La tensión estaba matándolos. Su perseguidor les estaba pisando los talones sin que ellos siquiera estuvieran alertados de su letal cercanía. Antes de que alguno de los dos se diera cuenta, el depredador atrapó a su primera presa: el joven Harry.
Con velocidad del rayo, el cazador apresó al tobillo del joven adolescente con una cuerda de polímero ultra delgada. Tiró de la misma y cortó así, sin complicación alguna, el pie izquierdo de su víctima, haciendo que cayera al suelo con un fuerte golpe en la cabeza contra un tronco caído.
No fue sorpresa el que Harry quedó inconsciente después del golpe, lo que le facilitó el trabajo al cazador, quien inmediatamente ató las manos y piernas del muchacho, para reanudar inmediatamente la cacería.
Harry había caído, pero Matt no paró de correr. Al ver que su amigo había sido atrapado, sucumbió ante el estrés extremo, el suspenso y el miedo. Se detuvo, dio media vuelta y sacó de su funda la pistola que cargaba colgada en su muslo derecho, apuntándola hacia el frente, esperado encañonar así al perseguidor, pero no fue así.
Todo el tiempo, Matt pudo sentir la cercanía del hombre cuando estaba siendo perseguido, pero ahora, por alguna extraña razón, se sentía tranquilo, como sino estuviera siendo seguido por nada ni nadie. Miró en todas direcciones en busca de su depredador, sin encontrar rastro o pista alguna de su paradero. Tras unos segundos de tensión, la presa se calmó y relajó su cuerpo, guardando su pistola de regreso en su funda.
Fue en ese preciso momento que ese sentimiento de alivio se desvaneció por completo, cuando el cazador que le perseguía saltó de la nada para atraparlo como un tigre a su cena, estirando los brazos frente a él con los puños cerrados.
El acechado no sintió nada en ese momento. de hecho, no sintió nada nunca más. Entre los brazos estirados del cazador estaba la cabeza del perseguido, y ahora los puños cerrados del depredador sostenían un fino hilo tensado, casi invisible y goteando sangre, justo detrás del cuello de Matt.
El cazador pudo ver, con inmensa satisfacción en su rostro, cómo la cabeza del hombre caía al suelo junto con el resto del cuerpo, pues había sido cortada con el mismo hilo utilizado para cercenarle el pie al muchacho. Se detuvo frente al cadáver del hombre sin cabeza y recitó un conjunto de frases emblemáticas de los suyos, con unas cuantas de su propia autoría.
“Bien, Matt Hogart, Quedas arrestado por cargos de violación a una menor de doce años. Haremos tu papeleo con la leyenda "Post-Mortem". De tu cómplice, el de allá atrás, me encargaré luego. Él sí irá a la corte. No sé ni por qué estoy hablando con tu cadáver. Ya estás muerto… Bueno, en fin. Ahí te ves. Tu cuerpo ahí se queda. Nos vemos en el infierno, Muertito.”
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