mrares041 Josué Tecce

Y tu serás su salvador, su verdadero héroe. Tu ira será su espada y su calma su escudo. Tu espíritu inquebrantable y tu lucha, eternamente ardua.


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#musica #artes-marciales #amor #redención #aceptación #odio #traumas #acción #recreación #reinicio #danmachi
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Prologo: Las ascuas.


Domhan, Coliseo Neart-Mór:

El sol del mediodía se posaba sobre el gran coliseo. Una descolocada figura se paseaba por las gradas, robando de manera ocasional las miradas de las nobles y acomodadas celebridades que esperaban con paciencia al inicio del espectáculo. El rugir de las bestias sobre la arena llamaba su atención, pero nada como él hombre que se encontraba en el punto de encuentro. El último lugar donde hubiese querido estar, pero debido a su comprometida figura, la deidad se vio forzado a asistir. Un hombre de pálidas pieles, mirada desinteresada y ostentosa vestimenta le observaba caminar en su dirección. Su único ojo color verde marino solía causar un efecto singular en las personas, y en este caso no fue diferente.

Bueno, aquí me tienes…

Dejando escapar una sonrisa, el padre de todo extendió ambos brazos para dar la bienvenida a su invitado.

¡Tyr! Es bueno verte luego de tanto tiempo. Por favor, toma asiento. –Señaló al asiento a su izquierda.

Aquel lugar solía ser ocupado por la líder de los Vanir, y sin embargo, aquel día se encontraba inusualmente vacío. Sobraba decir que al dios de la guerra le disgustaban ese tipo de invitaciones y peor si provenían de la persona frente a él.

Odín, ¿Podríamos ir directamente al grano? Tu y yo sabemos que nunca invitas a nadie para pasar la tarde porqué sí.

¡Oye! –Respondió alarmado. –¿Qué son esos modales? ¿Un amigo no puede invitar a su camarada para conversar y tener un buen momento?

Tyr caminó frente a él sin despegar sus ojos de encima. Con meticulosa tranquilidad se sentó a su lado, inquieto a la par que curioso.

Con gusto aceptaría las invitaciones de un amigo, pero tu jamás has sido del tipo de persona que los tiene.

–Bueno… eso es cierto. –Su semblante menguó de manera lenta hasta formar una expresión de seriedad pura. –Dada la ocasión, hagámoslo a tu manera. Hay algo que quiero mostrarte, o más bien, a alguien.

Las cadenas de hierro rechinaron al levantar las rejas de la entrada principal. Guardias armados con lanzas y escudos se precipitaron a trazar una línea para detener el avance de las criaturas. Odín apuntó con su largo y arrugado dedo en dirección al interior de las catacumbas. Tyr frunció el ceño tratando de comprender lo que veían sus ojos. En verdad le era difícil de creer, pero en medio de todo aquel aquelarre no había otra cosa que un pequeño niño vistiendo una delgada armadura de cuero. Por su estatura y la forma de su cuerpo, no era muy difícil suponer que su edad no excedía los 10 años. Se veía asustado, sus ojos brillaban entre lágrimas mientras los guardas le arrastraban en dirección al centro de la arena.

¿Qué significa esto? –Preguntó con tono exigente.

Lo encontramos en las costas del reino. Flotaba a la deriva sobre una tabla de madera. La verdad es que nadie esperaba que sobreviviera, pero oye, ese chico es mucho más de lo que se ve.

–No me interesa saber quién es, quiero saber qué es lo que hace en ahí. Él va a…

El padre de todo agitó su mano para calmarlo. –Este es su décimo octavo combate… –Blandió con una seriedad abrumadora pero sin ser capaz de ocultar su sonrisa complacida.

¡¿Qué?!

El dios de la guerra regresó su mirada hacia el niño. Observó con incredulidad mientras el pequeño era abandonado en medio de aquella jauría de animales voraces. Gruñían con intención de intimidar, le rodeaban y se preparaban para saltar sobre él y destrozarlo sin piedad. Fue entonces cuando el dios de la guerra pudo notar algo muy extraño.

Su… expresión… –Musitó con desconcierto.

Sus ojos, aquellas esferas atemorizadas y llorosas se habían convertido en un irritado ceño fruncido. Sus dientes expuestos presionaban con fuerza hasta quedar al borde del quiebre. Esa no era la mirada de un niño, ni siquiera la de un humano… era la mirada, de un monstruo enrabiado.

Lo has notado, ¿verdad? –Agregó Odín.

Un bufido animal emergía de su garganta, equiparándose al de las criaturas que le asechaban. El sonido de ladridos acompañó a las garras las bestias rasgando el suelo y cargando en dirección al pequeño niño. Un potente bramido de guerra salió desde su interior, fuerte y largo como el rugido de un león.

Destrozar… ¡DESGARRAR!

Esperen un momento… mejor pongamos las cosas en contexto. Este no es un inicio apropiado. Esta no es la historia sobre la bestia, no… Hoy estamos aquí para hablar sobre el hombre.


Ciudad Laberinto, Muelle de Orario:

El sonar de las olas golpeando contra el muelle eran aplacadas por los pasos sobre la madera flotante de la embarcación. Las cuerdas de la nobleza descansan bajo la cama, guardando en su interior un pequeño cuaderno de tapa marrón. El mango del instrumento fue tomado y tras un simple movimiento de muñeca, ubicado en la espalda de su ansioso dueño. Un joven de desalineados cabellos oscuros y ojos color café.

Por todos los cielos amigo, ya es muy tarde… –Repitió para sí mismo.

Una gastada armadura de cuera era cubierta por unos pantalones holgados y una camiseta blanca de colores blanco y negro. Por último, un delgado chaleco de amarronados bordajes acaba de completar el conjunto. No eran las mejores ropas para un aventurero, pero era lo mejor que podía conseguir. La puerta de su habitación se abrió de golpe. El muchacho corrió por la habitación continua, alargó el brazo y tomó sus guantes de combate de la ya desgastada mesa del comedor. Pesado y bastante poco práctico si no se utilizaban de manera correcta, pero devastadores en las manos correctas.

¡Bien, estamos listos! –Exclamó al deslizarse por la ventana y saltar en dirección a la calle como hacía de manera usual.

El sonido provocado por las obras y el rutinario saludo de los conocidos llegaron a él como ocurría cada día; Comerciantes, aventureros y humiles trabajadores solían surcar aquel vecindario en busca de oportunidades. En raras ocasiones había problemas, razón por la cual era un sitio muy agradable para vivir. La única desventaja sería la distancia con el resto de la ciudad.

¡Abran cancha que llevo prisa!

De esta manera, el muchacho bajó por la calle a toda velocidad, esquivando a los transeúntes y asustando a algún que otro incauto que no oyó su llegada. Flexionó sus rodillas y buscando el contacto con el suelo comenzó a derrapar de forma cuidadosa a centímetros de la pared continua. Habiendo esquivado el foco de luz de la ventana, se paró frente a la puerta principal y miró con agitación a su alrededor. El semblante desconcertado de los presentes pronto se volvió en un gesto de desinterés total.

“Bueno, al menos nadie se dio cuenta.” Reflexionó para sus adentros.

Su mirada se posó en el cartel de la entrada; Las palabras “La señora de la abundancia” dictaminaban el nombre del establecimiento. Sonrió aliviado mientras trataba de calmar su agitada respiración.

Muy bien amigo, tu solo actúa natural, has como si nada estuviera pasando y tal vez nadie lo…

Ejem…

Entonces, interrumpiendo sus pensamientos, el sonido de una voz familiar alertó de la aparición de un rostro conocido. Un escalofrió recorrió su espalda al asumir la procedencia de aquel tono de voz. Pudo sentir aquellos ojos azules perforando su espalda, juzgándole en silencio. Un elfo de dorados cabellos, piel pálida y uniforme de camarera sostenía en sus brazos dos pesadas bolsas llenas de mercadería.

Eh… ¿Buenos días? –Saludó con una sonrisa incomoda.

Él contacto visual con aquella damisela fue su perdición. Su mirada imparcial, fría como el hielo, creaba en el joven una presión incalculable. Sin embargo, ella no estaba ahí para reprenderle ni mucho menos.

Kahn. –Correspondió al saludo a la par que caminaba con soberana calma a su lado. –¿Otra vez te quedaste dormido?

–¡N-No! –Reaccionó de forma precipitada. –Puedo explicarlo, escucha, tengo una razón muy buena…

La chica giró de manera repentina. De nuevo, ambas miradas se cruzaron en un mismo foro de luz, dejando en completa blancura los pensamientos del aventurero.

Te escucho. –Blandió alzando una ceja.

La boca de Kahn se secó. Las excusas que bien había planificado se perdieron en un mar de nerviosismo. La puerta se deslizó hacia adentro con gracia. Ambos jóvenes caminaron a través del establecimiento, saludando con gestos a los presentes y batiéndose a su vez en un combate verbal.

Es qué me doblé el tobillo…

–¿Y aun así venias corriendo?

Es qué primero pasé a tomar algo para el dolor…

–Tu aliento te desmiente.

–Es qué mastiqué algo de menta.

–No huele a menta en concreto.

–¡Es qué ya pasó un rato!

–¿Entonces por qué no llegaste antes?

–¡Es qué tarda un rato en hacer efecto!

Ryuu pasó a la parte trasera del mostrador. Con suavidad ubicó ambas bolsas en el suelo y volvió a girar hacia su compañero. Un única expresión de suspicacia bastó para hacer que su falacia flaquease.

¿Entonces?

La mirada de Kahn cayó al suelo con derrota. –Me quedé dormido…

El elfo resopló de manera resignada. Sumergió sus manos en el interior de las bolsas y con rapidez sacó un total de seis huevos. Los cascarones golpearon la madera, y el líquido de su interior fue vertido en el fondo de uno de los tarros de madera. Los ojos del aventurero se llenaron con asco al contemplar la naturaleza espesa y burbujeante de su desayuno.

Tienes suerte de que mamá Mia no esté por aquí. –Declaró el elfo con mirada inquisitiva. –De todas formas, conoces las reglas.

–Si, si… ya lo sé…

Una profunda bocanada de aire antevino al sabor usual de los huevos revueltos. La hora del almuerzo había pasado, y como habían acordado con mamá Mia, su castigo por llegar tarde no era otro que el de aplacar el ayuno para aguantar el resto del día.

Sabe a vomito… –Musitó al dejar el recipiente sobre la mesa. –Espera, ¿a dónde fue la gran M? No es normal que salga a estas horas.

–Mencionó algo sobre las cercanías del gremio, pero a decir verdad no tengo idea.

Kahn alzó una ceja. –¿El gremio? ¿Y qué razones tendría alguien como Mia para ir allí?

–Eso es algo que ignoro. Quien sabe, tal vez te la encuentres de cara y puedas explicarle cómo te doblaste el tobillo.

–Estoy seguro de que esa sería una conversación interesante… –Se lanzó hacia atrás, volviendo a pararse. –Peeeero, creo que sería mejor meterme a la mazmorra cuanto antes.

Una delicado rose cual suave caricia recorrió su espalda, haciendo que el joven aventurero girara de manera inmediata. De nuevo, un rostro conocido le recibió, esta vez con una mueca más agradable.

Hola Kahn, ¿te vas sin saludar?

Una agradable mujer de melenas grises le saludó risueña. Vistiendo con el mismo uniforme qué su mejor amiga, Syr se movió rodeando al chico como si le estuviese inspeccionando de manera minuciosa.

Oh, Syr. –Devolvió la sonrisa. –No te vi llegar.

–Jamás me fui, pasé junto a ti y ni siquiera me viste.

Si bien, aquella afirmación no tuvo una pisca de malicia, la expresión inocente en su rostro provocó cierto nivel de culpa en el muchacho.

Oh… lo siento…

Su mano se deslizó a través de la espalda de Kahn, arrebatándole su tan querido instrumento. –Será mejor que dejes esto aquí, podría romperse.

¡Oye! …bueno si, tienes razón. –Dejó escapar una risa incomoda.

–¿Ocurre algo? Se te ve algo distraído últimamente. –Dejó salir una mirada acusadora. –No estarás pensando demasiado en alguna persona, ¿verdad?

–¿Yo? por favor. –Apartó la mirada y forzó una expresión seria. –Soy un solitario… un rebelde sin causa, ¿Sabes a lo que me refiero?

–Un rebelde qué se dobló el tobillo tres veces en menos de dos semanas. –Observó Ryuu.

Syr dejó escapar una pequeña risa ante la intromisión de su amiga.

¡Ya! ¡Está bien, ya entendí! Dormir es una parte importante de la vida, no… presionen…

Entonces, en aquel momento, el brillo en los ojos Kahn se perdió; La expresión en su rostro cambió de manera progresiva, transformándose en una mirada vacía y carente de toda emoción. Estaba absorto, sumergido profundamente en sus pensamiento. Era como si su cerebro hubiese abandonado su cuerpo, no oía, no respondía, solo se mantenía allí, tieso e inmóvil. Y de repente, de manera súbita como si nada hubiese pasado, volvió a sí mismo.

Como decía, viene siendo hora de que me vaya. –Realzó con una gran sonrisa.

Sin embargo, la forma en la cual sus dos amigas le miraban demostraba una silenciosa preocupación por la escena que acababan de presenciar. Y de esta forma, Kahn abandonó el lugar antes de que nadie pudiese preguntar sobre qué había ocurrido.

Lleva semanas así… –Señaló Syr.

–Lo oculta bastante bien, pero está claro qué algo le mantiene preocupado.

Los ojos de una persona dicen mucho para aquellos dispuestos a escuchar. Podemos tratar de esconderlo, de ignorarlo, o incluso de olvidarlo, pero las ventanas del alma siempre terminan por delatar nuestras culpas.

De todas formas, la mañana había comenzado, y como cualquier otra, el destino del joven aventurero se fijó en la gigantesca torre que partía el cielo en dos; Aquel sitio poblado de violencia y dolor, pero en el cual solía encontrar su alivio ayudando a quienes lo necesitaran.


Torre Babel, Piso 17:

El eco de las pisadas repicaba a través las paredes de piedra madre. La inmensidad de la zona qué con anterioridad llena de criaturas de menor jerarquía, se encontraba ahora en una calma surreal. Un vacío más que inusual convirtió a los pisos intermedios en “zona de observación”. Los escuadrones que exploraban el lugar fueron evacuados de inmediato y se derivó a dos cuadrillas de reconocimiento a cargo de la tarea. En un principio, esta decisión parecía ser más que suficiente comprender la gravedad del problema, pero cómo en toda gran catástrofe, las dificultades llegan al subestimar la situación.

¿Se están… escondiendo? –Observó la muchacha de cabello anaranjado.

Lefiya Vidiris, líder del primer grupo y persona a cargo de la misión observó con detenimiento a las pocas criaturas que se asomaban entre las grietas, clavando sus impacientes retículas sobre ella y sus compañeros. Detallando la operación se encontraba una semihumana de alargadas orejas de conejo; Rakta, famosa por su gran habilidad para el mapeado y la exploración fue una elección obligatoria.

Algo los debe estar asustando. –Señaló de manera reticente sin distraerse ni un instante de su entorno. –Jamás he visto nada igual, ¿qué creen que esté pasando?

Por último pero no menos importante, Cruz Bussell; Un muchacho cuyos agudizados oídos caninos junto con su habilidad en el combate le habían llevado hasta las profundidades del nivel 4.

Sea lo que fuere, esto parece ser algún tipo de preparación, como si alguien hubiese querido despejar el camino para… –Sus palabras se detuvieron de manera abrupta.

A través de las rocas, retozando como un sonido apenas audible, un estruendo llegó hasta los aventureros; El inconfundible sonido del metal chocando entre sí, explosiones de fuerza y agudos alaridos de dolor.

Están luchando. –Anunció Cruz.

Sin darse a la espera el grupo partió en dirección al llamado de acción. El mapa del piso 17 había sido memorizado de manera minuciosa por la joven Rakta, por lo cual no tardarían demasiado en llegar al punto de encuentro. El ruido provocado por el enfrentamiento se hacía cada vez más audible; Explosiones mágicas, conjuros, gritos de odio y rabia pero ninguna pista sobre a qué se estaban enfrentando. Poco les faltaba para llegar, apenas unos giros de esquina y algunos cuantos metros en términos generales. Y entonces, tan repentino como un ladrón nocturno, algo ocurrió; El silencio volvió a reinar.

¡Esperen! –Alzó la voz el joven caballero, deteniendo al grupo entero frente a la entrada del piso 17.

Los ojos de Lefiya y Rakta no tardaron en visualizar la escena que les acontecía. Armas y armaduras destruidas, cuerpos brutalizados, tiesos como el hielo y enormes charcos de sangre adornaban el lugar. Y por supuesto, el progenitor de aquellos actos; Una persona, un único ser vivo había acabado con la vida de los cuatro integrantes de la segunda cuadrilla. A simple era vista enorme, fácilmente unos dos metros de alto. Portaba una armadura de cuerpo completo de oscuro metal, y poseía un yelmo que la totalidad de su rostro a excepción de sus ojos. Por último, y como si fuese su corona, dos alargados cuernos emergían a cada lado de su cabeza, semejantes a los de un minotauro.

¿Qué diablos es eso?

Esa… esa no puede ser… –Un nudo se formó en la garganta de Lefiya; Un sentimiento opresor, una helada sensación de pavor indescriptible que recorrió su cuerpo al reconocer las vestiduras de aquellos cuerpos sin vida. – …la familia Ganesha.

–Señorita Lefiya… –El joven guerrero llamó la atención, señalando con su brazo a la criatura. Aquel hombre, aquella bestia infernal, parecía ni siquiera haberse percatado de su presencia. Se encontraba quieto, estático en su sitio cual estatua como si fuese una roca. –Trate de golpearlo con su magia.

–¿Eh? Pero… no lo sé.

–Sé qué no está bien atacar a alguien por la espalda, pero… –Una gota de sudor rodó por su mejilla. Buscando las palabras para continuar, Cruz trató de ser lo más claro posible. –Esos eran aventureros de nivel 3 y 4. Eran más que nosotros, y por muy preparados que estemos dudo que podamos hacerle frente si vamos de cara a él.

La mirada indecisa de la joven elfo se cruzó con la imagen de la familia destruida. El sentimiento de peligro real, de incertidumbre ante un enfrentamiento desmedido, hizo meya en su mente. Algo estaba claro; Aquello no era un entrenamiento, y tampoco era momento de dudar. Asintió con la cabeza y comenzó a limpiar su mente de cualquier pensamiento ajeno al momento. Cerró sus ojos, buscando la imagen de su maestra, la princesa de los nueve infiernos y entonó junto a su recuerdo el himno de poder que le había sido instruido.

[Elf Ring]…

Un luminoso sello de estelas blancas se formó bajo sus pies. Casi de manera inmediata, el sonido del metal anunció el giro del inmenso individuo. Su caminar comenzó siendo lento y constante, imponiendo el respeto que su apariencia reclamaba. El fulgor de dos vigorosas luces rojas brilló a través de los orificios de su casco; Los ojos de un monstruo voraz, sedienta de sangre y dispuesta a acabar con todo lo que tuviese delante. Cruz empuñó su arma con ambas manos; Una lanza de ostentoso metal plateado.

Lefiya… –Blandió el nombre de su compañera, avisándole de lo comprometida de su situación.

El repiquetear metálico aumentó su velocidad. Llegado este punto, era posible sentir las vibraciones que él gigante creaba con cada paso.

Lefiya… –Apuró de nuevo alzando un poco más la voz.

Un gruñido apagado emergió de la criatura. El suelo crujió bajo sus pies, y la bestia cargó con violencia contra el pequeño grupo. Cruz se aferró a su arma, listo para absorber el impacto cuando…

¡Lefiya!

–¡[Wynn Fimbulvetr]!

El soplido del viento helado fue invocado por la magia destructora del elfo. De tamaño reducido pero con la potencia suficiente como para afectar en el momento, la escarcha cayó sobre el cuerpo del gigante. El metal se congeló de manera vertiginosa, ralentizando los movimientos del hombre hasta la parálisis más absoluta. Un tempano, eso es lo que era ahora.

¡Ahora Rakta! –Exclamó Cruz girando su arma sobre su mano.

Ambos aventureros se lanzaron a la acción, combinando sus fuerzas en un único ataque. El sonido estridente del impacto, del hielo crujido y del metal impactando contra el metal viajó a través de las paredes. Pero, algo no encajaba en todo esto, y fue Lefiya quien pudo divisarlo en primera instancia. Ella lo supo, pudo prever la llegada del desastre inminente, pero no fue capaz de avisarle a sus compañeros a tiempo. Lo qué el elfo pudo ver, no fue otra cosa que los ojos del monstruo brillando a través de la prisión de hielo.

Mas alejado de aquel punto, en el piso 16, un descolocado joven de mirada tranquila inspeccionaba el área con aires de curiosidad. “¿Qué diablos está ocurriendo hoy?” pensó con soberana impaciencia. “¿Dónde están los monstruos? ¿Dónde están las personas?”. Deteniéndose en seco, dio un giro lento con ambos brazos extendidos.

¡¿Dónde están todos?! –Exclamó al vacío. –Primero me quedo dormido y ahora esto… y eso qué apenas es de mañana, increíble.

Dejó salir un suspiro cansado y un pensamiento cruzó su mente. “Tal vez necesiten mi ayuda en los pisos inferiores.”. Dejó salir un cansado suspiro, rascó su nuca, y a paso tranquilo se dispuso a abandonar el lugar. “Dudo que esto sea tan grave, para mañana estará arreglado…”.

Y entonces, un sonido estridente llegó hasta él. Su atención había sido captada y detuvo su caminar para tratar de identificar de qué se trataba. Otra vez, otro impacto; No era un estruendo habitual en aquellos pisos, ni siquiera para los aventureros que solían pasar por allí. Kahn tragó saliva y comenzó a correr hacia. “Ya me parecía muy extraño.”. Se deslizó a través de las esquinas, saltó las estalactitas del suelo y se propulsó cada pared que alcanzaba. Su nerviosismo aumentaba con cada impacto que oía. Su corazón latía como un condenado, y la expresión en su rostro no denotaba otra cosa que seriedad absoluta.

Por fin, Kahn llegó a los pies de la escalera que conectaba con el piso superior. Sin embargo, sus piernas fueron detenidas momentos luego de comenzar a subir. Un sentimiento de nerviosismo y miedo absoluto se apoderó de él, dominándole y paralizando cada uno de sus movimientos. Dos aventureras, una de ellas mal herida, bajaban las escaleras a toda velocidad mientras eran perseguidas por una bestia de rasgos brutales. Fue esta ultima quien captó la total y absoluta atención del joven. Su respiración se aceleró, su corazón aumentó los latidos y sus manos se tornaron frías como el hielo. No se confundan, no era el aspecto de aquél ser lo qué le atemorizaba…

Un… Tyrant… –Musitó sin quererlo.

Era el hecho de que él le conocía demasiado bien. Rakta miró con sorpresa al joven delante suya. Sus piernas se tensaron y haciendo uso de su movilidad mejorada saltó sobre su cabeza.

¡Muévete! –Gritó a todo pulmón.

Un estruendo resonó por los pisos 16 y 17; Las paredes de roca madre que sostenían aquella delgada escalera se partieron tras el impacto del puño del Tyrant. Suspendido en medio del aire como una pluma siendo movida por una ventisca, Kahn era incapaz de regresar al mundo real.

“Cuenta hasta cuatro, inhala… Cuenta hasta cuatro, exhala…” repetía en su mente una y otra vez.

Lefiya miró hacia atrás, percatándose por fin de lo que había ocurrido. –¡Rakta espera! ¡Tenemos que ayudarlo! –Intentó detener a su compañera.

No podemos hacerlo, acabaríamos muertos.

–¡Rakta detente en este mismo instante! –Exclamó momentos antes de soltarse del cuello de su compañera.

Lefiya cayó suelo con fuerza, pero tan rápido como su cuerpo se lo permitía volvió a levantarse empuñando su bastón. – ¡[Elf Ring]! –Entonó apuntando con su arma en dirección a la criatura, dispuesta a volver a atacar.

Rakta se detuvo y sin más remedió volvió a correr hacia su capitana.

Los ojos de Kahn brillaron por el deslumbramiento de su enemigo. “Cuenta hasta cuatro, inhala…”. En su interior no quería creerlo. Prefería mentirse, engañarse a sí mismo para creer que todo no era más que un sueño. “Cuenta hasta cuatro exhala…”. Pero ahí estaba, caminando son soberana inferencia hacia él, su presa, iluminándole con aquella rojiza estela de luz que emanaba de sus yelmo.

En una situación normal, ese hubiese sido el fin… pero esta, no era una situación normal. El pasado y el presente se unieron, canalizando la escena que tanto se había repetido en la mente del joven guerrero. Su mirada cambiando, la adrenalina subiendo, la rabia por la frustración hirviendo cual llamarada en su interior, dándole la fuerza para continuar. Los ojos de un monstruo, de una máquina de guerra, se posaron sobre el Tyrant.

Destrozar…

Las piernas del muchacho dispararon su velocidad. Su objetivo, marcado delante suya lanzó un puñetazo con la trayectoria de impacto; Quería aplastarle de un solo golpe.

¡¡¡DESGARRAR!!! –Blandió cual grito de guerra.

Su altura decayó, el cuerpo del chico derrapó en el suelo, esquivando el ataque de su enemigo por muy poco. Guijarros de roca madre pasaron a ambos lados de su cabeza, pero poca o nada de importancia le dio a esto. Alzándose sobre una mano pateó con fuerza en dirección al lateral de la rodilla del Tyrant. El sonido de huesos rompiéndose acompañó a la escena del monstruo cayendo sobre una pierna. La armadura absorbió el impacto, pero la coyuntura en su interior fue destrozada con ese único golpe. Kahn trepó por su espalda a la par que accionaba el interruptor interno de sus guanteletes. El monstruo giró de manera brusca, intentando golpear al chico con el reverso de su brazo. En aquella fracción de segundo, Kahn saltó para ubicarse cara a cara con su enemigo. El mecanismo de lanzamiento de sus armas fue activado, y dos alargadas hojas de oscuro metal emergieron de sus antebrazos. La sangre salió disparada, manchando por completo al cuerpo del aventurero. El sonido de sus armas entrando y saliendo una y otra vez del cráneo del monstruo, acompañado de sus bufidos de ira, convertían a aquella escena en un escenario de horror. Incluso cuando ya había dejado de moverse, cuando el fluido en sus manos y ropa se tornó helado, Kahn siguió atacando. “Cuenta hasta cuatro, inhala… cuenta hasta cuatro… exhala…”.




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Título del capítulo

May 15, 2020, 1:32 p.m. 1 Report Embed Follow story
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Read next chapter Capítulo 1: Tirano.

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Luis A.  Oliva Luis A. Oliva
Puedo hacerte una pregunta: Cómo insertaste las imágenes?
September 07, 2022, 18:01
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