yuyugresly Yuyu Gresly

Zaida vive en la zona industrial de Z-12. Allí la esperanza de vida es corta y el día a día un infierno. Salir no es una opción. Sin embargo, la esperanza existe hasta en los sitios más recónditos. Incluso para los "monstruos".


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#amistad #tragedia #aventura #distopia
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Descenso

Advertencia del capítulo: Violencia.


Condenados

:.Descenso

Alzó la mirada sintiendo tristeza. Más allá de las paredes del cráter en el que se hallaba se alcanzaban a vislumbrar nubes oscuras que cubrían todo. Si alguna vez consiguió ver el cielo, ya no lo recordaba. El distrito industrial de Z-12 había sido su hogar toda su vida. Su hermano le contó que ellos vivieron un tiempo en pisos inferiores, unos que en la actualidad estaban clausurados. Debajo de ellos, la contaminación era insostenible. Los edificios incluso habían sobrepasado las chimeneas de las industrias, unas que tuvieron que ser modificadas. Estaban rodeados de tubos de tamaños descomunales. Dentro de ellos corría humo y residuos de todo tipo. Y no era lo único, vivían hacinados en bloques departamentales. Delincuencia, hambruna y sobreexplotación. Ese era su día a día. No conocía el rostro de nadie, sino sus máscaras de gas. Un par de horas en el exterior significaba terminar cubierto de mugre tóxica. Los incendios cobraban cientos de muertes. No había árboles, pero sí metal y concreto. Estaba tan cansada de aquella miserable vida.

Bajó la mirada. Se hallaba de pie en la cornisa de una azotea. Era el edificio más alto. Desde allí no podía ver el fondo. Un paso y caería para posteriormente ser consumida por la oscuridad. Levantó su pie derecho. La muerte no era una opción para ella, no obstante, el tema no era tabú entre los habitantes. Además, era normal ver cuerpos caer. Muchos por decisión propia. En su caso, tenía a su abuela. Era su única familia. No pensaba dejarla sola, aunque eso no quitaba que a veces filosofara sobre lo efímera que podía ser la vida cuando allí ya lo era de por sí.

Bajó de la cornisa. Debía volver.

Caminó, dirigiéndose a la inútil escalera de incendios. Descendió por esta, oyendo el crujir del metal oxidado con cada pisada. De repente, ya no eran solamente las suyas. Se quedó quieta. No estaba sola. El sonido continuó, y al voltear supo la razón. Un hombre de traje negro y pulcro aspecto se acercaba. Llevaba máscara, y no solamente eso, también un tubo de oxígeno. Definitivamente venía del exterior. Y eso era malo. Dentro del distrito los secuestros eran frecuentes y parte de ellos los efectuaban personas de fuera. Por eso sus sentidos de alerta se activaron.

Descendió apresuradamente, adentrándose por la primera ventana que encontró abierta. Era un edificio abandonado. Se había incendiado la semana anterior quedando inservible. Era visitado mayoritariamente por drogadictos. Estos eran, comúnmente, inofensivos. Se sumían en su mundo como si de una catarsis emocional se tratase. Se liberaban de todo dolor, quedando como cáscaras. Mientras no se los perturbase, no había agresión de su parte. Igualmente, en ese momento le sería útil uno para que se abalanzase al hombre que le pisaba los talones.

-¿Dónde?

Por la derecha había un pasillo bloqueado por escombro. Tomó la izquierda. Tras girar, cruzó una puerta. Dio con un pasillo. Avanzó, oyendo las tablas crujir con cada paso. Eso causó que fuese más cauta y, por consiguiente, la ralentizó lo suficiente para ser capturada. Fue alzada sin esfuerzo. Pataleó. No podía permitir que la secuestrasen. No quería formar parte de la lista de desaparecidos. Por ello lanzó su cabeza hacia atrás con fuerza. Lo resintió, no obstante, no se quedó quieta. Alzó su pie hacia atrás, golpeándolo en la entrepierna. Eso la liberó. Sin detenerse, retomó su huida. Por desgracia, había perdido su máscara en el proceso. El hombre en cuanto la tomó se la quitó.

Sus ojos escocieron de inmediato. El aire estaba tan contaminado que sus pulmones sufrían con cada bocanada respiración, así como su garganta. Pero no le importó. Continuó la persecución, saltando un agujero en el proceso. Su pie se enterró en su aterrizaje. Chilló. Tanto por el dolor como por el pánico. No tenía opción. Tiró de su pie con todas sus fuerzas, y obviando el daño, corrió después de liberarse. El hombre alcanzó uno de sus mechones. Su cabello dañado se desprendió con el tirón que recibió.

El siguiente hoyo no lo saltó, sino que se lanzó a este, bajando un piso. El hombre también descendió. La madera crujió, pero no cedió. Cruzó una puerta que la llevó a un pasillo común. Finalmente había salido del departamento. Ya solamente le quedaba dar con la escalera de emergencia y de ahí cruzar al mercado. Con más gente, el secuestrador no podría cumplir su cometido. Allí, los del exterior, eran repudiados.

Se dirigió al final y de ahí a las escaleras. Saltó escalones sin temor a nada. La adrenalina y el miedo la impulsaban a no detenerse. Sin embargo, quedó congelada cuando una bala rozó su brazo. Atónita, volteó. El hombre tenía un arma ¿Cómo era posible? No oyó sonido alguno ¿llevaba un silenciador? Su corazón latía desbocado. Debía moverse, pero se hallaba aterrada.

Sollozó.

El enmascarado descendió los escalones restantes. Se detuvo frente suyo. Tenía que correr. Por inercia retrocedió un paso cuando le quiso tomar un mechón de cabello, y retrocedió dos cuando el cañón del arma se posó en su vientre. Detrás de ella había un ventanal roto. Con el pensamiento de liberarse, entró en pánico. No midió si quiera el peligro. Se le tiró a las piernas, tomándolo por sorpresa. Tras empujarlo, lo hizo caer. Y con eso hecho, se lanzó contra el frágil vidrio que terminó de quebrarse con su impacto.Sus ropas y su piel recibieron cortes. No sabía si también le dispararon. Su cuerpo le dolía y ardía en diferentes puntos. Cuando descendió, buscó aferrarse a cualquier objeto. Un tubo que era comúnmente usado de puente fue su salvavidas. Se quedó sin aire cuando chocó. Muy probablemente se le rompieron un par de costillas. Escupió sangre. Debió perforarse algo. Pese a eso luchó por no perder el equilibrio, y arrastrándose avanzó. De a poco tomó fuerza para ponerse de pie. Se tambaleaba. No estaba en condiciones. Tenía partes adormecidas y otras dolían como el infierno. Al bajar la mirada notó que su vientre estaba enrojecido. Sí había recibido un disparo.

Escuchó el crujido detrás de ella ¿Cómo la alcanzó tan rápido? Estaba decidido a llevarla o tal vez a ese punto a asesinarla para que no advirtiese de que rondaba gente del exterior.

¿Por qué tuvo que subir tan alto? Debió volver con su abuela en vez de desviarse de su camino ¿Qué buscó obtener yendo a la azotea? ¿Respuestas? ¿Esperanzas? ¿Perdón? Alzó su mirada. Comenzaba a llover. Nunca había sentido las gotas de lluvia contra su rostro. Tan contaminadas como todo lo demás en aquel sucio agujero.

¿Por qué continuaba viviendo?

Porque era un monstruo.

Tocó su vientre empapado. Dolía.

-Esta sangre sí es mía…-Susurró, cerrando los ojos.

Su condena era vivir atormentada.

Pero…

Fue alcanzada. Ya no tenía fuerzas. El hombre tiró de su brazo. Resbaló ante el brusco movimiento. Uno de sus pies perdió estabilidad, cediendo y con ello todo su cuerpo. Aquello tomó por sorpresa al enmascarado, quien la soltó cuando sintió que su peso lo tiraba.

¿Acaso ya había terminado de pagar por sus pecados?

Cayó.

Abrió los ojos viendo cómo la luz desaparecía.

¿Cuánto tardaría en llegar a lo más hondo?

¿De verdad ese era su fin? ¿Su tormento iba a acabar?

No.

No quería morir.

Su pecho se oprimió.

Pese a su horrible vida, no deseaba terminar de esa forma.

Ya no había luz.

¿Dónde acabaría?

Gritó.

Sus oídos zumbaron.

Se abrazó a sí misma, esperando el impacto mientras de su interior liberaba la opresión que yacía en su pecho.

“¡No eres más que un monstruo! ¡Monstruo!”

Continuará.

27. Januar 2022 02:12 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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