Después de otro día, me dirigí a la cama. Dormía plácidamente, cuando escuché una voz susurrando desde las sombras. —Despierta —dijo una voz gutural. —¿Quién eres? —le pregunté. —Soy un monstruo. —Los monstruos no existen. —Sí existen, yo soy uno. —¿Dónde estás? —Estoy más cerca de lo que crees. —Los monstruos no existen. —Sí existen, yo... vivo en ti —dijo antes de desaparecer, pero no pude dejar de pensar en lo que dijo. Aunque no pueda oírlo, puedo sentirlo aquí... dentro de mí.

Han pasado dos horas desde que me senté a escribir; no he podido concebir mas que ideas rídiculas sobre fantasmas. Me levanté y caminé por la habitación, tratando de refrescar mi mente, pero la turbación que sentía por el estancamiento sólo empeoraba mi estado.—¡Maldito silencio!—grité—Predicas la locura de los mortales pero a mi sólo me otorgas bloqueos. ¡Exijo que me des más que eso! —Tal vez yo pueda ayudarte.—Dijo alguien. Me di vuelta y me descubrí en el espejo, pálido y con ojos blancos.

Era imposible acomodarse en el suelo húmedo de esa enorme habitación. El bosque sonaba extraño y el viento entraba por las ventanas rotas, pero no iba a regresar a la horrible cabaña donde la tenían encerrada. De pronto, escuchó que algo se acercaba a la puerta. Ella se asustó y, como no tenía con qué taparse, se cubrió la cara. La puerta se abrió y una nariz mojada curioseó entre sus manos. Era un lobo. Al día siguente la buscaron, pero sólo encontraron una nota que decía: los ángeles existen.

[...] "Y me hundo en ti, robandote el aliento, causando que, con cada estocada, más líquido brote de tu pecho"

La historia empieza así. La Corporación R dejó más huellas de dolor. Gente aún desconfía el lugar y el nuevo líder de la empresa. Decide contratar aun más a los mecánicos. Una brillante e inteligente mecánica. Juliana Ponce. Con su proyecto cambiará el mundo. Pero una amenaza, varios conejos familiares atacan a la Corporación R liberando la bestia que lo tenían encerrado. ¿La amenaza es grande o solo es pequeña? Próximamente en Inkspired. Próximamente en...

Yo grito y gruñó, con mi cara partida en tres y no se porque , porque estoy tan solo , tengo locura en mi , no soy un licantropo soy un cerdo de dos patas , pero me siento como en casa en esta matanza . Nada bueno sale de mi boca y mi corazón tiene necrosis, bienvenidos al mundo del chico piel de cerdo 🐷

Ella se vestía lentamente, muy diferente a sus otras huidas, con una prisa desquiciada y desquiciante; ésta vez con tanta tranquilidad, sensual, algo pasó, es posible que ya sepa la verdad y me dejará, o se está acostumbrando.

Aquella mujer había sido una de las bellezas más impresionantes del cine clásico. Ahora estaba un poco nervioso por tenerla delante… Si no fuese por el traje EPI que llevaba y los tubos que rodeaban a la actriz, le hubiese encantado saludarla, darle la mano. Pero no había cabida para ello ahora que la degeneración celular había comenzado. Incurable.

Aquella mujer había sido una de las bellezas más impresionantes del cine clásico. Ahora estaba un poco nervioso por tenerla delante… Si no fuese por el traje EPI que llevaba y los tubos que rodeaban a la actriz, le hubiese encantado saludarla, darle la mano. Pero no había cabida para ello ahora que la degeneración celular había comenzado. Incurable.

Aquella mujer había sido una de las bellezas más impresionantes del cine clásico. Ahora estaba un poco nervioso por tenerla delante… Si no fuese por el traje EPI que llevaba y los tubos que rodeaban a la actriz, le hubiese encantado saludarla, darle la mano. Pero no había cabida para ello ahora que la degeneración celular había comenzado. Incurable.

El paisaje urbano siempre le relajaba. Las vistas desde el balcón de su octavo piso eran maravillosas. Ver los niños en el parque, la gente volviendo del trabajo a sus casas… El rumor de voces y gritos de los niños eran una suerte de ruido blanco para él. —No sé qué hacer —dijo en voz alta. —Quizá deberías hacerlo. —No, creo que aún no es el momento. —Tonterías, lo que pasa es que siempre has sido un indeciso —dijo la voz femenina tras él. —Eso es cierto…

El paisaje urbano siempre le relajaba. Las vistas desde el balcón de su octavo piso eran maravillosas. Ver los niños en el parque, la gente volviendo del trabajo a sus casas… El rumor de voces y gritos de los niños eran una suerte de ruido blanco para él. —No sé qué hacer —dijo en voz alta. —Quizá deberías hacerlo. —No, creo que aún no es el momento. —Tonterías, lo que pasa es que siempre has sido un indeciso —dijo la voz femenina tras él. —Eso es cierto…

El paisaje urbano siempre le relajaba. Las vistas desde el balcón de su octavo piso eran maravillosas. Ver los niños en el parque, la gente volviendo del trabajo a sus casas… El rumor de voces y gritos de los niños eran una suerte de ruido blanco para él. —No sé qué hacer —dijo en voz alta. —Quizá deberías hacerlo. —No, creo que aún no es el momento. —Tonterías, lo que pasa es que siempre has sido un indeciso —dijo la voz femenina tras él. —Eso es cierto…

El paisaje urbano siempre le relajaba. Las vistas desde el balcón de su octavo piso eran maravillosas. Ver los niños en el parque, la gente volviendo del trabajo a sus casas… El rumor de voces y gritos de los niños eran una suerte de ruido blanco para él. —No sé qué hacer —dijo en voz alta. —Quizá deberías hacerlo. —No, creo que aún no es el momento. —Tonterías, lo que pasa es que siempre has sido un indeciso —dijo la voz femenina tras él. —Eso es cierto…

Escuche el llamado del mar. Las olas yendo y viniendo. La espuma remontando la arena. El sonido del agua contra las rocas. Escuche el sonido del mar. Mis pies húmedos al contacto con el agua salada. Mi ropa arrastrada por la marea. Mi cuerpo calado por el frío. Escuche el sonido del mar. Deje de respirar. Deje de sentir frio Sentí mi cuerpo flotar en la inmensidad del mar. Escuche el sonido de mar... Un sonido que no debí escuchar...

Encerrado en mi cabeza está mi peor enemigo, quien conoce mis debilidades y sueños. Vivo con él susurrando en mi oído, vivo atrapado conmigo mismo.

¡Qué bonito vitral!... Aunque, mirándolo más de cerca, le sobraba un ojo.

En el bosque Franklin corre, buscando un lugar para esconderse, a él lo persigue una cazadora que chocó con su automóvil, él se esconde en un arbusto grande de hierbas, cuando la intrusa se acerca a esa área... Observó varios arbustos, al levantar el que era el más grande, no encontró nada, pero, en el otro estaba Franklin, él disparó 3 tiros a su estómago, ella cae al suelo y él aprovechó para agarrar su escopeta y rematarla con otro disparo, él va yéndose del lugar para. Escapar.

Aúllan y chillan alguno incluso ríe de una forma casi endemoniada, me vigilan juzgadores constantemente fugaces en la periferia de mi ojo, sus miradas se clavan gélidas en mi nuca pero cada vez que me giro paranoico no encuentro nada, los malditos espectros me acosan día y noche, emponzoñando mi mente con su locura, despierto y en sueños; se que no son reales doctor, que no hay nada ahí; pero no puedo olvidar las caras de mis victimas.

El timbre sonó. La mujer dejó el libro sobre el sofá en el que estaba tumbada y se dirigió a la puerta. No estaba muy lejos el salón de la puerta de entrada, ya que sólo los separaba una antesala y un pasillo, pero, cuando llegó a la puerta y abrió, ya no había nadie. Miró a la derecha, donde estaban las escaleras de subida y bajada del piso, pero no había nadie.

El timbre sonó. La mujer dejó el libro sobre el sofá en el que estaba tumbada y se dirigió a la puerta. No estaba muy lejos el salón de la puerta de entrada, ya que sólo los separaba una antesala y un pasillo, pero, cuando llegó a la puerta y abrió, ya no había nadie. Miró a la derecha, donde estaban las escaleras de subida y bajada del piso, pero no había nadie.

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El timbre sonó. La mujer dejó el libro sobre el sofá en el que estaba tumbada y se dirigió a la puerta. No estaba muy lejos el salón de la puerta de entrada, ya que sólo los separaba una antesala y un pasillo, pero, cuando llegó a la puerta y abrió, ya no había nadie. Miró a la derecha, donde estaban las escaleras de subida y bajada del piso, pero no había nadie.

Me desagrada la Luna, me atemoriza, incluso cuando no puedo verla, está ahí, encima mío, bañándome con su Luz, alimentando a mis enemigos con esta, amenazando aún más este Mundo. Nos obsequió un Regalo, uno que al principio fue de suma Bendición, pero el cual, años después, se transformó en la personificación de la Desgracia. ... Dime... ¿Has visto el Haz del Resplandor?... ¡solo un vistazon!... ¡algo momentáneo!... ¿Cual dices?, Ja, bueno, claro que no lo has visto, sabrias de cual hablo...

Goteo. Agua. Una gota que cae en mí. Me despierta. Está todo oscuro. Estoy sentado, medio tumbado en el suelo. Me intento levantar, pero un dolor, como si una corriente eléctrica recorriese mis piernas, me detiene tan pronto como intento mover un solo músculo. Luego reparo en que mis manos están engrilladas y no las puedo separar. Me empiezo a agobiar. Goteo. Mis ojos se empiezan a acostumbrar a la penumbra y miro alrededor, intentando reconocer el lugar.

Goteo. Agua. Una gota que cae en mí. Me despierta. Está todo oscuro. Estoy sentado, medio tumbado en el suelo. Me intento levantar, pero un dolor, como si una corriente eléctrica recorriese mis piernas, me detiene tan pronto como intento mover un solo músculo. Luego reparo en que mis manos están engrilladas y no las puedo separar. Me empiezo a agobiar. Goteo. Mis ojos se empiezan a acostumbrar a la penumbra y miro alrededor, intentando reconocer el lugar.

Goteo. Agua. Una gota que cae en mí. Me despierta. Está todo oscuro. Estoy sentado, medio tumbado en el suelo. Me intento levantar, pero un dolor, como si una corriente eléctrica recorriese mis piernas, me detiene tan pronto como intento mover un solo músculo. Luego reparo en que mis manos están engrilladas y no las puedo separar. Me empiezo a agobiar. Goteo. Mis ojos se empiezan a acostumbrar a la penumbra y miro alrededor, intentando reconocer el lugar.

Goteo. Agua. Una gota que cae en mí. Me despierta. Está todo oscuro. Estoy sentado, medio tumbado en el suelo. Me intento levantar, pero un dolor, como si una corriente eléctrica recorriese mis piernas, me detiene tan pronto como intento mover un solo músculo. Luego reparo en que mis manos están engrilladas y no las puedo separar. Me empiezo a agobiar. Goteo. Mis ojos se empiezan a acostumbrar a la penumbra y miro alrededor, intentando reconocer el lugar.

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Goteo. Agua. Una gota que cae en mí. Me despierta. Está todo oscuro. Estoy sentado, medio tumbado en el suelo. Me intento levantar, pero un dolor, como si una corriente eléctrica recorriese mis piernas, me detiene tan pronto como intento mover un solo músculo. Luego reparo en que mis manos están engrilladas y no las puedo separar. Me empiezo a agobiar. Goteo. Mis ojos se empiezan a acostumbrar a la penumbra y miro alrededor, intentando reconocer el lugar.

No podía creer lo que veía a través de la ventana de su casa desde la calle. Llegaba de trabajar, cansado, y quizá sus sentidos le estaban jugando una mala pasada. Parpadeó con incredulidad: dentro de su casa había una persona idéntica a él. No era alguien que se le pareciese, no. Era exactamente igual a él; misma ropa, misma gafas, mismos gestos… Cuando sacó las llaves para abrir la puerta de casa, un desconocido lo paró poniéndole una mano arrugada sobre la suya.

No podía creer lo que veía a través de la ventana de su casa desde la calle. Llegaba de trabajar, cansado, y quizá sus sentidos le estaban jugando una mala pasada. Parpadeó con incredulidad: dentro de su casa había una persona idéntica a él. No era alguien que se le pareciese, no. Era exactamente igual a él; misma ropa, misma gafas, mismos gestos… Cuando sacó las llaves para abrir la puerta de casa, un desconocido lo paró poniéndole una mano arrugada sobre la suya.

No podía creer lo que veía a través de la ventana de su casa desde la calle. Llegaba de trabajar, cansado, y quizá sus sentidos le estaban jugando una mala pasada. Parpadeó con incredulidad: dentro de su casa había una persona idéntica a él. No era alguien que se le pareciese, no. Era exactamente igual a él; misma ropa, misma gafas, mismos gestos… Cuando sacó las llaves para abrir la puerta de casa, un desconocido lo paró poniéndole una mano arrugada sobre la suya.

Corrió y corrió fugaz como el viento, las ramas le golpearon y zarzas y rocas afiladas rasgaron su piel y sus ropas; las estrellas acompañaron su odisea y durante más tiempo del que pudiese contar fue presa de los más inenarrables perseguidores; sus traumas y los fantasmas de su pasado. Pero lo peor no fue eso, lo peor de todo, fue que justo al final se despertó y todavía estaba atado en aquel camastro de hospital; aún no había recorrido ese camino que tantas veces había recorrido en sueños.

—Te amo, Azu. —Yo también. Ambos se abrazaron; como siempre, uniendo sus bocas para desgustar el deseo que nunca moría en ellos. Sin embargo, esta vez, él fue un poco más lejos, inconforme de solo saborear su lengua. Sus dedos, viajaron, tremulos, hacia la pretina del piyama de Azu, y ella se tensó, cortando el beso; aun con la respiración acelerada, los ojos cerrados y el aliento entrecortado; sus uñas clavadas en sus antebrazos. Él hubiera sonreído, ingreido. pero alguien abrió la puerta.

Cálido fluido que emerge del fruto; nadie acepta como el símbolo de lo que jamás fue prohibido.

El lugar me atrapa, me encierra en un pequeño lugar, donde puedo ver al mundo dos minutos cada quince días, el olor a orina y mierda me hace vomitar una vez a la semana, pues se acumula. Soy prisionero del miedo de salir luego de haber estado aquí, por al menos diez años, por algo que no hice. Me juzgaron como adulto y cuando llegué aquí, mi tormento comenzó. Ellos me usaban, yo era de ellos, pero aprendí que aquí dentro, no podían tocarme, por lo que prefiero estar aquí y evitar el miedo.

El lugar estaba vacío, enmoquetado de arriba a abajo de color amarillo con una humedad inquietante. Era una especie de oficina, espaciosa, pero completamente vacía. No habían muebles, puertas o ventanas. Además, no era una sola sala, si no que era una especie de sucesión de pasillos, columnas y salas que se conectaban de forma laberíntica.

El lugar estaba vacío, enmoquetado de arriba a abajo de color amarillo con una humedad inquietante. Era una especie de oficina, espaciosa, pero completamente vacía. No habían muebles, puertas o ventanas. Además, no era una sola sala, si no que era una especie de sucesión de pasillos, columnas y salas que se conectaban de forma laberíntica.

El lugar estaba vacío, enmoquetado de arriba a abajo de color amarillo con una humedad inquietante. Era una especie de oficina, espaciosa, pero completamente vacía. No habían muebles, puertas o ventanas. Además, no era una sola sala, si no que era una especie de sucesión de pasillos, columnas y salas que se conectaban de forma laberíntica.

El lugar estaba vacío, enmoquetado de arriba a abajo de color amarillo con una humedad inquietante. Era una especie de oficina, espaciosa, pero completamente vacía. No habían muebles, puertas o ventanas. Además, no era una sola sala, si no que era una especie de sucesión de pasillos, columnas y salas que se conectaban de forma laberíntica.

El lugar estaba vacío, enmoquetado de arriba a abajo de color amarillo con una humedad inquietante. Era una especie de oficina, espaciosa, pero completamente vacía. No habían muebles, puertas o ventanas. Además, no era una sola sala, si no que era una especie de sucesión de pasillos, columnas y salas que se conectaban de forma laberíntica.

La vieja televisión no paraba de emitir aquel ruido blanco tan característico de cuando no hay señal en los canales. El ruido blanco, tan característico, de la tele era como una especie de salmo, de oración, para estar en trance. Pero lo cierto es que, en aquella situación, parecía más bien un presagio. Un presagio de algo que puede hacer que las mentes más racionales sucumban al delirio y la demencia.

La vieja televisión no paraba de emitir aquel ruido blanco tan característico de cuando no hay señal en los canales. El ruido blanco, tan característico, de la tele era como una especie de salmo, de oración, para estar en trance. Pero lo cierto es que, en aquella situación, parecía más bien un presagio. Un presagio de algo que puede hacer que las mentes más racionales sucumban al delirio y la demencia.

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La vieja televisión no paraba de emitir aquel ruido blanco tan característico de cuando no hay señal en los canales. El ruido blanco, tan característico, de la tele era como una especie de salmo, de oración, para estar en trance. Pero lo cierto es que, en aquella situación, parecía más bien un presagio. Un presagio de algo que puede hacer que las mentes más racionales sucumban al delirio y la demencia.

Allí está Frederick, dibujando el parque que está enfrente de su apartamento, sentado en el balcón, observa pacientemente como las personas están en lo suyo, pero, de repente algunos empezaron a gritar, mientras él dibuja a una mujer y un hombre destripados, él pensó «esto fue por haberme secuestrado y golpearme». Deja de dibujar a la pareja que mató ahí y se dedica a tomar fotografías al lugar, porque dentro de su aburrimiento, goza de todo el espectáculo... porque está. Pasando el rato.

De camino a casa cruzó por un puente. Mis pasos hacen que la estructura de metal se tambalee; da la sensación de que se fuera a caer. Lo peor es el crujir del metal viejo, me hace pensar en que esta durmiendo; que de un momento a otro despertara y abrirá su boca para tragarme y como no tiene estómago, caeré al vacío. Pienso, por hoy, que es mejor dar un rodeo para llegar a casa. Miro el puente cuando me alejo, vacío y escucho entonces un crujido de molestia. Son las vigas quejándose...

EL COMIENZO pt.1 Estaba tranquilo siendo acompañado por mi perturbada mente, el ajetreo de la sociedad ajena a mí me daba asco de solo escucharlo, por lo que, desconecté mi audición. Ignorar el mundo aveces es la mejor opción. Pero un hormigueo en mi cuerpo me hizo temblar de manera poderosa. De repente me sentí inquieto y nervios, jamás tuve esas emociones en mí, fue tan asqueroso que levanté la vista para encontrarme con tus poderosos ojos que me miraban con tanta atención.

—¿Acaso crees que lo que hicimos es un error? —añade Carlos en su chat grupal de WhatsApp.

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A Carol cada día le costaba más no odiar a sus compañeros. Ya no veía caras, no veía nombres, solo esbozos ensombrecidos iguales entre ellos que no decían nada con el alma, y eso la destrozaba. Toda esa mierda la superaba, ni siquiera ayudaban las pastillas…