menyaldis Menyaldis Quenalu

El pasado se considera historia, de la cual podemos aprender e incluso aborrecer. Marissa Radamés siempre se sintió acosada por la pesadez de sus recuerdos. Muchos la enorgullecían y otros simplemente la hacían desconocerse, llegando a sentir una especie de desconexión, donde se dejó llevar por aquellos sentimientos, agrietando su corazón. Y si bien las grietas ya no se podían cerrar, en la quietud de la calma, de a poco, se le rellenaban con flores para darle algo de tranquilidad.


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#drama #nuevo #dolor #flores #dilemas #grietas #349
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Familia

Alegría infinita es lo único que se podía sentir. Saludable, regordeta y con la cabecita resguardada de negros y cortos cabellos. La ropa era igual de pequeña y tierna, y más rosada que ella. A Marissa, el nacimiento de sus otros primos pequeños no la había conmovido tanto como el de su propia hermana. De hecho, era el primer bebé que le parecía bonito a sus cortos 8 años. No podía apartar la mirada, contemplando cómo dormía. Imaginaba lo mucho que se divertirían cuando Nandita tuviera la edad suficiente para entenderse mutuamente. Le gustaba el apodo de Nandita, que le dio su madre ya que no le gustaba el primer nombre de la pequeña. Recordaba a los ositos pandas y a su preciado peluche Pandito que estaría gustosa de compartir con su hermanita.


La espera se mezcló con la monotonía del tiempo. Marissa también crecía y de a poco olvidó aquellos empalagosos recuerdos fraternales. Fue lindo cargar a Nandita, oír su risa, enternecerse con sus pucheros, enorgullecerse por sus primeros pasos y palabras... Nandita ya tenía 7 añitos, cargados de mimos, juguetes y garabatos.


Los familiares como siempre al ver un niño crecer, aseguran que los hijos heredan rasgos y comportamientos de sus padres. Marissa rondaba en la compleja adolescencia con 15 años. Estaba volviéndose una versión femenina de su padre. La piel canela, un cabello liso, grueso y azabache, los ojos típicamente castaños y con una delgadez a la que culpaba de no tener senos ni culo. Su carácter tuvo un vuelco inesperado, ahora era una extraña mezcla entre el de su padre y su madre. Ambos fuertes, prepotentes, con solo oírlos solo podías presentar tus respetos o pensar dos veces antes de dirigirles la palabra. El tío Juanito y la tía Patricia no eran favoritos de nadie.


Aquella energía, Marissa la absorbió contando cada desacuerdo y discusión que se generaba. Y ni se diga de los golpes que su padre le propinaba si continuaba llevándole la contraria. Su madre entre súplicas, calmaba a su esposo para que no maltratara a su hija, que debía entender que eran cosas de la edad. Nandita por ser pequeña, solo podía observar mientras lloraba. No entendía y entre sollozos se lamentaba por su hermana. Marissa rechazaba sus consuelos, pues lo consideraba hipocresía. Ella también le hacía perder los cabales cuando adoptaba una postura de niña engreída, donde odiaba hacer los deberes de la escuela, no se comía toda la comida, y el cuarto que ambas compartían era un desorden por los juguetes, papeles y colores que yacían en el suelo. Ambos padres trabajaban modestamente para darse pocos lujos, tanto ellos como a sus hijas, pero el presupuesto no podía cubrir una niñera para Nandita. Así que ese rol, debía cubrirlo Marissa como la única responsable hermana mayor.


Era difícil llegar del colegio, calentar la comida y comérsela fría, porque Nandita no quería ducharse ni quitarse el uniforme. Pero ahí no acababa, pues aún debía ordenar la cocina para sentarse con Nandita a revisar sus deberes y luego, centrarse en los de ella, los cuales adelantaba entre clases pues sabía que era una odisea hacer que una niña mimada de 7 años haga sus tareas sin distraerse por cualquier cosa que pase en frente de ella o ronde por su cabeza.


-Sarah, préstame atención.-Marissa la llamó por su primer nombre para hacerle notar que estaba molesta.

-No me llames así.- respondió, arrojándole la cartuchera que, al estar abierta, salpicó algunos lápices en el aire para terminar sonando en el piso.

-¿Y cómo demonios quieres que te llame si ese es tu nombre? Pendeja.

-Ay que pereza, yo me voy a jugar con mis muñecas. -Sarah se levantó de la silla y se fue caminando a su cuarto.

-¡Oye! - gritó Marissa, yendo tras de ella alcanzando a tomar su brazo.- Tengo que hacer mis deberes y no puedo si tú no terminas los tuyos.

-Suéltame, que me duele.- Sarah se zarandeó un poco esperando liberarse, pero su hermana mantuvo firme el agarre.

-No vas a jugar con tus horrendas muñecas hasta que no termines tus tareas.- Marissa comenzó a arrastrar a Sarah de vuelta a la mesa, recogiendo uno que otro lápiz de color en el camino. Alivianó un poco el agarre y Sarah sin soportarlo más, le clavó los dientes en una mordedura para salir corriendo.


Una típica persecución de tantas, donde Marissa perdía, pues la pequeña Nandita era más veloz y le ponía seguro a las puertas que dan a su cuarto. Sí, puertas. La normal y la del único baño de la casa, que conectaban el cuarto de las niñas con el de sus padres. Pero aquel día no era para nada ordinario, y esta vez, Nandita no se iba a salir con la suya: Encerrarse hasta que vinieran sus padres y con unos cuantos dulces, hacerla salir, y reprender a Marissa por no tenerle paciencia a su pequeña hermanita.


La mano mordida de Marissa alcanzó a tomar del cuello del pijama que con mucho esfuerzo le colocó a Nandita. Por la presión, la pequeña se sintió asfixiada un momento y terminó cayendo sentada. Para tener un mejor agarre, Marissa hizo un puñado del fino cabello de Sarah y comenzó a jalarla de modo que esta vez, tuviera una razón para sentir dolor.

-¡Ay! ¡Ay! ¡Me duele! - Comenzó a sollozar, hasta estar en la mesa. Unas lágrimas mojaron tenuemente la hoja de su cuaderno.


-Vas a hacerme caso y te pondrás a hacer tus deberes.

-¡No quiero hacer los deberes contigo! ¡Quiero a mi mami!- Refutó Sarah entre moqueos, bajándose nuevamente de la silla pero con más prisa, para no dejarse capturar de nuevo.

-¡Ah no! -Marissa frustró su huida, nuevamente agarrándola de los cabellos. -¡Vas a hacer los deberes en este preciso momento!- Pegó la cara de la niña al cuaderno, y con la otra, la obligaba a sostener un lápiz de flores con borrador de osito. -¡Vas a obedecerme!- Le repitió Marissa, azotando su frente contra el cuaderno sobre la mesa.- ¡Hoy no harás lo que tú quieras!- Nuevamente, volvió a arremeterla contra el cuaderno, pero esta vez dejó pegada un lado de su cara. Sarah intentaba arañarla con sus pequeñas uñas, pero estas fueron retenidas por la otra mano de Marissa.


-¡Has-Golpe-tus-Golpe-putas-Golpe-tareas!


El sonido del timbre desconcentró a Marissa. Sarah aprovechó, y se zafó, corriendo como nunca a encerrarse en su habitación. Abrazo por inercia a Pandito, el ex-peluche de su hermana, adolorida y sollozando en voz baja cómo le diría a su mamá que Marissa la golpeó como si se tratase de una muñeca de trapo.


Marissa por su lado, observó frustrada como Sarah se le había escapado. Se asomó disimuladamente a la ventana, a ver quién era. Y no asomó nadie. Eran esos estúpidos mocosos que no quieren en sus casas y andan molestando timbres ajenos. A Marissa no le causaba nada de gracia.


Resignada a que Sarah no saldría del cuarto, decidió arreglar un poco la casa y ponerse a hacer sus tareas. Eso sí, aún hervía de furia. Tanto que, los cuadernos que estaban sobre la mesa y junto a la mochila de Sarah los arrojó en medio de la sala. No se privaría de su ira con su hermana encerrada. Su madre llegaría en un par de horas y ya se sabía el discurso. Aunque tal vez le pesaría más esta vez pues, era la primera vez que golpeaba a su hermana con insistencia. Estaba harta de que se burlara de ella, de que no la viera como una autoridad de hermana mayor a la cual también le debe obedecer.


"Tenía que reprenderla para que aprendiera a respetarme." Marissa comentó en voz alta apenas vio que su madre cruzaba el umbral de la puerta. Al inicio, Patricia no entendió. Pero luego de ir a por su pequeña hija, quien le abrió la puerta apenas escuchó su voz, algo dentro de ella se quebró. Los moretones a causa de los golpes, y el dolor que su Nandita sentía cuando le intentaba desenredar los cabellos... Estaba en shock.


Marissa entró al cuarto, cargando su mochila y algunos cuadernos en las manos. Sarah se sobresaltó entre los brazos de su madre y la mirada de desprecio hacia la niña engreída fue interceptada por una rota y confundida. Marissa volteó, dejó sus cosas en un rincón y se metió a la ducha.


-Mami, ¿Pandito y yo podemos dormir contigo?

-Claro mi amor, no te preocupes. –Patricia depositó un beso tembloroso en la frente de su hija.- Además hoy es viernes de películas.

-Me duele mi cabecita como para ver pelis ma...


Patricia seguía sin saber cómo reaccionar ante la situación. Su hija mayor había golpeado a su hermana menor en lo que puede catalogarse como un ataque inminente de ira. Reconocía lo difícil que era tratar a Nandita, y cayó en cuenta del tremendo error que cometió, en proponer que Marissa sería una buena niñera, por lo responsable y ordenada que es en el colegio. Sintió un balde de agua fría caerle encima. Había tenido la idea sólo para optimizar gastos y porque no existía la confianza necesaria como para encomendarles a una desconocida a tus dos hijas. Su esposo le dio la razón con ese último argumento, y alegó a que aportaría a la madurez de Marissa más adelante.


Pasaron semanas luego de aquel día. Marissa y Sarah seguían discutiendo y peleando, pero pocas veces pasaba a mayores. Juan y Patricia se sentaron a hablar con ellas las veces que fueran necesarias, recalcándoles la fortuna e importancia de ser hermanas, de ser unidas y quererse mutuamente. No hubo represalias para Marissa, tan solo la advertencia de jamás volver a lastimar a su hermana como lo hizo aquella vez y que si la llegaba a sacar de quicio: llamara a alguno de los dos a sus oficinas o se arreglaría todo al llegar la noche.


Los padres adoptaron una posición de paciencia y calma, siguiendo el consejo de la psicóloga del colegio de Marissa, madrina de la misma a elección de Patricia. Una conducta iracunda no era buena a ninguna edad ni en el futuro, les destacó. Marissa es una estudiante brillante y aquel sendero no debía ser entorpecido. Tranquilidad era lo que más necesitaba y sobretodo ser comprendida y escuchada. Estaba en una etapa llena de cambios, después de todo.


Los consejos aunque eran simples no eran fácil de aplicar, pues Marissa luego del hecho adoptó una actitud distante, a veces llegando a ser hostil y muy fría para llegar a la adultez que ya estaba cerca de ella, a tan solo 1 año. A Juan la paciencia le duraba muy poco, incluso con la más pequeña. Se presentó un escenario donde Nandita por primera vez sintió lo que era ser golpeada por su padre, y Marissa desde lo alto de la litera, tuvo que disimular su risa, suprimir su satisfacción al ver como su hermana recibía lo que ella decía merecer desde hace mucho tiempo. Sin embargo duró tan poco el sentimiento, pues su madre aborreció el hecho. Apenas volvió un poco de calma, se coló en la habitación ya muy tarde, con pomadas y caricias. Procedió a tratar de alivianar los colores de los moretones de su pequeña consentida, que ya tenía 9, pero aún daba batalla. Lo normal que hacen los niños, es una fase de tantas que aún faltan por venir, pensaba Patricia con su cálido corazón de madre mientras sobaba el morado –con tonos algo verdes.- tobillo de Nandita. El más afectado durante la golpiza.


Para terminar con una conclusión, días más tarde, Juan llegó con un pony chillón de color celeste, adjuntando una bolsa de gomitas. Se sentó frente a su princesa Nandita quien veía “La sirenita” por doceava vez, y le ofreció una disculpa. Recibiendo como respuesta, un abracito y un besito. Inundando la sala de risas.


Marissa a lo lejos, observaba. Esta vez no sintió ira, y le tomó algunos minutos reconocer que se sentía herida, siendo envuelta por un manto de oscuridad que ya de por sí la acompañaba dados los estragos de su adolescencia. Pero la escena entre su malcriada hermana Sarah y su padre, hizo que tomara fuerza, lo suficiente para sofocarla y complicarle el sueño de aquella noche.

May 10, 2020, 10:44 p.m. 2 Report Embed Follow story
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Luca Domina Luca Domina
Voy a seguir la historia. Muy bien narrada! Escribís en la plataforma o copias y pegas de word? Lo digo por los guiones. Es fácil asignar los guiones largos en word (bucalo en youtube) Saludos!!
May 10, 2020, 23:09

  • Menyaldis Quenalu Menyaldis Quenalu
    Copio y pego del word, lo de los guiones lo olvidé por completo y eso que me senté a reacomodar algunas cosas, pero bueno, justifico mi olvido porque tengo años sin escribir diálogos. Gracias por leer y por seguir la historia 💕 May 10, 2020, 23:19
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