patypixie Patricia Pixie

¿Acaso podrá toda la energía que vive dentro de ella ser suficiente para derrotar al virus mortal?


Short Story All public.

#geaconcurso #tierra #vida #planeta #gea #virus
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infección

Una gentil explosión de mil colores se encargó de sacudir el universo de punta a punta. Un pequeño corazón comenzó a latir débilmente. El Gran Maestro del Universo, siempre de expresión tan rígida, dejó que en su barbado rostro se dibujara algo parecido a una tierna sonrisa. No podía evitar sentirse muy orgulloso de haber creado algo que de momento era tan pequeño, y al mismo tiempo, tan hermoso. Su forma era completamente redonda, y por sus venas corría un precioso líquido de color azul.

Ella era de una apariencia sumamente frágil, sin embargo, sus grandes ojos marrones transmitían una fuerza poco antes vista en el universo. Al contemplarla mientras dormía en paz, su creador sintió un escalofrío al pensar cómo llamarla. Un nombre demasiado simple le restaría magia a una criatura tan compleja, pero uno demasiado complejo le restaría varios puntos a la dulzura que de ella emanaba.

El Gran Maestro hizo un esfuerzo por dejar de pensar un buen rato en el tema, y se fue a dormir. Entre la neblina producto del turbado sueño que inquietaba al sabio, tres letras aparecieron entre la bruma. El sonido que las tres siglas hacían al unirse era realmente dulce. Fácil de pronunciar, y al mismo tiempo, poseedor de una fuerza poco antes vista; Gea.

La nueva creación sonrió dulcemente al escucharlo. Así se llamaría. Las mismas estrellas sonrieron al enterarse de que se llamaría Gea. No había duda que estaba destinada a cambiar el rumbo en todo el universo. Aunque era una criatura recientemente creada, pronto ella encontró la forma de saber cómo crecer rápidamente. En siete días, pasó de ser una pequeña niña a transformarse en una mujer completamente desarrollada. Sus ropajes se tiñeron de tono azulado, cono ciertos destellos de un magnífico verde. De todos seres creados por el Gran Maestro, ella era uno de los más magnificentes, ya que en su piel, comenzaron a asentarse pequeños seres, que aunque no parecían muy inteligentes, alegraban la vida de Gea con sus peripecias cotidianas. Muchos la veían como un ser débil, pero era verdad que de ella brotaban tempestades. Siempre sonreía sin importar que otras deidades pensaran que ella era muy débil como para subsistir. Estaba segura de que el tiempo le daría la oportunidad de desmostarles a todos ellos que dentro de ella vivía una fuerza increíble. Mientras tanto, se divertía bailando con infinita ternura por el camino de la vida. A cada paso que daba, nuevas flores brotaban del frío concreto. Su sonrisa era capaz de encrespar las habitualmente calmadas olas del mar. Con cada respirar, de su mirada se desprendían sueños nuevos, deseosos por convertirse en hermosas realidades. Pálidas constelaciones la hacían imaginar su propio destino, plagado de mil alegrías y otras mil tristezas. Cerró los ojos, y se permitió dejarse envolver por el tierno abrazo del cosmos. Frente a su mirada, pasaron visiones futuras de mil guerras y tragedias, acompañadas de otras muy coloridas, que tenían el dulce sabor de la alegría más explosiva. Distantes recuerdos la hacían sentir que ella había experimentado sucesos anteriores a su propia creación. Dentro de su ADN, corría el secreto mismo de la existencia. Era algo tan discreto, pero al mismo tiempo tan maravilloso, que hacía que su corazón se llenara de una felicidad con olor a tierra mojada.

Pero un día, su soleada existencia fue puesta en jaque de forma violenta por un suceso inesperado. No hubo señal alguna que diera aviso. Simplemente, apareció.

Un virus, nunca antes visto en este rincón de la galaxia, comenzó a devorar a cada ser vivo existente. Nadie supo de dónde había aparecido, sin embargo, los rumores decían que había sido fabricado en los laboratorios de unos científicos locos, obsesionados con acabar con toda forma de vida en el universo. Ni siquiera Gea se pudo escapar de sus terribles garras. Luchó para no dejarse devorar, pero las terribles fiebres que acompañaban al malestar, la hicieron debilitarse rápidamente. Seres de apariencia demoniaca se comenzaron a alimentar de las criaturas que habitaban la piel de Gea, hasta matarlas a todas. Sus propios ropajes, dignos de una reina, se fueron desintegrando hasta convertirse en girones.

Sintiendo que la fuerza vital se le escapaba lentamente del cuerpo, Gea cerró los ojos y se permitió a sí misma estrellarse contra el suelo. Había dado todo de sí, y aun así, no había sido suficiente para detener el ataque tan violento de un virus creado por el odio.

Por unos minutos, que se sintieron como largas horas, no se escuchó sonido alguno en la galaxia entera. Todos los seres existentes se conmovieron al escuchar la noticia de que la hija preferida del gran sabio había perecido de una forma tan horrible. Pero de entre el polvo producto de la violenta batalla contra de ese violento virus, comenzó a brotar un pálido rayo de luz. Lentamente el polvo y la confusión fueron desapareciendo.

De la tierra de los muertos, Gea resucitó con nuevos bríos. Sus rasgados ropajes se regeneraron poco a poco, transformándose de un triste gris, a un azul tan eléctrico como el que pinta el corazón de las lejanas estrellas. Su larga cabellera, todavía cubierta con los residuos que la larga lucha dejó sobre su cuerpo, creció libremente hasta alcanzar longitudes que ni su propio creador habría podido imaginar al momento de crearla. Los pequeños puntos que recorrían cada milímetro de su piel, lentamente renacieron y retomaron sus actividades cotidianas. El corazón herido lentamente volvió a latir siguiendo el ritmo de antaño. Una dulce explosión de luz se encargó de sacudir hasta el último rincón del universo. Desafiando todas las leyes conocidas por los dioses, la hija del gran maestro había vuelto a la vida más fortalecida que nunca. Ella sabía que se iba a encontrar muchos otros desafíos en su camino, tal vez mil veces peores que esa enfermedad. Pero no sentía miedo. Sabía que dentro de ella vivía un potencial infinito, capaz de reducir a cenizas cualquier forma de maldad existente en el universo. La oscuridad no la iba a destruir tan fácilmente.

June 2, 2021, 5:16 p.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

Meet the author

Patricia Pixie Poesía y microrrelatos son mis pequeños grandes placeres a la hora de escribir.

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