El viento soplaba violentamente, arrastrando las hojas secas y haciendo que al mover los arboles estos daba la ilusión de que tenían vida.
Árboles tan altos que parecían interminables, tocaban el cielo y cubrían a este con sus largas y delgadas ramas, árboles torcidos y tambaleantes que daban una cierta sensación de mareo.
Ya el sol empezaba a esconderse tras el espesor de las hojas.
Una silueta enorme se queda estática en medio de toda esa arboleda, la respiración de esta silueta era pesada y molesta, dos puntos blancos brillaban perdidos en la parte superior de ella, eran sus ojos.
La luna empezaba a posarse lentamente en el bosque, alumbrando de forma tenue a la figura, era un hombre, carente de pelo en la cabeza pero con una frondosa y desaliñada barba, su ropa no era decente, más bien era una ropa andrajosa, sus pantalones parecían demasiado cortos y sus pies andaban descalzos.
Sus ojos buscaban algo en lo oscuro, movía las pupilas de forma frenética, de repente un leve quejido salió de sus labios azulados que al ser azotados por el viento helado habían adquirido tal color.
Tenía unos brazos largos y huesudos, las costillas bien marcadas y la cara cadavérica, sus manos eran grandes, enormes, parecían palas, sus uñas eran largas y desarregladas, también descoloradas por el frío.
Temblaba sin poder parar, intentaba detener el temblor frotando sus brazos, buscando calor, de momentos para el temblor, pero volvía y cada vez más errático, no sabía si temblaba por el frío o por el pavor, temblaba pero no se movía del lugar, las piernas se le habían debilitado y un soplido bastaba para tirarlo al suelo, aún esperaba la llegada de algo que se escondía en la infinita negrura.
Intentaba correr, pero no podía, sus pies estaban inservibles, intentó gritar, pero no pudo, sus labios empezaron a sangrar por el frío y cada palabra que intentaba pronunciar apenas la escuchaba, lagrimas brotaban de sus ojos grises.
Y un susurro con tono rasposo le envolvió el cuerpo, sus dientes castañeteaban de tanto temblor, el susurro le cruzó la espina dorsal y llegó a sus oídos
— Te he visto, los otros afilan los cuchillos y están listos para salir a cazar— Decía el desgarbado susurro.
Esas palabras estremecieron a César de tal manera que cayó al suelo, miró al cielo y las estrellas se había agrupado en un circulo que daba vueltas a una velocidad enorme, los ojos que veían aquel fenómeno no podían comprender lo que pasaba y prefirieron cerrarlos, César en la oscuridad total sollozaba porque El Acusador no tardaría en llegar al retorcido pueblo de Bhatiler para gritar su descubrimiento a los que moraban aquel infierno.
César aterrado por pensar en que eran capaz de hacerle, se levantó torpemente e intentó centrarse, con la mano derecha sostuvo con fuerzas la izquierda para que esta dejase de temblar pero no pudo, intentó apretar los dientes para que dejaran de castañetear, pero no pararon, así que entre espasmos se adentró más en los arboles, forzaba su mirada esperando ver un claro o un valle, pero solo veía puros arboles, sabía que si seguía adentrándose se perdería, pero también tenía en cuenta de que si se quedaba los pobladores de Bhatiler no dudarían en arrastrarlo a la carnicería.
Así que aceptando su destino con llantos empezó a correr sin dirección por el enorme bosque congelado, miraba al cielo y las estrellas lo mareaban, intentó apartar su vista para no caer nuevamente, miró a ambos lados y no veía nada, la oscuridad apenas lo dejaba ver dos o tres pies, su corazón palpitaba cada vez más rápido, el retumbar de este movía a todo su pecho y sus pies descalzos empezaron a sangrar por pisar tanta maleza y ramas puntiagudas.
Gritaba del dolor pero no podía detenerse, una fuerza incomprensible se había apoderado de su cuerpo, la adrenalina lo forzaba a correr, transpiraba con fuerzas, temía a morir de un paro cardíaco, intentó parar, pero sus piernas no le respondían, lo obligaban a huir.
Entre dolor y sangre César hizo su camino, corrió por un largo tiempo y solo pudo parar de correr cuando se golpeó fuertemente su pierna derecha con una rama que sobresalía de un tronco, sonó el crujido de la rama y sonó el crujido de su pierna.
Cuando cayó estalló en gritos, intentó taparse la boca pero sus manos no le respondían, otra vez estaba mirando al cielo, las estrellas lo petrificaron, de repente se calló y se tranquilizó, su pierna rota empezaba a entumecerse y a cambiar a una tonalidad oscura, pero no le importó.
El firmamento era lo ultimo que vería, pensó para consolarse, no quería ver nada más, cuando se sintió preparado cerró los ojos y empezó a experimentar el cambio de un estado a otro, de la vida a la muerte.
Algo olía extraño, un olor a quemado y a carne se habían revuelto, no lo dejaban descansar en paz, escuchó murmullos a la lejanía, chapoteos, risas y música, una música extraña, con tambores, panderetas y güiras, un bullicio que atormentaba, pudo escuchar la voz de El Acusador — ¡Ahí, ahí, mírenlo! — Gritaba
César abrió los ojos rápidamente y aterrorizado vio las antorchas que se acercaban a él, los músicos empezaron a tocar con furor, arruinaban la melodía, transformando la música en ruido, voces agudas se unieron al canto — Ayieh Arhie — Decían.
Hicieron un circulo alrededor de César y las criaturas humanoides que se movían de manera casi aleatoria hacían una especie de baile con rasgos ritualistas, el hedor que emanaba de sus pieles rasposas y pálidas era sinónimo de podredumbre, aquellos seres no eran humanos, aunque lo aparentaban.
César sentía como se lo llevaban por los pies, el dolor de su pierna derecha aumentaba, y sus gritos eran desgarradores, la garganta se le destrozó de tanto gritar, el ruido molestó a los aldeanos tanto que uno de ellos lo miró con odio, la cara de este supuesto hombre era extraña, era un hombre pálido, muy pálido, abrió la boca y sus dientes podridos denotaban degeneración.
Tomó algo del suelo rápidamente y con todas sus fuerzas le lanzó con rabia una roca, arrancándole la conciencia.
La música no paraba y aquellas criaturas bailaban con alegría y clamaban con regocijo ya que tenían con que hacer la cena para aquello que alimentaban en las profundidades húmedas del pozo.
Los seres en caravana podían ver al pueblo de Bathiler desde la lejanía, un pueblo que parecía estar perdido en el tiempo por el aspecto de ruinas, una torre de piedra resaltaba, una luz verde salía de las ventanas sus ventanas, la plaza estaba llena de cuerpos apilados, estos siendo lanzados uno por uno en el pozo enorme que se encontraba en el mismo centro de la plazoleta...
Si quieres saber que ocurre en aquel lugar tan escabroso y retorcido mantente atento para leer...
El pueblo Bathiler y la criatura del pozo.
Pronto.
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