Tengo que seguir con mi vida.
Es hora de ser una chica grande.
Y las chicas grandes no lloran.
Big Girls Don't cry (Fergie)
*****
Justin Timberlake sonaba con fuerza en la cabaña, mientras yo continuaba llenando las cajas con todo aquello que había formado parte de mi vida pasada. Cry me a river era una jodida mierda melancólica que se metía bajo mi piel, provocando que las lágrimas cayeran sin control.
Si me preguntan por qué ahora escucho a Justin, diré que Maroon 5 solo me traía recuerdos dolorosos y, en ese punto, maldije a Chris Collins por joder mi amor hacia esa banda. Además, las cosas no habían sucedido como esperaba y aunque quise olvidarlo en estos meses, fue imposible.
Volver a la isla se convirtió en un constante infierno donde los recuerdos se colaban perversamente en mi corazón y provocaron que llorara todo el jodido tiempo.
Cada noche, me despertaba con la imagen de Chris diciendo que no quería verme. Miles de pesadillas se habían vuelto mis aliadas y alteraban mi mundo como no podría explicar.
En un intento por controlar mi vida, decidí dejarlo todo y comenzar de nuevo y, aunque quisiera continuar en este lugar que me vio nacer, sabía que no podría. Hasta el color del mar me recordaba su mirada y eso, definitivamente, era una tortura de la cual necesitaba pasar.
¿A dónde iría? No lo sabía con certeza pero, si había algo seguro dentro de mí, era la necesidad de huir lejos de este lugar; lejos de todo aquello que me recordara a ese hombre que había entrado en mi agrietado corazón solo para destruirlo un poco más.
Me senté en la cama, mirando hacia la nada, descubriendo que la pared de mi habitación se había descascarado en estos últimos meses. Un poco de pintura no vendría mal a la cabaña y, sin embargo, ya no sentía deseos de invertir tiempo en ello. De pronto, una sensación de no pertenencia a este espacio invadió mi alma.
¿Cuándo fue el momento en que comencé a sentirme extranjera en mi propio mundo?
Cerré los ojos y suspiré, absorbiendo las palabras de Justin, comprendiendo la razón por la cual estaba tan obsesionada con esa letra.
Now there's just no chance
(Ahora no hay ninguna posibilidad)
For you and me.
(Para ti y para mí.)
There'll never be.
(Nunca la habrá.)
And don't it make you sad about it
(Y que esto no te ponga triste)
De algún modo, en ese instante, fui consciente de todo, como si fuera un mensaje directo del universo que se desencripta ante mí, dándome las respuestas que por tantos meses había implorado.
Christian…
Paul…
Alan…
Todo tenía sentido ahora y no había vuelta atrás.
Justin continuaba cantando, describía a viva voz aquello que me había negado a aceptar, aferrándome a un imposible que solo me ahogaba y arrastraba en mares turbulentos que no eran fáciles de sobrevivir.
Oh, the damage is done.
(Oh, el daño está hecho.)
So I guess I be leaving.
(Así que creo que me voy.)
Dejé caer la cabeza hacia mi pecho, cansada de luchar en contracorriente, dispuesta a tomar lo que el destino me daba y ganar de una vez por todas en la vida. Mi momento había llegado y debía avanzar.
―¿Estás lista, preciosa?
Levanté la mirada, fingí una sonrisa perfecta y asentí en silencio. Lo había aprendido con tanta convicción que, en algunos momentos, hasta yo misma creía que estaba todo bien aunque la realidad era otra.
Alan chasqueó la lengua, escondió la mano derecha en el bolsillo y me miró con esa perspicacia que comencé a aborrecer de un tiempo a esta parte.
―Lo malo de tener el corazón hecho mierda… ―dijo con calma― es que puedes detectar cuando te mienten ¿y sabes por qué? ―negué con un la cabeza, mientras apretaba los labios e intentaba no llorar― porque has dicho esas mismas mierdas antes.
―¿Sabes que te odio, verdad? ―dije entre suspiros.
―Bueno, eso es interesante… ―caminó hacia mí, apoyándose en su bastón con más fuerza de la acostumbrada― porque dicen que, del odio al amor, hay un solo paso ―sonrió de lado.
―¿No te cansa ser así de…? ―mordí mi lengua, no debía insultarlo; no a él.
―¿Así de sexy? ―movió las cejas con descaro.
―Así de patán ―refuté, aún cuando sabía que él era mi boleto de salida.
Lejos de enojarse, él rió con fuerza y se sentó a mi lado con cierta dificultad.
―¿Duele?
―Nada que una buena sesión de sexo no cure.
―¡Dios mío! ¿Por qué eres así? ―gruñí― ¿Eres consciente de que puedo denunciarte por acoso y abuso de poder? ―él se encogió de hombros.
―Pero no lo harás… ―acomodó un mechón de cabellos detrás de mi oreja― porque sabes que lo que hago solo es para quitarte ese estado de profunda tristeza que traes.
―¿Y quién quitará la tuya? ―susurré.
―El tiempo, bella Hannah. El tiempo lo cura todo… hasta los corazones rotos.
Asentí, preguntándome si era posible que, con el correr de los años, el recuerdo de Chris doliera menos. Cada día amanecía creyendo que podría superarlo, olvidarme de todo y avanzar; sin embargo, siempre había un pequeño detalle que desataba sus recuerdos y, aunque no quisiera, era abducida a un mundo de angustia y depresión que me estaba matando.
Regresar a la isla pareció, en su momento, la mejor opción; ahora era tan nociva como si hubiera permanecido en Viena. Después de todo, no se trataba de los lugares donde uno podía estar sino de los fantasmas del pasado que no podías evitar.
Desplacé la mirada por mi vieja habitación, dando cierre a una etapa importante de mi vida, dispuesta a desprenderme de todo lo conocido ―que me retenía en un mundo de auto-lamentaciones― para avanzar en busca de un sueño.
Por primera vez, estaba colocándome en el centro de la escena y eso, definitivamente, me excitaba tanto como me aterraba pero ¿qué es la vida sino un constante devenir de situaciones desconocidas? ¿Qué sería de nuestra existencia si todo fuera esa calma plana que nos impide sentir emociones?
No, la vida no sería vida sin los constantes vaivenes que nos recordaba que no éramos simples marionetas sino artífices de nuestro propio futuro. Aún en el dolor y los errores, existían aprendizajes escondidos que nos ayudaban a madurar y yo estaba dispuesta a recibirlos porque me había cansado de ser espectadora.
―Estoy lista ―susurré, volviendo la mirada hacia Alan.
―Me parece genial ―sonrió con esa sonrisa del millón de euros que tenía― ¡Vayamos a conquistar el mundo, Pinky!
Reí, moviendo la cabeza de un lado a otro; disfrutaba de la compañía de este hombre tan maravilloso. Era una pena que mi corazón estuviera tan prendado de Chris porque, de otro modo, quizás hasta me hubiera permitido fantasear con Alan Beckett.
La prensa solía ser cruel con mi nuevo productor y, en cierta manera, su pasado lo condenaba pero no era justo que lo persiguieran eternamente sin detenerse a pensar en todo lo hermoso que poseía por dentro. Alan se había convertido en mi salvador y mi única esperanza para avanzar; entonces, aunque el universo estuviera en su contra, yo lo defendería con uñas y dientes. La lealtad era un sentimiento que abundaba en mi corazón.
Me apresuré a buscar a Sandra, que esperaba por mí en la cocina; la abracé con fuerzas y la obligué a prometerme que iría a verme en cuatro semanas.
―¡Que sí, pesada! Iré a visitarte, lo prometo ―dijo con cierta molestia sobreactuada. Sabía que creaba toda esa escena para que nuestra despedida fuera más sencilla― ¿Sabes que te amo, verdad? ―susurró contra mi cuello.
―Tanto como yo a ti ―respondí, besé sus cabellos y apreté nuestro abrazo― y prometo que volveremos a estar juntas de nuevo, que nadie nos volverá a separar y que…
―Que tendrán una noche de sexo loco con tu nuevo productor ―intervino Alan.
―¡Sabes como cagarte los momentos emotivos! ―gruñó Sandra.
Alan se colocó sus gafas de aviador, con esa chulería que lo caracterizaba, y movió los hombros con despreocupación.
―Las mujeres me aman así ―comentó con absoluto descaro antes de dejarnos solas.
Entorné los ojos y resoplé ante sus actitudes de divo mientras Sandra reía como loca.
―¿Sabes? No te envidio ni un poquito
―¡Te odio! ―gruñí.
―No, me amas.
―Es curioso ―murmuré mientras caminaba hacia la puerta― esas son las mismas palabras que dijo Alan Beckett y… quizás deberían pensar que son almas gemelas ―sentencié antes de cerrar la puerta a mis espaldas.
Los gritos de Sandra se escucharon a lo lejos y yo no pude contener mis ganas de carcajear. Por primera vez en meses, reí con ganas. Eso debía ser un buen augurio, ¿no?
Vielen Dank für das Lesen!
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