roissgp Roiss G.P.

Esta es la historia de un hombre que tiene doble vida. Cuenta sus experiencias como si fuera escenas de dos obras de teatro diferentes, cambiando no solamente de vestuario, sino también de forma de estilo de vida en pocas horas, de pobre a rico. Cuento para participar en el concurso Navidad en Inkspired


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#NavidadEnInkspired
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Capítulo Único

El reloj de la entrada de una juguetería prestigiosa de la ciudad marcaba las dos y quince de la tarde cuando nos encontrábamos mi hermana Juliana y yo comprando algunos regalos para llevarles a nuestros sobrinos la noche de navidad. En el momento que nos acercábamos a la caja y estábamos esperando que nos llamaran para cancelar, nos llamó la atención un hombrecito limosnero que estaba recostado a un lado de la puerta. Mientras nos tocaba el turno para cancelar, me dediqué unos minutos a observarlo y fue el suficiente tiempo para que mi corazón se llenara de compasión y tristeza por las condiciones físicas tan precarias que tenía este pobre hombre.

Se encontraba totalmente sucio, pero a través de esa suciedad, cuando pude ver su rostro me di cuenta que se trataba de un anciano como de unos 88 años, en él se notaba el pasar de los años y de las dificultades que muy posiblemente había tenido que pasar. Su estatura no pasaba de un metro con treinta centímetros, según mi modo de ver, la joroba que tenía en la espalda era tan impresionante que lo doblaba a tal punto que casi no podía levantar la cabeza, sostenía su cuerpo en muletas, pues sus piernas estaban flácidas como de gelatina no las podía afianzar en el piso, y para colmo, se notaba que tenía parkinson pues el temblor en sus manos y todo su cuerpo era más que evidente.

Le comenté a mi hermana del hombre que había en la puerta, y las dos estuvimos de acuerdo en que tal vez alguna otra persona lo había llevado y lo había dejado allí recostado para que pidiera limosna, puesto que tenía colgado del cuello un cordón con un recipiente para que le depositaran las monedas.

No tuvimos tranquilidad, ni pudimos regocijarnos con las compras que habíamos hecho, pues cada vez que volteábamos a mirar, nos encontrábamos con tanta miseria y dolor humano que mostraba en sus lánguidos ojos.

—Cuando salgamos de acá, te propongo que le compremos algo de comer a este hombre y le demos un bonito regalo de navidad —me propuso Juliana.

—Me encantaría —le contesté—. Realmente me da mucha tristeza ver seres como él, que muy posiblemente no tienen ni siquiera familia, no debe tener a nadie quien los cuide.

Después de media hora de esperar a que nos atendieran, finalmente nos llamaron a la caja, nos dirigimos con el dinero en la mano para cancelar lo ya escogido, estiré mi brazo para alcanzar el billete a la cajera y me entregara los paquetes, y cuál fue nuestra sorpresa de ver que no fue la cajera la que me recibió el dinero sino una mano relámpago que salió de repente a nuestras espaldas, rapándome el billete y los paquetes.

Enseguida me volteé a mirar y mis ojos no podían creer lo que estaba sucediendo, el anciano limosnero, por quien sentíamos tanta compasión, tiró las muletas, me rapó el billete y salió como una bala corriendo zigzagueando por entre la congestión de carros que en ese momento se presentaba.

Al observarlo al otro lado de la avenida, me pude darme cuenta que su joroba había desaparecido, era de una estatura alta, mucho más joven de lo que parecía y que afortunadamente era un hombre sano, puesto que la carrera así lo había demostrado. Allí observaba con detenimiento los paquetes y el dinero, verificando el monto del botín, a sabiendas que nadie le reclamaba.

Mis sentimientos de compasión de unos minutos antes, habían desaparecido y ahora me quedaba el mal sabor de sentirme robada y engañada, hasta tal punto de estar sufriendo por algo que no tenía razón de ser, todo era una farsa para despertar compasión y moverle el corazón a la gente, y yo caí como muchas más personas que se conmovían con la presencia de este “pobre” hombre.

Regresé estupefacta al almacén, donde las personas presentes también se habían quedado paralizadas ante lo que acababa de suceder. Escuché a algunas personas, incluidos los empleados del almacén que le estaban haciendo comentarios a mi hermana.

—Lo importante es que no le hizo daño a la señora —decía la cajera.

—Siempre hace lo mismo en época navideña. Su modalidad es tomar desprevenida a las personas y hurtarles lo que tienen en la mano —dijo uno de los empleados.

—Si usted lo conocía ¿por qué lo permitió? —preguntó Juliana con disgusto.

—No, la verdad yo no lo conocía señorita. Lo que sí sé es que por esta época, varias personas me han contado que han sido robadas por un hombre con características similares —dijo el joven un poco apenado.

—Es cierto. El año pasado por esta época, me pidió una limosna y mientras yo revisaba mi cartera para dársela, tomó todos los paquetes que pudo en el momento que los subía al carro e igualmente me rapó la cartera de las manos e inmediatamente salió corriendo con tal velocidad, que era imposible alcanzarlo —afirmó una señora que vio cómo desaparecía este hombre por entre los carros.

—Nos han dicho que posiblemente es el mismo que aparece sobre todo en época navideña, cuando la gente se encuentra feliz haciendo compras y compasiva por la gente necesitada, pero siempre se disfraza con pelucas, gorros y harapos diferentes, para que no lo reconozcan —dijo el administrador del lugar.

—Si ya lo conocen ¿por qué no le han dado aviso a las autoridades? —pregunté indignada.

—La verdad es que aún cuando las autoridades ya están informadas de lo que este hombre hace, no les ha sido posible atraparlo —dijo el administrador.

Salimos de allí, nuevamente hicimos la compra de regalos y regresamos a casa con el sin sabor de lo que había sucedido.

Varios días habían transcurrido después de nuestra visita a este sector comercial que nos dejó sin deseos de regresar a ese lugar por lo menos por un tiempo considerable.

En la mañana temprano del día de navidad, estando ojeando el periódico, me llamó la atención la noticia de un caso que había sucedido el día anterior en un barrio prestigioso de la ciudad.

Se trataba de Bruno González, un hombre muy reconocido en la sociedad. Según algunos de sus vecinos, el señor González se distinguía por ser apuesto, de muy buena presencia, con su elegancia se destacaba, cosa que para algunos era envidiable puesto que siempre lo veían con trajes de última moda y con variedad de gorras y sombreros que hacían juego con el traje del día. Para ellos era una tristeza que esto le hubiera pasado a él, pues era un hombre muy amable con todas las personas, las conociera o no, era un ser que siempre había tenido un trato especial con con sus vecinos y especialmente con los niños. Y peor aún, que hubiera sido en una época donde afloran todos los sentimientos, en una época que es hasta nostálgica, decían.

Me dio curiosidad al ver la foto del hombre, tenía algo que se me hacía conocido, pero no recordaba en dónde lo había visto.

—Juliana, mira esta noticia y es de este hombre que se me hace conocido —le dije.

—¿Quién es? No lo conozco, la verdad nunca lo he visto —me dijo— ¿Qué le pasó?

—Aquí dice que era dueño de una de las mejores mansiones antiguas del sector pero remodelada en su totalidad, en la cual vivía, al parecer absolutamente solo, únicamente acompañado por un perro Dóberman que era su gran amigo y el vigilante en turno que cuidaba la mansión.

Los vecinos lo apreciaban por su actitud amable, pero nunca supieron cómo era su nombre, ni se preocuparon de preguntárselo, se limitaban a llamarlo doctor. Ellos pensaban que pertenecía al gobierno o que era un alto ejecutivo de una empresa, o tal vez era un abogado de mucho prestigio, en fin suponían que era alguien muy importante, porque tenía además de la mansión, un carro de lujo último modelo, se le observaba un horario exacto de entrada y salida al trabajo, siempre llevaba un fino maletin ejecutivo en cuero.

La mansión, que por lo poco que se podía ver por las ventanas, tenía muebles y decoración fina y lujosa, se notaba que este hombre tenía un gusto exquisito para todo lo que tenía.

—Pero… ¿qué le pasó? —preguntó impaciente Juliana.

Seguí leyendo la noticia, sin saber aún qué le había pasado, pero en mi cabeza rondaba la inquietud de saber en dónde lo había visto o tal vez me lo habían presentado y yo no recordaba.

—Te sigo leyendo a ver si al fin nos dicen qué pasó...

Llamó la atención a sus vecinos y a su vigilante, que el carro lujoso en el cual viajaba todos los días estaba parqueado frente a la mansión hacía ya varios días con sus noches y nadie lo había movido de su sitio.

El vigilante no daba razón de nada, porque no se explicaba por qué su patrón había dejado tanto tiempo su lujoso carro parqueado en la calle. E igualmente los vecinos comenzaron a preocuparse por la suerte del “Doctor”, pues escuchaban que el perro ladraba y chillaba como si algo estuviera sucediendo o tal vez lo hacía porque tenía hambre y su dueño no estaba.

La cuestión fue que llamaron a la policía la cual llegó muy rápido, abrieron la puerta principal y descubrieron que el millonario se encontraba en su lujoso cuarto recostado en su cama muerto por un fulminante paro cardiaco.

Al revisar la mansión hasta el último rincón encontraron varias caletas llenas de dinero y cantidad de cuentas bancarias en bancos del exterior y también los documentos que lo acreditaban como el dueño de un gran circo de fama internacional.

Al correr una gran biblioteca descubrieron una puerta que comunicaba con una vieja casa abandonada, que quedaba en la parte de atrás, o sea por la otra calle. Esta casa tenía aspecto fantasmal y no había señales que indicara que algún ser humano habitara el lugar. Lo único que abundaba eran ratas y las telarañas que decoraban las esquinas de los cuartos.

En el portón principal había huellas de pisadas recientes indicando salida y entrada por ese sitio y en un cuarto que estaba con llave encontraron varias canecas llenas de monedas de varios valores y variedad de juguetes divinamente empacados, acomodados en un gran árbol de navidad.

Al final del artículo el periodista, comentaba: “¡Qué horror! Este buen hombre, se quedó con los regalos de navidad hechos muy seguramente para regalarlo a los niños pobres”

Nuevamente me quedé fijamente mirando, pero no lograba recordar en dónde lo había visto.

Guardé el periódico y cuando recordaba el caso sacaba la hoja de papel y observaba nuevamente la fotografía. Pasaron varios días así, hasta que finalmente descubrí lo que tanto me inquietaba.

Era ni más ni menos que el limosnero que días atrás me había robado y entendí por qué su transformación. La razón era que antes de ser el dueño del circo, había trabajado como contorsionista y podía cambiar de apariencia con mucha facilidad, el resto era maquillaje para verse más viejo y engañar a la gente.

Solo me faltaba comprobar que fuera cierto mi descubrimiento.

Varios días después tuve la oportunidad de ir a la zona comercial. Me detuve en la misma juguetería, me di cuenta que el anciano limosnero no estaba en la puerta, no lo pensé dos veces y le pregunté a la que atendía el lugar, por el personaje en cuestión.

—Señorita, ¿ha vuelto por acá ese hombre que se paraba aquí para aprovecharse de la gente y robarla?

—¡No! Él hace ya muchos días que no viene porque murió hace unos días —contestó y su respuesta, la verdad, la esperaba.

—¿Cómo así?, ¿murió en algún accidente? —pregunté.

—¡No señora! Le dio un infarto y lo encontró la policía muerto en su cama.

—¿Acaso usted lo conocía o sabía dónde vivía?

—No, cómo se le ocurre. Eso salió en las noticias, que él no era lo que aparentaba, era realmente un millonario, pero aún no se conoce cuál era la la razón para hacer lo que hacía. Tampoco se supo exactamente para quienes eran los regalos que tenía listos para la noche de navidad. No entiendo, si era tan millonario como dicen, por qué robaba.

Comprobé mis sospechas, yo estaba en lo cierto y se lo hice saber a Juliana, de que era el mismo hombre y que se había hecho a su fortuna haciéndose pasar por limosnero. Ese era el origen de tantas monedas que encontraron en las canecas ocultas. ¿Qué tal!

Dec. 7, 2020, 9:52 p.m. 1 Report Embed Follow story
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The End

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Roiss G.P. Escritora de tiempo completo con más de 18 novelas terminadas. Espero poder traer un poco de eso a esta plataforma.

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