zegabii Zegabii

George Shepperd es un oficinista mas, trabajando sin pasión en una empresa mediocre. Como muchos perdedores, George fantasea en secreto con ser especial, o que al menos que pase algo que lo rescate de su horrible rutina. Una noche ve algo que no se suponía que debía ver y su deseo es concedido. Pero tal vez George no es especial en la forma que él quería... y tal vez no es buen momento para desarrollar aracnofobia.


Science Fiction Alles öffentlich.

#arañas #381
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I


—Estoy harto de esta mierda.

George terminó su tercera Budlight; Tres cervezas, por tres horas extras diarias, todo por culpa del idiota de Dumbar. De Dumbar y del señor Rowe, su jefe,

—Vamos, Vamos...—Mike apagó el sexto cigarrillo de la noche— ¿no estás exagerando un poco?

—Siempre pasa lo mismo: Roy no hizo esto, Roy no hizo lo otro... O lo hizo, pero lo hizo mal... ¿Por qué Rowe no le pide al gordo que arregle su mierda?

El bar estaba casi vacío, lo cual no es novedad: estamos hablando de lunes, inicio de semana, ¿Quien diablos bebe diez cervezas en lunes? Exacto: Mike y George, quienes para todo efecto eran alcohólicos funcionales.

Este era el bar de Mike, no porque era de su propiedad, sino porque Mike llevaba viniendo religiosamente por más de una década. Es casi seguro que en alguna parte del mundo eso te da algunos derechos sobre el negocio. Por lo visto eso pensaban muchos, porque a pesar de que el lugar tenía su nombre, todos lo llamaban (incluyendo el dueño) El "Bar de Mike".

De hecho, George solo ha escuchado una vez su verdadero nombre y fue la primera vez que Mike lo invitó, la primera vez que George tuvo un ataque de pánico, en su primera auditoría.

“Se llama Piccola Morte, ´Muerte pequeña´ en italiano” Le dijo Mike “Se que no es a lo que se refiere, pero a mi me hace gracia porque es lo que hacemos nosotros en la oficina: morir un poco a la vez, dia con dia”

Desde entonces el bar ha sido su refugio, y lo único que los ha protegido de la locura desde que los dos aceptaron ese empleo sin futuro.

Y ahí están Mike con su década de experiencia encima y George por la mitad de ese tiempo, pero bebiendo casi el doble.

—El buen Dumby siempre ha sido un inútil— dijo Mike— el jefe no le va a pagar tiempo extra para que haga más pendejadas.

El último cliente, otro oficinista igual de demacrado que George, salía ya tambaleante por la puerta . Ahora estaban solos, y eso le daba al bar un tono más deprimente, a pesar del rock genérico que sonaba en el fondo.

—No es como si Dumby quisiera quedarse de todas formas—Murmuró George— siempre ha puesto de pretexto su diabetes para no hacer horas extras.

—Ya deja al gordo en paz, te vas a amargar la noche —Mike le palmeó la espalda— Trata de ver el lado positivo.

— ¿Cómo cuál?

Mike dudó por un segundo, luego pidió otra cerveza para ganar otros cuantos:

—Bueno... el sueldo es bueno y eres el alma de la oficina.

— ¡Basura! —Exclamó George divertido— solo vienen conmigo cuando necesitan algo.

—Ahí está mi punto. No, no, no...—Mike no lo dejó continuar— lo digo en serio ¿recuerdas a Rambo?

—¿El tipo musculoso del rifle mágico de balas infinitas?

—Exacto: el tipo es una máquina de matar, ¡bam! ahí muere un chinito,—Mike le dispara con los dedos—¡bam! ahí va otro...

George se preparó para el acto: Mike ya estaba en su famoso modo "Predicador fraudulento", con el que cautivaba a las secretarias del segundo piso y obtenía préstamos que nunca iba a pagar:

—...Pero el tipo no quiere pelear—Continuó Mike, haciendo de su cigarrillo una metralleta imaginaria— El solo quiere hacer canoas en alguna jungla olvidada de Dios...

—Te sigo.

—…Y no lo van a dejar en paz—Continuó Mike— siempre hay un Roy Dumbar que la caga y Rambo tiene que arreglarlo todo, ¿por qué?

— ¿Porque Rambo es un pendejo igual que yo?

—Porque es el mejor—dijo Mike— y los mejores tienen esa aura que atrae a todos los "señor Rowe" del mundo.

— ¡Alabado sea el señor!

—¡Esa es la actitud! y lo digo en serio, Georgie!. Tú tienes esa aura.

—"San George Shepperd santo patrono de los balances mensuales"

—Exacto.

— ¿Entonces cuál es tu solución?—Cuestionó George— ¿Cargar una metralleta y aceitarme los músculos?

Mike hizo una magistral demostración de pánico fingido: era garantizado que si no hacía reír a George al menos lo ponía de buen humor

— ¡No! solo trata de pensar positivo—dijo al fin— algo que te permita sobrevivir hasta que llegues al Piccola Morte.

—Ayúdame.

Mike se rascó la cabeza:

— Bien —comenzó— ¿Cuántos infelices se tienen que ir a dormir ahora porque mañana tienen que levantarse temprano?

—Ya, ya...

—No, no... Mira a los de los supermercados…

Mike: Modo "predicador" encendido.

—... levantarse solo para ir a un trabajo de mierda, todos los días.

— Mike, el nuestro también es una mierda.

—Pero nosotros no tenemos que fingir. — Repuso Mike— Ellos en cambio tienen que ser felices, mostrando la dentadura a imbéciles que se creen reyes solo porque compran tres dólares en mercancía.

—Ya,ya…

—El viejo Rowe no le importa que seas infeliz y tampoco le importa que lo demuestres

—Mamá, ya entendí.

—Hablando de horarios —Mike tomó su chaqueta— Este galán se tiene que retirar.

— ¿Ya te vas?¿No me estabas predicando con eso de que no entramos temprano?

—…y puedes estar seguro que voy a llegar a las 9:15 como siempre. Tengo una cita.

— ¿Quién es la víctima?

— ¡No te burles Georgie!—bromeó Mike mientras salía por la puerta— ¡Esta puede ser la indicada!

—Entonces yo también me retiro.

—Tú no te vas. Tomarás seis cervezas más, y vomitaras tu amargura junto con esos nachos. Te necesito fresco mañana, es fin de mes y Gladys va a ser un asco toda la semana.

las últimas palabras se apagaron conforme Mike salía del bar: George se quedó solo en la barra del Piccola Morte, confundido. Sabía cómo era Mike, sabía que la orden había sido de broma, pero algo retumbó en su cerebro de la forma equivocada.

—Claro, claro—murmuró.

El bar estaba oficialmente vacío. Una canción infecta el ambiente, una que George no la reconocía; sonaba como de ese tipo de rock que escuchaba la gente cool de antes y ahora lo hacían chupatintas como él, para olvidar por unas horas que eran el eslabón más bajo en la cadena alimenticia de las oficinas.

—¿Qué, Georgie?— dijo Kurt, el cantinero— ¿otra más?

—No, pásame la cuenta. Mañana tengo que trabajar.

—Ya lo sé, sin Mike no es lo mismo.

George pagó la cuenta—Y la de Mike— y salió a la calle. El aire fresco le pareció perfecto, luego de estar tres horas en el aire caliente y viciado del Piccola Morte. George ya sabía el siguiente paso, pedir un taxi para llegar a casa, pero una revelación le cayó del cielo: no necesita el taxi, nunca lo ha necesitado. Una de las razones por las que escogió trabajar en las oficinas de El Producto, es por que le quedaba a diez minutos caminando de la casa: máximo ahorro. Y el Piccola Morte está solo a dos cuadras del trabajo, por lo que tampoco justifica un automóvil.

George se dio cuenta que la razón porque necesita el taxi, es porque siempre termina borracho, y oh, sorpresa: George no lo estaba… del todo.

“Parece que esta noche vamos a hacer las cosas diferentes” se dijo.

“Y tal vez mañana también, y ¿por qué no? para siempre. dejar ese trabajo de mierda, esta ciudad de mierda, su vida de mierda. George es solo un chupatintas más? ¿Qué más da? ¿Cuál es el maravilloso futuro que puede perder?

“El lado positivo de las cosas”…Eso es lo que había mencionado Mike: ver el lado positivo de las cosas… "Entonces este es el momento perfecto" se dijo: "una caminata en la noche, veinte minutos"

“Aquí vamos, George Shepperd: La ciudad no es tan mala y tu departamento está en un buen lugar; claro, desde que llegaste, fresco de la universidad, solo trabajas y trabajas, y no conoces más allá del pequeño ecosistema que llamas tu vida. Ni siquiera conoces la Aguja Espacial, una trampa para turistas más, eso es seguro, pero de todas formas… Además: ¿Ese departamento precioso del que hablas? Solo lo visitas para dormir.“

George caminó tambaleándose por toda la StoneWay North y se desvió por el estacionamiento de una veterinaria, harto de toparse con tanta gente y tantas miradas desaprobatorias, y pronto se encontró solo, en una serie de callejones sucios.

“Entonces, ¿Qué hay del salario, George Shepperd? Hiciste tus investigaciones, estás dentro de la media nacional y ya has tenido dos aumentos tan solo en este año. Por supuesto, aunque todo este dinero extra lo usas para pagarte una terapia alcohólica en el Bar de Mike.”

En retrospectiva, andar medio borracho en calles solitarias era rezar por un asalto con violencia; pero el alcohol era suficiente, al igual que el deseo de cambiar las rutinas... Y George como siempre, había malinterpretado las distancias.

“Que tal esto? mañana renuncias… ya se como suena, pero escucha: realmente necesitas ese dinero? No tienes esposa, ni hijos, no hay responsabilidades… nadie que dependa de ti, nadie a quien tengas que impresionar. Una nueva vida: solo tú, un cuarto vacìo y una cama. ¿Qué hay del trabajo? Al demonio con eso. Cualquiera, el que menores responsabilidades tenga.

George se detuvo en seco, algo andaba mal. Oyó unos gritos y después unos golpeteos sordos contra algo metálico. Viendo el callejón sucio de donde venía el ruido era probable que fueran los contenedores de basura. ¿Un robo a mano armada? George miró el suelo mugriento, al mismo tiempo que el olor a orina vieja tomaba por asalto su nariz: lo más probable.

Los quejidos continuaban acompañados de sonidos cada vez más extraños; y George, estaba ahí parado, todavía con el dilema moral. La mejor opción era seguir con su camino. Sea lo que sea, no es su problema y de todas formas, ¿Qué era lo que iba a hacer? Por otro lado, estaba la ética y hay que decirlo, la curiosidad. Al final, el poco sentido común que le dejaba el alcohol terminó ganando y George decidió ir a ver, con mucha cautela, . “A la menor señal de peligro corres sin mirar atrás” se dijo.

Una cosa horrible, una multitud de patas, un monstruo estaba justo en la esquina del callejón, aferrando a un hombre moribundo entre sus fauces. Una araña gigante (Otra descripción posible) era lo que aferra al hombre con quelíceros y patas, impasible ante los débiles puñetazos que su víctima le daba contra su caparazón rojizo. La aberración le había clavado sus colmillos, gruesos como una pierna humana, a ambos lados del cuello y por lo visto, se habían hundido profundamente en el torso. George se había escondido detrás de un basurero, sin saber si esa araña monstruosa era real o era el producto del alcohol.

Los colmillos se movieron y el pobre diablo vomitó su propia sangre; pero he aquí algo extraño: George no solo escuchó el gorgoteo, ese "urgrh" que conocía solo por las películas de terror; también lo sintió en su mente... la desesperación de la muerte, el sadismo de la criatura asesina; y lo más terrible: las sensaciones se volvieron como voces en su cerebro:

"No... no te resistas. Todo acabará pronto..." la voz era brutal e inhumana.

"Ah...ayuda...me" dijo la otra voz grave que se terminó como un gemido, solo aire expulsado de los pulmones que ya no eran palabras inteligibles.

Un estallido de sorpresa, ira y violencia sacudió a George: supo al instante que esas no eran sus emociones y también supo que lo habían descubierto. El cuello del tipo se rompió en un chasquido bajo la contracción furiosa de las fauces, y en un instante George se encontró a sí mismo corriendo por su vida.

"¿Dónde estás?" "¿dónde estás?"

George se escabulló por entre las casas y se topó de frente con un callejón sin salida; sin más alternativa, entró al patio desierto de una casa abandonada. Ahí encontró un auto cubierto por una manta y se abalanzó debajo.

"¿Está por aquí?" “Si… estoy seguro”

más voces se unieron al persecutor.

Aterrado, George hizo un intento por arrastrarse más al centro del auto, todo sin hacer ruido. Estaba seguro que esas cosas no tendrían problema en girar un auto ruedas arriba, pero era todo lo que tenía.

"si, él nos vio" "él lo vio todo"

El escondite de George era bastante bueno, todo su cuerpo estaba cubierto pero no podía moverse y mucho menos ver a los monstruos. Solo le quedaba el sonido: Ruidos, de varias direcciones, un distintivo "clak, clak, clak" como uñas golpeteando el vidrio. Y están las voces, las oía George claramente, pero directo en su cerebro; diferentes, al menos tres de ellas, a veces cerca y a veces lejos; ¿Qué le está pasando?

"Tenemos que encontrarlo"

"¿Pueden olerlo?"

"Sí, sí podemos. ¡Busquen! ¡busquen!"

George encontró un trapo asqueroso y lo frotó contra su pecho y cuello; luego se acercó al chasis del auto hasta embarrarse la cara con grasa vieja.

"Lo huelen"

"No"

"No, debe estar en otra casa"

"Sigan buscando… ¡No podemos dejarlo ir con vida!"

Las voces se fueron desvaneciendo, el ruido de la ciudad volvió a resurgir, como alguien que le sube al volumen de la televisión de pronto, pero George no se atrevió a salir de su escondrijo hasta varios minutos después. Solo entonces se arrastró fuera y volvió sus pasos con cautela. No quería toparse otra vez con esas cosas, pero no tenía alternativa. George corrió sin mirar atrás, pasando por callejuelas y pasillos que jamás había conocido: estaba perdido. era oficial. Su única opción era regresar a un punto conocido y partir de ahí, todo esperando que las arañas no lo encontraran.

George dio un salto cuando las voces volvieron de nuevo. No, no estaban cerca: eran casi un susurro distante y cuando las vio matando al tipo, era como si la voz estuviera en su cabeza. George continuó su camino, usando las voces como un sistema de radar: si las voces eran fuertes, entonces cambiaba de callejuela, o doblaba en un edificio en dirección contraria hasta que se apagaba, luego continuaba su camino; George no supo que tantas manzanas duró este juego siniestro, pero para él duró una eternidad.

Al final pudo salir hasta la InterLake Avenue después de agazaparse en cada auto y cada bote de basura que encontró; de ahí trató de caminar con naturalidad, con toda la naturalidad que alguien que acababa de ver lo que vio.

Ahora había gente en la calle y todos se le quedaban mirando. Debía parecer un loco, claro: la ropa estaba arruinada con aceite y grasa automotriz, el pelo enmarañado y los ojos de un paranoico. Pero ahora no le importa: puede que en otra ocasión lo hubiera odiado, pero no ahora. Ahora le convenía que todos lo miraran; quería pensar que esas cosas jamás le atacaron en público, que entre más ojos tuviera encima más seguro estaba, no sabía si era verdad, pero tenía que intentarlo.

Al final llegó solo, cansado más de la mente que del cuerpo, pero aun así, en cuando abrió la puerta, nuevamente sacó energía de la nada para correr hacia el closet de su recamara. En cuanto abrió la puerta, sacó la pistola que tenía abandonada entre las cajas de zapatos y no se separó de ella por el resto de la noche.


8. März 2020 23:27 1 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Cris Torrez Cris Torrez
interesante veamos como sigue así !!!
July 31, 2020, 01:28
~

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