Vicente siempre intuyó que ella no era para él porque eran de mundos distintos que sólo se encontraron en la universidad y muchos años después gracias a una invitación de amistad en redes sociales. Daniela aceptó aquella solicitud porque tenían amigos en común y él le parecía familiar. Tiempo después la joven le confesaría que no se acordaba para nada de él, lo cual lo entristeció al confirmar lo poco importante de su presencia en la vida de ella, mientras él se acordaba perfecto de como vestía, con quien salía y quienes eran sus amigos.
Daniela era una chica soltera a sus treinta años y de acomodada familia, nunca tuvo que pasar por apuros económicos, ni usar ropa barata, tuvo una buena educación y varios viajes al extranjero en su memoria, en cambio él estudió con mucho sacrificio, debido a su precariedad monetaria, su mala base educacional y sus limitaciones como joven vulnerable. Ambos estudiaron la misma carrera en la misma universidad, pero nunca coincidieron en un grupo de estudios o en una celebración de amigos, eran distintos, los separaban las clases sociales y los convencionalismos. Ella rubia y blanca como la leche y él de tez rojiza morena y cabellos tiesos. Si bien eran distintos, algo los unió, compartían una notable inteligencia y rapidez en el análisis. Eso le llamaba la atención a ella, lo más atractivo de un hombre era la capacidad intelectual y para él también en una mujer. Compartían un peculiar sentido del humor, en donde se desafiaban constantemente sus cerebros.
Ella desde un principio le dejó en claro que sólo serían amigos y él lo aceptó de dientes para afuera. ¿Pero cómo culparlo de tener esperanzas de algo más?, si se llevaban tan bien y él como nunca había empezado a olvidar a un gran amor, debido a su compañía. Comenzaron a almorzar juntos, esa hora para él era la Gloria, podía escucharla, reír con ella y admirarla. Vicente sentía que cada mirada coqueta, pestañeo o sonrisa que ella le regalaba, eran una caricia para su alma.
Así transcurrieron varios meses, en donde ella cada vez se sentía más cómoda con este nuevo amigo, que al parecer sólo quería amistad y eso hizo que Daniela bajara sus defensas y no pudiera ver venir el cambio en la relación. Había tal complicidad entre los dos y confianza que podían hablar tranquilamente sin tapujos. Parecía que se conocían hace siglos y sin miramientos se decían las verdades a la cara, pero todo cambió el día en que Vicente le confesó su amor a Daniela, fue una declaración tan sentida y en una atmósfera tan especial que ella no pudo sino caer en sus brazos. Sus labios se encontraron el uno sobre el otro y se fundieron en los besos más tiernos, cálidos y húmedos que ambos recordarán. Para él ese momento representaba el principio de una relación de novios y para ella era un momento de debilidad humana que no traería ningún compromiso asociado, eran sólo amigos, pero desde ese momento con algo de ventaja. Mientras él la besaba pensaba en que había ganado el premio mayor, en lo feliz que sería su mamá al conocerla y al ver la clase de mujer con la que estaba su único hijo; mientras ella pensaba lo terrible que sería si la veían con él, que sería mejor de noche, así nadie los relacionaría. Impresionaba ver como dos seres humanos que compartían un genuino cariño el uno por el otro, pudieran vivir el mismo momento de formas tan disímiles.
Cuando ella lo fue a dejar a él a su casa, Vicente alargaba la despedida, tal cual lo hacen los adolescentes cuando se despiden mil veces de su amada antes de separarse. Daniela comenzó allí a ver la insistencia de él por besarla y tocarla, hasta cuando ella se sintió presionada y le dijo claramente lo que sentía.
─Vicente, sé que me quieres y me siento honrada, en serio, pero tú sabes que yo no siento lo mismo. Si quieres podemos ser amigos con ventaja, pero de vez en cuando, no me obligues a besarte siempre, sólo cuando me nazca ─le dice la joven hastiada por la empalagosa actitud hacia ella.
─Pero Dani, yo te amo y quiero que seamos novios ─le dice él en tono extrañado por el cambio de actitud de ella.
─No, imposible. Vicente si quieres amigos con ventaja o sólo amigos. No te puedo ofrecer nada más ─le dice en forma de ultimátum
─Claro, no quieres nada conmigo, porque seguro conociste a otro en Tinder y a mi me tienes por mientras ¿verdad? ─ le dice evidentemente herido y celoso. Esa fue la primera vez que él le mostraba sus inseguridades a ella, pero no sería la última. ─Bájate por favor de mi auto, es tarde y estoy cansada ─le dice muy molesta ella. No tenía porque dar explicaciones a aquel joven que se estaba tomando más atribuciones que las normales y tan sólo por un par de besos, pensaba.
─Esta bien, amigos con ventaja, perdona lo tonto que me porté ─le dice para tranquilizarla, pero en su interior era sólo una estrategia para lograr que ella fuera su novia oficial. La besó y se despidió. Aquel beso no fue correspondido por ella.
Estuvieron saliendo un mes aproximadamente, pero aquello desde el comienzo pintó a desastre. Cuando salían, él se ponía celoso si ella miraba whatsapp, o si ella hablaba con otro chico o si tan sólo quería ir al baño. Los momentos felices llenos de risas y alegrías se transformaron en veladas amargas, con discusiones y malos ratos. Daniela se percató que Vicente era en extremo celoso y aunque ella le dijera cada vez que no eran sino amigos, él ya no era el mismo chico simpático y alegre del principio, sino un tipo posesivo y entrometido de mal carácter. Ella decidió no salir más con él ni contestarle las copiosas e insistentes llamadas y correos electrónicos. Él llegaba a la oficina de ella para almorzar y ella se negaba a salir con él, pero Vicente insistía, hasta el extremo que ella lo amenazó con llamar a la fuerza pública sino se retiraba. Entonces comenzaron a llegar los ramos de flores a su lugar de trabajo. Fue tanto el acoso que un día ella le pidió al guardia del edificio que no aceptara nada a su nombre y así se hizo. Como ya no podía llamarla, escribirle, visitarla o enviarle flores, Vicente encontró otra estrategia, comenzó a seguirla y en donde ella estacionaba su jeep, él le dejaba una rosa en el parabrisas, sin tarjeta ni nada, pero siempre la misma rosa roja. La primera vez que ella se encontró con la flor sobre su parabrisas, estaba en el centro comercial, la tomó y miró alrededor y no vio nada, sintió susto y la tiró al suelo y se fue. La segunda vez, ella estaba acompañada de una amiga y en el mismo centro comercial, la misma escena con la flor. La tercera vez ella iba a buscar su jeep, junto a la misma amiga, después de una noche de casino, y su auto tenía la rosa en el parabrisas, en esa ocasión sintió pánico, eran casi las cuatro de la madrugada y él había estado allí. Su amiga le aconsejó que lo denunciara por acoso, pero una rosa no era suficiente prueba, pues él no dejaba nota alguna ni hacía daño al vehículo.
Pasaron algunas semanas y todo parecía calmado, hasta dejó de pensar en él cada vez que volvía a su auto. Conoció a un nuevo chico, con el que comenzó a salir y a pasarlo bien, sin compromisos. Estaba todo tranquilo y fluyendo en la nueva relación y ambos estaban felices. Ella le había contado a Max acerca de Vicente por si se lo encontraban algún día en la calle. Pues una tarde de sábado los tres se encontraron de frente. Daniela al ver a Vicente sintió pánico de lo que él podría hacerle a Max y de impulso reflejo se metió en una tienda de zapatos. Desde la vidriera vio la escena de celos de Vicente en contra de Max.
─Así que tú eres el famoso Max. Pues te digo que ella está conmigo. Ayer a esta hora estábamos juntos. Cornudo ─gritaba desafiante con una expresión de odio y locura.
─¿Quién eres tú? No te refieras así de mi novia. Mejor me voy porque no quiero partirte la cara ─le dice molesto pero controlado.
─Ven, no te tengo miedo. Ella es mía ─mientras se quita los anteojos como en posición de preparación para la pelea. Daniela veía desde la tienda la escena y decidió intervenir, mientras la vergüenza ajena la invadía, era la primera vez que vivía una situación así.
─Deja de hacer el ridículo Vicente. Vámonos Max, no escuches más a este mentiroso acosador. Si te vuelves a acercar a mí, llamaré a la policía ¿entendiste? ─declara ella y toma del brazo a su novio y se van de allí. Max y Daniela perdieron aquella tarde en hablar de lo sucedido.
Al fin de semana siguiente los jóvenes salieron a celebrar el cumpleaños de Max y al volver a su auto, Daniela ve unas flores en su parabrisas, esta vez no era una rosa, sino que tres flores cortadas desde algún jardín, una en la puerta del piloto, otra en la del copiloto y una en el parabrisas. Ella al divisarlas sintió terror y comenzó a dar saltos de nervios y arrancó las flores para tirarlas y pisotearlas en respuesta a su agotamiento frente a esa insostenible situación. Se refugió en los brazos de Max y ambos se retiraron del lugar. Lo que ella desconocía era que Vicente estaba a pocos metros escondido mientras observaba la escena.
Durante semanas Daniela tuvo miedo de encontrarse con Vicente, no tenían lugares ni personas en común con las que compartieran, pero él sabía las rutinas de ella. Incluso llegó a pensar en cambiar el auto para que dejara de seguirla. Al cabo de varias semanas, él le hizo llegar un mensaje a su correo electrónico diciéndole que ella había sido la peor novia del mundo y que él por ella había sufrido lo indecible, pero que ahora tenía una novia que lo hacía feliz y que esperaba no volver a verla jamás. Leer ese mensaje le devolvió la calma y la tranquilidad. Ahora ella siempre recuerda la frase de una popular canción “Agua que no has de beber, déjala correr” y ahí sintió que aprendió la lección de no involucrarse con un hombre posesivo y celoso.
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