Recordando a Munch y su excelsa obra, recordé mi estadía en la academia
de arte, mi mayor pasión, aunque maestro de profesión, adoraba el arte, la
buena música y un vino seco acompañado de un lienzo, oleos y un sin fin de
pinceles que contornan la imagen hermosa de un paisaje, el rostro de una
anciana curtida por la experiencia de los años y la vida, o la risa de pequeños
bribones robando el pan de algún café de apertura matutina, mientras transitaba
por la espesura de mis tormentosos recuerdos, me vi
alrededor de mi espacio artístico, al frente un lienzo de proporciones
indescriptibles, oleos de múltiples colores y pinceles por doquier, junto a mí,
estaba la extraña criatura producto de mis relaciones incestuosas entre mis
hermanos el odio y el rencor de la conciencia que no descansa, apaleada por los
recuerdos profundos que lastiman y abren heridas tan profundas como las que me
dejo su partida, comencé a pintar, cargado de rabia, destrocé aquel lienzo, lo
destroce, la criatura saltaba emocionada y mis lágrimas mezcladas con los oleos
crearon un nuevo color, el color amargura, el color ansias, el color venganza,
el resultado, un autorretrato...
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