Un relámpago, en tiempos lúgubres y fríos, golpea abruptamente la copa de un voluminoso árbol sin hojas —único totalmente ileso dentro del bosque Socayo— justo después de cumplirse trece noches desde la victoria de las autoridades de Egénea en la guerra de los cien y un días.
Escondites en cuevas del “Río De Las Profundidades” salvaron y refugiaron a cincuenta integrantes del clan Semolti Croux. Esperanzados en la recreación de la “Calavera De Carnero” y presenciar el nacimiento del nuevo supremo, iniciaron cazas nocturnas alrededor del pueblo Gatayán. La bestia ahora vestiría también piel de humanos, pues no darían tregua, descuartizarían a cualquiera indiferentemente. Marcharían en el sendero oscuro de entremedio del boscaje devastado por demonios egéneos que se transportaron mediante tinieblas; acompañados por la alimaña renacida de las cenizas; usando máscaras de cabezas desolladas de animales y antorchas para acentuar rostros sudorosos colmados de temor pertenecientes a habitantes del pueblo que curioseaban inocentemente por allí, aprovechándolos así, como sacrificio.
Siete crouxianos dibujaron el Yixván —seis triángulos cruzados entre sí al centro del círculo con dos cuernos de ciervo— en tierra frente al árbol fornido: evocaron esperando señales, con sangre de sus manos inserta en las cortezas.
Pueblerinos sobrevivientes, aterrados vislumbran fluctuaciones de colores en el cielo estrellado a través de sus ventanas caseras. De verde acuarela a fucsia y añil, cambiando incesantemente debido a la invocación al Dios de la valentía.
Ahora para ellos sólo el Gérimo, Dios del universo y la luz, podría derrocar al supremo crouxiano nacido recientemente, estableciendo así, confrontaciones celestiales en un muy cercano futuro.
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