xaugar Guillermo García

Iris es una niña que un día aparece súbitamente en un hermoso bosque de árboles muy altos, como sacado de un mundo de fantasía. ¿Que es ese lugar? ¿Como es que ha ido a parar a allí? ¿Como podrá volver a su hogar? Las respuestas puede que las tenga esa marioneta que se halla en el suelo frente a ella, que la mira fijamente y le pide... ayuda.


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"Markius"

Iris abrió sus bellos ojos marrones y luego los volvió a cerrar. Los abrió nuevamente y se convenció de que el bosque que se encontraba a su alrededor era real.

Todo había pasado muy rápidamente, primero estaba en su habitación jugando con sus muñecas y al momento siguiente se encontraba en un hermoso bosque de árboles muy altos. Solo recordaba un destello blanco, como el flash de una cámara fotográfica, que le obligó a cerrar los ojos y al abrirlos nuevamente su habitación había desaparecido.

Una dulce brisa de primavera acarició sus largos cabellos castaños, haciéndola sonreír. Las flores cubrían cada parche de suelo iluminado por los rayos de sol que se filtraban entre las copas de los árboles. Las había de todos los colores, verdes, rojas, amarillas, azules, incluso había unas muy hermosas que tenían, en sus pétalos, los siete colores del arco iris. La niña tomó una y se la puso en el pelo sujetándola con una hebilla. Desde ese momento esa sería su flor preferida.

Los árboles tenían troncos muy anchos de colores que iban del verde al azul, con hojas pequeñas de colores rojizos y dorados y entre sus ramas cantaban cientos de pájaros, con voces esplendorosas, haciendo que sus diferentes melodías se entremezclasen creando la más maravillosa sinfonía.

Caminó rodeando los árboles, maravillándose con cada nuevo color que divisaba, cada sonido nuevo que oía, y cada fragancia que su nariz captaba, haciendo que su corazón se acelerara de alegría.

Entonces, cuando se distrajo observando a una especie de ardilla de color violeta, se tropezó con algo... o alguien.

–Lo siento no te vi –se disculpó.

Al principio había creído que se trataba de un joven que se hallaba recostado contra un árbol pero, al mirarlo con detenimiento, se dio cuenta de que se asemejaba más a un muñeco de madera vestido con ropas de color gris oscuro. Había un gran embrollo hecho de hilos que parecían sujetar algunas de las partes de su cuerpo y a su lado una especie de cruz hecha con tres maderas que tenían otros hilos atados en sus extremos. No cabía duda, no era solo un muñeco, era una marioneta.

Iris se preguntó por qué alguien se tomaría el trabajo de construir una marioneta del tamaño de una persona para luego dejarla abandonada. A pesar del hecho de que las cuerdas estuviesen cortadas y enredadas, parecía estar en muy buen estado. No debería ser mucho problema el cambiárselas por unas nuevas.

–Ayúdame –suplicó una voz.

La niña sobresaltada, miró a su alrededor intentando encontrar a la persona que había hablado.

–Ayúdame –volvió a repetir la voz.

Iris divijió nuevamente su mirada hacia la marioneta tendida frente a ella y descubrió que ésta tenía los ojos abiertos y que la miraba fijamente.

–Ayúdame, por favor –sonó la dulce voz de la marioneta. –Sé que está mal que lo hagas, pero ya no puedo soportar seguir así.

–¿Así, como? –le preguntó intrigada.

–Así, inmóvil –le respondió la marioneta.

–Lo siento, pero no creo que tenga la altura y la fuerza necesaria para que pueda moverte –se disculpó Iris. Le apenaba el hecho de no poder hacer nada por ella.

La marioneta la miró confundida.

–Nunca te pediría eso –le remarcó seriamente. –Puedo moverme por mi mismo... bueno, al menos podía antes de que cortaran mis cuerdas.

La niña pensó un minuto.

–Entonces creo que puedo ayudarte –le dijo mientras se sentaba a su lado y comenzaba pacientemente a desenredar, una por una, las cuerdas de la marioneta. –No tengo cuerdas para cambiártelas pero supongo que unos cuantos nudos servirán.

–Te agradeceré cualquier ayuda que puedas darme...

–¿Tienes nombre? –le preguntó Iris.

–Todos me llaman Markius –respondió la marioneta.

–Mucho gusto, señor Markius, mi nombre es Iris –se presentó.

–Eres una niña. ¿Verdad? Una niña humana –preguntó con cierta timidez.

–Sí, señor –le respondió mientras terminaba de liberar una de las cuerdas.

–Eres... diferente –observó pensativo.

–Bueno, sí. Yo no necesito cuerdas para poder moverme.

–No me refiero a eso. Lo que quiero decir es que eres mucho más amable que el otro niño –se explicó él.

–¿Otro niño? –preguntó intrigada.

–Sí, su nombre es Francisco y es el rey de nuestro pueblo.

–¿Entonces hay más gente como yo en este lugar? –preguntó echando una mirada a su alrededor.

–No, solo nuestro rey.

–¿Y por qué dices que no es amable? –indagó ella con curiosidad.

–Pues mírame –respondió con simpleza.

–¿Estas diciéndome que ese niño te hizo esto? –le preguntó sorprendida. – ¿Que clase de niño malcriado puede hacerte esto y llamarse rey?

–Pues dímelo tú, yo solo conozco a uno –respondió Markius con una media sonrisa y ambos se rieron.

Mientras Iris terminaba de desenredar las cuerdas y las unía con un fuerte nudo según le indicaba Markius, este le contó sobre su pueblo y ese desagradable niño al que habían nombrado rey.

En el reino de Lariún siempre había existido la paz y los lariunis, nombre que se daban las marionetas a sí mismas, habían sido felices desde tiempos inmemoriales. La ciudad de los siete colores era su capital y se hallaba en las cercanías del bosque donde ellos se encontraban.

En el centro de la ciudad había una gran torre blanca y en la sala principal de la torre había un pequeño altar donde se hallaba un libro con un símbolo grabado con los siete colores del arco iris.

Allí decía que sólo un humano podía ser nombrado rey y que sólo este podía crear o cambiar las leyes. Esa era la más antigua ley lariuni y la más sagrada para el pueblo de Markius.

La ciudad de los siete colores fue edificada alrededor de la torre de la ley, pero no se recordaba haber tenido un rey hasta hacía unas pocas semanas, cuando un niño llamado Francisco llegó a la ciudad.

Los lariunis no dudaron en nombrarlo rey, pues así lo dictaban las leyes, pero al pasar el tiempo muchos de ellos se arrepintieron. Francisco no fue el buen rey que ellos esperaban. Era muy egoísta, no le importaba más que satisfacer sus propios caprichos y no hacía nada por ellos.

–El círculo de los siete sabios me eligió como consejero del rey.

–¿Qué es eso de los siete sabios?

–Los siete sabios son los guardianes del libro. Conocen de principio a fin cada una de las leyes que están escritas en él. Yo era uno de sus estudiantes, el mejor de mi clase. Por eso me eligieron como consejero, para que le enseñase nuestras leyes al rey. De más esta decir que fracasé en mi tarea. Francisco no escucha a nadie, se torna imposible tratar con él.

–¿Y por qué, simplemente, no lo echan del reino?

–Pues porque nuestra ley nos lo prohíbe. Una vez coronado un monarca no puede ser removido del trono por ningún lariuni.

–Menudo problema...

–En efecto.

Luego de una hora de batallar con las cuerdas, Iris hizo el último nudo.

–¿Y? ¿Que tal? –preguntó bastante satisfecha con su trabajo.

–Mmm...

Markius movió los brazos.

–Pareciera que bien.

Con suma agilidad se puso de pie.

–¡Pues más que bien!

–¿Sabes? Hay algo que me intriga. ¿Cómo es que puedes moverte solo?– preguntó ella.

–¿A qué te refieres?

–Bueno... pues sucede que de donde yo provengo las marionetas sólo se mueven si alguien las controla.

–Sí... algo similar nos contó Francisco cuando lo vimos por primera vez. Suponemos que se debe a que los lariunis de tu mundo no tienen una Lónada como la nuestra.

–¿Una qué?

–Lónada –dijo tomando la cruz doble a la que estaba unido.

–Pues sí, sí tienen.

–Pero no deben ser mágicas –señaló él.

–Eh... y no, supongo que no lo son.

–Para mí lo verdaderamente increíble es que tú puedas moverte sin una –exclamó Markius e Iris no supo que contestarle.

Se hizo un corto silencio antes de que la niña preguntara:

–¿Y es así como llegue aquí? ¿Con magia? –a esta altura, parecía la única explicación posible.

–Pues sí, o al menos eso creo... pero será mejor que no nos entretengamos con eso, primero debemos buscar refugio antes de que anochezca.

Iris observó a su alrededor y notó que no faltaba mucho para que cayera la noche.

–¿El bosque es muy peligroso por la noche?

–Pues sí, si te descuidas los arbóreos podrían aplastarte de un pisotón.

–¿Arbóreos?

–Árboles caminantes, les gusta pasear de noche y como son bastante cortos de vista tiende a no divisar ninguna cosa que sea más pequeña que un Rilenuil.

–¿Rile... qué?

–Rilenuil, es un animal herbívoro de tres metros de altura. En fin... sígueme. Conozco a alguien que nos dará albergue en su casa.

Iris le dio un nuevo vistazo al bosque y pudo notar que las sombras comenzaban a extenderse lentamente, por lo que se apresuró a seguir a Markius. No sabía a donde la llevaba pero pensaba que no podría ser peor que terminar siendo aplastada por el pie (o la pata) de un árbol caminante.

March 23, 2021, 10:59 a.m. 0 Report Embed Follow story
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