corem_ter Saul Alvarado

Un mago de un talento excepcional pero oculto, sin juicio previo es encerrado de pronto en Azkaban. La verdad oculta bajo su encierro y el papel que juega el ministerio de magia son un misterio que deberá resolver para recuperar su vida.


Fantasy Not for children under 13.

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CAPITULO 1 - UN DESECHO MAS DE AZKABAN

Todo estaba tan oscuro, Edwar no tenia idea del día o la hora, solo sabía que aún seguía atrapado entre esos muros de roca pulida y maloliente.

—¿Cuántos años? —preguntaba al viento pasajero, pues en ese lugar no había mas que unos molestos insectos merodeando mientras él yacía suspendido en el aire, sujetado por cadenas hechizadas especialmente para él.

El hombre ya entrado en unas notorias motas de barba blanca adornando su rostro, seguiría suspendido un par de horas más, no era más que una rutina típica antes del resto de la miseria, y ni hablar de la temida “semana del hambre”; una semana entera sin mas que pan seco y agua putrefacta cortesía de los espectros Dementores.

Su larga cabellera sucia y grasosa no dejaban distinguirle rostro, pero para él resultaba bueno, pensaba que entre menos reconocible mejor para los espectros torturadores.

De pronto las cadenas cedieron y dejaron al hombre caer contra el suelo otra vez, en ese punto ya había aprendido a soportar el dolor; era más fácil aprender a tolerarlo que aprender a aterrizar, muy difícil para un cuerpo tan maltrecho y absorbido.

Podría ser un alivio para cualquiera, pero no para él ya que solo podía significar que otro visitante misterioso acecharía a su puerta.

Las puertas de la entrada se abren a lo lejos para oídos de cada preso en esa sección, Edward esperaba por aquellos artefactos cuyo nombre había olvidado, esas cosas para sus manos que son capaces de anular cualquier deseo de libertad.

El misterioso visitante había llegado; el ambiente que lo rodeaba no lo dejaba ver las sombras o distinguir algún aroma, solo sentía su respiración tras las puertas de acero.

—¿Estas listo? —pregunta el visitante aun tras la puerta.

Edwar como siempre solo hacia caso, dos pasos atrás hasta que las puertas se abriesen; generalmente esto toma varios minutos y si le causaste problemas a algún carcelero no había salida, un castigo añadido era hacerte creer que si tenías ese privilegio. De cualquier modo, todo era mejor que una visita amorosa de parte de los espectros.

Ya se escuchaban los gritos por la espera, algo estremecedor pero cotidiano para él; aquellos locos que maldecían y golpeaban no saldrían sin importar cuanta de la poca energía gastasen en esos berrinches.

—Ellos mandan en la puerta y la puerta no se mueve —pensó resignado.

En cuanto su puerta abrió un hechizo lo arrojó contra el muro de piedra, el causante, uno de esos hombres, carceleros misteriosos que obedecen las antiguas órdenes del mismísimo Damocles Rowle; no era algo que Edward esperara tan de pronto, pero tampoco era una sorpresa a pesar del evidente dolor.

—Si vas a hacerlo hazlo muchacho, no me hagas esperar… —comenta el prisionero mientras se pone en pie ante la varita de su atacante.

—¡Crucio! —exclamó el sujeto encapuchado.

El dolor es agónico estremece el cuerpo y acelera sus latidos; los gritos por esta tortura se oían en cada celda del recinto, la algarabía se hacia notar en algunos prisioneros mientras otros se aterraban; una cacofonía de gritos variantes entre la alegría enfermiza con el dolor bien plasmado en sus memorias.

—¿Ya terminaste? —preguntó Edward en cuanto aquel desalmado bajo un segundo la varita; se ve agitado, pero con una gran sonrisa, como si tales atrocidades le produjeran placer.

—¡Imperio! —volvió a exclamar, elevando el cuerpo desnutrido del prisionero.

Soltando una carcajada chillona sacudió al hombre de un lado al otro para seguir con los golpes contra el suelo, el techo y las paredes. La sangre ya estaba impregnada por doquier, lo que hizo detener el prohibido hechizo.

—Resistes bien, eso me gusta… —comenta el encapuchado mientras guarda su varita y procede a retirase —¡Te veo en un mes!

—Aquí espero… —responde el prisionero con la boca llena de sangre y los ojos desorbitados.

—¡No! ¡No! —se escuchó luego de que cierren las puertas, era obvio que ese tipo sería el siguiente, el miedo es recurrente entre ellos, aunque para los ya enloquecidos es algo normal y otros mas enfermos lo esperan con ansias.

Después de unas horas la sangre finalmente había secado tanto en su rostro como de las paredes, el silencio en este lugar parece ser algo curioso de experimentar; por lo general siempre hay algo, ya sea cercano o lejano que estremece todo a gritos y golpes.

Otra vez con las cadenas, Edward aún se torturaba por sus recuerdos, pues ya son más de veinte años preso por algo que nunca cometió y algo de lo que nunca pudo defenderse.

—El Wizengamot… —murmuraba —. Si tan solo me hubieran dejado ir ahí. Quizás pude haber puesto en duda todo…

Las horas pasaban y la miseria iba en aumento para deleite de sus auténticos carceleros espectrales. Cada día alguien salía de su celda, nunca podías saber si era para ir a esa pequeña habitación alumbrada para hacer algo de ejercicio, o quizás seria la libertad, pero lo mas seguro es que les esperaba la muerte.

Los días de tormenta eran los peores, pues a pesar de la forma tan aparentemente firme de la edificación, el frio y la humedad lo hacía una autentica tortura, teniendo en cuenta la precaria vestimenta.

—¡Dementores! —gritó uno de los presos cercano a la entrada de su sección.

No era hora de comer ¿qué había pasado? La pregunta de todos en ese instante. De pronto algunas puertas se abrieron, incluida la puerta de Edward, era casi un aviso de ultratumba, pues nada que venga de esos espectros es para alegrarse o tener esperanza.

Es poco común y Edward lo sabía, no quería salir de su celda, suponía que algo muy malo podría ocurrir. Esas cosas en sus manos tampoco le daban la oportunidad de defenderse ante un dementor, guardia o preso.

Una vez que todos parecían haberse marchado fuera de la sección Edward tomó el valor para salir de la “seguridad” de su celda.

Mientras caminaba en esos oscuros pasillos malolientes solo podía pensar que esto sería un inútil intento de fuga, en cualquier momento los espectros tomarían las almas de quien fuese que intentó semejante tontería.

Una gran explosión sacudió al prisionero, pequeñas rocas se habían desprendido de su alrededor, una explosión en alguno de los niveles inferiores ¿Quizás de alguno de los niveles superiores? No había forma de saberlo. De inmediato una segunda explosión debajo de este prisionero destruyo el suelo provocando su inminente caída, debajo dementores y magos, estos últimos enfrentándose como podían con varitas improvisadas.

Magnus apenas podía moverse después de ese golpe contra el suelo, tampoco quería moverse demasiado, los espectros podrían sentirlo y le quitarían el alma sin compasión. Su quietud a pesar de los gritos y destrozos que se escuchaban por doquier aturdían a este prisionero indefenso.

—Si van a matarme, hazlo ya… —susurraba, como si fuera un último deseo.

Los espectros ganaban, era mas que obvio, muchas almas ya habían sido absorbidas y los cuerpos arrojados a una fosa cercana.

La pelea no terminaba, un mago bastante hábil lograba evadir los intentos de los espectros por absorberlo, era débil la luz que provenía del sujeto pero suficiente para mantenerlos a raya.

—Patronus —murmuró mientras lo observaba desde el suelo.

Un dementor de pronto lo atacó, absorbió tanto de Edward que recordó mucho del dolor vivido hace tanto tiempo. Por su mente pasaron cual fotografías los rostros de sus entonces amigos en el ministerio, cuando era solo un joven entusiasta de los asuntos mágicos mas básicos; llegó a recordar con dolor la sensación de cuando en un abrir y cerrar de ojos apareció de pronto en su celda y todas las posteriores torturas, las cadenas justo después de intentar defenderse y los artefactos en sus manos cuando logró doblar el metal de la puerta.

Tumbado sobre los incómodos escombros del piso y apunto de ser besado por el espectro, Edwar solo lograba pensar en algo que alguna vez escuchó de un muggle;

—La gente puede reencarnar —decía aquel hombre fuera de la estación de trenes, se dirigía a su pequeño hijo, recordaba que en ese entonces Edward se dirigía como de costumbre al ministerio.

—¿Reencarnar? —preguntaba su el pequeño.

—Es cuando nuestra alma pasa a otro cuerpo, un ser superior.

—¿Qué es superior?

—Un sapito quizás —contestó a manera de broma para su hijo —. Un sapito no se preocupa, por tanto, incluso tiene la habilidad de saltar muy alto y hasta respirar bajo el agua; es un ser superior…

Este moribundo prisionero no sabía porque recordaba eso justo en este momento, quizás solo quería recordar algo más alegre y consolador antes de su cruel destino, pero lo recordaba con mucha claridad

Los lamentos y gritos antes retumbantes poco a poco se callaban, nada se escuchaba mientras Edward se sumergía en la oscuridad.

June 16, 2021, 11:51 a.m. 0 Report Embed Follow story
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