Her scars showed who she was. Every scar inside her mind, but also over her body. The cuts. The blood. The suffering. She was so beautiful, but she didn't know it. She decided to harm herself, by taking her body to a place of confusion and nightmares. To a place where alcohol, drugs, and depression were the only ones that rule her life. She didn't let anybody to help her. Until one day she was standing in the top of a building about to suicide. Suddenly, she felt it. Her dead mom's hand all over hers. She knew what she was telling. She knew she was meant to survive.

Nadie la quería. Solía ser esta niña que se rezagaba para ser olvidada. No se creía suficiente, ni tampoco se sentía parte de un grupo al que ni siquiera quería pertenecer. La relación con su padre era kármica. Siempre fue un hombre ante el cual ella tenía que mantener la compostura, sin decirle lo herida que estaba por ser maltratada por sus compañeros. Al mismo tiempo se sentía avergonzada. Y ni los profesores la ayudaban. 15 años más tarde se convirtió en alguien que nunca se imaginó: en una asesina.

Se estaba sofocando. Se estaba quemando y nadie lo podía salvar. Él sentía cómo cada partícula de su cuerpo ardía de dolor. Habían encendido fuego en su casa, y él no entendía por qué, ni peor quién. Entonces, despertó gritando del trance. Se encontraba en su perfecta, y lujosa habitación blanca, sudando como quien hubiese corrido una maratón. Estaba vivo, pero al mismo tiempo sentía que no. Sabía que había sido un sueño, pero al mismo tiempo no. Entonces entraron los doctores. "Sufrió otro episodio", escuchó.

En el sillón de los pensamientos, me encuentro paralizada. Paralizada por saberte aquí. Cuando todo parecía alumbrar mi espacio, mi cuerpo se enclaustró nuevamente en una cárcel en la que nada me emocionaba. Y en esa mutación estuviste a mi lado sin estar. Te sentí a lo lejos. Te respiré. Y por un momento, fue como si mi vida había regresado. Te permití apoderarte de mí, de nuevo. Así haya sido por unos instantes. Mis más débiles sentimientos se impregnaron en ti. Pero entonces observé lo inobservable. Tu energía oscura y siniestra seguía igual. Lo entendí. Estabas mejor así. Atrapado. Olvidado.

Le cambió la vida. Siria lo hizo. Siria y su gente refugiada en una escuela de Grecia. Sus ojos se iluminan al hablar de aquél cálido, pero duro lugar. Sus ojos se nublan por las lágrimas, mientras que su corazón palpita rapidamente. Lo que vivió allí es indescriptible, pero lo recuerda como si fuese ayer. Los niños, sus historias, su sufrimiento, sus intentos frustrados por escapar de un país lleno de dolor, sus problemas, -de esos graves, esos que le enseñaron a ella que los nuestros, realmente no lo son. Que la vida es una sola, y que hay personas tan mágicas que pueden transformar un infierno en una bendición. Que la bondad y el amor no dependen de un lugar para ser reales, sino de quién eres cuando el mundo decide quitarte tu lugar.

Lucas entró a casa. Entró, no solo golpeado, sino también drogado. Tan drogado que no gesticulaba bien las palabras. ¿Qué demonios te sucedió?, le preguntó su padre. A lo que Lucas solo pudo responder con un sonido de desaprobación. Héctor, su padre, nunca lo había visto en ese estado, pero era algo que sucedía constantemente. Su sentimiento y señal de desaprobación fue profundo. Entonces cogió el teléfono y ordenó: Vengan, ahora. 10 minutos más tarde, la policia llegó.

La pistola cayó al suelo. Pero fue ella quien la dejó caer. Ella, un tanto sin oxígeno, permaneció inerte, de pie, dentro de la bóveda fría en la que se encontraban. Sus ojos parecían desorbitados. Y la sangre que recorría su cuerpo ponía en evidencia la cruel masacre. Su hermana, quien estaba a su lado, con un rostro pálido y lleno de terror. reaccionó: "Lucía, ¿qué has hecho?". Pero Lucía parecía no ser quien decía ser. Entonces sonrió. Parecía feliz. Feliz de haber matado a todos esos niños...

Él le dijo que se quite la venda. Que tenía que salir. Que enfrentarse al mundo. Que no se quede discapacitada. Que una cosa era físicamente estarlo, pero otra era escoger serlo. Ella le esquivaba la mirada. Bajaba la cara y no quería escuchar. El cruel accidente la había dejado sin su pasión: la danza. Pero le regaló una vida. Una vida que a ella ya no le apetecía tener. Pero él estaba ahí, y nunca la dejó. Más bien la transformó en un ser de luz que bailaba con una sola pierna como si fuesen dos.

De repente se dio cuenta de sus poderes. Amanda estaba sentada en el bosque esperando a Daniel, su amigo, quien parecía haberla olvidado. Ella esperaba encontrarlo pronto, porque algo en aquél sitio le causaba una especie de temor. El sol empezó a ocultarse, y entonces decidió marcharse. Pero escuchó algo, unos pasos que corrían rapidamente hacia ella. No sabía quién o qué era pero el pánico la empujó a huir. Hasta que tras tropezarse con algo, se cayó y deseó con todas sus fuerzas desaparecer. Nunca había deseado algo tan intensamente como en aquél momento, y de repente, apareció en su casa. Tumbada justo en el suelo, en la exacta y misma posición.

Para cuando me di cuenta de su desaparición, era tarde ya. Se introdujo en mi cuerpo de manera tan placentera y silenciosa que no tuve tiempo ni de respirar. Eso es lo que sucede cuando una enfermera sabe poner las agujas.

Ella lo mira a los ojos cada noche, cuando el reflejo de la luna acaricia su rostro. Intenta tocarle, pero sus dedos, tan lejos, solo dibujan en el aire aquella figura. Por eso le escribe cartas, aun cuando no sabe si de amores se trata o si el viento las convierte en estrellas. Mas las recibe cuando Morfeo le invita a pasear, y al reflejo de la luna piensa que él también intenta tocarla.

Finalmente me encontraron. Estaba tumbada sobre la tierra despertándome de un sueño que parecía eterno. Me sentía feliz de ver la luz, pero no entendía exactamente por qué me hallaba en ese extraño y frío lugar. Había gente a mi alrededor, gente que me miraba pero al mismo tiempo no. Sus murmullos incesantes llegaron a aturdirme, pues no comprendía por qué no me daban la mano ni me tocaban. Entonces, alcancé a escuchar la voz de un hombre: "Está muerta". Y el tiempo se paralizó para mí.