aleja_manc Aleja Manc

Abigaíl, es hija de Lucifer. Ella ha crecido en el infierno, resentida con su padre, después de toda una vida de desprecio, tortura y sobre todo el haberle arrebatado lo más hermoso que ella tenía, sus alas. Luego de que este haya escapado a la tierra, ella toma la tarea de capturarlo y asesinarlo como una venganza personal... Sin embargo, en medio de esta aventura, conocerá a un enigmático sujeto de nombre Elijah, quién termina resultando ser un ángel enviado del cielo para realizar la misma tarea que Abigaíl se ha auto asignado. Desarrollándose entre ellos una alianza agridulce debido a los objetivos que comparten.


Fantasy Alles öffentlich.

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Im Fortschritt - Neues Kapitel Jeden Freitag
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Prefacio

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Asustada, así era como se sentía en ese momento. El rumor entre los demonios y sirvientes corría rápido, logrando llegar a los jóvenes oídos de la princesa del infierno. No podía ser, él no podría hacerle eso, no a ella... lo creía capaz de muchas cosas, pero no de tanto. Caminaba dando vueltas en su habitación una y otra vez, tratando de convencerse a sí misma de que no era cierto. Había llamado a Adén varias veces y este seguía sin aparecer por los aposentos de la pelirroja; lo cual, la ponía más nerviosa aun.

Se sentó sobre su cama, colocando las manos sobre sus rodillas y sin que ella lo controlara, sus largas alas de color blanco ya se encontraban abiertas como las de un ave en libertad. La de los intensos ojos turquesa se quedó observándolas con detalle... si esa iba a ser la última vez con ellas, quería memorizarlas, grabarse su textura, no olvidar el tono de blanco exacto del cual eran. Las admiró por varios minutos, tocando las plumas de las puntas y luego armándose de valor para arrancar una de ellas, logrando una mueca de dolor en su rostro mientras trataba de ignorar el ligero ardor que se había causado, tomó un libro de su repisa y la escondió de prisa bajo la almohada.

Sorprendiéndola, la puerta de su habitación fue abierta de golpe, dejando ver tras ella a Adén con terror en el rostro, acompañado de un grupo de cuatro demonios tras él. Ella sabía a lo que venían... había llegado el momento. Lucifer se lo había advertido a los siete años.

—Majestad, su padre quiere verla en la mazmorra —dijo Adén deslizando su mirada castaña hasta el suelo de piedra, él no la llamaba así muy seguido, normalmente le decía pelirroja o en casos muy serios Abigaíl. El castaño se encontraba en ese lugar en contra de su voluntad; eso era algo que no quería ver, sin embargo, "su rey" se lo exigía —. Quiere que vayas rápido, niña.

Abigaíl asintió comenzando a caminar en dirección al demonio con cierto temor. Sus pasos eran cortos y ligeros, estos se guiaron solos hacía donde su padre, quien ya lo esperaba junto a Breana y Charna, sus compañeras de infancia, en la mazmorra. Llevaba en manos su espada, la que muchas veces había utilizado en algún alma torturada por simple diversión. La princesa del infierno no podía descifrar su estado de ánimo; no se le veía molesto, pero tampoco parecía feliz, simplemente estaba serio.

—Princesa, esto será más fácil para ambos si es que colaboras. —Soltó el Diablo mirando a los ojos de su hija—. Tanto tú, como yo sabíamos que este momento llegaría tarde o temprano.

—¿A qué te refieres? —tartamudeó la de los ojos azul real. ¡Como si no lo supiera!, ella tenía perfectamente claro que era lo que sucedería en ese lugar, justo en ese momento—. No sé de qué estás hablando, papá.

—Abre las alas, Abigaíl —ordenó apretando el mango de su espada fuerte con los dedos, tanto que sus nudillos empezaron a ponerse blancos. La de los cabellos cobrizos comenzó a negar una y otra vez con la respiración agitada, comenzando a temblar.

—¡No!, ¡tú, no puede hacerme esto! —exclamó dándose la vuelta tratando de huir. Pero sin éxito al ser detenida por los demonios, quienes la tomaban de los brazos, obligándola a retroceder. De pronto, el dolor en su cabeza empezó a intensificarse cada vez más.

Cayó de rodillas al suelo, mientras presionaba su cabeza para intentar disminuir el dolor desgarrador que la invadía, mismo que su padre le estaba produciendo. Un grito escapó de su garganta, pidiendo ayuda a cualquiera que la escuchase. El rey del averno la tomó del brazo, arrastrándola hasta el medió del lugar, para luego dar impulso y hacer chocar el filo de su brillante espada contra las álulas de su hija. Abigaíl pudo ver y escuchar a alguien mientras eso sucedía... un muchacho como de su edad, con cabellos rubios y ojos cafés. Caía al suelo al mismo tiempo que dos gigantescas alas blancas se abrían en su espalda. «¡Papá!» gritaba este mientras su camiseta se manchaba lentamente con su propia sangre. Esa imagen se detuvo por un minuto, en el cual lo único que pudo sentir fue el segundo golpe de la espada desgarrando la piel de su espalda, el rubio volvió a su mente con el rostro empapado por las lágrimas y logró ver a alguien más en esa escena, un sujeto de ojos profundamente azules entraba gritando el nombre del joven. La pelirroja no paraba de gritar de dolor en cada estocada, el arrebatamiento de sus alas le estaba doliendo más de lo que ella hubiese imaginado y el dolor incrementó cuando ellas se desprendieron definitivamente de su espalda, dándole una última visión de "Isaak" desplomado en el piso y sus alas separadas de su cuerpo.

—¡Isaak! —rugió la princesa del infierno antes de desplomarse. Lucifer la vio indignado, sabía quién era el dueño de ese nombre.

—¡¿Ves lo que me obligas a hacer?! —gritó furibundo mirando al cielo rojo sobre su cabeza mientras elevaba los brazos en un ímpetu de iracundo dolor.

El castaño dirigió sus ojos hasta las dos jóvenes demonios. Breana observaba la trágica escena con el ceño fruncido, mientras que Charna, tenía la vista apartada en otra parte. No resistía ver como su amiga sufría.

El arcángel caído elevó la mirada hacia el color escarlata nuevamente... sabía el riesgo que corría a que su pequeña lo odiase para el resto de la eternidad, pero tenía que hacerlo... eso debía hacer si es quería tenerla a su lado para siempre. Abigaíl arañaba la roca oscura bajo sus rodillas mientras lloraba lo más fuerte que sus pulmones le permitían, las perdió... lo que la hacía diferente al resto de personas que la rodeaban se había ido y no volvería. Algunos mechones pelirrojos se habían pegado a su rostro gracias al sudor y las lágrimas. Algo en su interior estaba creciendo, algo malo surgía en ella, exigía salir lenta y dolorosamente. La princesa del infierno echó la cabeza hacia atrás y rugió al cielo mientras el color escarlata se apoderaba de sus iris por primera vez. Volvió a mirar al suelo, tratando de tranquilizar su respiración, logrando que sus cabellos color rojizo cubrieran por completo su rostro

Todos, hasta el mismísimo Diablo la observaban con miedo. Sabían que su lado demonio despertaría en cualquier momento, pero no en ese, no así. Su padre trató de acercarse pero ella se puso de pie antes de darle la oportunidad de hacerlo, se peinó la melena y le dio una mirada llena de ira, para luego, dar paso de regreso a su habitación, quería privacidad... no quería ver a nadie. En el camino podía oír la discusión que mantenía el rey del infierno con Adén, quien, además de su hombre de confianza, era su mejor amigo.

—¡Te lo dije, Lucifer! —exclamó el demonio de menor rango—. ¡Era una carga de emociones demasiado pesada para ella, no era el momento!

—¡Era el momento correcto!, ¡ella empezaba a escucharlo todo! —gritó el arcángel caído acercándose a Adén—. No íbamos a tenerla mucho tiempo más con nosotros si los escuchaba.

La demonio sacudió la cabeza, no quería escuchar. Entró nuevamente en su pequeño refugió y se sentó en el piso de piedra, a los pies de su cama. Lloró y lloró hasta que escuchó la puerta sonar, eran sus dos cómplices: Breana y Charna. Las invitó a pasar con un bajo "Adelante". Elevó los ojos turquesa hasta que se encontraron con ellas. Cuando lo hicieron dio un salto y pasó de largo a Charna, quien ya la esperaba con los brazos abiertos, para ir a abrazar directamente a Breana. La morena soltó un suspiro ante el acto de la pelirroja y salió por la puerta con el ceño fruncido, dejándolas solas.

La rubia guío a su amiga hasta la cama, para que ambas pudieran sentarse y hablar tranquilamente. Una vez que los hicieron, Breana levantó el rostro de la princesa del infierno con la mano, obligándola a verla a los ojos. La hija de Lucifer los tenía irritados, ella nunca la vio así nunca y definitivamente era algo que no se esperaba.

—Abi, tus alas —fue lo único que dijo—. Cuanto lo siento. Lo hizo por tu propio bien... solo quiere lo mejor para ti. Es el rey, siempre tiene la razón por mucho que quieran negarlo.

—No —soltó la princesa con rigidez, con la frente arrugada y los ojos en el vacío—. Esto lo va a pagar, lo aguante todo. Los enfrentamientos contra los demonios, las malditas jaquecas que me da cuando me comporto mal, ¡todo!... esto ha destruido mi paciencia y va a ser lo último que haga... voy a matarlo y tú, me vas a ayudar —finalizó ella viendo con seriedad—. Y por cierto, no es un favor... es una orden.

2. März 2019 06:52 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Fortsetzung folgt… Neues Kapitel Jeden Freitag.

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