juanqui1995 Juan Carlos Fernández

Estel es una dimensión definida por el desequilibrio producido por las guerras entre las razas a lo largo de su historia. Tras muchos años enfrentados, decidieron firmar la paz, y un grupo llamado Los Arcanos Mayores, aprovecharon esos momentos de tregua entre las razas para dar un golpe de estado y hacerse con el dominio de la dimensión. Este grupo estaba formado por miembros de las distintas razas con un inmenso poder, y una crueldad inimaginable. Su líder, Lucius, buscaba algo desesperadamente para hacerse con más poder que todos. Acompaña a nuestro amigo Hugo, un joven con un gran potencial dormido, en su camino incierto para acabar con los Arcanos Mayores y pararle los pies a Lucius.


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Comienzo

Acércate a escuchar la historia que vengo a contar. Estel…una dimensión definida por el desequilibrio. Gobernada por un grupo de tiranos que se hizo con el control usando mentiras y su poder. La paz que consiguieron las razas tras muchos años enfrentadas terminó con el alzamiento de Lucius sobre todos. Nadie conocía sus planes, pero, todos conocían su crueldad y sus ansias de poder.

Esta historia comenzó en la región de Débalos, un lugar pobre, pero tranquilo, muy pacífico. Los habitantes de esta región intentaban hacer vida normal pese a que hubiera algunos esbirros de Lucius vigilando. Era difícil ocultarles información, aunque había quienes lo lograban sin caer en el intento.

Ese nuevo día despertó con un bello amanecer, que traería nuevas historias y esperanzas en un futuro no muy lejano. No obstante, el camino para llegar a ese futuro sería difícil, lleno de dolor, sangre y destrucción.

Las razas comenzaron a movilizarse, dando pasos cortos, pero sin pausas. Ideaban diversos planes en las sombras para conseguir su objetivo. Sin duda, la hermandad se enfrentaría al culto e intentaría derrotar a Lucius y a sus socios para recuperar la paz que todos anhelaban.

La Región de Débalos. Un lugar en el que todos quieren vivir, pues las fuerzas, de los Arcanos Mayores, aquí están reducidas. Por alguna razón ponen menos vigilancia en estas tierras, pero el motivo solamente lo conocen los mismos Arcanos.

Vera, uno de los poblados de Débalos, despierta siempre con energías al mismo tiempo que el amanecer. Los habitantes de Vera son muy trabajadores y aprovechan el tiempo al máximo para sacarle todo el rendimiento posible.

En la plaza, un grupo de niños escuchan las historias de la anciana Mei, una Kitsune muy avanzada en edad. Por todos es sabido que posee gran cantidad de sabiduría y tiene miles de historias para contar. Si alguien necesita saber algo siempre va en busca de Mei.

―Todo en esta vida tiene un comienzo…y un final―dijo la anciana Mei mirando hacia arriba―, nada dura para siempre, pues el tiempo hace que un ciclo acabe para iniciar otro nuevo.

― ¿Nosotros somos ciclos, señora Mei? ―preguntó Tomy.

―Somos parte del ciclo querido, pero, tenemos un tiempo distinto. Mi tiempo puede terminarse mañana y, el tuyo puede terminar dentro de doscientos años. No podemos saberlo exactamente―respondió la anciana.

― ¿Y qué pasa cuando el tiempo termina? ―volvió a preguntar el pequeño Tomy.

―Pues…nuestro cuerpo se queda en la tierra, pero nuestra alma, nuestra energía se va a la laguna de las almas para descansar eternamente y, el dios Gado se encarga de protegernos cuando acaba nuestro tiempo―dijo la anciana Mei.

― ¿Los dioses son buenos señora Mei? ―preguntó Flora, una chica dulce y tímida.

―Claro que sí, pequeña Flora. Los dioses crearon Estel, crearon la vida de todo ser. Crearon la tierra, las aguas, los vientos…todo lo que puedes ver y sentir es creación de los dioses―respondió Mei mientras sonreía.

―Pero… ¿por qué ya no se ven los dioses? Mi padre me contó que los dioses antes vivían con nosotros y nos protegían de los peligros―preguntó cabizbajo Tomy.

―Los dioses decidieron marcharse para que nosotros aprendiéramos a luchar. Nos dejaron libertad para poder decidir nosotros mismos nuestro propio camino. Además, desde que Lucius gobierna no necesitamos protegernos de nada―volvió a sonreír la anciana Mei.

―Claro…porque él es el malo… ―dijo en voz baja Flora.

Tras decir esto, todos los niños que estaban atentos a las historias de la anciana Mei comenzaron a reír a carcajadas, pero, se oyó un ruido de repente que se aproximaba al centro de la plaza. Uno de los esbirros de Lucius escuchó el comentario de la niña Flora y se acercó al grupo para agarrarla del brazo:

― ¡Tu vienes conmigo niña! ―gritó el troll, haciendo que la gente fijara la vista en el grupo de niños.

― Pero… ¿Por qué, si no he hecho nada malo? ―preguntó Flora mientras empezaba a llorar.

― ¡He dicho que vienes conmigo! ―volvió a gritar el troll.

Se formó un grupo aún más numeroso de adultos por la plaza mirando lo que estaba ocurriendo, pero ninguno hacía nada.

― ¡No dejes que me lleve señora Mei, por favor! ―lloraba la niña Flora.

De pronto, más gritos se oyen entre la multitud de adultos y salió en defensa de la niña el padre de esta:

― ¡No os la vais a llevar, es mi hija! ―gritó el padre enfurecido.

Tras oír los reclamos del padre, el troll desenvainó su espada y se la clavó en el pecho al hombre que trataba de defender a su hija y cayó al suelo en el acto. La niña Flora al verlo comenzó a llorar más fuerte haciendo más ruido.

Cuando la anciana Mei vio al hombre caer al suelo se levantó y se dirigió al troll:

― Mírame, bruto. Esta anciana te está hablando. Estás amenazando a una niña y has agredido a su padre. Estás asustando a todos los habitantes de este pueblo. Pero, yo no te tengo miedo ―dijo mientras extendía su brazo murmurando unas palabras que nadie entendía― y esto no va a quedar así―concluyó al extender el brazo del todo.

Tras esto, el troll miró hacia el cielo mientras caía al suelo al mismo tiempo que salían unas garras desde sus pies haciendo que la tierra se lo tragara sin dejar rastro.

La muchedumbre miraba a la anciana con miedo y esta no perdía la serenidad de su rostro.

―Vecinos, llevaos a este pobre hombre y a su hija a su casa y encargaos de que lo sanen―dijo la anciana Mei muy tranquila―. Yo me quedaré esperando en la plaza. Os ruego que no salgáis esta noche de vuestras casas.

Los vecinos hicieron caso y se fueron llevándose a sus hijos de allí y dejaron a la anciana Mei limpiando la sangre del suelo del pobre hombre al que casi asesinaron.

Mei pertenecía a la raza de los Kitsune. Tenía ciento sesenta años, y eso la hacía estar en avanzada edad para su raza, pero, aún conservaba esa agilidad de los jóvenes kitsune. Tenía un pelaje amarillo claro y blanco; un hocico largo y delgado y poseía siete colas. Siempre llevaba consigo un bastón que guardaba bajo su túnica. A penas se veía su rostro, pues lo ocultaba bajo una capucha blanca, solo se veía su hocico y un poco de sus ojos color ámbar.

Durante ese día nadie trabajó. Todos permanecieron ocultos en sus casas con miedo a lo que podría pasar. Las tiendas cerraron y las luces de la calle se apagaron.

Al llegar la noche, se oyeron murmullos en la plaza donde estaba la anciana Mei, que permaneció allí sentada todo el día.

Los vecinos al oír los murmullos se asomaron a la calle para ver qué estaba pasando. No veían nada extraño, solamente a la anciana Mei en mitad de la plaza frente a un tipo alto con tres trolls detrás de él.

― ¡Esta es la vieja zorra que ha asesinado a uno de nuestros hermanos, exigimos venganza! ―gritaba uno de los trolls bastante enfurecido

― ¿Qué? ¿Una kitsune ha asesinado a un troll? ¿Es eso cierto, querida? Es poco probable presenciar a un kitsune segando una vida―dijo la figura del tipo alto que estaba frente a Mei.

―En primer lugar, no me hables como a un animal, bastardo―dijo la anciana Mei mirando al troll enfadado.

― ¿Cómo te atreves a insultarme delante del señor Remy, vieja bruja? ―el troll se enfurecía cada vez más mientras desenvainaba su espada.

―Chicos…por favor, no quiero presenciar ninguna muerte. Esto se supone que es un lugar tranquilo y pacífico, así que, vamos a colaborar. Somos adultos todos―dijo el tipo frente a Mei con tono sarcástico.

Aquel tipo era uno de los Arcanos Mayores; Remy, el Loco. Era uno de los brazos ejecutores de Lucius. Siempre lo mandaba cuando había que resolver algo de forma rápida. Remy, el Loco, es un humano alto, de complexión atlética. Con una perilla pequeña debajo del labio inferior. Siempre lleva un bastón con el puño de plata y un sombrero que le dan aires de nobleza. Cabello largo recogido en una cola medio larga y unos ojos rojos que dejan sin aliento a cualquiera que se quede mirándole.

―Entrégame a la niña que ha insultado a Lucius y no se derramará más sangre―dijo Remy.

―Créeme Remy, no voy a entregarte a nadie de Vera. Si aquel troll desapareció fue por su mala educación―le contestó Mei de forma seria.

― ¿Cómo osas a llamar por su nombre al señor? ¡Arrodíllate y pide perdón, bruja! ―gritó uno de los trolls

― ¿Va a durar mucho la charla, Remy? Quiero irme a mi casa a descansar―dijo Mei frunciendo el ceño.

―Ya me conoces Mei, sabes que no tengo paciencia para estas cosas. ¿De verdad quieres que esto vaya a más por una niña y el arrogante de su padre? ―dijo Remy inclinando la cabeza un poco hacia atrás y apoyándose sobre su bastón.

― ¿Llamas arrogante a un padre que trata de defender a su hija de un asesino que se la intenta llevar? Te tenía por un loco, Remy, no por un necio―le contestó Mei.

Tras terminar de hablar la anciana Mei, uno de los trolls se lanzó sobre ella con espada en mano dispuesto a acabar con la vida de la Kitsune, pero, Remy extendió su brazo izquierdo dándole un golpe en la cara con el bastón al troll y este cayó al suelo muerto, con el cuello completamente roto.

Los otros dos trolls al ver esto se echaron atrás y miraron al suelo sin decir nada.

― ¿Vamos a tranquilizarnos todos ya, o tengo que hacer algo más? ―dijo Remy abriendo y cerrando el puño.

―No pienso entregarte a la niña, Remy, así que marchaos, y, dile a tus esbirros que no los quiero ver cerca de ninguno de los vecinos de Vera―espetó Mei.

―Me he cansado de tu altanería, Mei, la próxima vez no vendré con ganas de charla―dijo Remy mientras golpeaba a los otros dos trolls en el cuello con su bastón, quitándoles la vida en el acto―. Es el último aviso que te doy, bruja―manifestó el Loco mientras se marchaba.

Tras este espectáculo, los vecinos se acercaron a Mei para darle las gracias por lo que hizo para salvarlos. La anciana solamente preguntó por el padre de Flora, y, al saber que estaba estable se fue a su casa mientras decía a sus vecinos que se fueran a descansar.

Nadie entendía qué es lo que había pasado realmente, pero los vecinos se sentían seguros y agradecidos con la anciana Mei, así que se fueron a casa y dejaron pasar este día como otro más.

Al día siguiente, Remy mandó retirar al resto de esbirros que controlaban las salidas y entradas de Vera y los mandó a Midas a dar parte de lo sucedido. Pese a que no quedaron esbirros en Vera, Remy los tenía muy vigilados con sus artimañas

Lo sucedido en Vera ese día era una muestra de lo que ocurría por toda Estel a diario. Peleas, miedo, esclavitud…los Arcanos a medida que pasaban los días se volvían más despiadados con las razas por órdenes de Lucius y estas solo pedían que los días pasaran rápido.

Las razas que ocupaban Estel eran nueve. Todas fueron creadas por las distintas divinidades que existían a medida que le iban dando vida a la dimensión.

Fueron cambiando de un lugar a otro hasta que consiguieron establecerse. Debido a sus diferencias se produjeron guerras con el interés de dominar más territorios. Los humanos eran grandes conquistadores, y, los primeros en expandir su raza por Estel. Los enanos y gnomos buscaban la tranquilidad desde el principio, pues, no eran tan violentos como los humanos.

Por otro lado, estaban los elfos, que al igual que los enanos y los gnomos, aborrecían la violencia. En la región de Débalos, surgieron los Dogos, unos hombres-perro capaces de hablar como los humanos, aunque conservaban el olfato y la capacidad de los perros o los lobos para rastrear. Pese a su aspecto corpulento y animal, eran muy civilizados.

Al oeste de Estel, nacieron los Leoninos, conocidos como “Hombres-león”. Sin duda una raza de guerreros, grandes y musculosos. Al igual que los dogos, se comunicaban entre ellos y formaron su civilización.

De los mares, surgieron los Nagaji, los hombres-lagarto. Su aspecto era aterrador si era la primera vez que los veías. Se establecieron en la tierra de Estel, pero, conservaban su habilidad para respirar bajo el agua.

De los Leoninos surgieron los félidos, hombres-gato. Nacieron por un castigo que recibieron por una de las divinidades al mostrar cobardía en un combate. Era una raza de felinos, de estatura media, delgados y flexibles y caracterizados por su personalidad poco sociable.

Por último, estaban los Kitsune. Otra raza animal similar a los zorros, pero con más estatura que los félidos. Trajeron las leyes a Estel y fueron los primeros en impulsar la paz. Si algo los caracterizaba, además de su rechazo completo por el uso de la violencia, era que tenían más de una cola. Algunos tenían tres, otros cuatro, otros hasta siete colas. Sin duda era una raza peculiar y llamativa.

El destino de todos estaba en manos de los Arcanos Mayores y estos eran caprichosos y crueles. No le daban importancia al resto de vidas de las dimensiones. Para ellos las distintas razas eran herramientas para conseguir sus objetivos o carne para su diversión.

Sin embargo, lo ocurrido en Vera solo era el comienzo de lo que se aproximaba. La lucha por el cambio ya era inevitable, todo estaba preparado y la puesta en marcha acababa de llegar.

June 17, 2021, 9:47 p.m. 0 Report Embed Follow story
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