La muerte revestía sus miradas comidas por los cuervos. Dos ojos verdes observaban la masacre desde un árbol cercano. Su corazón latía lentamente, con hambre. Su pico se abría y se cerraba. Alzó el vuelo. Aterrizó encima del cadáver de un hombre mayor y empezó a despedazarle la cara, comiendo con ganas.
Se oía una campana resonando, unos pasos la acompañaban. Miles de almas alzaron el vuelo al ritmo del sonido de la campana.
La muerte. Ella que todo lo ve, desvelaba los secretos de las almas que flotaban a su alrededor, juzgando sus vidas... Abriendo las puertas del cielo y el infierno.
Entonces un pequeño movimiento la distrajo de su trabajo. Una niña yacía casi muerta entre muchos cuerpos. Movía los dedos mientras un cuervo le sacaba el ojo izquierdo.
Dentro del caído silencio, la muerte la oyó gimotear. Un gimoteo que se convirtió poco a poco en un llanto desgarrador.
La luna se alzaba lentamente brillando de forma cadavérica y la muerte avanzaba hacia el llanto de la niña. Cuando ya estaba a su lado vio que su cuerpo sobresalía de debajo de otro cuerpo, una mujer ya sin ojos estaba encima de la pequeña criatura en un intento de protegerla. La niña tenía la cara ensangrentada y la cuenca del ojo izquierdo estaba vacía.
La muerte sintió pena por ella, era el único ser humano vivo en kilómetros de distancia. Se hizo el silencio y ella vió que la niña la miraba con su ojo derecho, aliviada de ver a alguien.
La muerte decidió darle su propio ojo a la niña y guiarla a un lugar acogedor. Cuando se hizo el cambio la niña empezó a ver las almas que flotaban a su alrededor. Pensó que era lo más espeluznante y hermoso que había visto en toda su vida y se desmayó.
La muerte caminó con ella en brazos durante mucho tiempo hasta que dio con una casa escondida en el bosque. La dejó delante de la puerta y llamó.
Thank you for reading!
Una historia corta que personifica a la muerte con un lado compasivo. Da mucho juego para una historia más larga, pero tal y como está, se siente muy bien.
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