Valentino Valentino -

La lucha perenne entre la Sociedad Custodio y la Hermandad, los Annukakis, en la figura de un niño elegido que sale bien librado de tal encuentro: "Siendo niño viajé mucho por toda América, y a decir verdad no sabría explicar el porqué de este privilegio, salvo que la mayoría de veces solía figurar como “invitado” en tales travesías. Fui, para no traicionar mi educación norteamericana, el centro de las “situaciones”, aunque realmente nunca deseé que fuera así. Debo reconocer que tuve la buena fortuna de haber estudiado en un colegio donde los estudiantes extranjeros predominábamos y eso influyó bastante en que me convirtiera en cosmopolita...."


Science Fiction Alles öffentlich.

#Valentino #La serie V #Henry Ford #Cuento hondureño #Ovnis #Extraterrestres #Von Daniken #Sociedad Custodio #La Hermandad
Kurzgeschichte
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La Serie V



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Siendo niño viajé mucho por toda América, y a decir verdad no sabría explicar el porqué de este privilegio, salvo que la mayoría de veces solía figurar como “invitado” en tales travesías. Fui, para no traicionar mi educación norteamericana, el centro de las “situaciones”, aunque realmente nunca deseé que fuera así. Debo reconocer que tuve la buena fortuna de haber estudiado en un colegio donde los estudiantes extranjeros predominábamos y eso influyó bastante en que me convirtiera en cosmopolita.


Pero no quiero hablar sobre ello, sino de lo que me ocurrió en un viaje de estos. Y hoy que me cargan los años y una responsabilidad que todavía no encuentro, empiezo a verlo más nítidamente, aunque sigo sin comprender.


Recuerdo que iba en escala hacia el aeropuerto de Miami, desde donde partiría finalmente a la ciudad de Raleigh, por invitación de un compañero de colegio muy querido mío llamado Jean Pierre (y de su hermano François, el hijo eterno de la Madraza, como exclamaba a escondidas su madre), un muchachito de raza negra cuyo máximo sueño consistía en llegar a convertirse en diseñador de automóviles (por cierto, de aquí en adelante, a esa mi edad, tomé la errónea impresión de que todos los franceses eran negros y musulmanes, aun cuando me sabía al pie de la letra los cantares de Roldán, el Caballero Verde y las increíbles hazañas de Sor Juana de Arco; pero fue mi primera impresión de Francia, y estimo ese primer cruce multicultural europeo).


Como iba en escala, el avión aterrizó en Miami como a las 7 p.m., por lo que yo debía alquilar hotel y hospedarme. ¿Pero un niño de 14 años haciendo esos trámites? Pues así era. Sin embargo, creo que la gente a mi alrededor no lo creía y solían darme ayuda de manera inmediata. Nadie se resiste a la candidez de un niño al parecer perdido.


-Viajo solo –le dije a una señora que ceceaba, de piel color de leche, ojos medio orientales y medio arisca; al parecer española.


-¿Chaval, y tus padres? –me preguntó.


-Trabajan.


-Vale, entiendo, joder –me decía enseguida; a mí me gustaba como pronunciaba la letra jota-. Que sois muy majo, ¿vale, eh, chaval? Os veis tan inteligente. Venid conmigo a casa. ¿Qué volveríais a las 6 a.m. al aeropuerto? Vale, estaréis antes, un cuarto para las seis, os lo prometo. Esperad a ver a mis amigos.


Y luego aquella hospitalidad, y los amigos que se maravillaban de ver a aquel niño de risa fácil. Pues fue en ese viaje donde sucedió algo que, como he dicho, hoy considero extraño. Efectivamente, a las cinco y cuarenta y cinco retomé vuelo a la ciudad de Raleigh. Esta vez me senté al lado de un señor de espeso bigote y con barba negra partida a la mitad, como la de esos retratos victorianos donde rostros adustos sostienen un nítido sombrero de copa. El mío llevaba en vez de sombrero de copa, uno de ranchero, cadenas al cuello de oro y plata, ensortijado del meñique al dedo gordo, y un par de lentes RayBan que matizaban una nariz bulbosa.


Desde que se sentó rió de una manera inusual. No le puse atención entonces pues la azafata me había puesto una película de ciencia ficción, “La Serie V”, que conmocionaba al incauto que la veía, ya que introducía por vez primera la figura reptiliana dentro de los círculos ocultistas de fenómenos extraterrestres. De reojo, pude captar que tenía el humor un tanto controvertido, o al menos algo nervioso e intermitente.


-Oye, chamaco –dijo masticando no sé qué y con acento norteño, de chicano-. Tú eres “el especial”, ¿eh, wey?


Como yo tenía los audífonos puesto, apenas pude leerlo en sus labios, al tiempo que le sonreía.


-“El señorito muy especial” –repitió-. Carajo -y se dejó ir un ventoso.


Le levanté las cejas, afirmando con la cabeza y rascándome la nariz.


-Ah qué chinga´o más jodido éste –agregó viendo de un lado a otro-. Quiero vivir, quiero vivir, óyeme, wey, vivir.


Lógicamente, los ojos verdes que aparecían en los de la Serie V me tenían hipnotizado.


-A la cría hay que darle camotillo antes de que nazca –dijo finalmente; la manzana de Adán de su garganta comenzó a movérsele de un modo extraño-. La Sociedad Custodio debe prevalecer.


Tan imbuido estaba yo con la película que, escupiendo del asco al ver como un alien se comía un ratón, y lo peor es que lo saboreaba, no me di cuenta cuando el hombre del sombrero sacó una navaja de sus zapatos y la dirigió hacia mí. Recuerdo que fue la única vez en que pude ver que las venas parecían salírsele de la piel.


Pero en realidad sólo pude darme cuenta de la amenaza cuando una mujer empezó a gritar como loca:


-¡Por Dios! –y estirándose totalmente en el asiento-. ¡Madre mía!


Pronto los demás pasajeros se reunieron en torno suyo. Incluso sacaron cada uno sendas cámaras fotográficas y las de sus respectivos celulares.


El señor del bigote pronto ocultó su navaja. Yo en cambio empecé a aterrarme e intenté salir al pasillo, pero el hombre me cogió de una mano.


-Siéntate –masculló con fuerza.


-¡Y no llores! –añadió-. No saldrás vivo de aquí. Es mi misión y no fallaré.


La gente al otro lado del pasillo seguía extasiada por lo que veía fuera de las ventanas del avión:


-Tiene forma de cigarro –decía una.


-Es enorme –argumentaba la otra.


-Esa nave, o lo que sea, según mi cálculo, tiene el tamaño de una pequeña ciudad –agregó otro que dijo ser ingeniero civil-. Es una construcción imposible para que sea el producto de nuestra tecnología actual.


-Jamás lo hubiera creído a no ser que lo haya visto con mis propios ojos –verberó una más cayendo al piso con las manos juntas-. Y ahora que lo veo, se siente como una experiencia religiosa.


-Von Daniken tenía razón –dijo otra.


-Eh, tú niño –dijo de presto la que estaba arrodillada-. Ven acá –y se levantó para halarme de una mano, la que le extendí en el acto y sin demora; el hombre de sombrero quiso oponerse, sacó su navaja, pero la mujer con los ojos saltados le dio una bofetada-. ¿Eres su padre? ¿No? Somos la Hermandad –bufó la señora con movimientos rápidos de cabeza, tal si estuviera convulsionando, dirigiéndose a él-. Has fallado –y alzándome en medio del gentío-, y hete aquí que tú has sido examinado y no se te ha hallado error.


-¡Pero señora! –le gritó una joven muy bonita-. ¿Qué le pasa, está loca? ¡Suéltelo! Ven acá, niño. No le hagas caso.


El señor de sombrero se abrió paso con brusquedad, pero la señora que se decía de la Hermandad le puso una especie de brazalete en la muñeca. El ranchero cayó sentado, de improviso.


Y allí quedó todo. Me bajé en la ciudad de Raleigh, con los nervios de punta,me encontré con mis amigos Jean Pierre y François que me esperaban con un gran rótulo en el aeropuerto, y juntos recorrimos el norte de Estados Unidos, viaje que culminamos en coche con la visita al lugar sagrado de Jean Pierre, el Museo Henry Ford, en Michigan.


De no haber sido por este incidente, que aún no comprendo, creo que hubiera sido una anécdota perfecta la que hubiera escrito hoy.


Todavía me carteó con Jean Pierre, que está muy alegre porque dice que finalmente sus carros eléctricos son un éxito, y hasta me ha dicho que la caída de precios del petróleo no le preocupa, que no es competencia, que su nicho de mercado es otro y que a diario crece por miles.


Únicamente siento pena por François. Su madre, entre una mezcla de orgullo y dolor, me dice que su hijo alcanzará la salvación tal como Alá lo ha dejado establecido para los verdaderos creyentes mediante el ejemplo de Su Profeta Mahoma: sacrificado en medio de la Guerra Santa.

27. September 2017 04:09 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Das Ende

Über den Autor

Valentino - Al principio fue el Verbo.

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