Aquella mañana de verano había maravillado a más de un ciudadano de Busán, el sol resplandecía en lo más alto, sus cálidos rayos bañaban las frondosas copas verdes de los árboles, los pájaros cantaban, iban y venían entre las ramas más cercanas y la parte central de aquel parque inmenso.
La cafetería más próxima se encontraba abarrotada de personas esperando por lo que habían ordenado, una larga fila se extendía desde el interior del local para poder terminar de pagar; una mujer con larga trenza azabache repiqueteaba su pie mientras suspiraba cansada a que su turno llegase, observaba atenta a través del vidrio del gran ventanal que sus hijos no se alejaran, sonrió, los tres niños de diez, trece y catorce años de edad reían entre ellos al mismo tiempo que el pequeño perro blanco que los acompañaba jugueteaba a su lado con la correa que sostenía el menor de los tres pequeños.
Su turno al fin llegó, pidió un café suave para ella y tres batidos frutales para sus hijos, algunos bollos dulces ya que sabía que su pequeño Jin necesitaría comer algo o armaría todo un drama, pagó a la encargada la suma requerida con una sonrisa, su día libre del trabajo estaba yendo de maravilla.
Fuera del local, en plena acera y entre risas y juegos, los tres hermanos pasaban el tiempo viendo de vez en cuando a su progenitora esperar por sus dulces. El menor de ellos se agacho para jugar con su perrito, entre mordidas leves y ligeros brincos por parte del animal, el niño terminó soltando la correa, el cachorro caminó algunos metros moviendo su rabito con energía, observando a su alrededor, olfateando y ladrando, se acercó a un árbol con los ojos puestos en el enorme parque que se encontraba cruzando la transitada calle.
Tal vez el cachorro debió regresar a los pies de su dueño, tal vez los dos mayores debieron estar más atentos o el más pequeño de ellos debió dejar al animalito hacer lo que quisiera, pero, no pudo. Era demasiado apegado al animalito, lo quería mucho y su inocencia a veces, era mucha por lo que corrió tras el perro en cuanto este comenzó a correr hacia el parque aventurándose entre las agitadas calles de la ciudad donde los autos iban y venían embravecidos, la hora pico había llegado y todos deseaban regresar a sus hogares, o bien, debían volver a sus trabajos.
Los gritos de una mujer se hicieron escuchar, el llamado desesperado de una madre que dejó caer todo lo que llevaba en sus manos, el correteo de dos niños que pedían a gritos que alguien detuviera al menor…
El niño alcanzó a tomar la correa entre sus manos, sonrió sintiéndose tranquilo de que a su pequeño perrito no le sucedería nada, el animal apenas fue jalado por su dueño… Las bocinas no se hicieron esperar, el auto apenas y pudo maniobrar, el conductor volanteó de la mejor forma que pudo, pero no fue suficiente; el vehículo se estrelló contra el pequeño y frágil cuerpo del niño que fue expulsado por los aires hasta caer cerca de la banquina…
Gritos.
Desesperación.
Silencio.
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