amigas las cuales considero solo amigas del colegio, fuera del colegio son conocidas y no porque yo quiera que sea así sino que no nos vemos hasta el otro día. La clase fue muy lenta, casi que me dormía pero por suerte no sucedió eso; ni bien sonó el timbre del recreo a las 09:30 am todos salieron casi corriendo.

—¡Alumnos, antes de que se vayan lean la página 38 y 39 del libro de Isabel Allende!—gritó la profesora de literatura, antes de que todos salgan corriendo.

Ni siquiera terminó de hablar que el aula ya estaba totalmente vacía pero con mis amigas casi nunca salíamos al recreo, sino que nos quedábamos adentro del aula; para ellas el recreo era desayunar bizcochos o galletas con mate y maquillarse, el make up ante todo.

—¿Y Lu? ¿nos vas a seguir contando de ese chico que te flechó?—preguntó Aitana, la morocha.

Me quedé mirándola dos segundos ya que con suerte podía mantener los ojos abiertos de tanto sueño que tenía, pero a la vez no podía no responderle, ellas eran las únicas que me escuchaban en cada problema o situación que tenía.

—La verdad es que hablamos muy poco pero debo de admitir que me tiene como quiere—contesté mirando la pantalla de mi teléfono y suspirando como toda una adolescente enamorada.

Sí, hay un chico en el medio de toda la crisis existencial de mi vida. Lo conocí en el verano, precisamente en el mes de marzo. Diría que fue casualidad pero a la vez no; el día que lo conocí había una reunión de un grupo de Facebook en el cual yo estaba y ellos hacían reuniones para juntarse en el parque y pasar una buena tarde, por lo general se juntaban los sábados y/o domingos y eran alrededor de treinta miembros en el grupo, un montón. El día que lo conocí a él, Joaquín, fueron muy pocos miembros del grupo y eso era porque hacía muchísimo calor ese día, hacía arriba de 37° C y también porque la reunión no la habían organizado del todo bien. Me acuerdo haber ido con mi mejor vestimenta: short de jean negro, zapatillas comunes (negras) y un top negro; en ese momento tenía el pelo un poco más corto de lo que lo tengo actualmente.

Cuando llegué estaba él junto con tres amigos que yo conocía y una chica que no conocía, ese día habían nuevos miembros y como no solía ir mucho a las reuniones ese día decidí ir, me propuse a conocer gente nueva pero no creí que dentro de esa gente estuviera él, viéndome llegar, con sus ojos achinados, su sonrisa de oreja a oreja tan impactante, su visera “Nike” que nunca podía faltar y sobre todo, era alto. No piensen que soy un duende pero tampoco tengo una altura “normal” para la sociedad; medir 1,50 no es tan grave, al contrario, tiene sus ventajas y esta era una: él.

Al llegar saludé a todos, me presenté con los nuevos pero siempre siendo yo misma. Ese día no hablamos mucho con Joaquín, solo nos presentamos pero no paraba de fijarme en su mirada que me hacía estremecer con tan solo mirarme fijamente a los ojos. Con tan solo verme provocaba cosas en mí que ni yo podría explicar, no sentía mariposas en el estómago, sentía un zoológico entero.

Al cabo de 3 días habíamos empezado a hablar por Facebook, todo empezó como un juego. Respondí un estado que el había publicado y no había pasado ni una hora que él me había hablado, haciéndome catorce preguntas las cuales tenía que responder sí o sí—no era una obligación pero, ¿por qué no?—.

Alguna de esas preguntas se podría decir que eran un tanto eróticas y otras un poco más leves, pero debo admitir que me encanta jugar con fuego y no tengo miedo de quemarme así que respondí a todas sus preguntas y así es como comenzamos a hablarnos, pero era muy poco el diálogo que manteníamos más que nada por mí, suelo estar todo el día ocupándome de aunque sea llegar temprano a mi trabajo, hacer mis tareas a tiempo, limpiar mi casa antes de que llegue mi hermana para no soportar más gritos y sobre todo, ocupándome de mi sobrina o hasta a veces de mi sobrino también.

—Entonces, ¿casi ni hablan? —preguntó Noelia, la rubia.

—No es eso—contesté con pereza—hablamos, sí, pero no todos los días y ustedes saben muy bien porqué.

—Sí amiga, estás ocupada todo el día y tu hermana al parecer no lo valora eso —acotó Maia, la pelirroja.

La verdad es que nunca me puse a pensar en si mi hermana valoraba las cosas que hacía o no, pero pensado por otro lado, ella no valora nada así que prefiero no gastarme en tener ese tipo de pensamientos.

—Ya va a llegar el día que me vaya de esa casa y ahí es cuando se que todo se va a desmoronar—contesté fríamente.

Y así es como comenzaba mi rutina del día a día.

June 30, 2021, 2 p.m. 0 Report Embed Follow story
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MiLagros Luna Me considero una escritora aficionada desde los 11 años, ya que me encantaba compartir mis historias con la gente. Hoy por hoy me gustaría crecer en esta página y dejar fluir mis historias.

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