Kurzgeschichte
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La importancia del cabello en las muñecas.

Lucrecia estaba en la sala, recostada en un sillón, cuando alguien llamó desde afuera. Fui a ver quién era y un oficial vino a decirnos que nuestra hija había muerto en un choque. También nuestro yerno y los dos nietos. Sin poder procesar las palabras, agradecí al oficial como un autómata y entré para cambiarme porque era domingo y estaba en pijama todavía. Fui a la recamara y agarré una camisa. Después de arreglarme fui con mi esposa. Al sentarme, preguntó: “¿Quién era?”. “Nuestra niña ya no está”, dije. Desde ese momento, Lucrecia perdió la cordura.

En el cuarto de nuestra hija había una colección de muñecas, y mi esposa, cuando regresamos de reconocer los cuerpos, fue a sacar la más grande de todas: una hermosa niña artificial vestida con un trajecito de tirantes azul marino; una muñequita que parecía reinar entre todas esas figuras de plástico y cabello falso. Lucrecia comenzó a peinarla en frente del tocador que había en el cuarto. Lo hizo con una devoción religiosa todos los días. Esa misma tarde busqué una cantina abierta y, después de casi veinte años de no tomar, me emborraché tanto que tuvieron que llevarme a casa entre dos hombres. No recuerdo cómo pude ir hasta la cama, pero de lo que sí me acuerdo es que soñé guiado por las palabras de una conversación infértil entablada entre mi esposa y la muñeca que también se miraba en el espejo. En mi mente veía a mi hija cuando era una niña sobre mi regazo. Me veía peinándola y, de pronto, sangre comenzaba a salirle de todo su cuerpecito y yo no podía hacer nada, sólo me quedaba gritando su nombre, abrazándola, sintiendo ese terrible dolor que no disminuía ni un poco y que me ahogaba.

Me levanté con dolor de cabeza y fui por mi señora para que se acostara un rato conmigo. Ella estaba ajena de todo. La ayudé a caminar mientras ella seguía hablándole a nuestra hija; preguntaba por los niños, por su marido, por los viajes que realizaríamos todos juntos en verano. Esa realidad alterna era su refugio y yo no quería que volviera en sí: prefería tratar con mi mujer demente que con una madre que acababa de perder el corazón.

Me esforcé por atenderla y pronto me di cuenta de que eso también me hacía bien a mí. En ella veía alguien a quien cuidar. Su locura fue una bendición para los dos. Me encargué de la limpieza de la casa, de las compras, la comida y, en las noches, llevaba a mi esposa con cuidado a la regadera para darle un baño.

La primera vez que Lucrecia me dirigió la palabra en todo ese tiempo fue para decirme que a nuestra niña se le estaba cayendo el cabello. Traía el cepillo repleto de hilo castaño, y la pobre me lo había dicho a punto de llorar. La tranquilicé diciéndole no se preocupara, que yo lo solucionaría todo. Al día siguiente fui al mercado a buscar una muñeca idéntica a la que teníamos. Casi me daba por vencido cuando di con una tienda muy vieja en donde tenían algunas dentro del almacén.

Nunca había visto tan emocionada a Lucrecia como cuando vio el cabello nuevo, reluciente y largo de su compañera. Me hizo tan feliz verla así que en cuanto pude fui y compré todas las muñecas y las escondí en la casa.

No dejaría que mi mujer sufriera porque le faltara niña qué peinar.

Con el paso del tiempo, mi reserva de juguetes estaba por terminarse. Tenía pocas opciones: podría llamar a la fábrica y preguntar si tenían más o pensar en cómo se les podría poner cabello a las usadas. Estaba tan agobiado del tema, que la muerte de Lucrecia me tomó desprevenido. La encontré fría y hermosa con la muñeca en las piernas y el cepillo plateado en una mano. Abracé a las dos y lloré como si todo el mundo que conocía se me desmoronara entre las manos. No sé de dónde saqué fuerzas para soltarlas y pensar en lo que debía hacer.

Fueron días difíciles los que siguieron, pero ahora ya estoy más tranquilo. Me reconforta la idea de que fui un buen marido y un buen padre hasta el final. Sólo queda esperar mi momento. Lo que me tiene un poco preocupado es que a mi Lucrecia también se le está cayendo el cabello y no hay nadie que me pueda traer otra para seguirla peinando.

17. September 2022 22:15 1 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Das Ende

Über den Autor

JC Domínguez Escritor de género fantástico, de narrativa corta y novela. Nacido en el norte de México (Cuatro Ciénegas, Coahuila), 1991. Lic. en Letras Españolas.

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Scaip Scaip
Siniestro. El final es terrible. Me encanta como expresaste esto.
January 04, 2023, 01:58
~