susy-buisson1603067048 Susana Buisson

Ella quiso una navidad blanca una vez... y la tuvo. yo se la di." Un cuento navideño sobre las ilusiones, las esperanzas y los siempre posibles milagros en Navidad.


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Vale por una navidad blanca

Ella siempre quiso una Navidad blanca. La tuvo una vez, en un pequeño pueblo ya sin nombre para mí. O con el nombre más largo que el tiempo que a uno podría llevarle contar a sus habitantes.


Ella era la chica, sí, tiempo pasado; y tan lejano como mis pies ahora lo están ahora del lugar en que la conocí. Digamos que fue hace diez años así no tengo que confesar que, en realidad, llevo la cuenta exacta de cada año, cada día y hasta cada minuto desde que la perdí. Porque la perdí, y vine a saber recién después de hacerlo que la había encontrado.


Ella … hermosa, risueña… perfecta.


Me cautivó desde el primer instante en que se dirigió a mí con su desparpajo, y a la vez con tantos modales de princesa. Nunca había creído, hasta que la conocí a ella, que podía existir realmente una.


Tan frágil, delicada, femenina...y apasionada.


La combinación perfecta para volver de cabeza el mundo de un insensible y ambicioso estudiante de medicina como yo. Claro que eso de insensible sería algo que ella se encargaría de refutar. Sucede que el insensible y ambicioso estudiante de medicina en cuestión, no era más que el consentido y único hijo de unos padres lo bastante pobres como para criarlo creyendo en lo que no eran.


—Los Clark somos de clase media Evan... no millonarios pero tampoco pobres...—solía oír con demasiada frecuencia cuando era un niño, aunque de eso yo no entendiera demasiado.


Demasiado pronto el mundome enseñó que todo se va siempre a los extremos, y para cuando llegué a la universidad, el "media" del que tanto hablaron mis padres ya había desaparecido, y el extremo más adecuado para nuestraclase era la pobreza. La de espíritu, claro, porque un golpe de suerte que convierte a un ambicioso soñador en millonario, muchas veces lo vuelve solo eso: un ser superficial y vacío con dinero, mucho, pero mucho dinero.


A nadie le importan esas viejas historias, y mucho menos a la gente que como yo, hoy vive tan lejos de ese pueblo donde las luces navideñas iluminan las calles hacia abajo, hasta donde la ciudad y el mar se encuentran.


Hasta tengo la suerte de que mi melancolía les pase desapercibida en esta época del año. Con eso de que todo el mundo siempre se vuelve algo loco y sentimental estas épocas, a nadie le importa si un viejo gruñón como yo, —aunque solo tenga treinta años—, llora por algo.


Tal vez, por eso mismo es solo en esta época del año que dejo que todo el veneno corra por mi sangre, y me permito sentir algo y llorar… como todo un hombre, por supuesto.


Llamémosle intercambio, —aunque ahora se muy bien que fue otra cosa—lo que llevó sus pequeños pasos de princesa hasta mí. Ella me dijo después, al final, que en realidad fue el voluntariado, y yo, sin intenciones de alardear que aún la conocía tanto;les aseguro que en el fondo se, que mas bien fueron sus ganas de recorrer el mundo y, por qué no, de huir de casa, un poco más…


Tal vez es cierto también que no fue locura momentánea o simple masoquismo lo que me impulsó a mí a abandonar mi tierra natal diez años atrás, para adentrarme en la dimensión desconocida.


Está bien, nunca fue para tanto...ese proyecto en el que me había metido y con toda intención, tenía un nombre muy definido: "Programa para alumnos extranjeros de especialidad en español."


Si, español... Es que el príncipe Evan Clark tenía el sueño de ser un médico sin fronteras algún día… y aunque no era lo suficientemente valiente como para enlistarse en las filas de los que iban a la India o a esos extraviados confines del mundo, sepultados en medio de la nieve y la guerrilla para rescatar refugiadosdel hambre y de las bombas...; siempre fue consciente de que mucho más cerca de esa burbuja de niño ricoy mimado en que habitaba, había pobreza, y de la profunda, y personas que necesitaban de ayuda...; y que eso quedabaapenas un poco más abajo en el mapa,sin salir de tierra firme,en Sudamérica.


El problema es que apenas si sabía unas cuantas frases sueltas de español...


—Hola ¿Cómo estás?

—Necesito un baño

—Gracias.

—Te amo

—¿Dónde puedo encontrar comida?


Y no eran precisamente esas frases las que me ayudarían para entenderme con personas en una selva, o en esos pequeños pueblos olvidados de Dios a los que pensaba llegar algún día. Irónicamente tan cerca de la civilización a veces, y tan abandonados...


Aceptar la invitación de cruzar por un año hacia el otro lado del océano en busca del idioma que me llevaría a mis sueños fue una perdida de tiempo. España no fue un buen lugar... Mucho menos ese colegio tan prestigioso y pequeño, lleno de gente tan deseosa de mostrarme cuánto sabía de inglés. Apenas si me fui de allí con una colección de frases un poco mas largas a final de semestre.


—¡Tiene que haber otro lugar—protesté a mi regreso.—¡Ustedes quieren médicos preparados, deberían darnos mejores opciones!


El decano de la prestigiosa facultad en que estudiaba se mordió los labios en un gesto de impaciencia, sabiendo perfectamente qué poco le convenía desilusionar a un Clark. Tal vez eso enfadaría a mi padre el Señor Clark, —y a su generosa contribución anual para investigaciones y desarrollo de los laboratorios—, ganándose que ésta desapareciera del horizonte antes de que acabara de entender lo que le estaba diciendo.


—Muy bien, Evan, ve a mi secretaria, ella estáhaciendo acuerdos con una universidad en Sudamérica... serán dos cuatrimestres con un receso de un mes, si estás interesado acércate a su escritorio y te dará las solicitudes... No te tardes mucho porque no serán más de treinta el grupo deseleccionados y se debe pagar por adelantado…


—¡pfff! ¡el pago es lo que menosimporta, yo necesito el maldito español si quiero hacer mis prácticas en un lugar decente el próximo año!!…—me alejé, riendo para mi mismo de su rostro desconcertado.


¡Teníamos conceptos tan distintos de lo que era una práctica decente!Para él lo era un hospital a todo lujo, algo así como el más importante de la ciudad. En cambio para mí, "un lugar decente para mis prácticas" era dondela mano de un médico realmente pudiera hacer un milagro... Y yo quería hacer mis propios milagros, pronto.


Cierto, estábamos hablando de ellay no del masoquista estudiante de medicina que había abandonado su castillo de niño rico mimado para ir a conocer el mundo...El tercero, claro... porque si estaba en Sudamérica no podía tener otro nombre.


¿Cuántos mundos puede haber en un mismo planeta?


Lo bueno de la ambición es que trabajas por lo que sea, el tiempo que sea y soportas lo que sea. Lo malo de cuando logras lo que tanto soñabas, es que a veces ya no puedes apreciarlo, y nada, nada jamás te alcanza después.—No me miren a mí, es lo que siempre dice mi madre—Por eso aquella tarde, cuando me enviaron a la linda niña de cabello castaño para que me ayudase con mis tareas de español, ni siquiera me quejé cuando supe que estudiaba Arte, y que conmigo ella cumplía sus horas de trabajo para completar una beca. Yo era su trabajo y punto.


Para eso, en todas las universidades del mundo estaban los chicos como ella, para ser tutores, asesorando a los niños ricos como yo en sus cursos caros. Algo que con el tiempo supe, no solo le daba de dinero para su beca sino que un cierto prestigio si alguna vez, dentro de sus futuras tareas consideraba la de enseñar...


No me imaginé nunca las razones para que una chica como ella necesitara de aquellas horas de trabajo hasta que, en nuestras prácticas de conversación, decidimos contarnos cosas personales. Es que ella, esa princesa algo complicada que hablaba y escribía perfecto el ingles y el español, era además una niña pobre con muchos sueños de princesa.


La navidad, se volvió horrible después de que mi abuela Rose murió. —comentó al pasar una tarde de principios de diciembre, después que nos quedáramos unos minutos en silencio contemplando como las mujeres del personal adornaban el edificio central con luces y motivos navideños.


Estábamos sentados en algún rincón del campus y hacia calor. La humedad horrible del clima de aquel lugar me mantenía sudado todo el tiempo y de mal humor. La observé con cuidado: sus manos blancas y delgadas casi tan pequeñas como las de una niña, jugueteaban con un macizo de hierba dejando caer pequeños trocitos sobre sus piernas cruzadas. Estaba sentada en el suelo, con su pequeña espalda recostada en el banco de metal pintado en el que descansaban mi laptop y nuestras mochilas después de escaparnos de la biblioteca, porque a pesar de la maravilla del aire acondicionado, ya estábamos hartos de susurrar.


...Era hermoso reunirnos en su enorme casona todos los años, estaban siempre todos mis primos, y los hermanos de mi padre viajaban para ver a la abuela desde lejos…y luego estaban esos deliciosos pasteles, y todos los platos deliciosos que mis tías preparaban, y los fuegos artificiales al final de la noche…


Sus ojos se iluminaban con nostalgia mientras hablaba y algo desconocido se removía dentro de mí. Yo siempre tenía navidades con fiestas fastuosas, la casa llena de gente y comida a reventar… y los fuegos artificiales eran de los más caros y sofisticados…


y luego, a las doce, la abuela Rose siempre nos llamaba asombradísima para avisarnos que otra vez el Niño Dios había pasado por la casa dejando regalos en su árbol.

—¿El niño Dios?

—Sí, ese Santa es un invento americano... pero aquí, la tradición es que el Niño Dios que nace, a la medianoche visita las casas y reparte sus dones...—explicabacon dulzura.—o hace sus milagros.

Es lindo...

—Es que la Navidad es época de milagros…el nacimiento de Jesús niño no es más que, una muestra de amor de Dios por los humanos….—concluyó, y mientras hablaba, dentro de mí un extraño sentimiento crecía. ¿Protección? ¿Pena? ¿Simpatía?

¿Te irás a casa este año para las fiestas? son en casi tres semanas...— pregunté, esperando que pudiera y eso la hiciera feliz.
—No, este año me toca trabajar, además no tengo dinero.—murmuró, con un suspiro triste.
—Yo podría regalarte los pasajes si quisieras—ofrecí,…el príncipe Clark…siempre tan adinerado y dispuesto…
No, no quiero que lo hagas, Evan, no te conté nada de eso para que me tengas pena.— arremetió con firmeza— ¿Ya les dije que era orgullosa y terriblemente cabezota?. — y además, no puedo negociar en mi trabajo, debo quedarme y cumplir las horas si quiero mantener la beca. No puedo darme el lujo de perderla por un viaje de Navidad—


Ella siguió contándome cosas alzar esa tarde. De su abuela Rose...de cómo sus tíos dejaron de venir para esas fechas después de que ella murió yque ellos jamás quisieron realmente a Carly, —como prefería llamar a su padre—, y que ahora que él había dejado de trabajar por invalidez y era realmente pobre, ya ni siquiera se acordaban de él.


Mi abuela Rose no tenía dinero cuando murió, ella fue una viuda joven con hijos que criar, bendecida por un marido que murió sin deudas y pudo conservar la casa, y aunque yo solo tenía siete años en su ultima Navidad con nosotros, nunca pude olvidar la felicidad de su rostro esos días teniéndonos cerca, todos reunidos allí con ella. A ella no le importaban otras cosas…fue muy duro crecer con ese recuerdo después de que las cosas cambiaran.


Siguió hablando y llenando mi mente de imágenes de sus recuerdos, de historias de su madre: una mujer complicada, con secuelas de abandono y un temor al rechazo que la empujaba a aislarse antes de que alguien realmente fuera poco amable con ella...


—...Me costó muchos años entenderla, hasta que finalmente conocí su historia, es decir, ¿Quién en su sano juicio abandona a una niña de apenas un año en una esquina? —Yo también estuve de acuerdo en que todo el amor que pudieran darte unos padres adoptivos jamás borraría aquel recuerdo. O saber que hicieron contigo algo como eso—. Así que mi madre, cuando Carly enfermó y dejó de trabajar, lo primero que hizo fue alejarse de todos ellos antes de que vinieran a tener pena por nosotros... Ya casi nunca ví a mis primos de nuevo...


—¿Por qué viniste aquí? Es decir… estás tan lejos decasa y de tu gente... y añoras tanto todo eso… Ahora que ya eres mayor, el alejamiento de tu madre no importaría para que los busques de nuevo…


Es verdad... pero también están mis sueños, estando aquí puedo cumplirlos, es decir, tengo esta beca y un trabajo que paga mis gastos junto con un lugar donde vivir… y no tengo que preocuparme por perder preciosas horas que uso pintando viajando de un lugar a otro como lo haría en mi ciudad... de algún modo todo es más fácil aquí... —Y aunque no la entendía demasiado, me conmovía su entereza, y la obstinación con que ella luchaba por sus sueños. Yo también iba tras el mío.


Entonces vino la pregunta...esa que nos cambiaría la vida para siempre. —Solo que claro, en ese momento yo no imaginaba que lo haría—. Ahora que lo pienso, estoy seguro de que si uno supiera esas cosas de antemano simplemente guardaría más silencios... pero entonces, por saberlo todo de antemano, se perdería de la ocasión, de la aventura…del milagro... y claro, también de la oportunidad de cometer algún que otro error —qué digo algún—, se perdería de cometer el error...


Y yo cometí el error...


Aquellafue mi primera navidad cálida y lejos de casa. De algún modo, esta princesa perdida que me rescataba de las garras del español, me había conmovido lo suficiente como para estar tan pendiente de ella que eligiera quedarme en el campus en las dos semanas de vacaciones que el resto de mis compañeros, los niños ricos, preferían usar para viajar y conocer algo del resto del país que nos albergaba.


Decían los que sabían que eran territorios muy lindos, y que en pocos kilómetros de distancia se podía apreciar la reunión de los más bellos y diferentes paisajes del mundo.


—¿Qué tenía una simple y menuda muchacha de vivaces ojos color café para detener mis pies inquietos de recorrer el mundo que tanto anhele antes? —No lo supe entender hasta que fue tarde.


Aquella Navidad, que llegóa mí sin penas ni glorias, el mayor regalo que tuve fue que, por esos tres días de festejo, todos fuimos iguales... No hubo clases, ni mundos que nos marcaran diferencias cuando nos sentábamos esas mañanas a desayunar juntos en la despoblada cafetería del campus;ni cuando el niñorico y la simple becaria trabajadora jugaban y reíancomo niños en los improvisados juegos organizados por el atento personal para hacernos olvidar cuan lejos estábamos de casa.


Mi Navidad cálida...Hasta tuvo una noche de piscina como broche de oro… y cantatas de villancicos de casa en casa, acompañados de los más variados instrumentos: guitarras, un acordeón a piano y algunas trompetas se sumaron esa noche a la exagerada algarabía de un grupo de estudiantes que simulaban no estar muriendo de nostalgia por una cena en familia.


Navidad cálida. Noche atravesada por una estrella fugaz. Estrella contemplada por dos pares de ojos tan distintos…y que sin saberlo aun, estaban unidos por el mismo deseo.


—¿Cuál es tu deseo? —pregunté a mi acompañante silenciosa antes de darme cuenta que lo había hecho.Ya la euforia había pasado y ahora, doblegados por la nostalgia y una inesperada brisa fresca que nos aturdía, estábamos sentados al final de aquel camino, de frente al campo infinito y sobrepoblado de parpadeantes estrellas.


—Deseo una navidad blanca…—murmuró antes de enrojecer y taparse la boca, porque lo había dicho en voz alta.


—¿Una Navidad blanca? ¿Con Santa, nieve y todo eso?—pregunté, algo anonadado.


—Una navidad blanca...—repitió, y sus ojos se volvieron soñadores.
—¿Y qué tiene de especial una navidad blanca?
— Eso…Magia. Nieve. … y todo es posible en una navidad blanca...—sonrió, intentando que no notara la nostalgia en sus pupilas brillantes.


Entonces, me explicó con la dulzura de siempre cómo desde niña le fascinaron tanto esas películas sobre Santa y navidad. Los trineos, la nieve, las luces… las casas todas decoradas…y las medias con regalos en la chimenea...


—Quiero la magia de la navidad…Evan…de una navidad blanca…—Me relató como siempre se había imaginado una cena en una enorme casa como esas de las películas que tanto amaba, donde la familia se reúne a la luz de un árbol decorado, enorme y real, a cantar villancicos viendo caer la nieve, frente a una chimenea encendida…


— A mí me gusta tu Navidad cálida —dije, sorprendiéndome por mis palabras.Pero en ese momento, luego de aquella inusual noche de víspera, tan diferente a las de mi infancia en aquel castillo de hielo de los Clark, donde por muchos años todo era brillo y fastuosidad vacía;en ese momento lejos de todo y tan cerca de mi mismo, esa navidad era lo mejor que me había pasado en demasiado tiempo.


Tarde me di cuenta que solo me sentía así porque estaba con ella.


Ella se volvió para mirarme, la sonrisa tímida adornada por el tenue rubor en sus mejillas, la chispa de algo parecido a la felicidad en los ojos...

Supe que arruinaría aquel momento para siempre si no la besaba.Y la bese, sin dudarlo.

Sus dedos fueron lentamente hasta su boca, como si dudara de que fuera cierto, tocando el lugar donde estuvieron mis labios para luego preguntar:

—¿Por qué?


¿Por qué? ¿Por qué siempre tiene que haber un por qué?


Porque quería hacerlo, porque tus labios me gustan... porque paso tanto tiempo contigo que creo que tú me gustas...mucho… y porque este momento es… perfecto...—Mis palabras salieron extrañas, frías, ajenas hasta para mi mismo, que hasta ese momento era totalmente inconsciente de la revolución que cernía en lo profundo de mis entrañas... del fuego que iba encendiendo mis venas. Pensé que era atracción,y ella jamás dijo lo contrario ni se negó a ninguno de mis besos.


Inseparables era la palabra...Es lo que fuimos hasta que el próximo septiembre nos alcanzó, y mi segundo cuatrimestre se terminó.

¿Para qué voy a mentir diciendo que alguna vez hablamos de lo nuestro?


Bastaba con que era nuestro. No había palabras tiranas entre nosotros. Besarnos y estar juntos era tan fácil y natural como respirar, y no había nada que explicar, nunca hubo razones para explicar o títulos que necesitáramos poner, o definiciones en que encerrar lo que teníamos…


¿Cómo se separa lo inseparable?


La tarde de septiembre en que volví a casa parecía de invierno. La lluvia gris en sus enormes ojos tristes, mirándome hasta que su silueta menuda no era más que una línea en la bruma del parabrisa de la camioneta que nos llevaba hasta el aeropuerto me desgarraron de una forma nueva. Ni siquiera iba a tenerla conmigo hasta embarcar.


Sí, ahora se que la única forma de separar lo inseparable es con un cataclismo... porque las lágrimas no alcanzan.


Supongo que porque aquel cataclismo no sucedió fue que tres meses después hice mi milagro para ella. Y tal vez porque ella ya sabía algo que yo aun no era capaz, fue que mi regalo no tuvo resistencia.Así fue como yo le di a Anabella su blanca navidad...


Me la traje conmigo a mi mundo, al pueblo sin nombre y cubierto de nieve con calles llenas de luces que se juntan con el mar, donde una vez llegué a creerme un príncipe en su castillo. Sí, yo, con aquel milagro hecho por mis manos, le di a los hermosos ojos de Anabella Sanz el brillo que no tenían aquella noche en medio del campo en que se le escapo en voz alta su deseo: la cena a la luz del árbol, la sala de cálida madera iluminada por el fuego de una chimenea encendida, y la nieve cayendo por la ventana…


Ella esa noche me dio más. Me lo dio todo... Su regalo para mi esa noche fue ella misma... fue mía, a la luz de un cálido fuego de invierno, envueltos en la cadencia de las luces navideñas y las melodías que se colaban por las ventanas.


Yo, Evan Clark, el estudiante insensible y ambicioso, esa noche tuve el mas inmerecido de los regalos. Lo que no supe en ese momento, es que los milagros manejados por humanos egoístas no son verdaderos y terminan en dolor…


¿Cómo iba a saber que en ese momento ella diría las palabras? ¿Cómo iba a pensar que ella las esperaba de mi, que ella creería que mi regalo era una muestra de lo que seguramente mi corazón guardaba y nunca me había atrevido a confesarle?


Mi silencio la destruyó.O mi frialdad...O esa incapacidad mía tan arraigada de no manifestar las emociones a tiempo. Tal vez fue la inevitable consecuencia de tantos años de vivir como príncipe solitario en un castillo vacío y rodeado de tantos pobres de espíritu lo que destruyó el milagro, pero ella dijo las palabras y yo no.


Ella dijo que me amaba y mi corazón solamente latía, desbocado, pero en silencio. Ella buscó algo en mis ojos pero ellos solo reflejaban las luces de navidad.


No hace falta decir que jamás volví a verla, o que en realidad, el último recuerdo que conservo deesa noche es su mirada rota, sus ojos vacíos —o tal vez llenos de tanta decepción…— y el retrato de la fragilidad...


Yo la tuve y la perdí... Toda la magia que le di esa noche con mis manos, yo se la quité un instante después…con mi silencio.Nunca antes había visto una persona a punto de romperse hasta ese momento, ni supe lo que esosignificaba hasta que yo mismo me rompí, después…cuando entendí que ella me lo dio todo…


Fue cuando estaba completamente roto, cuando estaba en el fondo de mi propio abismo que al fin lo supe: que la había amado siempre, que la amaba para siempre... que era ella, que era mía.


Que jamás nadie lo seria como ella... que yo jamás seria de nadie más.


Ella quería una Navidad blanca y se la di... le di su sueño. Ella se fue sin mirar atrás, corriendo por esa calle vacía para alejarse de mí, y todo lo que podían ver mis ojos nublados eran las luces de navidad en las ventanas. Perdido, vacío y roto… caminando por años lejos de las luces de aquellas ventanas, volviendo en sueños siniestros cada noche a la misma calle a enmendar mi error…esperándola siempre que la nieve empieza a caer…


Ella ya no estaba y la Navidad dejo de sentirse como Navidad.


El cuerpo duele, lleno de recuerdos...


Sí, alcancé mi sueño. Si hay algo que puede reforzar la tenacidad de un hombre vacío, es haber perdido el amor que nunca supo que querría para siempre consigo. Y es justo en esta noche de víspera, mientras desde mi terraza solitaria, casi escondido entre las sombras, contemplo el pueblito —que me albergacomo si yo fuera una especie de dios, de milagro caído del cielo—, que mi mente vuelve a ella. Son las luces de las ventanas que parpadean sobre mi… La gente de este pueblo dice que soy su salvador… el doctor que hace milagros…


¿No es siempre lo que siempre quise?


La gente del pueblo está de fiesta. La algarabía traspasa las casas, los patios, se cuela por las callecitas de tierra retorcidas y me llega en ecos una melodía perdida junto con la caricia cálida de la brisa de diciembre. Todo un regalo en el calor insoportable de esta típica noche de selva en Sudamérica.


..."y estoy aquí, parado…,

sosteniendo todos esos candelabros de esperanza…,

como un borracho en la ciudad… cantando como Elvis…

…Yo estoy cantando fuera de tono… …

cantando como siempre te amé querida…,

y siempre lo haré… …

Pero cuando estás esperando que la nieve caiga

no se siente como Navidad después de todo… ..."


La vocecita se cuela a través de la melodía y mis nostalgias, despertándome de golpe:


—¡doctor doctor! ¡Tiene que venir!— Es Ángel, un niño de diez años, morenito y esmirriado al que salvé de la muerte por milagro cuando llegué aquí la pasada navidad.


Esa vez no fue mi milagro, no, fueron sus ganas de vivir;y supongo que un poco también tuvo que ver la fe de esa madre desesperada con rasgos de aborigen, y eso que me transmitió con su mirada azabache, que me instó a rogar hacia arriba en ese instante, al Niño Dios, para que esa noche hiciera su milagro y dejara a esa madre volver con el niño a salvo a su casa.


—¡Te has escapado de tu casa de nuevo!— Lo reprendo, sin poder contener la sonrisa al ver sus pies descalzosy aquel agujero en su dentadura de niño creciendo que solo hace que su sonrisa sea más mágica para mí.
— ¡Tiene que venir! ¡Mi madre se ha encontrado un ángel lastimado!— insiste, sin aliento.
—¡pero qué cosas dices niño! ¿Cómo tu madre va encontrarse un ángel? ¿Y por qué estaría un ángel lastimado? —Lo cuestiono adrede, sopesando sus palabras, revolviendo sus cabellos ralos, oscuros como la noche, solo para disfrutar una vez mas del espectáculo de sus bracitos cruzados desafiándome.

—Tiene que venir, de verdad, en el camino... mi madre la ha llevado a casa... es un ángel doctor...tan linda y toda de blanco... ¡hasta tenía sus alas!
—¿ y dices que estálastimada?—Tal vez es que hubo un accidente.


Mis pies se apresuran por las escaleras y algo en mi interior se mueve inquieto. El camino hasta este pueblo perdido era un infierno constante de serpenteo entre árboles y luego aquellos barrancos...


¿No tenía que llegar ese grupo de voluntarios esta tarde para la obra navideña en el hospital?


—corre y dile a tu madre que voy de camino...


"…Estas luces de Navidad Iluminan las calles…

Abajo...

donde el mar y la ciudad se encuentran…"


La urgencia en mis manos, mis pies que corren antes de que les de la orden... las llaves del maldito carro por si debía llevarla al hospital, el maletín de emergencias...


¡Que no sea tan grave!—Me 1encontré rogando de pronto y sin entenderlo... ¿Por que siempre las desgracias llegan en vísperas de navidad?


"…Tus problemas podrían irse pronto...

Estas luces de navidad siguen brillando…

Tal vez ellas me traigan a mí…"


Matilde me recibió hecha un mar de movimientos y con el rostro algo desencajado.
—La chica se desangra doctor... —dijo en un hilo de voz, doblegada por el susto, y la aparté del camino de un manotazo. Algo me llamaba desde la figura inerte de blanco tendida en la cama incluso antes que la viera con claridad. Algo visceral… ydesde el fondo de aquel habitual agujero en mi pecho clamaban por partes iguales el alivio y la desesperación.


Era ella...

¡Dios, era ella!

Dios ¿por qué tiene que ser ella?


Años esperando ese milagro… Años reprochándome por esperar un milagro como ese para mí, que lo había hecho tan mal... que nunca tuve el valor…


Es ella… por Dios, es ella…


—Es la chica que faltaba llegar doctor... parece que su auto casi se desbarrancó...y me la encontré porque estaba así toda de blanco, que sino no llegábamos a verla y se quedaba ahí doctor...—¿Desbarrancada? ¡que no este muriendo por favor! Que no este muriendo…

—¿Y le avisaste a sus compañeros Meme?—Mi angustia, como siempre, ocultándose tras la mascara de frialdad…

— No, antes quería que viniera usted... ¿Ella se salva no? ¿Usted va a salvarla como a mi Ángel? ¡Hay doctor, que es tan linda! Y hasta parece un ángel de verdad...
—Déjame trabajar Meme... y tráeme agua limpia y unas toallas...


Ella…

Ella en toda su perfección, tendida frente a mi inconsciente y magullada después de diez años…

Juro que no quería temblar mientras la revisaba, pero estaba temblando.
—Toda esa sangre…doctor…—No supe que lloraba hasta que vi a Meme tenderme un pañuelo y la mire extrañado.—¿Ella se salva doctor Evan?

—Se salva Meme…se salva.


El ángel herido tenía muchas heridas superficiales, al menos hasta donde podía ver.La que era profunda le debía el favor a Meme por el improvisado torniquete que la contuvo. El golpe en la cabeza que la tenia en la oscuridad, eso si que me preocupaba. Ya declaraba que no creía más en milagros, preparándola tan rápido como podía para llevarla al auto y al hospital cuando ella se despertó y me sonrió. A mí.


¡Si, ella me sonrió! Miró alrededor un poco asustada por las vendas, y se ve que recordando, porque la preocupación se dibujo enseguida en su rostro de ángel perfecto.
—¿Dónde estoy? ¿Qué me ha pasado?
—Eres un ángel, mi mama te encontró en el camino y el doctor te salvó como a mi ¿Cómo te llamas?—Mi niño consentido se robó las palabras antes de que pudiera hablarle y el rostro de mi Bella se transformó en una sonrisa perfecta por un breve segundo.
—Oh Dios…mi auto... Melissa...el hospital... yo iba para el hospital...— balbuceó de repente, y se estaba agitando demasiado.
—Shh, tienes que descansar...no puedes moverte por un rato… ya avisé que estas aquí y estas a salvo...


Aquel Ángel navideño me estaba buscando.

Me buscaba porque traía un regalo...

A mí, que ya no creía ni en navidades cálidas…

A mí, que desde aquella vez huía de las navidades blancas…

A mí, que me había convertido en un viejo gruñón solitario de treinta años.


Ella llegó hasta ahí porque sabia que yo estaba. Porque un día, muchos años antes que yo, se rindió a sus esfuerzos por olvidar aquella navidad blanca y desde entonces me estaba buscando. Ella vino a buscarme porque ya no le importaba que yo no hubiera dicho las palabras. Porque comprendió mucho tiempo antes que yo que las palabras siempre estuvieron, que pretender solo oírlas era egoísmo, que estuvieron todo el tiempo escritas en mis ojos, y en cada uno de mis actos.


Amparada en esa excusa de voluntaria para una obra de navidad, fue que mi artista itinerante llegó hasta este pueblo perdido, que yo creía olvidado de Dios, para darme su perdón y mi milagro.


Fue en otra noche de navidad cálida que ella me dio el mayor regalo, el que guardó consigo por nueve años: Melissa. }


Mi regalo apenas fue decirle las palabras, todas, las que ella dijo y las que debí decirles cuando vi sus ojos rotos aquella noche en que mi silencio la lastimó.


—Te amo, y te amare para siempre Anabella Sanz. Yo lo arruiné… yo debí decírtelas mucho antes.

—Yo también debí decirte algo esa noche Evan…siempre fuiste tú… tú fuiste mi regalo de navidad perfecto.


"…Las luces de navidad iluminan la calle..

..Iluminan los fuegos artificiales en mí..

…Todos tus problemas pueden irse pronto…

…Esas luces de navidad siguen brillando…"


Y aunque yo no tenía nada para dar esa noche, más que el amor que acompañaba mis palabras, ella me juró que no quería de mi otra cosa más que eso…para siempre.



Fin



















Dec. 27, 2020, 9:42 p.m. 3 Report Embed Follow story
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The End

Meet the author

Susana Buisson Poeta (fotógrafa de emociones) Psicóloga, madre, mujer multitarea, lectora compulsiva... aprendiz de ser humano. Escribo desde toda la vida porque si no escribiera hubiera muerto o explotado. Participante de convocatorias de cuento y poesía publicadas en Editorial Dunken (ROI 2017, 2019, 2020 y algunas otras...) También Escribo en https://www.dunken.org/convocatoria/index.php?id_autor=7236&perfil=publicar%20obra%20en%20la%20red%20de%20escritores

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