___talos___ Ismael Fernández

Cada noche, en la cima de la montaña de Yulusef a las afueras de Lagasbrant, brilla una extraña luz que previene del interior del mausoleo que habita allí desde hace siglos, iluminando la oscuridad del crepúsculo. Muchas son las historias que se narran sobre demonios y espectros que habitan el sitio, pero solo son rumores, pues nadie ha podido visitar aquel lugar a la caída del sol y volver al pueblo para contar lo que sucede realmente en su interior, nadie... Hasta que una persona lo consiguió.


Horror Gothic horror Alles öffentlich.

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“El mausoleo”


Muchas son las historias que se cuentan sobre el extraño mausoleo que desde hace siglos se posa tenebrosamente sobre la montaña de Yulusef, a las afueras del poblado de Lagasbrant.

El mausoleo se puede ver perfectamente desde este pueblo, y en las oscuras noches siempre se observa una pequeña luz provenir desde su interior, mas no se trata de ningún servicio encargado del cuidado de su interior, pues el lugar lleva inhabitado durante tantos decalustros que la misma montaña perdió la cuenta. Los pueblerinos piensan que aquel mausoleo, levantado en su día para honrar la memoria del primer alcalde, Solomon Theodor, es ahora un espacio de culto a los horrores más despiadados y crueles que pueden existir en el infierno y por ello nunca se acercan a sus proximidades ni tampoco escalan la montaña, ya que prevenir cualquier contacto con aquel accidente geográfico es lo más sensato para ellos...

Aunque pobres desventurados aquellos que, en algún arrebato de osadía y necedad, se acercaron a aquel mausoleo de mala muerte durante las noches frías y oscuras, pues existe el rumor de que un grupo de jóvenes trató de obtener respuestas sobre lo que se cernía en aquella cima, y ahora son ermitaños que habitan la montaña y predican el culto de demonios y fantasmas dentro del mausoleo. Solo hubo el testigo de una persona que vio lo que allí dentro sucedía y volvió en vida al pueblo, el caballero Hernán Deferr, soldado del ejército del rey Plevio que, tras una batalla ensangrentada en las fronteras del reino, perdió gran parte de la movilidad en su mano izquierda, factor que le hizo abandonar su carrera militar prematuramente y mudarse a casa de sus padres en Lagasbrant para hacer la vida de granjero. Él fue el único que, luego de invadir en la oscura y solitaria noche el mausoleo, regresó a la villa… Pero jamás habló de ello, de hecho, nunca más habló desde su regreso del mausoleo y las gentes afirmaron que, tal fue el trauma que le invadió, que se negó a hablar para preservar en los pueblerinos su sana conciencia de los horrores que había visto. No duró mucho la estancia del caballero en el pueblo, puesto que al mes de retornar marchó solitario en dirección a los temidos pantanos de Girbol, y en una carta en el buzón de su casa anotó lo siguiente: “Querido pueblo de Lagasbrant, temo anunciar mi marcha hacia nuevos destinos debido a mi afán insaciable de alejarme de aquella maldita montaña que, hará un mes, visité al anochecer en busca de respuestas a todas las dudas que el pueblo exigía saber, pero nadie se atrevía a dar. Mis padres buscarán su comodidad más allá del reino de su alteza, el rey Plevio, y así podrán obtener la paz y tranquilidad que mis constantes pesadillas y paranoias desde mi llegada del mausoleo les había arrebatado. Pido que comprendan nuestra decisión,

y también ruego que nadie suba aquella montaña para inspeccionar la cripta de Solomon Theodor en la oscuridad del crepúsculo, pues nada de lo que se podrá encontrar uno ahí es mundano, ruego por favor que este mensaje se expanda a todos los pueblerinos, su importancia es vital… Muchas gracias”.

Tras aquellas declaraciones, el pueblo jamás volvió a pisar el panteón a la luz de la luna y la sola idea de adentrarse en aquel lugar de día ya espantaba a las personas de coherente razonamiento… El mensaje de Don Hernán había funcionado para ahuyentar las masas de aquella montaña.

Un año después de la decisión de la familia Deferr de marchar de Lagasbrant en busca de la felicidad y el olvido, el pueblo seguía evitando todo contacto con el mausoleo en la cima de la montaña, como buenamente les pidió el caballero Hernán, para así preservar su salud. El pueblo también cercó un vallado para prohibir la entrada a menos de un kilómetro del pico montañoso y la casa de los exiliados se mantuvo sin habitar durante todo ese tiempo, pues ninguna persona mostró el más mínimo interés en buscar vivienda en aquel poblado supersticioso, e incluso los pueblerinos, al cumplirse el año de su desalojo, llevaron diferentes ramos de rosas y girasoles a la entrada del domicilio para honrar a aquella familia afectada por la locura y la demencia.

Mientras tanto, la luz dentro del mausoleo seguía iluminando la cima a la caída del sol cada noche.

Hubieron pasado varios lustros desde entonces, varias miles de lunas y diferentes generaciones, y la tradición de honrar el portal de los Deferr seguía vigente. El pueblo perdió poco más de la mitad de sus habitantes y el censo decayó a la insólita cifra de 500 habitantes, donde antaño se contaron miles. El vallado del monte había sido atacado por la hierba alta, que cubrió y desgastó el oxidado alambre que lo componía, pero lo que se podía ver en el pico, alzándose desde tiempos inmemoriales sobre Lagasbrant, seguía recordándose como si fuese nuevo, ya que parecía envuelto en un hechizo que conseguía que, a pesar del tiempo, aquella instalación no se deteriorara.

El día en que todo el pueblo rendía culto con ofrendas a la familia, aproximadamente 20 años después de lo que se recordó como su exilio voluntario, una carta extraña llegó a la entrada de la casa tras sobresalir el primer rayo de luz sobre la montaña de Yulusef; una carta blanquecina sin sellar con unas grafías de color rojo intenso en el dorso que formulaban la palabra “Alcalde”. La carta no se abrió hasta que el actual alcalde del pueblo, el señor Pulitz, tomó posesión de esta y, mientras los homenajes se llevaban a cabo con normalidad, él se ausentó a su despacho, se sentó en su butaca y abrió el sobre de inexplicable procedencia.

La primera nota estaba firmada por el caballero Hernán Deferr, y todos los caracteres que se observaban sobre el fondo blanco eran de un color rojizo oscuro, semejante a la sangre… Pero solo eran burdos parecidos.

El alcalde, incrédulo, dudó de la veracidad de tal sobre y creyó que era una broma, pero la intriga le pudo, y entonces sacó las diferentes notas que había dentro, revelándose alrededor de media docena de estas. Dispuesto a inspeccionarlas, cogió las gafas del primer cajón de su mesita, encendió la lámpara que iluminaba su estudio, y emprendió la lectura.

21. April 2020 08:34 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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