A
Adrian Castrellón


Todos somos inocentes, hasta que se demuestra lo contrario. Cuento publicado en la décima edición de la revista digital Mundo de Escritores.


Short Story All public.

#Juicio #muerte #asesinato #drama #real #locura #culpable #completa #corta
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I

−Le juro, señor juez, que yo no lo hice− dijo entre sollozos –fue ella.

Un murmullo callado invadió la sala alterando el orden de la misma, esto no afecto la mirada pétrea del juzgador, el fiscal apretó los puños de impotencia mientras el abogado defensor negó con la cabeza, las negociaciones habían fallado y ahora sería sentenciada a cinco décadas tras las rejas.

− ¿Por qué afirma que fue ella?− continuó el fiscal al revolverse en su asiento con la espalda molida, después de seis horas de pruebas.

Desde el banquillo de los acusados dio un último sollozo para aclarar la garganta, mientras se despejaba los rizos mezclados con lágrimas del rostro. Bebió un sorbo largo de agua vigilada por los periodistas, quienes no daban crédito de sus evasivas al igual que todos los presentes.

−Yo lo amaba y teníamos una bonita relación –comenzó con la mirada perdida –le preparaba el café y lo seguía con la vista hasta perderse en el tráfico, durante el día me dedicaba a tener su casa, nuestro hogar, limpio y en orden como él quería mantenerlo, rociando lavanda en los pisos y despolvando los muebles, su ropa almidonada y doblada en los cajones. Las tardes eran de absoluta alegría, noches de intensa pasión donde se fundía el aroma del placer con tabaco y whisky; éramos felices, hasta que apareció ella −.

−Poco a poco se enfrió la relación, hablaba sin mirarme, pensaba en ella, lo sé. Dejamos atrás las salidas del fin de semana para sumirnos en la monotonía de la casa, no me acariciaba, ni me regalaba sonrisas, y el colmo fue que interrumpía la intimidad para atender sus llamados, no pude con eso y yo misma me dejé caer−.

−Todo terminó cuando me reclamó que ya no soportaba mi actitud, que había subido diez kilos y no salía de la cama en todo el día. Dijo que no era la misma de antes y se marcharía con ella, fueron inútiles mis súplicas y no tuve opción, tuve que hacerlo para evitar que me abandonara, para que continuara conmigo aunque ya no sintiera nada por mí...ya no sentiría nada por nadie −.

La acusada rompió en llanto, un llanto amargo que a nadie contagió, el cuchicheo en el público cayó de golpe ante la orden se silencio del juez, dando lugar a la intervención del abogado defensor.

−Señor Juez, solicito nos autorice una segunda evaluación psicológica para mi defendida, no concibo que insista en culpar a su hija por el asesinato de su marido−.


Feb. 22, 2021, 10:27 p.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

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