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El guerrero más fuerte de todos los tiempos, Casel el Héroe, ha sido asesinado en una emboscada. Ahora, sus hijos separarán sus caminos: Daí ocupará el lugar que dejó Casel el Héroe; su gemelo Dya optará por la venganza, buscará a cada hombre involucrado en el homicidio para eliminarlo, pero para lograrlo deberá infiltrarse en el reino enemigo y jurar lealtad al rey que lo detesta. Una historia de involución espiritual donde Dya cree que tomará represalia, pero alguien le enseña su verdadero significado. ° Fantasía épica ° Asesinato ° Batallas ° Drama ° Aventura ° Violencia ° Romance ° Guerra °


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HÉROE

Mi nombre es Kanos, nací hace muchísimos siglos en la pequeña aldea Noxsok, ubicada al norte en los climas frescos. Mi padre fue Casel el Héroe, lideraba el ejército del reino Espaltka, el hombre más importante de la época.


Un día muy temprano por la mañana, mi papá se preparó para irse, durante la comida no dijimos nada diferente a otras ocasiones, pero conservo en mi corazón la imagen de la familia junta y hubo tiempos en que deseaba que volviera a ocurrir. Cuando salimos a despedir a mi papá no pensamos que nunca más lo veríamos con vida; montó su caballo con la hidalguía de un rey, nos regaló su sonrisita pícara y lanzó un beso.


En un paraje, mi papá pasó cabalgando y como cada vez lo esperaba un joven, quien saludó y fingió que intentaba cortar una rama demasiado grande.


—Ayúdame a rajar esto, por favor. —señaló el muchacho; mi papá asintió, se apeó del equino con presteza y extrajo de su vaina una espada de metro y medio para partir la madera de un tajo.


—¿A dónde la llevas, Darbel?


—Mi hermanito cayó en el lecho de un río seco —respondió el jovencito—, usaré esta rama para ayudarlo a subir. —Mi papá miró hacia donde le indicó.


—¿Está lejos de aquí?


—A trescientos metros, creo. —aclaró Darbel, simulando que se esforzaba en arrastrar la rama y palideció al ver que uno de los hijos mellizos del Héroe se acercaba en un hermoso corcel hasta ellos, pues la presencia de mi hermano alteraba sus cuentas.


—¿Por qué te has detenido, Serenísimo? —preguntó mi hermano usando el rubro militar de mi padre, se cubría la cabeza con una capucha para evitar el sol cálido de esos días y analizó a Darbel concienzudamente.


—Un chiquillo está en problemas, lo ayudaré, no me dilatará. —explicó Casel el Héroe; Darbel tenía la boca entreabierta observando a mi hermano.


—No es necesario... —murmuró el jovencito— Si deben irse yo-...


—Está bien, pero yo tengo un pendiente y no puedo atrasarme más, Serenísimo. —dijo mi hermano Daí, halando la rienda.


—Te alcanzaré enseguida, Egregio —aseguró mi papá por el rubro militar de mi hermano, tomó la rama y la echó en un hombro—. Vamos —le habló a Darbel—, te ayudaré a sacar al niño. —Entonces, Daí continuó su camino. Darbel y mi papá fueron hasta uno de los tantos ríos secos de esa zona boscosa, llevando su caballo de la rienda.


—Gracias por ayudarme, Serenísimo.


—No tienes por qué mencionarlo, es natural.


—¿Natural? —Darbel levantó la mirada irradiando una duda— No lo es, la gente prefiere pasar de largo.


—¿Por qué dices eso?


—A mí nadie me ha ayudado, Serenísimo —Darbel todavía expelía esa simplicidad e inquietud de la infancia—. Eres muy bueno, tus hijos deben estar muy contentos de tenerte como padre.


Mi papá se detuvo un momento, pareció dubitativo, luego revisó con los ojos el camino pero no notó huellas, arbustos removidos ni nada que advirtiera irregularidades. El río no se alcanzaba a ver todavía pero Darbel hablaba alto para que los hombres atrincherados lo escucharan; mi papá imaginó angustia en el rostro del chico, pero era temor de que Casel el Héroe pudiera descubrir la trampa y matarlo.


—Me socorriste bastante —vaciló Darbel—, yo puedo sacar a mi hermano del lecho.


—Eres un buen muchacho, ¿eh? —dijo, obligándose a soslayar cualquier vaticinio de riesgo— Yo lo sacaré.


—¡No!, ¡no es necesario! —Se aligeró, pero mi papá movió la cabeza.


—En verdad necesito ayudarte —Fue una súplica, como si el favor lo requiriera mi papá y no al revés. Como Darbel calló, el Héroe avanzó el tramo que faltaba—. He cometido tantos errores y no puedo regresar el tiempo, he soñado que lo hago pero despierto y todo sigue igual. Eso se llama culpa, ¿cierto? —Darbel parecía triste, no comprendía por qué le contaba eso— Purgaré mis errores aun si es a través de otras personas. Si sientes que nadie te ha tendido la mano, mira esta como la primera vez y un día se te presentará la oportunidad de devolver el favor, hacer sentir a alguien que importa.


Darbel sonrió y dentro de sí nació un remordimiento al ver lo gentil que era mi papá, quien no planeó nacer con un don para la batalla como el que poseía; mientras Casel el Héroe echaba por un lado la rama y se asomaba al lecho buscando al supuesto chiquillo, Darbel quiso llorar y delatar a sus hombres atrincherados entre la maleza, pero sufría también.


—¿Ese es tu hermanito? —especuló mi papá al ver a un niño sentado entre las rocas y la tierra quebradiza; Darbel pareció despertar de un trance y asintió varias veces.


—¡Sí, es él!


—No está profundo —aclaró el Héroe refiriéndose al río seco—, bajaré fácilmente.


Mi papá descendió por la pendiente, se detuvo al pie y le habló al muchachito de ocho años, que realmente era un mensajero militar en entrenamiento, el Héroe notó zozobra en su gesto aun si no se movió, por eso observó alrededor y halló entre el forraje el ligero brillo de un escudo; se echó un paso atrás, sacó un mazo del ristre de su espalda y miró a Darbel ubicado en el margen del río seco, quien susurró un “perdóname” antes de arrojarse al suelo y deslizarse entre la arboleda, mientras el otro niño corría hacia el margen contrario.


Mi papá proyectó el mazo en contra de Darbel pero no atinó por su vertiginoso movimiento, se percató de que lo asediaban veinticinco hombres, quienes estuvieron cobijados entre los árboles y matorrales del solitario paraje, lo atacaron con dos o tres lanzas cada quien e incontables flechas y fue tan rápida la embestida que mi papá poco o nada pudo cubrirse, recibió el impacto de al menos cinco lanzas e innumerables saetas que le atravesaron la carne; no obstante, en su agonía consiguió regresar algunas lanzas erradas y matar a unos cuantos enemigos.


El Héroe escaló la pendiente y cuando alcanzó el borde, Darbel salió de su escondite, encajó las rodillas en la tierra, enfiló hacia abajo un vetusto arco y disparó una flecha con tan sobrehumana certeza que pasó por un pequeño espacio que expuso mi papá debajo de la quijada al alzar una puya, franqueó en diagonal y atravesó el cuello de Casel el Héroe, entró por la tráquea y se atascó en la nuca. Mi papá soltó la lanza y el borde del río, cayó de espaldas hasta el lecho seco, se llevó las manos a la herida pero era imposible contenerla.


Darbel ordenó detener la agresión, fue el único de los atacantes que bajó por la pendiente y se acercó adonde mi papá, lloraba y se angustiaba cada vez que tocaba el suelo con sus pies y creyó que Casel el Héroe lo miraba pero él tenía en sus pupilas los rostros de sus hijos y esposa, quienes se quedaban en ese mundo tras su partida.


Casel el Héroe escuchó el murmullo de unas lágrimas y hasta sintió una de estas que cayó en su mejilla cuando Darbel se le inclinó sobre le pecho, quería enfocar sus ojos en quien lo engañó, alcanzar la espada que tenía envainada a un costado y cerrajarle un violento golpe para llevárselo a la tumba también, sin embargo, no tuvo fuerza ni logró disipar nuestras figuras de sus sesos, pensaba en qué haría su esposa sola con sus hijos y cómo creceríamos sin él.


Mi papá sintió desvanecerse, dejó las manos en el pecho, perdió la calidez de sus miembros y dio un suspiro, el último aliento del hombre más fuerte del mundo, mascullando el nombre de Daí primero como si le suplicara un perdón, lo vio en Darbel, en la cara pálida de un criminal forzado; recordó a sus otros tres vástagos y su mujer, y con la imagen de ella, de la sonrisa en sus labios tras darle el beso con que se despidieron, se quedó inmóvil.

Nov. 5, 2023, 12:55 a.m. 0 Report Embed Follow story
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