juanarcos99 Juan Pablo Arcos Herazo

En un mercado de androides, un suceso pondrá en juego el margen entre la humanidad y los grandes avances de la tecnología. ¿Puede una máquina racionalizar como un ser humano?


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#androide #ciencia-ficción #literatura #cuento #cuento-corto #relato
Kurzgeschichte
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Sara

La mujer del gabán negro tardó un tiempo en llegar. Se sacó el cigarrillo de la boca y soltó una voluta de humo rojo por las fosas nasales, como tenía por costumbre. La cajetilla decía "cereza y nuez moscada" pero el cigarrillo sabía más bien a óxido y sudor.

“Malditos sean los cigarrillos Monroe” pensó, botando lo que le restaba del cigarro y pisándolo con fuerza con el tacón.

Al levantar la mirada del suelo, se encontró con un mercado de tienditas de metal y letreros multicolores. Era la nueva galería Bacatá & Asociados, una galería extranjera que había llegado hacía poco a la ciudad, personificándose del antiguo nombre de la metrópolis y dándole así un tinte local. Se había ganado una considerable fama en tan solo unas semanas y era el centro de la compraventa de androides, por lo que se había convertido en el objetivo de la mujer del gabán.

De inmediato un letrero se proyectó desde el suelo y le iluminó el rostro, haciendo que la mujer se molestara. Solo era publicidad. El suelo magnético de la galería había sido consciente del cigarrillo que había botado y ahora le ofrecía una cajetilla nueva, a un descuento desorbitante.

—Llévelo ahora. ¡Ahora, ahora! —decía el holograma, mientras que una cajetilla de Monroe era dibujada a base de luz desde cuatro proyectores diminutos, en el suelo.

—No llevaré esa porquería. —soltó la mujer, más para sí que para el anuncio.

El holograma tardó en procesar sus palabras, pero volvió a mostrar una nueva imagen. Esta vez eran unos Monroe sabor a limón.

—También ofrecemos Monroe con saborizante a limón. Deja una sensación refrescante en la boca. ¡Llévelo ahora!

La mujer del gabán dio un manotazo al holograma, chasqueando la lengua, y la pantalla de luz se desvaneció en medio de una intermitencia. Luego observó a su al rededor y se fijó que no era a la única a la que la acosaba la publicidad inteligente de la galería. Cada que vez que una nueva persona pisaba la zona de compras, una serie de hologramas se proyectaban de inmediato. El café de una señora de bufanda, las gafas de un hombre cuarentón de barba entrecana, el bolso de una niña y su grupo de amigas.

—¡Llévelo ahora! — gritaban todos los hologramas al unísono. —¡Ahora, ahora!

“Malditos inventos absurdos” pensó la mujer. "Así menos compraré esas porquerías"

Avanzó, enfurruñada, y no permitió que ningún otro objeto se cayera al suelo. No soportaría ver una vez más un holograma de publicidad frente a su cara.

La galería estaba repleta de personas. Debía de ser un día especial, aunque no lo había tomado en cuenta. Por lo que pudo ver, a partir de los hologramas que se proyectaban frente a otras personas, la tendencia de las mucamas mecánicas había pasado de moda. Ahora, los guardaespaldas y los obreros de metal proliferaban más que nunca. Hombres y mujeres de elegantes vestimentas pasaban su tarjeta de crédito para llevarse algunos. Los androides, de miradas indescifrables, caminaban junto a sus nuevos amos, dispuestos a complacerlos según sus funciones.

—¡Muñecas rojas con el 69% de descuento! —Habló uno de los hologramas, que se apareció frente a un hombre alto.

Este ignoró la oferta, con la mano en la entrepierna, y pasó por encima del holograma, dejando una estela de intermitencia de luz tras de sí. Se dirigía a la zona escarlata, donde podría encontrar todo tipo de fantasías sexuales con hombres y mujeres de metal. La galería debía de haberlo reconocido de una de sus compras anteriores.

“Un pervertido más" pensó la mujer del gabán.

Pero, de forma inconsciente, se interesó en el anuncio. Se volvió hacia su izquierda, donde señalaba el holograma, y observó lo que el anuncio informaba. En una gran caja de metal amarilla, con un cristal como vitrina, se podía ver a una androide de pie. Se trataba de un modelo anticuado, de una antigua generación. Eso explicaba por qué la ofertaban a un porcentaje tan alto.

De inmediato la mujer supo que había encontrado lo que buscaba. Se devolvió hacia el lugar donde había pasado el otro hombre, esperó unos segundos y el holograma volvió a aparecer. Se registró en el teclado que tenía este ilustrado en una de sus esquinas. Así, sacó su tarjeta de crédito y el holograma la identificó, descontando de su cuenta bancaria más de medio millón de monedas digitales. Al instante, la caja amarilla liberó a la muñeca roja, soltando un gas contenido en la caja y levantando el cristal que separaba a la androide del resto del mundo.

Un nuevo holograma se presentó frente a la mujer del gabán, antes de que pudiera acercarse a la androide. Ponía "¿Cuál será mi nombre?" en letras grandes y rojas. La mujer trató de ignorar la pantalla de luz, pero esta se resistió y no dejó de mostrar las letras. Se rindió y tecleó el primer nombre que se le vino a la mente: Sara.

Sara, que cambió su sonrisa de comercial por una mirada de curiosidad, asintió de inmediato con la cabeza, saliendo de la caja. Observó a todas partes. Los rostros, las luces, el suelo y el cielo. Era como ver a una recién nacida observar al nuevo mundo que la rodeaba.

—Gracias por comprarme. —Respondió Sara a manera de saludo, con una nueva sonrisa. —Prometo ser indispensable en sus necesidades sexuales.

La mujer dl gabán no dijo nada y bajó la mirada, seria. Luego la agarró de la mano y la condujo hacia un callejón oscuro, fuera de la vista de los transeúntes. Todos estaban demasiado ocupados con sus nuevos productos y no hicieron caso alguno.

—¿Desea hacer uso de mí en este momento? —Preguntó Sara, de una forma mecánica que desconcertó a la mujer.

—¿Qué? —Dijo esta, casi ofendida.

—El comportamiento normal del coito humano se realiza en áreas de bajo alcance luminoso. Pensé que deseaba aprovechar mis utilidades.

—No va a haber coito, Sara. —Dijo la mujer, extrañada. —Te libero. No obedecerás más a ordenes humanas. No permitirás que nadie te diga qué hacer sin tu consentimiento. Tu software está diseñado para que pienses y sientas como lo haría una humana, entonces la ley debería protegerte al igual que a una.

Sara, que no había apartado la mirada de los ojos de su compradora, se quedó en silencio.

—¿Entiendes lo que digo? —Preguntó la mujer.

—Sí. Pero, de acuerdo al decreto 0876 del año 2097, un androide no se considera un ser viviente, por lo tanto, no tiene cabida dentro de la legislación estatal.

—Eso es lo que te han enseñado, Sara. ¡Todo lo que te han dicho ellos es una mentira! —Susurró la mujer, señalando hacia los transeúntes que observaban el mercado de androides, se tomaban fotos con ellos, y seguían pasando sus tarjetas de crédito por los hologramas de descuento.

—Solo soy un objeto, ama. Aquí solo se viene a comprar, no a liberar ni a establecer conversaciones fuera de mis funciones primigenias. Los amos de allá lo entienden. Úseme, dáñeme y reempláceme por otra muñeca roja. Mi empresa se lo agradecerá, yo se lo agradeceré.

—No hay reemplazo para una mujer que ha sido fabricada a imagen y semejanza de las humanas. La única diferencia radica en que tú eres de metal. No te usaré, no te dañaré, no te voy a reemplazar nunca. Tú harás lo que te plazca con tu cuerpo, tu mente y tu vida. ¡Eres una mujer libre!

Sara cambió de expresión, una que la mujer no pudo interpretar. Parecía confundida, pero a la vez enojada y asustada. La abstracción de su liberación no parecía tener cabida dentro de su entramado de cables.

—¿Por qué se refiere a “ellos”? Usted, ama, hace parte de la raza humana y, por lo tanto, con el “ellos” estaría incluyéndose también.

—¿Ves lo que estás diciendo? —Preguntó la mujer, con una sonrisa en el rostro. —¡Piensas, Sara! Estás pensando. Te diseñaron para hacer meras funciones sexuales, pero eres capaz de racionalizar pensamientos fuera de sensaciones corporales y comportamientos complacientes. Serás de metal, pero acabas de decir algo que podría pensar cualquier mujer humana.

—Está usted en lo cierto, ama.

—¡Pero claro que lo estoy!

—No debí pensar ni hablar de esa manera. Discúlpeme, no sucederá una segunda vez.

La mujer negó con la cabeza, borrando su sonrisa, y agarró a Sara de los hombros con un poco de fuerza.

—No, no, no. Tienes que entender que no debes obedecerme en nada. Eres libre de hacer lo que te plazca. Si quieres pensar, hazlo. Si quieres hablar, habla cuantas veces se te ocurra hacerlo. Es más, si no te gusta el nombre que te he asignado, puedes cambiarlo por el que te guste. Ahora todo se trata de ti, no de mí ni de ningún otro hombre o mujer.

Sara quedó perpleja. Sus ojos oscuros pasaron del rostro de su ama al mercado a su espalda, a las luces y los anuncios con ofertas. Tras unos segundos de silencio sepulcral, tomó la cabeza de la mujer con una mano y la estrelló con fuerza contra la pared del callejón, reventando los ladrillos de la pared. La mujer no se inmutó, y le gritó a Sara que se detuviera.

La androide, asustada, corrió unos metros, buscando ayuda. Sus ojos se movían de rostro en rostro, tratando de identificar al policía más cercano. Pasó por encima de un holograma y, cegada por el brillo de la pantalla de luz, cayó al suelo. Algunos compradores se volvieron a mirarla. Su cabello corto y oscuro, así como su minifalda y top de cuero escarlata, la caracterizaban como una muñeca roja. Una madre, entonces, le tapó los ojos a su hijo y exclamó algo que Sara no alcanzó a escuchar.

—Vámonos, Sara. —Dijo su ama, quien rápidamente había aparecido a su espalda y la ayudaba a ponerse de pie. —Hay mucho de qué hablar fuera de aquí.

—Tengo la obligación de denunciarla. —Espetó Sara, desde el suelo y liberándose de las manos de su ama. — Según la ley, ningún humano puede liberar a un androide. ¡Las máquinas no podemos actuar como humanos! Estaría en peligro el equilibrio social.

—Y, sin embargo, estás actuando como una humana. —Susurró la mujer del gabán.

Dos policías aparecieron de la nada y las separaron con brusquedad. Luego, preguntaron qué había ocurrido.

—Me quería liberar. —Acusó Sara, señalando a su ama con un dedo inquisitorio. Se puso de pie con gracilidad.

Varios transeúntes tomaron sus móviles al escuchar la discusión y los activaron para poder grabar el suceso. Mientras tanto, uno de los policías agarró a la mujer del gabán por la espalda y la inmovilizó al instante.

—¡Sí es posible la libertad, Sara! —Exclamó la mujer del gabán, tanto para la androide como para su nuevo público. Estaba harta, y le quedaba poco tiempo— Eres una réplica exacta de una mujer y aun así te tratan como si fueras basura. ¿No te das cuenta?

Sara se quedó en silencio, observándola sin expresión alguna.

—¡Suficiente! —Dijo el policía que había tomado a la mujer por los brazos, retorciéndole sus extremidades en un movimiento doloroso.

—Es posible, Sara. —Repitió la mujer del gabán, al parecer sin sentir la llave que le propinaba el policía.

De pronto, los brazos de la mujer del gabán se doblaron de una forma antinatural y de lo que antes era una mano humana surgió un rifle de asalto ribeteado en metal. El primer policía, que la mantenía apresada, cayó al suelo con una bala en la garganta. El otro uniformado cayó segundos más tarde, con un agujero sangrante en vez de su ojo derecho.

Los videos de los móviles pasaron a ser gritos con imágenes en movimiento a medida que los transeúntes huían del lugar. La mujer del gabán, entretanto, negó con la cabeza, decepcionada.

—¿Crees que una máquina haría eso? —Preguntó ella, indicando con un dedo una de las mejillas de Sara.

Esta se percató que una lágrima se escurría con lentitud por su rostro. En su interior sentía un ardor tremendo, un ardor que tampoco estaba configurado en su software. Era rabia, desconcierto...vergüenza.

—No eres un objeto, Sara, pero veo que has aprendido a amar tus cadenas.

La mujer del gabán corrió hacia el callejón oscuro y se ocultó bajo las sombras de la noche, mientras que un grupo de policías se acercaba, pistola en mano, y trataban de darle caza. Ella ya tenía las cadenas rotas.


Cuento escrito en el 2018. Última versión: septiembre 2022

6. Mai 2020 23:51 21 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Das Ende

Über den Autor

Juan Pablo Arcos Herazo Me gustan las historias tristes, sobre todo las que están bien contadas, pero también me apasionan los relatos trágicos y las novelas de fantasía épica al estilo cruel y oscuro del maestro Martin. Mi sueño es convertirme en un novelista de novela negra y de novela fantástica. El reconocimiento va luego de sentirme completo, lo que sucederá cuando tenga mi primera obra literaria terminada en mis manos. Léeme y deja un comentario. Los aprecio más que cualquier otra cosa.

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Andy P French Andy P French
He amado este relato con loca pasión!!! ❤️❤️❤️❤️
October 26, 2020, 05:48

Angélica Plaza Angélica Plaza
Muy buena historia ❤️
August 08, 2020, 05:17

Yaritza Moreno Yaritza Moreno
Increíble, amé tu relato 💖
August 07, 2020, 20:42

MS María Paula Sierra
Me ha gustado mucho, mantienes la expectativa como siempre. Te da para un relato entero o una segunda parte. No leo mucho Ciencia ficción, pero el ambiente futurista se me hizo muy vívido
August 07, 2020, 03:26

Awen Ross Awen Ross
Me ha encantado, Juan. Una narración fluyente y una lectura fácil. Sí he de decir que me hubiese gustado leer la continuación, me ha parecido un final abierto, lo cual no es necesariamente malo. Felicidades y sigue así.
August 06, 2020, 18:04

J. F. S. Cortés J. F. S. Cortés
La verdad, me parece magistral la obra. Relato corto pero bien escrito.
August 05, 2020, 01:36

Fg Fabian gomez
Sin duda es el inicio de algo bueno, siento que le hace falta mas tiempo, amerita un poco mas de detalle, asi como esta parece el capitulo de un libro y no un cuento. tiene potencial.
August 04, 2020, 21:41

Jose Manuel Sánchez Herrera Jose Manuel Sánchez Herrera
Estaría genial una continuación de este relato, lo leería sin duda. Todo un placer.
August 04, 2020, 15:41

  • Juan Pablo Arcos Herazo Juan Pablo Arcos Herazo
    Hola, José! Muchas gracias. El relato por el momento no tiene continuación, pero quisiera un tiempo después tomar a Sara como protagonista de una novela. Gracias por leer! Te invito a echarle un ojo a mis otros relatos :) August 04, 2020, 17:48
Mònica Benet Mònica Benet
Una historia muy buena. ¿Es un corto? ¿O habrá continuación? Da tanto para una cosa como la otra. :)
August 04, 2020, 13:03

  • Juan Pablo Arcos Herazo Juan Pablo Arcos Herazo
    Hola, Mónica! Es un cuento. La verdad quería que fuera inspiración para más tarde hacer una novela sobre Sara, pero por le momento se queda como cuento. Muchas gracias por leer! August 04, 2020, 17:47
Uxío Fervenza Uxío Fervenza
Tratándose de Ciencia Ficción, hecho de menos algunos detalles más descriptivos, aunque la idea es sin duda muy original.
August 04, 2020, 11:01

  • Juan Pablo Arcos Herazo Juan Pablo Arcos Herazo
    Muchísimas gracias por tus comentarios! Te invito a leer otro de mis relatos :) August 04, 2020, 17:46
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