Y llegado a un punto se cansó. No fue consciente, pero se derrumbó. Pensó que lo que le ocurría formaba parte del cadencioso paso del tiempo.
Sin apenas apercibirse imaginó otro futuro, otro escenario; uno diferente al habitual y cotidiano. Paulatinamente dejó atrás la realidad para sumergirse en una ficción. Lo real se le antojaba imposible, en cambio, la fantasía en la que se adentraba se convirtió en una ambición, en una quimera. Y conforme una hoja del calendario dejaba paso a otra, trasformó la utopía en realidad. Se creyó su nuevo yo. Su imagen dentro de la ficción le resultó factible y muy atractiva.
De modo gradual, fue perdiendo contacto con su antiguo universo y, sin fuerzas y sin oponer resistencia, se dejó mecer por la incertidumbre de lo que le esperaba. Su debilidad de espíritu le impedía ser consciente de que nunca llegaría a ningún lado, que su imaginación le estaba pasando factura y se divertía a su costa.
Meterse tan dentro de su otro yo delimitó unas fronteras tan bien custodiadas, erigió unos muros tan altos, horadó unos fosos tan profundos y construyó unos laberintos tan intrincados que le resultó imposible dar marcha atrás.
Asomado a sus ojos, contemplaba como se alejaba de sí mismo.
Hasta que un día se perdió de vista.
FIN
Vielen Dank für das Lesen!
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