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Juan Aragón


Un misterioso ataúd de piedra llega a las puertas de la gran biblioteca, su extraño y abisal prisionero horroriza a los eruditos que lo investigamos, sin imaginarse el oscuro capítulo que se escribirá en nuestros libros de historia.


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#fantasía #misterio #medieval #magia #ciencia #cienciaficción #biblioteca
Kurzgeschichte
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Notas sobre el pergamino.

Pocos acontecimientos han causado semejante impacto entre los salones de la Gran Biblioteca y aun así está rodeado de tanto misterio como el sujeto al que se le ha llamado “la aparición de Velbendur” entre los eruditos conocedores, yo mismo presencié aquella surreal existencia hace varios años atrás.

En el 385 del nuevo amanecer del mes Arcón, un grupo de caballeros de la orden sanguínea desembarcaron en las costas de nuestra isla con un gran baúl de piedra con cadenas cobrizas que la envolvían completamente en varias vueltas improvisadas. Su capitán se reunió con el gran bibliotecario y el grupo de concejales, para ese entonces yo era jefe de la sección de filosofía aplicada recientemente nombrado, el hombre curtido y de semblante serio nos contó como en un pueblecillo remoto sobre el reino de Masblodau, cercano a las cordilleras meridionales, pidió auxilio a las fuerzas imperiales apostadas en el territorio cuando en medio de una noche, una fuerte explosión tuvo lugar en lo alto de una colina no muy lejana que resonó en todo el poblado. El ganado comenzó a lanzar mugidos desenfrenados y corriendo en círculos sobre sus corrales. Los pueblerinos conocían de la existencia de un laboratorio alquímico ilegal que se había instalado pocos años antes, como no habían causado problemas y representaban un ingreso adicional al pueblo les permitieron continuar en sus tierras aledañas. Desde la colina humeante una espesa neblina de color mucoso se cernió sobre sus casas, enfermando a sus habitantes con altas fiebres y extraños sarpullidos por todo el cuerpo. Cuando un destacamento del ejército partió a revisar los restos del laboratorio se encontraron entre los escombros ante una sombría figura negra, su cuerpo carecía completamente de piel, siendo solo huesos carbonizados que expedían una aura ceniza, al igual que sus extremidades esqueléticas colgantes, todo parecía sostenerse por una fuerza antinatural pues carecía completamente de músculo o tejido que lo permitiera, como sucedería con cualquier ser vivo, y en el lugar donde debería estar colocada la cabeza se postraba un cráneo humano tan oscuro como la brea, que producía una mirada siniestra y agobiante con unas cavidades indispuestas de sus globos oculares.

Los soldados imperiales horrorizados por la pesadillesca aparición, huyeron del lugar despavoridos. Cuando regresaron para reportar el horror del que escaparon, la mayoría cayó víctima de las mismas fiebres que los pueblerinos. Al percatarse de la seriedad de la situación le asignaron al capitán de la orden sanguínea aproximarse al siniestro, y si fuera posible, contenerlo. Esto llamó mi atención pues habitualmente hubiera caído en la responsabilidad de los caballeros de la santa providencia encargarse y eliminar el problema, pronto nos reveló que el alto boticario del reino así lo encargó para poder examinar a la criatura e implícitamente hacer experimentos sobre ella.

Así fue que llevando máscaras preparadas con hierbas medicinales y el ataúd de piedra que arrastraron hasta aquí, llegaron al sitio sombrío. Cuando avistaron al espectro lo sorprendieron por la espalda y con un empuje de su fuerte muro de escudos lo movilizaron al interior del ataúd, cerrándolo con ávida rapidez. Este empezó a lanzar gritos que desconcertaron a sus hombres pues eran de una naturaleza animal que vagamente asemejaba a un desfigurado lamento humano y propinó fuertes golpes a la piedra, pero todo esto solo se prolongó por unos minutos más hasta que el interior quedó colmado con un silencio sepulcral, rápidamente lo envolvieron de gruesas cadenas y candados excesivos para sentirse más seguros.

El capitán comprendió que una criatura de su naturaleza no podía quedar a recaudo de un boticario ambicioso, así que desobedeciendo su pedido, dio un falso informe en el que desmentía que hubiese tal aparición sobre el pueblo de Velbendur, y en cambio, embarcó junto con sus hombres de mayor confianza hacia nosotros para que nos hiciéramos cargo del horrible peso sobre sus hombros.

Fue así que preparamos una habitación segura para confirmar el contenido del pesado confinamiento, con una formación de un maestro trovador, cuatro ministriles equipados con guanteletes armónicos y diez hombres de letras fuertemente armados, quitamos las gruesas cadenas y removimos la pétrea tapa. la figura emergió de su prisión y nos heló la sangre a los investigadores presentes el contemplarlo, era tal o incluso más escalofriante que las descripciones del capitán, con un gran esfuerzo se arrastró hacia el piso y para la sorpresa de todos pronunció la palabra “perdóneme” que siguió repitiendo hasta adoptar una posición fetal en el suelo y calmarse.

Lo mantuvimos bajo observación las siguientes semanas, descubrimos que era perfectamente capaz de comunicarse de manera fluida con nosotros, aún con su evidente carencia de cuerdas vocales y pulmones, por lo que el origen de su voz nos era desconocida e intrigante, también presentaba poseer una inteligencia de nivel humana y la capacidad de resolver problemas de lógica y matemática simples hasta avanzadas. En las entrevistas que le realizamos este se negó a decirnos su nombre, el porqué de su condición necrótica y lo sucedido en aquellas ruinas del laboratorio alquímico ilegal, prefiriendo el nombre que se dio entre los eruditos como la aparición de velbendur. Yo mismo entrevisté al sujeto en contadas ocasiones, respondiendo de manera indiferente y algunas veces pedante a mis cuestionamientos o pedidos.

Llamado comúnmente Velbendur para acortar, se ganó con el paso del tiempo la simpatía de los investigadores con los que interactuaba, ya sea por la mórbida razón de conversar con un esqueleto humano de tan excéntrica composición o por su increíble adaptabilidad y aprendizaje que mostró en sus estudios y pruebas aplicadas.

Los años pasaron y la presencia de Velbendur dejó de ser cosa de la cual temer y se convirtió en una figura habitual de ver, se le dio mayor libertad de transitar por la gran biblioteca y estudiar con los maestros de las diferentes secciones, devorando tediosos libros pesados en cuestión de días y ayudando a resolver complejas ecuaciones matemáticas que estaban estancadas desde hace mucho tiempo, pasó a ser una eminencia entre nuestros pasillos, tanto así que el gran bibliotecario le nombró erudito de primer rango por sus grandes contribuciones al conocimiento, vestido de nuestras togas formales y hábitos, incluso se le podía confundir entre una cátedra impartida como uno de nosotros. Sin embargo un grupo de eruditos siempre se mostró cauto y receloso con la aparición, entre los que me incluyo, pues considerábamos irresponsable darle tanta confianza en nuestra institución y dejarle varar libre sin una estricta supervisión a alguien de su naturaleza del cual sabíamos tan poco acerca. Pero no era cuestión de duda sus magníficas capacidades de deducción y su espíritu científico, él mismo escribió varios modelos teóricos sobre algunos problemas de la Armonía que son la piedra angular de muchos campos de investigación actuales.

Es por ello que nos causó gran conmoción los hechos sucedidos el 29 de Salmos del año 396 cuando un estruendo sacudió los cimientos de la gran biblioteca, derrumbando muchas estanterías y agrietando sus paredes más gruesas que provocaron un gran caos en toda la isla. Un alertado grupo de hombres de letras identificó que la explosión tuvo lugar en los niveles inferiores del sótano, ahí donde era bien sabido que se llevaban a cabo los experimentos más radicales y peligrosos de la institución, aquello que se quería mantener oculto del mundo exterior. Según lo relatado por Althon, un hombre de letras con el que comparto amistad desde hacía tiempo, cuando descendieron hacia el lugar del incidente tuvieron que romper varios candados de pesadas puertas de metal infundidas con rondas de protección arcanas, que no fueron gran reto pues se encontraban gravemente dañadas. Tengo por seguro que si no fuese por esas barreras, todas las instalaciones se hubieran derrumbado junto con nosotros y la más grande colección de saberes humanos, al abrirse paso por los laberintos formados por los escombros llegaron al 17° nivel, del que no quedaba más que una gruesa nube de polvo y cenizas, era tal la oscuridad que sus lámparas no eran suficientes para iluminar la instancia y no podían observar nada más allá de 3 metros de sus ojos. Tuvieron que abandonar y esperar para limpiar la zona de la nube, horas después ya que pudieron ingresar de nuevo encontraron los restos de lo que parecía una enorme maquinaría de metal complejamente construida, del que solo quedaba una carcasa vacía. Se determinó que todo escrito o cadáver era imposible de encontrarse puesto que todo se desintegró instantes después de la explosión, o eso creíamos. Velbendur se encontraba junto con otros maestros en el fatídico experimento y todos lo dimos por muerto, si es que alguna vez estuvo vivo, hasta que unos días después encontramos en una alacena de las cocinas un cadáver reciente entre los sacos de grano. Althon lo identificó como uno de los hombres que lo había acompañado a investigar el incidente, varios tuvimos nuestras sospechas y decidimos buscar en la habitación de Velbendur, que se encontraba completamente desordenada, con los muebles rebuscados y papeles en el suelo, hayamos la mayoría de sus pertenencias, excepto por los diarios y manuscritos que sabíamos el guardaba celosamente y los amuletos y abalorios que se le habían concedido, por lo que especulamos que pudo haber sobrevivido a lo que creíamos era imposible. Después de un minucioso inventariado se descubrió que faltaban varios tomos de la colección prohibida de la gran biblioteca, secciones de necromancia y esoterismo.

No hay datos ni pruebas que nos lleven a pensar que fue el mismo Velbendur aquél que cometió aquellos robos, así como tampoco podemos saber cuáles eran los propósitos de aquellos experimentos pues todos los que lo conocían fallecieron en ese lugar, incluyendo al entonces gran bibliotecario Hermes Juilius y otros de mis colegas, solo podemos escribir y relatar lo sucedido. Que sirva de advertencia para la próxima generación de investigadores, para desconfiar de entes misteriosos que vuelvan a postrarse a nuestros viejos portones.

8. Juni 2019 05:31 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Das Ende

Über den Autor

Juan Aragón Estudiante de Diseño Gráfico en la Universidad Mesoamericana.

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