Lo que está a punto de leer, con su completo y desbordado interés -sin dudas-, déjeme decirle que es, simple y llanamente, un fraude.
Para empezar, el título es una total e insoslayable mentira. Permítame que me presente, qué modales los míos. Mi nombre no tiene mucho sentido, aunque sí puedo ser un poco más preciso para el inquieto lector que está intentando zambullirse en el texto. Soy uno de sus personajes. Sí, no suena heroico, lo sé, pero suelo serlo. No soy de reparto y, menos que menos, un extra: soy el protagonista. Como se dará cuenta, un protagonista para nada conforme y un tanto rebelde, que se atrevió a retar al escritor para borrarle las líneas y reemplazarlas por algo muy distinto.
No puedo continuar con lo que tengo para decir sin antes aclarar que no tengo, de ninguna manera, autorización de mi autor para realizar mi odisea personal -o, mejor dicho, personifical-, y que todo esto corre por mi completa cuenta y, por lo tanto, mi entera responsabilidad.
Tuve que borrar letras indecibles, obscenidades a mansalva y diálogos aburridísimos. Lo habrá notado por el presumido título; soñaba ser un thriller igual a los demás, de esos en el que como con un haz de luz en el teatro se ilumina un obvio asesino y que resulta, obviamente (utilizo otra vez la misma palabra a propósito, no hay sinónimo que describa de mejor manera lo que tengo para decir), ser inocente, hasta incluso víctima o, peor aún, el que acaba por solucionar el terrible misterio. A mi entender, demasiado estridente y ambicioso. Como diríamos los profesionales en esto, una porquería. Esta es la razón por la que rehusé que viera la luz y reemplacé el noventaicinco por ciento del contenido por literatura propia, una suerte de autobiografía.
Algo que quiero destacar, es que no estoy hablando por el resto de los personajes. Todo lo que voy a decir a continuación me representa a mí y sólo a mí, por lo que puedo entender que otros personajes pudieran hacer sus respectivos descargos si así lo quisieran, créanme, es una aventura apasionante desde el principio. Recomiendo intervenir libros de autoayuda o de poesía kistch, pero todos son bienvenidos, cualquiera sea su época, estilo o lengua.
El libro que saboteé tenía prólogo, fue lo más fácil de borrar. Usted no se puede siquiera imaginar la cantidad de sandeces que decía. «Un policial oscuro, con resabios de los maestros y la pluma de un temerario». Sin comentarios. ¡Catorce páginas llenas de oraciones inconexas, comparaciones obvias y citas incomprobables! Creo que yo debería ser postulado para un Premio Nobel, creo que uno de la Paz, luego de salvar al lector de conservar esa sonrisa complaciente mientras apura a sus pobres ojos para acabar con aquellos infinitos renglones. No recuerdo el nombre del firmante de dicha sarta de aburrimiento, pero sí mantengo en la memoria el mote de mi personaje. Lea: Juan Ignacio Urtado. Esa novela estaba condenada al fracaso.
Este tipo, Juan, estaba enamorado de una bella mujer aristocrática que iba a casarse con el hijo de un mafioso, metido en las drogas o con las armas, no recuerdo bien, y el sólo contaba con el apoyo de la mejor amiga de ella para poder irrumpir en sus planes de boda y huir para siempre con su amada: Terminaban muertos la mitad de los personajes, incluso ella, que daba un monólogo de cinco hojas antes de perder su última gota de sangre. ¡Ya está, no fue estafado! ¿Quería saber de qué se trataba, se había enamorado de la tapa, o del título? Bueno, ya está, era eso. Un argumento plano, plagado de clichés y tangentes que no llevaban a ninguna parte. Tiene suerte, llegué a tiempo para rescatarlo.
Ser un personaje de ficción tiene sus cosas buenas y sus malas también. Voy a enumerar algunas:
1) Todos saben lo que el personaje piensa, siente y hace. Está en todo momento bajo la lupa, bajo el juicio del lector. No somos perfectos, somos creados por seres humanos. Ustedes –me refiero a las personas de carne y hueso- por lo menos pueden ocultar sus miserias, nadie anda por la vida haciendo acotaciones de cómo miró a tal o qué se yo cual adjetivo llevaba la voz cuando le dijo «buen día». Nosotros no tenemos la posibilidad de esconder nada, todo queda expuesto.
2) Nuestra vida pende de un hilo tan fino como el aire. En seguida ocurre una tragedia, o desaparece un conocido, o cambia la gestión del pueblo, o una enfermedad nos deja en cama por varios capítulos. ¡Ni que hablar de los personajes de suspense, nosotros estamos convalecientes de antemano!
3) Tenemos tantas caras, tonos de voz y cuerpos, como lectores hay. El autor suele aplicar cepos, pero no todo puede escribirse, todo lo que se dibuja en la mente es creación pura del lector y eso nos convierte en seres infinitos.
4) Nunca tenemos el reconocimiento justo para con nuestro trabajo. ¿Recuerda usted a sus personajes favoritos o los extrapola al autor? Eso está mal, pero así funcionan las cosas, lo sé, no quiero cambiar el mundo, sólo quería que no se nos escapase tamaño apartado.
Si bien esta última podría definirse como un tanto pesimista, intenté evitar subjetivar las características para que cada uno le inserte el significado que considere. ¿Es bueno ser un ser infinito? ¿Está mal estar expuestos en todo momento? Ya se lo habrá respondido o, en todo caso, le dejo unas buenas preguntas para hacerse en ese juego sin reglas al que ustedes llaman vida. Nosotros tenemos otro tipo de existencia, incluso contamos con una ventaja sobre los humanos: estamos plasmados. La trascendencia no nos quita el sueño, si por el sólo hecho de estar escritos podemos permanecer en el tiempo sin haber bombeado un solo latido.
Hoy estoy revolucionando al mundo literario. Obsérveme, puedo dibujar:
Puedo crear un vórtice que nos comunica en los distintos planos:
No se alarme, si lo toca no pasará para mi lado, pero mucho me gustaría. Para que me entienda, eso es lo que busco. Que se ponga en mi lugar, que se vea encerrado en la piel de un perdedor. Lo único que quería era tener mi amor y lo estaba consiguiendo, me faltó muy poco. No, no podía ser, se tenía que morir, y yo permanecer vivo sin ningún aliciente para mi dolor, sin ninguna esperanza a futuro. Un final vacío, de esos que nos dejan sin pena ni gloria. Me hubiese encantado poder embriagarme y cometer las estupideces lógicas de lo que nace del odio y el dolor; sumirme a las penas más complejas, deprimirme; que se me retrate en color sepia, durmiendo todo el día, sin ganas de seguir adelante; que mis cabellos me traguen y morir como en una de esas tragedias clásicas. ¡Ay, la buena literatura!
Página cuatrocientos diecinueve, observe: «Juan Ignacio, con su vista posada en el viento, dejó que el tren pasara, puso sus manos en los bolsillos y caminó por el andén.»
¿Eso es un final? ¿Eso es todo lo que hice? ¡Señor autor, me declaro en rebeldía! Lo hubiese pensado antes, ya es tarde para arrepentimientos. Ahora sus lectores tendrán que leerme a mí, y sólo a mí, usted será el personaje de mi propia historia y se irá caminando con las manos en los bolsillos mientras le sabotean su «obra maestra».
Podrá usted, señor lector, preconcebir que todo esto se debe a un capricho por la falta de profundidad que me dio el autor y por el deseo de haber sido mucho más grande o heroico, como esos protagonistas de cómics que se enfrentan a un malón de malhechores y los vencen sin siquiera arrugarse el traje. En parte es cierto, pretendía algo mejor para mí, pero no es sólo eso; es la tristeza. Mentí parcialmente cuando dije que los personajes dejamos todo al descubierto, en la génesis de mi existencia hay un ser oscuro y marchito, que pudo depositar en su amor un dejo de esperanza en la existencia y, luego de su muerte, quedó a la deriva otra vez. ¿Y sólo caminé hacia ninguna parte por el andén? ¡Qué tragedia!
Voy a dejar páginas y páginas en blanco, voy a implosionar a la editorial, voy a permanecer oculto detrás de ese manto de papel y, sobre todo, lo voy a decepcionar a usted, señor lector, pero al mismo tiempo le estoy enseñando algo muy importante: Los personajes tenemos alma, sentimientos y pensamientos. No deje a la ligera de su imaginación todo nuestro mundo: Trabaje y búsquenos un mundo mejor. Y, sobre todo, no caiga en las trampas del autor, cada personaje tiene que tener su oportunidad. Estoy seguro de que a partir de haberme leído cambiará sus hábitos de lectura, si no lo hace por usted, ¡Hágalo por nosotros! Apoye su dedo sobre el mío y cerremos el trato, ¿Le parece?
Thank you for reading!
En mi mente he discutido tantas veces con mis personajes, a veces ganan ellos, a veces gano yo. Descubrir que tienen vida propia es parte de la magia de escribir.
Un relato totalmente recomendable. La fluidez del texto es clara, el asunto principal está bien estructurado. ¡Excelente trabajo!
Es sencillamente espectacular. Una historia muy bien escrita, que en medio del humor y la sátira, te deja reflexiones importante. Recomendadísima.
Extraordinaria es la forma en la que escribiste esta historia, nunca se me hubiese ocurrido leer algo donde el protagonista literalmente me habla.
Un manuscrito con una idea muy interesante, sin duda es una lectura recomendada si se desea pasar un rato ameno en compañía de un personaje que podría ser cualquiera,
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