yuliana-chiple Yuliana Chiple

Una historia corta que nos narra una escena protagonizada por dos hermanos. Que se entregan a sus oscuros deseos.


Erotik Nur für über 18-Jährige.

#incesto #amor #drama #historiacorta
Kurzgeschichte
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Intrusa.

La casa no era muy grande, sí tenían un segundo piso, pero allá arriba solo estaba el cuarto del bebé y una recamara de huéspedes muy pequeña. Abajo encontramos una habitación matrimonial, a lado está la cocina y el comedor juntos y por último la sala de estar. Sin contar el estrecho cuarto de lavado y el único baño; alrededor de la casa de madera se extiende un amplio patio, con pasto verde bien cuidado y un lindo y bonito jardín digno de presumir.

A Gloria le gustaba la casa de su hermano, él había puesto mucho empeño en conseguirla y no se diga dinero, se gastó todos sus ahorros en cada mueble y cada parte de esa pequeña casa.

No hay que tomar muy en cuenta esa parte del relato, a nadie le importa cuánto gastó Diego en ella, es en serio, a su mujer le da lo mismo, su bebé todavía no es consciente del significado que este tiene. Solo a él le importa, a nadie más. Y esa es una de las razones por las que se siente tan miserable, pero no la principal.

Pasan de las diez de la noche, hace frío afuera a causa del invierno. Las fiestas navideñas se acercan, por eso todos tienen lindos adornos colgando de sus techos y luces resplandecientes decorando cada parte de su casa.

El estrecho hogar de Diego hoy se siente particularmente grande y vacío. Las demás habitaciones están oscuras con excepción de la cocina, ahí está él sentado en su comedor con una taza de chocolate caliente entre sus manos. Observa fijamente la taza sin ningún interés particular en beber.

El eco de unos pasos bajando las escaleras lo hacen alzar la vista. Su hermana Gloria entra a la cocina.

—Ya se ha quedado dormida. Recuerda que su biberón le toca dentro de otras tres horas —se sentó en una silla frente a él— En el caso de que Lucia vuelva...

—Ella no regresara hoy. Acabábamos de tener una discusión antes de que te llamara. La niña no dejaba de llorar por eso lo hice, lo lamento. —Esa expresión de dolor que vio en su rostro la lleno de preocupación.

—Yo no tengo ningún problema con cuidar a la bebé y lo sabes. Pero ¿qué ha pasado con ustedes?

Diego contuvo las lágrimas que amenazaban con salir. Se pasó las manos por el rostro con cansancio.

—Lo mismo de siempre, que la he encontrado con otro hombre. Lo peor es que... Lo ha traído a la casa. A nuestro hogar en donde criamos a nuestra hija. Estoy muy cansado de esta mierda Gloria, ya... ya no puedo.

—Esta es la tercera vez que pasa ¿verdad?

Asintió.

—No voy a perdonarla. Ya me cansé de ella y de sus mentiras.

Gloria sonrió.

—Eso dijiste las otras veces.

Intento tranquilizarlo, darle ánimos y tratar de mostrarle que lo importante era su bebé y nadie más. Después de que se deshago, que lloró igual a un niño pequeño, Diego decidió que era mejor irse a la cama, ya era tarde y le tocaba a él ocuparse de la bebé en la madrugada.

—Iré a tomar una ducha primero —se levantó y camino hacía el pasillo.

Ese caminar desganado le hizo un poco de gracia a su hermana, quien se quedó sentada en el mismo lugar.

Gloria no pudo llegar a decirle a Diego que ella también estaba harta de su mujer, que odiaba que hubiese escogido a esa zorra desconsiderada como esposa. Una mujer a la que ni siquiera le importaba su hija. La pequeña Karen era una criatura inocente y ajena a la horrible persona que era su madre y lo peor es que ella sabía que su hermano sospechaba que no era el verdadero padre de la niña. Desde la primera infidelidad las relaciones íntimas entre ellos habían cesado drásticamente. Diego le habló de las veces que intento hacerlo, pero sentía tanto asco y odio que no podía tener una erección.

Detestaba a esa mujer, odiaba aún más que siguieran juntos, que él no tramitara los papeles del divorcio, se quedara con la niña y se alejara de esa espantosa persona. Su hermano era muy cobarde para hacerlo, a veces este tipo de cosas le pasan a la gente buena. Siempre existe alguien que se aprovecha de ellas.

Lucia jamás se ocupa de su hija, era Gloria quien venía hacerla de niñera todos los días. Diego insistió en pagarle, solo que ella desistió de aceptar tal cosa, era su sobrina y estaba encantada de encargarse de la bebé.

Se giró en dirección al pasillo, en total penumbras se vislumbraba claramente la luz que provenía del baño. Ella sabía que su hermano la necesitaba más que nunca, necesitaba alguien en quien apoyarse y un lugar seguro al que acudir.

Desde el abandono que sufrieron por parte de su padre, ella siempre se encargó de cuidar de Diego, siendo él un alma frágil, torpe y cobarde. Siempre necesitó que lo reconfortara.

Gloria se levantó y camino en dirección a la puerta. Permaneció unos segundos parada frente a ella, con la frente recargada en la madera solo escuchando el sonido de la regadera.

Intento abrir la puerta, no muy segura de que está estuviese sin el pestillo puesto, para su suerte no lo tenía.

Lo primero que sintió fue el calor, seguido del vapor proveniente de la regadera. Su hermano había optado por usarla en lugar de la tina, ella lo agradeció.

Por la abertura que estaba entre la cortina de baño y la pared, Gloria pudo ver con claridad el cuerpo desnudo de Diego. Su amplia espalda, la cintura, sus nalgas y unas larga piernas con muslos anchos.

Con la mirada fija en su cuerpo, se fue deshaciendo de cada una de sus prendas sin llevar prisa, cuando quedo por completo desnuda se acercó, hizo a un lado la cortina y entro dentro de la tina junto a él. Diego estaba enjuagándose el shampoo del cabello, un segundo después sintió al intruso. El cuerpo masculino no se exaltó. Sabía de quien se trataba, reconocía a la dueña de esas manos que ahora le recorrían el pecho, hasta terminar en un tibio abrazo, incluso el rose desnudo de sus senos contra la espalda mojada le pareció muy familiar.

Porque no era la primera vez que sucedía.

—¿Recuerdas aquella piyamada que tuvimos en casa de la tía María? Tú y yo nos escondimos en un armario, tenías 14 y yo 12. Ahí te conté que unas chicas se reían de mi porque aún no me crecían los senos, recuerdo haber llorado —se rio— Era algo muy estúpido, pero lo tomaste con mucha seriedad y me consolaste. En ese momento tome la decisión de protegerte, de quien fuera y de la manera que fuera.

—Volvimos a ese armario dos años después.

Las manos de Diego se amoldaron a la perfección sobre sus caderas, igual a que si hubieran sido hechas a la misma medida de las curvas de su hermana.

—Ahí sucedió la primera vez, fue en una fiesta de navidad. Bebiste a escondidas de mamá y tuve yo que encargarme de ti.

—Nos besamos dentro de ese armario —le acarició los labios con el pulgar— Y sucedió una segunda y una tercera vez y después prometimos no volver a hacer esto. ¿Lo recuerdas Gloria?

El agua no le dejaba ver si él de verdad estaba llorando o solo se trataba de la regadera, fue su mirada agonizante la que le advirtió que si lo estaba haciendo. Aparto con delicadeza el cabello de su bello rostro, le beso el pecho y luego el hombro derecho, dejando descansar la cabeza sobre su cuerpo, quería escuchar el latido de su corazón.

— ¿Cómo me pides que me quede sin hacer nada cuando te lastiman de esta manera?

Intento besarlo en los labios, cosa que no sucedió porque él se hizo a un lado. Se dio la vuelta para poder cerrar la llave, el sonido del agua lo estaba sacando de quicio.

—Te amo.

—Lo sé.

—No mereces nada de esto.

—Lo sé.

—Ella nunca fue lo suficientemente buena, nadie es lo suficientemente buena para ti.

La mirada que le dio al volverse en su dirección le inquieto.

—¿Y cuál es tu consejo entonces? ¿Qué me quede solo?

—Puedes quedarte conmigo. Antes eras mío aun puedes volver a serlo.

—Gloria...

Ella no quería escucharlo, se acercó de nuevo pero esta vez con la intención de lograr su cometido. Le acarició el cuerpo, lo lleno de besos, lentos, rápidos, húmedos, eróticos. Diego no la detuvo, a pesar de eso tampoco llego a tocarla que era precisamente lo que ella quería. Necesitada, más que desesperada encamino sus manos hasta su cintura, bajando lento por su pelvis hasta que ambas manos le sujetaron directamente el miembro semi erecto.

Alzando la mirada para encontrarse con sus ojos.

Con verle la cara supo que había ganado.

La escena cambio, Diego se volvió aquel hombre con el que ella estuvo alguna vez, la puso contra la pared así sin ninguna delicadeza, le mordió, le beso y lamio. Todo tan deprisa y sin cariño que la piel le dolía. La sensación de las baldosas frías sobre su piel húmeda, la hicieron sentir viva de nuevo, él la hacía sentir que seguir respirando valía la pena solo para revivir de nuevo este momento. Lo sintió entrar, la penetró sin preparación anticipatoria, el sentirlo dentro le causo dolor.

Gimió.

—Es esto lo que buscabas ¿no es así?

Esa era su verdadera naturaleza, posesiva y demandante. Entraba y salía, con envestidas fuertes y potentes sin caricia alguna. Sintió su lengua en la base de su nuca, seguida de una fuerte mordida. Todo el odio y el enojo que su actual situación le producía, la descargo esa noche cogiéndose a su hermana menor, como aquellas noches de su adolescencia.

Esa era la verdadera naturaleza de Diego. Devoradora y para nada delicada, solo Gloria conocía ese lado suyo, solo ella podía sacar ese lado suyo, nadie más podía llevarla al cielo con tanto dolor y haciéndole tanto daño.

Nadie.

6. Mai 2020 23:13 2 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Das Ende

Über den Autor

Yuliana Chiple Mi computadora y yo, solos la mayor parte del tiempo

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Leonardo Nin Leonardo Nin
Es una historia de desahogo, pero es una buena historia y narrada desde un punto de vista sencilla y simple.
May 08, 2020, 02:50
CB Carmen Bastidas
NO QUEDES EN LA COMPUTADORA SOLAMENTE, AFUERA HAY VIDA Y VÍVELA.
May 07, 2020, 17:44
~