mirisroro Miris Roro

El día del amor y la amistad. Así describen en la mayoría de los países el día de San Valentín pero para el diseñador Park Jimin, todo eso era irrelevante. Era una persona con muchos conocidos debido al mundo en donde se desenvolvía pero amigo sólo tenía uno. No tenía familia y mucho menos alguna relación amorosa que lo inmutara a ver el tan mencionado día del amor de una forma diferente. Nunca sentía soledad; cuanto más separado del ser humano se encontraba, mejor se sentía. Sin embargo, ¿podría enamorarse en veinticuatro horas de un maniquí? ¿Cómo podía una persona que no creía en el amor o en el día de San Valentín, entregarle su corazón a un ser irreal? ©Safe Creative: 2001042797758


Fanfiction Bands/Singers Not for children under 13.

#bts #bangtan #yoonmin #fanfic #wattpad
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Capítulo 1

— ¿Crees que tengas tiempo de terminar todo antes del primero de marzo? Esa es la fecha límite para presentar al menos cinco piezas de tu colección para Seoul Fashion Week. Sabes perfectamente que la semana de la moda es muy exigente y no veo que avances en tu colección. Esta es una oportunidad valiosa, Jimin.

Taehyung miraba a su alrededor viendo como el estudio de su amigo estaba hecho un desastre. La amplia meza estaba llena de retazos de tela que caían al suelo. Purpurina esparcida por todas partes y un maniquí sin ropa al que le faltaba dos de sus extremidades, mismas que vio al otro lado de la habitación cerca de las máquinas de coser.

— ¿Piensas que no lo sé? Estoy consciente de ello. — Tomaba los carretes de hilos y los volvía a dejar de lado sin saber qué estaba buscando exactamente. — ¿Puedes dejar de tocar todo a tu paso? Me estás alterando más de lo que ya estoy. Deja todo como está, dentro de mi reguero todo está organizado y sé perfectamente en qué lugar dejo cada cosa. — Espetó furioso causando que el menor asintiera levantando las manos en son de paz.

— De acuerdo, pero no te sulfures que te vas a fermentar. — Intentó bromear pero la asesina mirada recibida dejaba claro que había fallado.

— Mira... — Exhaló con pesadez buscando calmarse. No quería descargar su frustración en el rubio cuando este no tenía la culpa de nada. — Realmente te agradezco que hayas hecho un hueco en tu agenda para ser el modelo principal de mi desfile. Pero no me presiones porque eso solamente hace que mi ansiedad aumente.

— ¿No has conseguido otros modelos aún?

— Taehyung, te lo ruego, te lo pido encarecidamente... Deja de hablar y preguntarme sobre lo que tengo y me falta. No me estás ayudando. — Se sentó en su poltrona predilecta de lino, tapizada completamente por él, estirando su cuerpo con cierta pereza.

Sin volver a mediar palabra, el menor lo contempló durante cortos minutos, viéndolo perdido en sus cavilaciones, pretendiendo estar dormido. Sonrió frente a la imagen tierna porque, pese a estar molesto, su diseñador y amigo exudaba ternura. Todavía no sabía cómo se soportaban mutuamente pero lo adoraba.

Como pudo, se fue abriendo paso entre los rollos de tela y maniquíes hasta la pequeña cocina de aquel lugar. Conociendo bien el sitio encontró fácilmente las copas junto a una botella de vino frizzante que abrió y sirvió con elegancia.

— ¡Ten! — Exclamó regresando para que el pelirrojo lo escuchase. — Ya sé que no duermes, así que antes de que te abra los ojos con pinzas mejor elevas tus párpados y me miras. Tengo algo en la mano que te relajará. — Pateó con suavidad sus piernas pero Jimin no se inmutó. — De acuerdo, entonces me tomaré yo solo esta última botella de Ennius Azul.

— Te haré vomitar así que ni se te ocurra. — Con pesadez abrió un solo ojo para asegurarse que no era un truco barato, volvió a cerrarlo y estiró su mano agitando sus dedos. — Dame mi copa.

— Mírame al menos.

— Sí que fastidias. Las personas que me preguntan por qué no tengo más amigos no saben que contigo acabé todas las cuotas habidas y por haber. Eres más que suficiente porque con dos como tú termino encerrado en un maldito manicomio. — Lo miró ensanchando sus ojos exageradamente hasta que Taehyung sopló en ellos. — Odioso.

Bebieron la primera copa tranquilos pero una vez terminada, modelo y diseñador se pusieron a trabajar. Solamente para cerciorarse, le tomó por última vez las medidas. No quería la menor de las fallas, no cuando de ese trabajo dependía su ascenso, carrera y reputación. Habían muchas cosas en juego que no estaba dispuesto a poner en riesgo.

— Creo que necesitarás un nuevo maniquí que ocupe mi lugar ya que a mi antiguo suplente lo descuartizaste en un arrebato. — Se burló señalando la pierna tirada a varios metros mientras lo acariciaba con la mano plástica. — Fuiste muy cruel, hyung.

— Deja de hablar que necesito medir tu cuello para terminar o haré contigo lo mismo que le hice a ese maniquí. — Retiró la cinta métrica, escribió las medidas en su cuaderno y le alborotó el cabello.

— Pide uno nuevo con mis medidas.

— Ya lo hice, supuestamente debe llegarme mañana y cuando lo haga, podré comenzar a montar el conjunto que usarás en la clausura del desfile.

— Necesito sobresalir, así que esmérate. — El contrario asintió con una sonrisa, sirviendo otra copa de vino para ambos. — No, yo no quiero, ya tengo que irme porque tengo planes con Jungkook.

Rodó los ojos frente a la mención de la nueva víctima del rubio. Deseaba que esta vez fuera algo duradero pero lo dudaba. Quizás por la profesión o el sucio mundo del que formaban parte, donde la mayoría de las relaciones sociales e íntimas eran superfluas y vacías, era difícil enredarse más de una vez con alguien o tener una relación seria.

Todo se movía por el interés. Aquellos que mostraban su relación casi siempre lo hacían por estrategia o conveniencia, los que no, pues simplemente iban con la corriente pero tarde o temprano terminaban separados.

Él por su parte no tenía deseo alguno de mezclarse con nadie. Sí tenía uno que otro encuentro esporádico cuando las necesidades masculinas alcanzaban su punto máximo de contención pero, nada más. Prefería su austera vida, sin complicaciones innecesarias.

No creía en el amor, tampoco en las relaciones porque el ser humano era tan egoísta y embustero que no podía amar a nadie verdaderamente. Por eso odiaba el día de San Valentín. No soportaba ver las falsas muestras de amor, publicaciones en las redes sociales de personas que encontraban el amor de su vida cuatro o más veces en el año.

Salir a la calle y ver como los restaurantes estaban abarrotados de parejas que meramente se soportaban, otras que seguramente se habían sido infiel o donde no había amor de ambas partes. Uniones de personas que estaban juntos únicamente por no sentirse solos pero que fracasaban porque terminaban sintiéndose mucho peor acompañadas.

— ¿Quieres venir con nosotros pasado mañana? No quiero que pases solo San Valentín, por mucho que digas que lo odies, sé que vas a sentirte solo.

— Yo estoy bien sintiéndome solo y no me aburro porque como ves, tengo muchas cosas que hacer. Además, nunca hay dos ratos iguales de soledad porque nunca se está solo de la misma manera. Así que ve con tu nueva conquista y déjame trabajar en paz. Tengo demasiadas cosas que adelantar.

— ¿Cómo puedes no sentir nada? Por estas fechas cada lugar, programa o persona hace alusión al día del amor y casi que te obligan a celebrarlo.

— Porque empalaga, todo en exceso aburre. Es un día lleno de falsedad donde las personas corren a buscar una compañía con la que poder hacer algo, tomarse fotos y publicarlas en las redes sociales con descripciones cursis. Encuentran siempre su sol pero si nos ponemos a ver, en un año llevan todo el sistema solar porque cada mes se enamoran de alguien nuevo. Promesas de amor que duran días, para siempre que dura horas.

— Eres un amargado.

— Soy realista, es muy diferente. — Una mueca en el rostro del menor hizo presencia, pues sabía que debatir sobre el tema era un callejón sin salida. — No me pongas esa cara, si te quedas así de feo dile adiós a tu carrera como modelo.

Le alzó los brazos ignorando aquella mirada que a veces parecía estar llena de lástima y tomó las medidas faltantes.

¿San Valentín?

Ese era un día como otro cualquiera, profanado con costumbres ambiguas, un circo del que él no pensaba formar parte.

— Bueno, como no nos veremos hasta dentro de una semana, desde ya te deseo un feliz día de San Valentín. Que el día del amor y la amistad te bendiga con el amor de tu vida, un hombre que, aunque no sea perfecto, te muestre todo lo que te estás perdiendo. — Comentó palmeándole el trasero. — Espero sinceramente que te sacudan el cuerpo y el corazón congelado que tienes.

— Deja de soñar... — Dejó la cinta métrica sobre la mesa y pasó a tomar asiento viendo a su amigo alejarse. — ¡Cierra la maldita puerta, Taehyung!

El estruendo de la puerta lo relajó, estaba solo nuevamente y eso lo ayudaba a pensar con claridad aunque en el último tiempo no hubiese funcionado mucho.

¿El amor?

Algo falso que pocas veces daba placer y muchas dolor. Un sentimiento que dependiendo de quien lo porta tiene significados diferente, un beneficio o una carga. Algo que no debería llevar ningún adjetivo y que él alguna vez pensó haberlo experimentado.

Bien sabía que en materia de amor todo era verdad, todo era falso; era la única cosa cerca de la cual no puede decirse un absurdo porque todas las personas lo vivían de manera diferente. Para unos dulce y color de rosa, para otros amargo y oscuro como la hiel de hierro pero, ninguno se equivocaba.

Por eso entendía que muchas personas quisieran rendirle tributo un día pero su creencia dictaba que el amor se debía celebrar, conservar y alimentar diariamente. Un único día en el año para dar flores, regalos y tomarse el tiempo de hacer una cita no compensaba los trescientos sesenta y cuatro días sobrantes donde todos esos detalles no llegaban.

Los buenos sentimientos deberían ser sinceros para que todo todo se convirtiera en un crecimiento, de lo contrario, se tornaba algo venenoso. ¿Por qué lo corrompían? La falsedad, mentiras, la ira, existían tantas cosas que lo podían corromper.

Él no odiaba amar, no era enemigo del amor sino de todos los que lucraban sentimental o monetariamente con este.

Comprendía que amar también era rechazo, entendía que no era eterno y que podía hacer daño de muchas forma. Era consciente de que en la vida se iba a sufrir, llorar, que no todo sería maravilloso. Sin embargo, era muy diferente a lo que pregonaban en los medios o en la vida en general. ¿Casarse un día y al siguiente vivir feliz para toda la vida? Falso, por mucho que lo proclamen, pocos sabían lo que verdaderamente era el amor.

— ¿Por qué estoy pensando tantas tonterías en estos momentos? — Se preguntó en voz alta. — Eso es esta copa y el maldito Tae que me hacen pensar en cosas innecesarias.

Bebió todo lo que quedaba en la botella mientras trabajaba para no pensar. Una vez que terminó de hacer los cortes dejó de lado su tijera, rodillo y copa para irse a su casa. Sinceramente ya no sabía cuál era su casa, pasaba más tiempo en su estudio que en su apartamento, la mayoría de las noches dormía allí pero esa, necesitaba salir de esas paredes en donde se sentía asfixiado.

Una ducha caliente que matara las bacterias de su soledad, haciendo que con el agua corriera todas sus tensiones y preocupaciones. Eso era lo que necesitaba y una vez que la consiguió caminó hasta el pequeño bar de su casa para servirse un nuevo trago que no bebió, dejó la copa sobre el mesón y sacó después de meses sin hacerlo un cigarro que tampoco fumó.

Permaneció en silencio sentado en la banqueta, sosteniendo con fuerza su cabello mientras la suave melodía de Kim Bumsoo llegaba a sus oídos. Lloró sin un motivo en específico y a la vez por todo, la música lo ayudaba hacerlo y de esa forma se liberaba de todo aquello que lo invadía.

Fue pasada la medianoche cuando el pelirrojo apagó la música, secó su rostro y fue a dormir.

La alarma sonó mucho más pronto de lo que se esperó, protestó por ello pataleando bajo su manta e incluso lanzó su almohada contra la pared antes de finalmente dignarse a apagarla.

— Odiosa, no te soporto a ti ni al ruido que haces. — Se incorporó rápidamente encendiendo la pequeña bocina que tenía a su lado y a diferencia de la noche anterior, puso música movida y alegre en su teléfono.

Cantaba entusiasmado, a cada tramo que caminaba bailaba y cuando pasaba por delante de un espejo se detenía a contemplarse. Amaba hacerlo porque algo que de vez en cuando levantaba su estado de ánimo era saberse atractivo y sensual.

Ya vestido y listo para irse, se detuvo una última vez frente al espejo de la salida para contemplar que cada accesorio estuviera en su lugar y que su atuendo no tuviese error alguno.

Optó por lucir sencillo en monocromático color negro, pantalones de patas anchas, una camisa holgada que dejaba al descubierto sus clavículas y un sombrero Pork con corona en forma de rombo diseñado por él para el invierno del 2019/2020 que le quedaba maravilloso según sus propios ojos expertos.

Solamente había una cosa que no le gustaba y que cambiaría ese mismo día, su cabello. Ya estaba cansado de ese tono rojo, quería algo menos llamativo y más formal, aún no sabía si el suplente sería negro o castaño pero definitivamente iba a ser uno de los dos.

Tomó su abrigo, bufanda y salió rápidamente hacia su estudio. Eran las seis de la mañana y a las siete debían entregarle su nuevo maniquí.

¿Por qué su entrega se estaba tardando tanto?

Contempló su reloj y las manecillas marcaban las nueve de la mañana. Cada vez que controlaba durante las últimas dos horas el estado de envío en su teléfono, veía que parecía el camioncito verde que le indicaba que estaba en tránsito con una hora prevista de entrega a las siete de la mañana.

— ¿A las siete de cuándo pensarán llegar? — Tenía cosas que hacer, no podía pasarse el día entero esperando por su maldita orden.

Marcó el número de quienes estaban supuestos hacerle la entrega, esperando enojado a que alguien contestara pero tuvo que marcar dos veces antes de recibir alguna respuesta. Les explicó buscando una calma que no tenía que ya la hora de entrega estaba retrasada y no tenía todo el día para esperar por ellos, quienes ni siquiera enviaron un mensaje para comunicar y avisarle de la tardanza.

La operadora le pidió unos segundos para comprobar la ubicación exacta de su encargo y tras chequear, le comunicó que en pocos segundos deberían estarle tocando a su puerta para hacer la entrega.

Dicho esto, como por arte de magia, su timbre sonó y él fue a comprobar que efectivamente se trataba de su pedido. Agradeció a la mujer por la atención y firmó los papeles que afirmaban haber recibido su encargo.

La caja era enorme, casi de su tamaño y también pesada, como si el maniquí ya estuviese completamente armado y ensamblado con hierro, motivo por el cual le tocó arrastrarla hasta el interior de su estudio porque simplemente no pudo cargarla.

La vibración en su mano le indicó que recibía una llamada, miró la pantalla elevando las comisuras cuando vio el nombre de su único amigo.

— ¿Qué hace despierto tan temprano el ser que se tiene prohibido abrir los ojos antes de las diez al no ser estrictamente necesario? — Preguntó yendo a buscar una de sus cuchillas para cortar la envoltura y abrir la caja.

Buenos días, hyung. Yo estoy muy bien, gracias por preguntar. ¿Y tú, cómo amaneciste hoy? ¿Ya llegó mi suplente?

— Dramático, yo sé que estás bien pero sí, se me pasó preguntar, lo siento. — Murmuró tomando en su mano una enorme tarjeta rosa con bordes rojos en forma de corazón. "Feliz día de San Valentín" Rodó sus ojos una vez que leyó aquella cursi frase sin entender por qué perdían tanto tiempo en algo como eso. — Sí, el nuevo maniquí acaba de llegar. Ahora mismo lo estoy desempacando, así que te llamaré después.

De acuerdo, si me vas a llamar que sea antes de las ocho de la noche, tengo una cita. — Podía sentir que del otro lado de la línea Taehyug no se encontraba solo, la voz del sujeto que pudo identificar como Jungkook gritaba que le alcanzara la toalla. — Disfruta tu nuevo maniquí y trátalo mejor que a mí para que todo salga bien. Te quiero, te mando un beso.

— Otro. — Colgó sin prestarle atención a la última frase que el rubio iba a decir, concentrándose únicamente en abrir otro envoltorio. — ¿Por qué lo meten en tantas cajas?

La impresión lo hizo dejar caer en el suelo la cuchilla, dando un pequeño brinco para evitar que le cayese en el pie. Rodeado de poliespuma el nuevo maniquí yacía erguido frente a él. Al igual que los otros simulaban desnudez pero ese parecía demasiado realista. Nunca en su vida había visto uno así, simulaba ser un ser humano escondido para hacerle una broma o salir gritando: "¡sorpresa!".

Su cabello no era dibujado como en otros, era ligeramente largo ya que cubría completamente sus ojos, sedoso e incluso olía bien. La textura era igual que la de su propio cabello, podía hasta decirse que era más suave porque no estaba dañado por todas las decoloraciones.

Al descubrir su rostro rozó por primera vez el material con que estaba hecho y nuevamente se sorprendió. Retiró la mano con gran velocidad, algo temeroso. Estaba prácticamente congelado pero se sentía demasiado real. Esperaba uno de silicona que luciera realista pero ninguno de los maniquíes de silicona que había visto en su vida lucía como ese.

Con cierto temor, acercaba su mano trémula e índice estirado hasta que pudo palpar el pecho y nuevamente el rostro que segundos más tarde quedó revelando ante él.

— ¡Wow! ¡Luces genial! Eres... hermoso... — Entrelazó sus dedos en el cabello, le encantaba como se enredaba en estos, como si jugara con él. Lo colocó detrás de la oreja, bajando su pulgar para acariciar sus pómulos. — ¿Cómo puede sentirse tan real?

Totalmente embrujado, así de sintió. El collar en su cuello le resultaba extraño pero luego de rozarlo lo ignoró. Se dedicó a admirar cada detalle de tan perfectas y esculpidas facciones. Cejas coposas, anchas y negras, tanto como su cabello. Sus párpados eran suaves, su pequeña y perfilada nariz, sus finos labios. Era sinceramente hermoso.

Delineó suavemente con las yemas de sus dedos cada centímetro de aquel maniquí. Su cuello, clavículas y pecho, su abdomen su...

— ¡Santísimo! — Exclamó volviendo a poner distancia ahora que verdaderamente miraba esa zona debajo de su pelvis.

Cuando era niño recordaba que siempre tuvo interés en ver maniquíes sin ropa pero aunque le daban la forma de un cuerpo humano tanto a féminas como a hombres, nunca detallaron ese lugar. Siempre fue liso y sin gracia en cambio ese, bueno, ese se veía mejor que los juguetes que el tenía para sus noches solitarias.

Estiró su mano pero la empuñó y recogió nuevamente. ¿Por qué tenía vergüenza de tocar a un maniquí sin vida cuando no tenía problema alguno en tocar a hombres reales? Era como si estuviera invadiendo la privacidad de alguien inexistente, por eso no podía delinear esa parte con sus dedos, saltando a sus muslos y descendiendo hasta llegar a sus pies.

Era escasos centímetros más bajo que Taehyung pero con algunos zapatos y soporte podía obtener la estatura que necesitaba.

— No sé si realmente utilizarte de maniquí o acostarte en mi cama para abrazarte todas las noches. — Bromeó buscando su teléfono para hacerle algunas fotos y enviárselas a su amigo, acariciando el mentón del nuevo integrante de su estudio. — ¿Esto que es? ¿Amorezia tempus?

¿Qué era ese idioma grabado en su collar? ¿Latín? Se encogió de hombros y volteó la cartulina viendo un corazón relleno de purpurina con un "Feliz San Valentín" en el centro.

— ¿En serio? Les ha dado muy fuerte la fiebre del catorce de febrero a esta empresa. — Ignoró el resto del cartón y saltó a la hoja adjuntada.

Leyó el encabezado del papel notando que se trataba de las instrucciones. ¿Por qué un maniquí necesitaría instrucciones cuando incluso venía armado? Bueno, quizás era sobre su cuidado, aquello no podía ser tan perfecto.

De principio a fin estudió todo pero no decía nada del otro mundo así que simplemente lo sacó de su caja y deshizo de todo el empaquetado.

Envuelto en sus telas, cortes y junto a su nuevo maniquí pasaría su San Valentín, ese era el verdadero amor de su vida, su trabajo. No obstante, eso tendría que esperar. Ahora mismo se le hacía tarde para su cita, iría a teñirse el cabello y ya cuando regresara podría ponerse a coser.

— ¿Quién en su sano juicio piensa en hacer eso que sugieres con un maniquí? Estás enfermo Taehyung. — Ya regresaba a su estudio con algunas de las compras hechas para explotar su imaginación pero tener a su amigo en el teléfono y todas esas bolsas le dificultaban poner el bendito código en la puerta.

Bueno, no hay mucha diferencia entre eso y tu novio perpetuo, ese que guardas en tu mesita de noche. — El rubio se carcajeaba porque aquello era divertido, amaba molestar a Jimin y con las fotos mandadas le dio material para molestarlo durante todo un mes. — ¿Al menos le diste un beso para saber si sus labios realmente se sienten reales? ¿Tiene lengua? ¿Se le para aquello?

— No, no sé y no sé, porque yo no ando pensando esas estupideces. Yo compré un maniquí para utilizarlo de modelo cuando tú no puedas estar presente si quisiera uno para esas cosas que sugieres, hubiera pedido uno en una tienda para adultos. No es sexo lo que falta en mi vida, no estoy necesitado de ello.

¿Qué es lo que necesitas? ¿Amor? — Se hizo el silencio porque no podía responder a esa pregunta. ¿Lo necesitaba? Podía ser, todo el mundo necesitaba amor pero no lo buscaba y mucho menos lo esperaba porque simplemente el amor no tocaba a la puerta ni se entregaba a domicilio envuelto en una caja. — ¿Jimin?

— Tengo que colgar, suerte en tu cita de hoy. — Colgó mientras entraba a la casa pero sin darse cuenta, se enredó con unos retazos de tela, perdiendo totalmente el equilibrio.

Las bolsas cayeron al suelo y él, amortiguado sobre su nuevo maniquí.

— ¡Dios! Con todo lo que he gastado en este maniquí no puedo destrozarlo tan rápidamente. — Se apresuró a levantarse y levantar al muñeco.

Con una de las telas que yacían en el suelo lo sacudió procurando no dejar la más mínima mota de polvo. Aún cuando su estudio se mantenía limpio, no quería correr riesgo de que se ensuciara. Sus telas, su creación, su desfile, todo en ese momento dependía casi de su nueva adquisición.

Arregló su cabello, colocándolo nuevamente detrás de sus orejas y permaneció largo rato admirándolo. Verdaderamente parecía real, se sentía real. Las palabras de su mejor amigo resonaban en su cabeza cual himno recién aprendido pero con una sacudida las alejó. Eso era algo absurdo. Se giró colocando la tela sobre su mesa pero volvió a voltearse para observar a su maniquí.

— ¿Qué tienes que me tienes comportándome de forma extraña? — Le preguntó. — Creo que debería darte un nombre porque no quiero seguir llamándote maniquí, todos los que he tenido tienen su nombre. — Se recostó al borde de la mesa sopesando su nuevo nombre mientras acariciaba su barbilla. — Vienes de la compañía Min, así que ese será tu apellido. Ahora tu nombre...

¿Qué nombre debería darle? Quería que fuese único como él porque realmente era inigualable. Jamás había visto un muñeco artificial que luciera tan real, que se sintiera tan humano como ese que tenía delante.

Dec. 15, 2020, 1:05 p.m. 0 Report Embed Follow story
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