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Pablo Sebastian Rebolledo Cornejo


La vida nos llena de emociones, no todas buenas, y a veces el fuego nos consume.


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Fuego

Eran las seis de la tarde cuando comenzó el incendio, las llamas estaban consumiendo todo a mí alrededor y la oscuridad del humo cubría mí mirada haciéndome sentir lentamente como me asfixiaba y me oprimía el pecho junto al calor del fuego que me rodeaba. Me preguntaba porque los detectores de humo no habían activado los aspersores aún para apagar las llamas, porque nadie venía a salvarnos a todos del fuego. Pero ya era tarde, y la desesperación terminó consumiendo mi mente por completo al mismo tiempo que el fuego subía por mis extremidades y me hacía arder consumiendo en cenizas todo a su paso.

Al momento de despertar, jamás preví que todo terminaría este día.

Como cada mañana, tomé una ducha larga y prolija para luego vestirme, bebí el café negro y amargo que me alentaba cada día mientras entraba apresurado a mi auto y me preparaba para ir al trabajo.

De camino al trabajo, observaba las pantallas de publicidad en la ciudad y también mostraban las noticias del día, siempre cambiantes y a la vez siempre las mismas, mientras que la radio del auto en que sonaba una antigua canción que vagamente reconocía de un recuerdo que mi mente no lograba alcanzar, lo que me causaba un molesto sentimiento de vacío.

Mientras tarareaba la canción que sonaba en la radio de mi auto, estacioné en el subterráneo del edificio donde trabajo, siempre es una molestia encontrar un lugar para estacionar, pero hoy fue especialmente estresante ya que obviamente como quedaba poco tiempo para entrar a la oficina, ya habían ocupado mis compañeros de trabajo todos los lugares decentes.

De pronto detrás de mí, un conductor que aparentemente tenía mucha prisa comenzó a vociferar y golpear su bocina a ritmo danzante, casi podía oír en su ruido a la canción que previamente sonaba en la radio de mi auto. Al parecer, cansado de esperar que mi persona encontrase un lugar para dejar su auto, el señor apresurado en su flamante auto rojo paso a mi lado de forma no amigable y procedió a insultar de todo corazón mi inteligencia y mis habilidades para conducir, quedando yo algo perplejo y con algo de comezón interna, ya llegaría a la oficina y podría tomar un pequeño descanso.

La escena con el señor apresurado paso a un segundo plano en mi mente ya que era prioritario estacionar y tomar el ascensor hacia el piso en que esta mi oficina, y en la que podré beber mi segundo café del día.

Al acercarme al ascensor observo con sorpresa que el irritado señor, aquel del auto rojo, procedía a subir. Me apresure para entrar al ascensor, sin embargo, ese sujeto no tuvo la amabilidad de detenerlo para mí, todo lo contrario, pienso que en su ofuscación le pareció divertido dejarme en el subterráneo y quitarme el medio más ágil para llegar a mi oficina.

Me apresuro hacia las escaleras y procedo a subir piso tras piso, con cada piso que subo recuerdo al caballero que de forma vengativa por razones que desconozco, procedió a dejarme en esta poco agradable situación, es algo molesto que las personas no puedan pensar en los demás, en especial los imbéciles que se creen superiores.

Comienzo a sentir calor faltando dos pisos para llegar a mi oficina, pienso ya no en aquel sujeto, si no en el aire acondicionado que enfría mi oficina y me dará la paz que necesito.

Al llegar a mi oficina, marco el tiempo de llegada con mi huella digital, es segunda vez que llego tarde, enciendo el calentador de agua y el aire acondicionado, con eso cubro lo que un técnico de oficina como yo puede necesitar. Mientras mi cuerpo se enfría procedo a iniciar el ordenador y verificar los datos pendientes del día anterior. Un café algo amargo fue el resultado de mezclar en mi jarrón lila agua y el maravilloso invento del café en polvo.

Mientras el café bajaba por mi garganta, alguien golpeó la puerta, no me hacía mucha gracia que interrumpieran mi momento de paz antes de comenzar el trabajo, pero podía ser mi superior y no podía ser un idiota solo porque sí, abrí la puerta de mi oficina y ahí estaba, el señor que había empujado a un rincón de mi mente y que había tenido la festiva idea de hacerme subir escaleras.

Saludaré intentando ser cortés me dije a mi mismo, no sabía que traía a alguien como el a mi oficina, pero su auto me había dado alguna pista. Buenos días, señor, ¿Qué le trae a mi oficina el día de hoy?, le dije, mientras le miraba a los ojos, intentando adivinar cómo actuar con él. Hola, soy el nuevo supervisor, me dijo. Estaba dando un recorrido por las oficinas y revisando los horarios de entrada y salida, has llegado tarde dos días en esta semana, deberías corregir eso y, mirándome con ojos burlones, se vera reflejado en tu sueldo a final de mes. Sin más, salió de mi oficina, no pude decir ni una palabra, había quedado bastante impactado y algo agobiado con sus palabras.

Me senté frente a mí escritorio mientras pensaba en las varias cosas que debo solucionar, pero no pasó mucho tiempo hasta que al café no le hiciera gracia mantenerse en mi tazón, no ha tardado en caer a mis pantalones que tuve que quitarme, exponiendo la piel de mi pierna derecha, que está de un interesante color rojo. Mientras prolifero algún que otro insulto me vuelvo a poner el pantalón y voy al baño fuera de mi oficina a secar mi pantalón, las miradas de los compañeros de trabajo y subalternos me dejan una vaga sensación de burla que me provoca algo de dolor e ira.

El teléfono suena y mientras observo los correos del día, escucho al nuevo cliente hablar sobre como necesita un nuevo programa de control para su empresa. La reciente quemadura comienza a desconcentrarme, escribo en un pequeño papel las indicaciones del programa que requiere el cliente con el que hablo por teléfono, y que al parecer necesita de forma urgente.

Poco tiempo después, comienzo a escuchar algunos ruidos algo molestos procedentes del aire acondicionado. Tengo un mal presentimiento, comienzo a tararear nervioso la canción que escuchaba en la radio mientras escribo el código del programa de un importante cliente empresarial. Al momento en que termino de tararear la canción, el aire acondicionado prolifera algunos ruidos estridentes y deja de funcionar.

Me levanto para observar el aire acondicionado, y por casualidad con mi pie desconecto el ordenador. Vaya día estoy teniendo. La temperatura aumenta en mi oficina, mientras procedo a reescribir todas las líneas de código perdidas por el accidente previo. La quemadura y el calor están desconcentrándome demasiado.

Bebo un poco de agua mientras tomo un descanso del trabajo, cada vez siento más calor, cada vez transpiro más. El mareo empieza a sentirse en mi cabeza mientras me recuesto en la silla de mi ordenador.

Por suerte es hora de almorzar y puedo tomarme un tiempo de descanso, voy a tomar una siesta en mi cómoda silla de oficina mientras pongo una alarma para 10 minutos antes de volver a trabajar.

Entre sueños veo cosas, cosas que preferiría no volver a ver en mis recuerdos, sangre y fuego, ruidos de vidrios rotos y metal doblado. Pensé que no querías verme de nuevo, me dice una sombra desde fuera del auto en llamas. Pensé que habías tenido demasiado con esto, pensé que habías aceptado el fuego, me recrimino.

Lo intento, le grito. Intento contener el fuego, pero se esparce, le grito. Mientras, veo esos rostros que había rezado para no volver a ver, otra vez arder en el dolor de la muerte y la explosión de los combustibles del auto que una vez llevo a mi familia y a mi a hermosos lugares. Al final, no puedes contenerlo, al final el fuego siempre terminará consumiendo, dijo la sombra detrás de mí.

Despierto, abro mis ojos y veo al supervisor mirándome, pensé que no tendría oportunidad de deshacerme de ti cuando vine en la mañana, pero por lo que veo te gusta dormir en la oficina en horario de trabajo, me dijo. No, le dije, había puesto una alarma y… revisé el reloj de mi oficina, ya había pasado una hora desde que debía volver a trabajar.

Se terminó, me dijo. Guarda tus cosas mientras escribo el informe y las razones de tu despido, declaro en voz alta mientras su boca esbozaba una sonrisa. Mis subalternos miraban la situación, algunos incómodos y otros felices de que hubiese una nueva oportunidad de escalar en la empresa.

Mire mis manos, es esto por lo que había trabajado tanto, arrebatado en un instante, por razones completamente arbitrarias. ¿Es acaso justa esta situación?

Empiezo a recoger las cosas de mi oficina, mientras mi mente no para de darle vueltas al día de mierda que he tenido, y como todo empezó tan normal como cualquier otro día.

Recuerdo, como ese día había empezado tan normal como este. Un viaje tranquilo en auto a la playa con mi familia, los chicos gritando en el asiento trasero, mientras Julia veía el paisaje por la ventana del asiento de copiloto. Un pinchazo, un accidente con el helado, los policías corruptos de carretera y una pelea familiar de regreso a casa, hicieron que mi mente se saliera de control, toda la ira que había acumulado, todo lo asqueroso de la vida que había retenido en mi interior salió como un volcán escupiendo lava a su alrededor y quemándolo todo.

Una curva, una mala maniobra al conducir, el fuego y los vidrios rotos. Recordé a la sombra que me había visitado en sueños. No puedes contener el fuego.

Cuando llegaron los policías y los bomberos ya era demasiado tarde, los noticiarios ese día hablaron todos de como un psicópata que llevaba trabajando algunos años en una compañía de software y que había tenido un accidente de coche con resultados fatales para su esposa e hijos, esta tarde había hecho explotar el piso en que se ubicaba su oficina, matando a casi la totalidad de sus compañeros de trabajo. Algunas personas dicen haber escuchado su último grito, ¡Ya no pueden contener el fuego que se ha avivado por tanto tiempo!

June 12, 2020, 5:19 p.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

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