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Dan Vasquez


Viendo como bailas al ritmo de la música, mientras que yo me mantengo en el limbo interno de dar un paso hacia adelante o hacerle caso a la cobardía, que dice que me aleje.


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Único Fragmento

De repente, me vi envuelto en la comprometedora situación de haberme sentado al lado tuyo.


¿Cómo llegué a esto?


Sábado por la noche y la luna en pleno esplendor, escenario preciso para desenvolver la fiesta de graduación de la facultad.


Estuve obligado a ir por petición de mis amigos. Aunque, dejando de lado su insistencia, iba a ir de todas formas. Mi objetivo, desde hace mucho, fue verte en cualquier vestido de tu color favorito, bailando para mí y conmigo.


Lo primero se cumplió gracias a tu gran sentido de la moda; lo segundo, no y el tercero, tampoco. La cobardía me impide tomar una copa de vino, ir a tu grupo donde estás con tus amigas y sacarte a bailar la balada que, justo, el reproductor de música decidió entonar, solo para nosotros.


—Soy un caso perdido. —Miro como otra persona, un hombre que desconozco su nombre, se acercó a donde estabas, con el fin de invitarte a pasarla bien con él.


No hago ningún movimiento, estático como roca enfrentándose contra un vendaval. No tengo derecho a reclamar, yo mismo he permitido esto. Soy el único culpable de mi propio sufrimiento. Cierro los ojos, aceptando que lo mejor para ti es estar con una persona más segura de sí mismo, no con uno que se rinde ante sus temores.


Con vergüenza de mí mismo, dirijo mi andar hacia uno de los muebles azules. Tomo asiento y cubro mi rostro con las manos, sigo sin creer lo cobarde que soy.


Pasaron los minutos, aún no salía del lamento interno en el que mi atención estaba puesta, ya que si salgo al exterior, solo te veré a ti, divirtiéndote con otra persona. Suspiré, fue en eso momento que sentí como el sofá se hunde, no levanto la vista y solo observo la parte inferior de mi acompañante temporal de asiento.


La sorpresa en ese momento fue de lo más grata para mí, ya que reconocí la manía de balancear las piernas cuando los pies no llegan a tocar el suelo. Levanto la mirada emocionado, confirmando tu presencia al lado mío. Estás mirando al frente, con dirección a la pista de baile, mientras juegas con los dedos la mano. Algo pasa en tu cabeza, quiero saberlo, pero sigo siendo temeroso. Opté seguir con el silencio, mientras te observo con disimulo.


Vuelvo a suspirar, pareciera que mi presencia es invisible para ti.


Te miro y tú no me miras. Existo, pero para parece que no lo hago en tu mundo. Es como si el tiempo se detuviera, que las personas en nuestro alrededor desaparecieran y el espacio se contrajera, quedando el uno al otro frente a frente. Lástima que sea el único consciente de esto, ya que soy solo yo quien añora estos hechos.


Vuelvo a adentrar en pensamientos, imaginando ser valiente y rescatándote de las fauces de un gran león.



—Ey, ¿bailas? —Tu propuesta atravesó el umbral de mi no tan calmada cabeza, provocando que pierda los sentidos por mayúsculos segundos.


—No sé bailar. —Respondí con total sinceridad.


—Lo sé. —Sin pedir permiso, agarraste mi mano para arrastrarme a la pista de baile—. Te he estado observando. —No escondes el repentino sonrojo que se produjo ante tal confesión inesperada.


—¿En serio?


—Bueno, sí, ya sabes... —Te diste cuenta del pewuelo desliz de torpeza que tuviste—. Perdón, lo anterior sonó un poco raro.


Reíste de forma nerviosa, mientras que el color carmesí en tus mejillas se expanden por todo tu rostro.


—Es raro. —Con la mejor sonrisa que pude haber formado, respondí.


—¡De verdad, lo siento mucho! —Empezaste a tartamudear y tus ojos a mirar a todas partes, símbolo de lo nerviosa que estás—. Cuando algo me gusta e interesa lo observo mucho, pero, digo... ¡No me gustas! No lo malinterpretes, me pareces curioso y eso me atrae, pero no, bueno, quizás sí, ya que no paro de mirarte, rayos, ¿por qué sigo con mi parloteo? —Con las manos, tapaste tu rostro—. ¡Por favor, olvida todo!


Sería mentira si dijera que mi corazón permaneció en quietud ante ese espectáculo de luces y fuegos artificiales que rodeaban tu aura. Fue especial, porque fui el único en apreciarlo.


—Sin lugar a dudas, es raro.


—Lo siento, si te parece incómoda mi presencia, lo mejor es...


—Me gusta esa canción. —Interrumpo—. Vamos a bailar. —Ahora soy yo quien toma la delantera.


—Espera, ¿acaso no soy rara y te asusté con eso?


—No, lo raro es que yo también observo a las personas que me gustan. —Veo como tus grandes ojos se abren más de lo usual—. Y desde hace mucho no paro de observarte.






June 7, 2020, 8:10 a.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

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