―Si das solo un paso más, estás muerto.
Cuando oyó estas palabras, el guardia de seguridad se quedó bloqueado con la mano en la empuñadura de su pistola enfundada. Me miró directamente a los ojos y vi en sus pupilas que estaba calculando si merecía la pena perder la vida por un sueldo que ni siquiera le permitía llegar a fin de mes. Sin parar de apuntarle a la cabeza, pulsé el botón que tenía justo detrás de mí. Al final, eligió la opción correcta. Pero estoy seguro que los pocos segundos que esperamos hasta que se abrieron las puertas del ascensor, fueron los más largos de la vida de ese pobre hombre.
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