aresvy Alexis Guadalupe Valdovinos

¿Qué hay mas allá de lo que podemos ver en el horizonte? Una pequeña duda inocente aparece por nuestra cabeza cuando vemos el atardecer, cuando el sol calienta con su ultimo hálito nuestros rostros, no obstante, es mejor dejar las incógnitas sin una respuesta.


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#341 #328 #fantasía #cuento-corto
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Detrás del sol.

Aquel atardecer era muy tranquilo. El océano susurraba sosiega, las gaviotas sobrevolaban el cielo cazando a sus presas. El pequeño chico se había escapado de su casa para contemplar el crepúsculo, cansino de erguirse en lo más alto del firmamento. Detrás de sí, su madre le llamaba; las olas del mar ocultaban el sonido de sus pisadas. El chico volteo a verla, sus palabras se disolvían en la espuma de las olas; el asintió y volvió a dirigir la mirada hacia el horizonte, cuestionándose, ¿Qué hay atrás del gran sol?


El muchacho se irguió para seguir a su madre, en su rebozo cargaba al pequeño de su hermano, su tez era blanca como la misma arena de donde caminaban, su semblante suave por el ritmo del corazón de su madre le acurrucaba, los sueños del infante eran solo suyos para su deleite. Su pueblo se preparaba para irse a dormir, cada noche los ritos a los dioses eran realizados para protegerlos de las bestias y los espíritus errantes que acechan en las tinieblas. El padre del muchacho le explico que, en tiempos cuando el sol no existía, los suyos se ocultaban bajo la tierra, en donde no existía la vida. Gracias a los dioses quienes obsequiaron la gran llamarada del sol fue que su pueblo logro contemplar las maravillas en la superficie. Por eso, con cada despedida del día, los suyos encendían una gran hoguera para honrar a los dioses y rogarles que volvieran a la madrugada.


“Záa’vot, tu nombre es solo una parte del nombre de uno de los dioses que trajo el sol”. Recordaba el muchacho lo que una vez le dijo su padre. “Grande será el día cuando Ellos vuelvan cargando en sus lomos la luz del alba”.


Los ojos del joven se quedaron absortos al observar en la costa a una gran bestia que iba apareciendo de lo lejos, como si llevara cargando el sol en sus espaldas, justo como su padre le había dicho. Záa’vot salió corriendo a la playa mientras gritaba y saludaba con una enorme sonrisa a su Dios el cual había regresado pero la bestia se quedó callada. El pueblo dirigió la mirada hacia Záa’vot, dándose cuenta que aquella bestia poco a poco se iba acercando hacia ellos hasta que, en un momento, se detuvo.


La silueta del animal imponía temor y respeto, merecedor de llamarlo una deidad; los murmullos comenzaron a acechar en el aire; preguntándose si realmente era uno de sus dioses o quizás un vástago de la noche. Los susurros murieron cuando la bestia bramó tan fuerte que partió el aire por la mitad, dejando destrucción a su paso justo como destruyo uno de sus hogares. El estridente rugido dejo a todos estupefactos por un momento hasta que se dieron cuenta que de la gran bestia defendían sus vástagos, preparados para batallar.


Nadie tuvo tiempo para prepararse para la refriega, ningún cantico para la victoria o para la valentía, estos seres no respetaban las etiquetas de batalla. Los hombres tomaron lo que tenían a la mano, propulsores para pescar, hondas que usaban los niños para practicar su tino. Su pueblo se orgullecía de la puntería que tenían, “ojos de gaviota” sus adversarios les llamaban. Piedras y dardos impactaban en contra de sus enemigos los cuales de ellos emanaban sonidos huecos mientras los proyectiles rebataban de ellos.


Mientras más se acercaban, podían ver los rasgos, o, mejor dicho, la falta de rasgos en sus rostros. Velados entre mascaras hierro fundido, ocultaban cualquier facción dejando ver solamente sus ojos por pequeñas aperturas. Los monstruos inmutables desenfundaron sus espadas, de uno en uno, de una manera inmaculada, comenzaron a matar a todos los que se les oponían.


Záa’vot y su madre corrieron a refugiarse en su choza, ella trabo la puerta con cualquier cosa que tuviera a la mano. Dejo en las manos de Záa’vot a su hermanito, el cual no dejaba de llorar. “Entra en la fosa de la casa.” le dijo a su madre. “Arrástrate por debajo y quédate ahí, no hagas ningún ruido.” Los gritos de pelea comenzaban a acercarse a su hogar, otro rugido de la bestia tomó a los tres por sorpresa una segunda vez, Záa’vot de inmediato hizo lo que le pidió su madre. Mientras el chico iba descendiendo en la fosa junto con su hermano, alguien comenzó a golpear la puerta, deseando entrar por la fuerza.


El monstruo inmutable comenzó a murmurar algo inteligible, balbuceos e idioteces que solamente el mismo podía entender. Lo repetía una y otra vez con mayor volumen mientras iba buscando en cada rincón de la choza. La madre de Záa’vot se quedaba quieta, intentando no moverse de su lugar hasta que su bebe gimoteo por un segundo, ese segundo su corazón dio un vuelco. El muchacho agarro a su hermano y le tapo tanto su boquita como su nariz, Záa’vot estaba mirando boca arriba, intentando ver que era lo que estaba pasando con su madre. En el instante que la bestia escucho el gemido del bebe miro a la madre, en los ojos denotaba una violencia incoherente, deseosa de ser satisfecha. Ella se percato en el instante, sacando fuerzas, su madre apuñalo en la pierna a la bestia antes que pudiera hacer algo. La bestia espetó un lamento de dolor, retiro el cuchillo de su pierna con sumo dolor, y junto con ese dolor también apareció la cólera.


La bestia tomo a la mujer de la muñeca y la llevo hacia él. Le murmuro algo al oído, su lengua era burda y vacía, ella no dijo nada, pero por intuición sabia perfectamente que era lo que estaba buscando. El silencio solo hizo enfurecer más al salvaje, en un expedito movimiento tomo a la mujer por la garganta lo que hizo que Záa’vot soltara un ahogado grito.


El bárbaro miro hacia abajo y observo a los ojitos que estaban presenciando el crimen. Algo se movió dentro de la bestia, algo horrible y repugnante. La mano libre comenzó a rezumar humo opaco y amarillento, con un olor espantoso que todos los presentes podían olfatear; cuando el humo el anillo de su dedo anular esta comenzó a hacer combustión, fuego devoraba su mano por completo, sin embargo, no le quemaba a la bestia. El iba tocando las paredes de la choza una por una, dejando su huella ígnea en cada lugar la cual se propagaba a una velocidad diabólica. La madre de Záa’vot desesperadamente intentaba librarse de las garras de su captor, pero entre más forcejeaba menos aire le quedaba en los pulmones.

“¡Madre! ¡Madre!” fue lo ultimo que pudo escuchar de sus hijos mientras a empujones la sacaban de su hogar incinerado.


Le ataron las manos y fue puesta junto con los demás de su gente, todos los hombres incluido su pareja estaban tirados en la arena, muertos. La bestia la tiro al suelo cuando uno de sus compañeros lo llamo. La ira de la mujer no la dejaba es mirar más que al monstruo, no la dejaba escuchar más que al monstruo. Las dos abominaciones tenían una conversación que se acaloraba más y más, los demás inmutables se dieron cuenta, pero no hacían nada, al parecer ese no era su compañero, era su superior. Su forma de hablar era distinta a pesar que ambos hablaban el mismo idioma; sus palabras eran taimadas, llenas de veneno, pero al mismo tiempo aparentaba una convincente fachada de serenidad. Después de un momento, el jefe la miro a ella por la abertura de su máscara y se aproximó a ella.


Furia, era lo único que ella conocía dentro sur ser. Furia y colera. Rogaba a sus dioses que le diera la oportunidad para tomar venganza por su amor, por sus hijos, su familia. Sin embargo, antes que alguno de sus dioses llegara a tomar esa súplica, la bestia la tentó primero.

¿Nombre?” Dijo el inmutable en el idioma que ella hablaba. Su pronunciación era tosca y la máscara no permitía entenderle claramente “¿Tú tener nombre?


“Ka’an” Respondió ella.


Un bonito nombre” Admitió el inmutable, continuo. “¿Tu tener pareja?


Ella intento no mirar a lo lejos donde estaba su marido, donde la arena era manchada por la sangre de su querido.


“Muerto” dijo Ka’an.


¿Tu tener hijos?


“Muertos”


Los ojos se le ensombrecieron al inmutable. “¿El matar hijos?” Acuso mientras apuntaba con el dedo a su cómplice.

“Los quemo vivos” Soltó Ka’an. “Me hizo mirar.” Su mirada no se le despegaba al monstruo. “Lo disfruto”


El jefe la mira por unos segundos, intentando descifrar aquella confesión, pero era más que obvio, la duda no se albergaba en ningún rincón de su mente. El jefe de los inmutables ordeno que lo sostuvieran.


El monstruo intento escapar, pero sus compañeros lo tomaron de los brazos y piernas, por más que intentaba forcejear, no podía escaparse.


Yo no entender tu dolor. Pero yo poder dar tranquilidad a tu corazón” Dijo el jefe de los inmutables a Ka’an mientras cerraba la palma una daga. El Jefe la tomo de la mano y la acerco al infanticida.


El jefe levanto la mascara al asesino, sus facciones denotaban un miedo inenarrable, una furia incuestionable; el animal forcejeaba, chillando palabras que para Ka’an le eran indistinguibles, seguían siendo enigmáticos incluso cuando ella le rajo la garganta y sangre comenzó a salir a borbotones.


¿Corazón está tranquilo ahora?” Pregunto el jefe inmutable mientras le retiraba la daga de la mano.


“Nunca lo estará” Respondió Ka’an, mirando hacia el horizonte, preguntándose: ¿Por qué sus dioses se ocultaban detrás del sol?



April 18, 2021, 6:17 a.m. 1 Report Embed Follow story
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The End

Meet the author

Alexis Guadalupe Valdovinos Mi nombre es Alexis, me gusta escribir historias de fantasía, uno de mis sueños es que pueda compartir estás historias con todo el mundo y poder asombrar a todos. Espero que les guste mi historias tanto como a mí me gusta escribirlos. Si tienes un comentario, por favor no dudes en colocarlos, esto me ayuda a mejorar. :)

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Reny Yop Reny Yop
Dude. Una joyita cortita ❤️
April 12, 2021, 21:41
~