Odio la escuela.
No me gusta estar allí, hay mucha gente y hay mucho ruido. Todos parecen compartir el mismo interés en acercarse y comunicarse entre ellos, pero yo no. Yo quiero irme a casa.
Volver a mis sabanas y encerrarme en mi zona de confort.
Cuando estaba pequeña, era la niña que todos adoraban. Papá tenía un buen trabajo y siempre me traía dulces, ahora ya crecí... Tengo dieciséis años y yo misma consigo mis propios dulces.
Mamá es una buena mujer, espero seguir viviendo para algún día ser tan hermosa como ella.
A veces me gusta ser bromista para hacer reír a la gente, pero no parecen encantados con mi sentido del humor. De hecho, no parecen encantados con mi presencia en lo absoluto.
Soy la rara de la familia. En todas las reuniones familiares mis padres me piden que cierre la boca porque los hago pasar vergüenza. Las primas más cercanas a mi edad me dicen que soy un asco, y los primos le dan la razón.
Quizás lo sea...
Sé que lo soy.
Rasque mi cabeza con fuerza. Tener el cabello suelto era el único peinado que podía lucir para que mi gran amiga la caspa no se notara tanto. Tampoco es como si hiciera el gran esfuerzo por peinarme y lucir linda como las otras niñas.
Las ojeras bajos mis ojos son el accesorio perfecto para una basura como yo.
Una bola de papel cayó en mi pupitre luego de haber golpeado mi cabeza, la desenvolví y leí las letras que formaban aquella palabra entre el arrugado papel...
"PUTA".
Yo nunca me he acostado con nadie. Pero, al parecer, eso no me hace menos puta.
Boté el papel al suelo y me crucé de brazos para esconder mi rostro entre ellos. Me sentía muy cansada, pero no hablo de tener sueño...
Hablo de respirar, de venir aquí, de ir a casa, de ser yo...
Quiero dejar de existir.
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