Bertha miraba la pantalla absorta. Cuando Iván salia a la pista, nada había en el mundo, que consiguiera apartar su atención de ese cuerpo hermoso, espigado, estético, casi etéreo, que parecía flotar mientras ejecutaba su rutina sobre el hielo de la pista olímpica.
Su madre enloquecía cuando descubría que había hablado por más de cinco minutos y ella no tenía idea de lo que había dicho.
Pero no podía evitarlo. Cuando su ángel en patines salía a escena, no existía el mundo para ella.
—Es puto. Todos esos cabrones son jotos —comentó su padre, con el único afán de molestarla—. O díme ¿qué hombre normal usa esa ropa tan pegada y brillante?
—Aerodinámica, se llama. No va a usar ropa común y corriente porque sería un estorbo.
—Pero, ¿y esos colores?
—Es azúl ¿qué tiene de malo? Además, combina con sus ojos...—suspira— y aunque es un deporte, también es un espectáculo; el vestuario debe ser vistoso.
—No le vas a ganar— Aseguró su hermano mayor, Efraín—. Siempre va a tener algún argumento a su favor. No puedes discutir con una fanática.
—¡No soy una fanática, soy Soy una admiradora! ¡Shhh! ¡Ya van a decir las calificaciones!
Atenta, escuchó y vio el tablero con ilusión pero no fueron de su total agrado.
—¡¿Están babosos o qué les pasa?! ¡Fue perfecto! ¡Perfecto! ¡Malditos!
★★★
Aunque las calificaciones no fueron lo que esperaba, la suya había sido una rutina básica, nada complicada. Sin embargo, aunque la ejecución había sido perfecta, los jueces parecían tener sus favoritos y Ferreira, no era uno de ellos.
A pesar de todo, Iván era un deportista muy disciplinado y entregado a su arte y, aunque sabía que no sería nada fácil, no perdía la ilusión de ser el primer mexicano en ganar el oro en patinaje artístico sobre hielo.
Había sido un camino duro, tal vez el doble que para otros.
La suya era una historia de sacrificio y soledad; nadie le había regalado nada en su vida.
Tuvo que alejarse de familia, amistades, fiestas y romances, pues prefería dedicar todo su esfuerzo, toda su mente y alma, a su sueño, su meta. A la, hasta ese momento, única y verdadera razón de su existencia: el patinaje.
Pero lo que Iván desconocía, era que el enemigo estaba muy cerca de él, y la envidia que despertaba su desempeño sobre la pista, provocaría su desgracia.
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