Vladímir se había puesto la vaselina por su agujero y se sentó encima de McAndrews, cogiendo su polla, ya con la capucha incorporada y apuntando hacia su culo.
El miembro del espía entró poco a poco, y el otro empezó a moverse sin prisa. Vladímir empezó a poner muecas y cerrar los ojos, lo mismo que McAndrews. Éste hacía mucho esfuerzo para no correrse demasiado rápido. Estaba tan excitado con aquel tío con cuerpo escultural que no podía llevar el control absoluto de aquella misión sexual, digámoslo con ironía.
Vladímir decidió besar a McAndrews con un juego de lenguas que parecía una batalla de la Guerra Fría entre ambas, mientras sus manos iban por todo el cuerpo de cada uno. El inglés, que había leído muchos cómics japoneses conocidos como los Manga Yaoi, de contenido gay y con mucho sexo, se sentía como uno de los personajes.
Prolongaron un poco más esta postura sexual, y McAndrews acercó su lengua al pecho del chico ruso para chupar y morder suavemente sus pezones.
Ambos eran unos chicos con unos cuerpos atléticos, bellísimos. Vladímir era rubio y ruso. McAndrews era castaño con ojos azules. También los tenía el otro de este color.
Empezaron a moverse más rápido. McAndrews penetró con más fuerza a Vladímir, ya que casi sentía que llegaba su orgasmo. El ruso se estaba excitando y empezaba a masturbarse. Cuando sintió el calor del semen protegido del inglés, le pidió que se metiera su polla en la boca, para correrse dentro.
Acabado el apasionado sexo entre ambos, el espía ruso colocó su cabeza sobre el precioso pecho del inglés, aún con varias gotas de semen esparcidas.
–Gracias, chico. Hacía tiempo que no disfrutaba –dijo Vladímir–. En mi país es demasiado peligroso. Tengo que fingir que me gustan las tías. Me presentaron a una rubia muy guapa, una fiera en la cama. Yo fingí que me gustaba, era majísima, te lo juro, un cuerpo escultural... Pero no me gustan las tías, me gustan los tíos como tú.
–Te comprendo, Vladímir. Yo también he disfrutado mucho contigo. Eres el mejor amante que he tenido.
–Tú también eres un amante muy bueno. A menudo creía que me correría cuando me la comías.
–Sí, pero me di cuenta y paré. Quería que eso durara eternamente.
–Ay, te lo agradezco mucho. Eres un amor –le dio un beso breve en los labios.
–Tú también –se dieron un beso apasionado, además de abrazarse y tocarse. Se comportaban igualmente que una pareja enamorada.
Las cortinas de la habitación están cerradas, ellos querían intimidad para el acto sexual. No sabemos todavía qué paisaje hay detrás, y si esto fuera una película, la cámara se iría a la calle y veríamos sobre todo Roma, con la Basílica de San Pedro al fondo.
McAndrews se acordó de un lugar en donde estuvo con Vladímir. Aquel bar gay italiano en donde hacían un concurso de admiradores del grupo musical Village People.
–¿Qué quieres? –preguntó McAndrews.
–Una Coca-Cola. No me gusta mucho el alcohol. Ya lo pruebo demasiado en mi país cuando llega el invierno.
–Muy bien. Yo, lo mismo.
El ambiente con varias parejas de chicos comiéndose la boca en los rincones animó a los dos chicos, que se sentaron para charlar y pocos minutos más adelante ya se besaban igualmente. Se decían también cosas mientras charlaban y hacían reír a cada uno.
Pero con los besos, ambos sentían que eran almas gemelas, dicho quizá con un poco de cursilería...
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Nos vamos hacia el pasado. Literalmente.
Debemos conocer el pasado de nuestros protagonistas.
Primero a McAndrews, que recibe un mensaje secreto del Servicio de Inteligencia británico. Es un agente secreto que hasta ahora no había tenido ninguna misión importante. En el Servicio Secreto británico ya conocen su orientación sexual, y él ya ha tenido varios polvos con unos cuantos agentes. También sabe que hay más de una mujer agente secreta lesbiana o bisexual. El Servicio Secreto respeta totalmente las orientaciones.
"Agente McAndrews. Debe infiltrarse en una red enemiga, traficantes de armas. El enlace es un chico también gay, como usted, aunque en su país no puede mostrar su orientación sexual porque es tabú. Se llama Vladímir. Ahora le diremos dónde se puede encontrar con nuestro enlace. Buena suerte. Destruya este mensaje como siempre".
El mensaje ha sido enviado escondido bajo la propaganda de una empresa de automóviles. Él rió porque el anuncio era de esos machistas, con una chica guapísima y con poca ropa lavando el capó de un coche. Quizás le hubiera gustado más con un chico, y que llevara sólo un calzoncillo, pero tampoco le gusta esta chorrada.
Y no terminó el mensaje con "Este mensaje se autodestruirá en cinco segundos". La serie Misión Imposible popularizó la frase. Y las películas con Tom Cruise. McAndrews pensó a menudo en ligarse a Cruise, pero no le gustan los chicos chulos. Quizá para follárselos, pero nada más. Él es más intelectual, incluso para follar.
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Vladímir, apellido Biriukov, recibió la misma misión. Aunque el Kremlin no sabía nada de su orientación sexual. Era peligroso que la gente, y aún más los jefes del Régimen ruso, sepan que a él no le gustan las mujeres. También que ya no quería seguir trabajando para un Régimen político en donde se siente como un enfermo, cuando los verdaderos enfermos son los intolerantes. Irá libremente, no quiere saber nada de los fundamentalistas de cualquier tipo. Por eso huyó de la Rusia hacia el Occidente. Ya en Londres, se le encargó esta misión.
"Agente Biriukov. Debe infiltrarse en una red enemiga, traficantes de armas. El enlace es un chico inglés. Se llama McAndrews. Ahora le diremos dónde se puede encontrar con nuestro enlace. Buena suerte. Destruya este mensaje como siempre".
Un texto más breve y sin decir nada de la personalidad del otro, ni siquiera como que ama a una chica, si fuera hetero. Sabría más detalles más adelante, sobre todo cuando vio la foto de McAndrews. Se enamoró en seguida. Los gays son muy intuitivos, saben qué personas son gays o lesbianas, o no lo son.
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Interior de un local en el centro de Roma. De golpe se escucha un disparo, una pistola, y un cuerpo que cae por el suelo.
Ahora nos acercaremos y veremos que un hombre, quizás árabe, está muerto, y ha recibido un disparo en la cabeza por McAndrews, que evitó que Vladímir recibiera un balazo de él.
–¿Te encuentras bien, Vladímir? –preguntó al ruso, que estaba en el suelo, temblando de miedo.
–S-sí... –respondió Vladímir, que aunque ya había visto muchos muertos en una misión, no se acostumbraba a ver el mismo espectáculo.
–Tranquilo, ya estoy aquí –dijo mcAndrews, que le dio un abrazo y un beso breve en los labios.
–Hay que registrar al tío este, McAndrews. Decía que las armas están escondidas en una casa de Roma, creo que en el barrio de Trastevere.
–¿Trastevere? ¿En el barrio judío de Roma? Hostia, así nadie sospecha nada. Claro, se hacen pasar por judíos.
–Sí, muy listos. Bien, regístrale los bolsillos, por favor, amor.
McAndrews sonrió. Vladímir le había dicho amor, y le gustaba mucho. Cada vez amaba más a aquel chico ruso guapo y atlético, y aún más con su aire vulnerable cuando fue atacado por aquel árabe.
Encontraron dentro de los bolsillos una pequeña libreta. Vladímir había hecho un curso de alfabeto arábico, por eso de que Irán era un aliado de Rusia. Así que no fue muy difícil traducir aquellos garabatos en árabe o persa.
–Lo tenían bien montado, tú...
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