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Y una mañana ocurrió

Después de pasar frio varias noches en altamar, Daniel llegó a casa, un departamento muy pequeño -una pocilga- ubicado en el centro de la ciudad. Tenía por vecinos de piso a una pareja de esposos franceses que habían llegado hace un año y medio en busca de un sueño a pesar de que ésta no es la ciudad de las oportunidades.

Al abrir la puerta, encontró todo tal y como lo había dejado cuatro noches atrás; se dirigió al refrigerador, tomó un par de cervezas y se sentó a ver la televisión, estaban pasando uno de esos programas concurso para hacerte millonario y sin prestar demasiada atención a lo que veía se quedó dormido, el cansancio le había ganado la batalla incluso a sus ganas por tomar un poco de alcohol.

Cuando despertó, no lo hizo de manera voluntaria, alguien había disparado a su puerta, del susto, se puso de pie y caminó hacia la misma, por alguna razón había sangre en el piso, al abrirla, cayó desparramado el cuerpo de una mujer alta, tez clara y cabello negro -como el azabache-, era su vecina, la francesa Fleur.

Despavorido por la imagen del cráneo abierto de la joven salió corriendo en búsqueda de algún policía, pues como vivía en una ciudad llena de caos, tal vez todos ya estaban ocupados o atrapados en alguna situación un tanto análoga.

A todo esto, olvidé contarles que el esposo de Fleur trabaja por las noches en el mismo puerto donde desembarcó Daniel la noche la anterior, por lo que él aún no sabía lo que había pasado, quizás no, tampoco yo lo sé.

Entre tanto revuelo, apareció el casero topándose con la caótica escena del crimen, que, en apariencias, se veía como un asesinato desatado por los bajos instintos de una pareja tormentosa. A los pocos minutos regresó Daniel con dos policías y un fiscal, quien vino para efectuar el levantamiento del cuerpo.

Lucas -esposo de Fleur-, salió del trabajo como si se tratase de un día normal, como si no hubiera ocurrido ningún evento extraordinario que haya perturbado su jornada. Caminó al mismo paradero de siempre, esperó el autobús, subió al autobús y se sentó junto a la ventana en la parte trasera de la unidad.

Él, es un sujeto robusto, de piel dura, cabellos erizos, mirada penetrante, tan intimidante como solo él puede serlo, no tenía amantes, pero era un tipo lujurioso, no tenía dinero, pero soñaba con el amor, le gusta vivir un segundo a la vez.

La aventura de viajar en bus no solía ser problema para Lucas, la media hora que pasaba en él, era un descanso, una siesta, un tentempié antes de ver a su esposa.

Terminó el recorrido para él, bajó, por alguna razón lo hizo un paradero antes, caminó, giró a la izquierda y luego a la derecha, varias veces, cuando estuvo a pocos metros de su edificio, notó que había policías afuera de él, logró ver al casero y a su vecino, pensó -seguro entraron a robar-, sonrió, pensó en Fleur y lo asustada que debe estar, tanto que se quedó encerrada en la habitación, presa del miedo -es lo más seguro- creyó.

Daniel, levantó la mirada y distinguió a Lucas a pocos metros, el casero también lo había notado.

Al llegar al edificio, Lucas, saludó y preguntó por la situación que había motivado la presencia policial. Daniel, en un intento de sensibilidad le dio la noticia, éste no se contuvo y lloró, para la policía, era el principal sospechoso.

Lucas cayó derrotado, pero pronto dejó de llorar, retornó a su estado sereno -por fuera-. Invadido de cuestionamientos no encontraba respuestas, las respuestas también lo invadieron y las preguntas se agotaban, nada era más que complicado que pensar, para los demás, nada era más fácil que culparlo y así fue, no quisieron escucharlo, todos tiraron la piedra al mismo tiempo para que ninguno sea el primero.

3. Oktober 2022 03:57 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Das Ende

Über den Autor

Fernando Gongora ¡Hola, humanos!

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