La noche de San Valentín de Mew comenzó con él perdiendo una apuesta en la que tenía que colocarse una gorra de béisbol con un estúpido slogan estampado en sangre por el resto del día.
Aburrido de los sumisos que poblaban la escena de los clubs locales, no esperaba que las cosas fueran mucho mejor mientras la noche avanzaba. Pero, cuando un hermoso y casi desnudo extraño se arrodilla a sus pies y le ofrece a Mew su sumisión, pronto sería el dominante perfecto que ese niño necesitaba. Todo encajaba. La única pregunta ahora era, ¿quién es el dominante que lo esperaba?
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