u388 Silvia Jiménez

Mi nombre es Silvia y vivo en un pequeño pueblo del sur de España. Acabo de terminar los estudios preuniversitarios y tras rellenar, firmar y enviar miles de documentos, me han aceptado en la carrera que siempre he deseado hacer. Sin embargo, una vez dentro de la universidad, el programa Erasmus me llamo poderosamente la atención y decidí apuntarme, claro que mis expectativas eran muy distantes a la realidad. Finalmente me aceptaron en el programa para estudiar en el extranjero durante el resto de la carrera, de la que ya solo me quedaban dos años. Lo que jamás llegue a imaginar es lo mucho que cambiaría mi vida tan lejos de casa. Nuevos amigos, nuevas costumbres y sobre todo, nuevos sentimientos.


Romantik Nur für über 18-Jährige.

##flechazo
3
13.3k ABRUFE
Abgeschlossen
Lesezeit
AA Teilen

CAPITULOS 1 Y 2

CAPITULO 1.

Soy Silvia, tengo 17 años y vivo con mis padres y mi hermano en un pequeño pueblo al sur de España. Ya veis, una familia para nada numerosa, ya que el resto de mis familiares estaba dispersado por toda España.

Mi vida es normal y corriente, rayando a veces en lo monótono, o al menos, así ha sido estos últimos años, académicamente hablando.

Os preguntaréis el motivo de esto. Pues, resulta que durante estos dos años he estado estudiando bachillerato, donde nos preparan concienzudamente para estudiar en la universidad o hacer cualquier otro estudio superior. Siempre había tenido muy claro lo que quería hacer con mi vida en el futuro, así que me convertí en una “adicta” al estudio.

Quería conseguir mi sueño y para ello, tenía que estudiar más que nunca. Claro que eso no era un problema para mí porque siempre he sido una chica obediente y estudiosa, una chica modelo, como a veces decían los profesores.

Aunque había algo que odiaba profundamente de todo eso y era el hecho de que todos pensaran que soy una empollona. No considero serlo porque lo que he hecho ha sido para entrar en la universidad y estudiar magisterio.

Desde muy pequeña, ya tenía claro que me gustaba enseñar a los demás y que quería dedicar mi vida a ayudar en todo lo que pudiera a la sociedad. Cuando crecí un poco más, me convertí en ayuda de muchos de mis compañeros para aprobar exámenes y la mayor parte de las veces, en casa también ayudaba a mi hermano con los deberes. Fue ahí donde me di cuenta que la satisfacción de sus aprobados, me hacía sentir un nudo en el estómago y ganas de llorar de alegría. Pero, conseguir mi sueño depende de los resultados que obtenga en los exámenes de selectividad.

Pero no todo en mi vida ha sido estudiar.

Respecto a los amigos no me ha ido demasiado bien y sé que la culpa es mía. Buscaba amistades idílicas, pero ser tan exigente me trajo consecuencias. Aún así, tenía un grupo considerable de verdaderos amigos, cosa que me hacía sentir orgullosa y feliz.

Así que… ya podéis imaginar cómo me ha ido también con los hombres… Tuve dos novios, a pesar de eso, relaciones que no duraron demasiado porque uno de ellos me celaba continuamente y jamás entendí por qué ya que para mí la fidelidad era una virtud imprescindible que llevaba a raja tabla y otro de ellos me engaño, según me confesó él mismo, porque no era “demasiada mujer” para él.

Y tras ese pequeño análisis de mi vida con el que espero no haberos aburrido demasiado, os contaré que estoy haciendo en este preciso momento. Hace unos días, recibí una llamada del rector de la universidad el cual quería hablarme sobre mis notas en selectividad y lo más curioso de todo es que ni siquiera sabía mis notas y eso me ponía muy nerviosa. ¿Habría aprobado, lo habría hecho bien o lo habría hecho tan mal que me cerraban las puertas de la universidad?

Me miré al espejo de cuerpo entero que tenía en mi cuarto. Mi cabello de color claro caía con delicadeza sobre mis hombros y mis tirabuzones parecían saltar de emoción con cualquier movimiento, me había maquillado con colores suaves para que pareciera el color natural de mi rostro y me había puesto una falda de volantes de color blanca y una camiseta de tirantes de color azul a juego con unas manoletinas blancas y un bolso del mismo color donde llevaba algo de dinero para el autobús, mis identificaciones, el móvil y las llaves de casa para no quedarme fuera en caso de que a mi regreso, mi familia hubiese salido.

Suspiré una vez más delante del espejo para tranquilizarme y finalmente, salí.

Cuando llegué a la parada, uno de mis mejores amigos, ya me estaba esperando allí. Cuando nuestras miradas se cruzaron, él me sonrió con ganas y yo agité la mano para saludarle. Una vez que llegué a su lado, él me abrazó con fuerza y yo le correspondí sonriente.

-¡Muchas gracias por acompañarme, David!

-No tienes nada que agradecerme. Por ti, que eres mi mejor amiga, haría cualquier cosa.

-Lo sé.

-¿Cómo estás?

-La verdad… Estoy nerviosa. Espero que sean buenas noticias.

-Estoy seguro que sí. Venga, vamos.

Sí, uno de mis mejores amigos es un chico. Nos conocimos en el colegio, cuando estábamos en la guardería y desde entonces no nos habíamos separado y él siempre me apoyaba y defendía en momentos difíciles. Justo ahora había insistido en acompañarme a la universidad, según él, para orientarse por allí, ya que él sí sabía su nota y entraría a estudiar topografía o lo que es lo mismo, interpretación de planos.

David era un chico muy alto, ya que medía 1,80 metros, su complexión era fuerte y atlética porque le encantaba hacer deporte, su piel tenía un tono bronceado permanentemente, su cabello era liso y corto de color castaño y sus ojos marrones, grandes y expresivos. Era un chico muy guapo, es verdad, pero nunca había tenido ninguna novia o al menos, que yo supiese.

Estuvimos hablando de cosas triviales hasta que llego el autobús. Sin embargo, el viaje se hizo más corto de lo que esperaba y eso que teníamos un camino de al menos media hora.

Mis manos empezaron a sudar cuando las puertas de la universidad se alzaron frente a mí. Aquel lugar era inmenso y he de admitir que me asustaba. Miré a David con algo de temor, pero como siempre, él me animó con una sonrisa y me instó a terminar con mi miedo cuanto antes. Me acompañó hasta la puerta del despacho del rector y prometió esperarme. Le di sendos besos en las mejillas, volví a respirar profundo y entré después de que me dieran permiso desde dentro.

Cuando entré, pude ver un amplio despacho, donde todo se encontraba ordenadamente colocado y tras la mesa de madera oscura un hombre bajito, de pelo canoso y bigote, con gafas gruesas me esperaba. Una vez que estuve a su altura él se levantó y me tendió la mano. Por suerte, ya no me sudaban las manos en lo absoluto y correspondí el gesto con gusto. Después de eso, me pidió que me sentara y así lo hice.

-Buenos días, Silvia. Es un placer conocerte finalmente.

-Igualmente.

-Estoy seguro de que te preguntarás el motivo de mi llamada.

-Sólo sé, por lo que me dijo su secretaria, que quiere hablar sobre mis notas de selectividad.

-Así es…

-Pero he de confesarle que no tengo conocimiento de mis resultados en esas pruebas.

-Lo sé, quería mostrártelas yo mismo.

El rector me tendió una carpeta marrón. Me quedé mirándola unos segundos sin saber que hacer hasta que la curiosidad me pudo y abrí la carpeta. Ahí estaban los resultados de mis exámenes, pero lo que más me sorprendió… ¡Tenía matrícula de honor en todas las asignaturas!

-He de decir que estoy impresionado con tus notas. Hace mucho tiempo que no presenciaba algo así.

-Muchas gracias.

Tras ver mis notas, me fije que en esa carpeta también había un montón de documentos a rellenar. El rector me explico que tendría preferencia absoluta para entrar en la universidad pero que tenía que rellenar esos papeles, por lo que me concedió tiempo para hacerlo allí mismo y entregárselo en mano.

Una vez hubimos terminado, salí por donde había entrado. Una vez fuera, no pude evitar, echar mi peso en la puerta, cerrar los ojos y sonreír como una tonta. ¡Me sentía tan feliz y orgullosa de mí misma…! ¡Tenía matrícula de honor en todas las asignaturas!

Cuando volví a abrir los ojos, vi que David estaba sentado en la sala de espera. Cuando me vio se levantó y esperaba mis respuestas con expectación:

-¿Y bien? ¿Cómo te ha ido?

-¡No te lo vas a creer…!

Me sentía incapaz de decírselo con palabras, así que le enseñe los documentos donde mis notas estaban reflejadas. David parpadeó un par de veces con sorpresa y después de eso dejó los papeles sobre la mesa para abrazarme y lo hizo con tal fuerza que me elevó por los aires y me hizo girar con una sonrisa permanente que era contagiosa junto a mi felicidad.

CAPITULO 2.

Cuando mis pies volvieron a tocar el suelo tras ese abrazo de oso, David y yo salimos del edificio y antes de regresar a casa, dimos un paseo por la universidad, ya que como os dije antes, David ya había sido aceptado en la carrera de topografía y quería orientarse un poco por allí, ya que no le gustaba nada estar en espacios desconocidos.

Aunque no era la primera vez que íbamos a la universidad. La biblioteca de la ciudad se encontraba ubicada allí y cuando teníamos algún examen complicado, todos íbamos a estudiar allí.

Los edificios se encontraban nombrados con letras y números. Las letras iban de la A-D y dividía la universidad en cuatro bloques. En el bloque A se encontraban los despachos de los profesores, en el bloque C se encontraban las cafeterías, lugares para hacer fotocopias y en definitiva, para pasar ratos de ocio, y en los bloques B y D se encontraban los lugares donde se daban clase. El bloque B era destinado a las carreras de letras, como la mía y el bloque D era para los que estudiaban alguna carrera de ciencias, como David.

Cuando terminamos de dar ese paseo, decidimos regresar a casa. Nos sentamos en la parada de autobús a esperar y cuando volvimos a estar bajo la seguridad del aire acondicionado del transporte –ya que en la calle, el calor empezaba a ser insoportable a las doce de la mañana un día de julio-, nos relajamos considerablemente. Ahora, tenía la seguridad de saber que había logrado mi sueño y que el esfuerzo había merecido la pena.

Cuando David y yo llegamos a nuestro destino, nos bajamos y debido a su insistencia en que quería celebrar mis notas, me invitó a tomar un helado. Caminamos calle abajo hasta llegar a una de las heladerías más famosas de la ciudad, que por supuesto, estaba a tope.

Sin embargo, había un sitio libre y me senté allí mientras David pedía los helados. No me gustaba que me invitaran a nada ya que eso parecía mostrar debilidad, pero con David siempre hacía la excepción. Mientras esperaba, decidí llamar a mi madre para contarle lo que había sucedido en la universidad y también para decirle que no se preocupara, que volvería tras tomarme un helado. Por suerte, el saber que estaba con David la tranquilizaba. A mi madre siempre le había caído especialmente bien, tanto que incluso alguna que otra vez, tanto mi familia como la suya, nos íbamos juntos de vacaciones y claro, así los lazos se estrechan.

Cuando David regresó con los helados, uno de fresa para mí y otro de chocolate para él, volvimos a hablar de cosas triviales, como por ejemplo que expectativas teníamos de la universidad, las vacaciones, las salidas diarias, las familias…

Fue entonces, cuando noté un cambio en el ambiente entre los dos. David miraba a otro lado, debatiéndose contra algo que quería hacer o decir. No me gustaba verle así, así que le cogí de la mano para conseguir que me mirara. Suspiró y se atrevió a abrir la boca, pero antes de poder pronunciar palabra, el resto de nuestros amigos entraron en la cafetería.

Y ahora, voy a hablaros un poco de mi grupo: Ramón, Laura, José, Ángela, Adrián, Paula y Jessica.

Casi todos nos conocimos en el colegio, a excepción de Laura, Ángela y Paula, a las que conocimos en el instituto cuando estudiamos bachillerato.

Ramón era un íntimo amigo de David, los tres éramos inseparables en el pasado, aunque con el tiempo, Ramón se alejó algo de mí. Claro, había cosas que solo podía hablar con otros chicos. Ramón era tan alto como David -1,80 metros-, iba al gimnasio por lo que su cuerpo estaba musculoso aunque su piel era casi tan clara como la mía, su cabello era de color chocolate y sus ojos verdes del tono esmeralda siempre llamaban la atención allá por donde iban. Siempre había sido un chico guapo, pera era tímido y reservado en la mayoría de las ocasiones, aunque muy generoso y bueno.

Luego estaba Laura. Ella estudió en el mismo instituto que nosotros, haciendo bachillerato. Estaba en la clase de ciencias por lo que Ramón la conoció mucho mejor hasta el punto de enamorarse. Desde entonces ambos son novios y no me sorprende. Laura es la pareja perfecta para Ramón ya que son casi igual de guapos. Laura tiene el peso y la estatura media de este país, su cabello es negro y cae hasta la mitad de su espalda en tirabuzones, haciendo juego con su nívea piel y unos ojos de un impresionante color miel. A pesar de su belleza, es una chica de lo más reservada, alguien a quien le cuesta coger confianza, pero cuando la tiene, es la mejor amiga que se puede tener.

José es otro de mis mejores amigos. También lo conocimos en el colegio aunque algo más adelante. En el pasado era muy diferente a como es ahora y eso siempre causó que otros niños se metieran con él. Esa injusticia me mataba y por eso, decidimos convertirlo en amigo nuestro y por supuesto, ayudándolo y defendiéndolo siempre. Actualmente, es muy diferente. Su carácter se ha endurecido, pero con sus amigos es dulce y amable. Es un chico altísimo, de hecho es el más alto de todos los chicos del grupo, ya que mide 1,90 metros, tiene la piel clara a juego con sus ojos marrones y su cabello negro lo tiene largo hasta los hombros.

Ángela es otra de las chicas que conocimos en el instituto. Una chica tímida, justa, tierna, estudiosa y miedosa. Cuando conoció a José se enamoró a primera vista, solo que no se atrevió a decirlo nunca y desde que él se le declaró están juntos y son muy felices. Ángela es una chica de estatura y peso medio, de cabello castaño, liso y corto, de ojos azules con gafas y de piel bronceada. Le encanta cocinar, la música y la lectura; de hecho es con una de las chicas que más cosas tengo en común.

Luego tenemos a Adrián. Llego a nuestro colegio el último año de secundaria. Venía desde París, ya que su padre es francés, pero como su madre era española decidieron regresar a su pueblo, a nuestro pueblo. Era un chico de lo más extrovertido y decidido y desde el comienzo nos cayó muy bien, es más, él se convirtió en un gran amigo de José al instante y por tanto, de todos nosotros. Era súper divertido y era muy difícil no quererle. Es un chico alto, aunque no tanto como los demás, ya que mide 1,75 metros, de complexión fuerte y esbelta, piel clara, ojos castaños y cabello negro.

Paula, la novia de Adrián, es otra de mis mejores amigas. Nos conocimos en el instituto y enseguida conectamos por su carácter amable y leal, además, ella también quería estudiar magisterio. Es una chica guapísima, de estatura y peso medio, piel bronceada, cabello cobrizo y largo de textura ondulada y de ojos verdes de tono bosque. Le encanta comprar, salir, hablar y escuchar y es una chica a la que quieres enseguida por su forma de ser.

Y por último, Jessica. Ella no estaba en nuestra clase, pero sí la conocíamos del colegio, de hecho, ella empezó a estudiar en nuestra clase, pero repitió curso. Su situación era muy parecida a la de José al principio, ya que todos se metían con ella, pero nuestro apoyo y nuestro cariño y su forma de ser fueron una mezcla perfecta para que ella estuviera en nuestro grupo. Es una chica de estatura y peso medio, delgada, piel clara y ojos de color miel, de cabello oscuro, corto y rizado.

Y bien, quise hablaros de mis amigos, porque como os decía, entraban en la heladería en el momento en el que David parecía querer contarme su problema, que lo tenía distraído y distante, cosa que odiaba profundamente.

-¡Chicos, qué sorpresa! –nos saludó Adrián al vernos-.

-¡Hola, chicos! ¿Qué hacéis por aquí? –Les saludé con entusiasmo-.

-Intentando combatir el calor con un helado… ¡Hace siglos que no pruebo mi favorito! –Dijo Paula, sentándose a mi lado-.

-Sí, podéis sentaros aquí si queréis –dijo David rodando los ojos-.

-Es genial que hayáis encontrado sitio porque este lugar siempre está a tope –dijo Ramón sentándose junto a David-.

-Por cierto, ¿qué hacéis aquí? –Preguntó José-.

-Tenía que ir a la universidad a resolver un asunto y David se ofreció a acompañarme –les expliqué-.

-¡Es cierto! –Dijo Jess-. Silvia me comentó ayer que el rector la había llamado –les dijo a los demás cuando la miraron raro-.

-Sí, así es –asentí-…

-¿Y cómo fue todo, amiga? –Me pregunto Ángela-.

-Muy bien. Resulta que el rector ya conocía mis notas de selectividad –les enseñe las notas que guardaba en la carpeta y casi me carcajeo cuando sus bocas se abrieron de la sorpresa-.

-¡Esto es genial, Silvia! ¡Muchas felicidades! –Me dijo Laura-.

-¡Gracias!

Las felicitaciones de mis amigos se fueron sucediendo de uno en uno y después de eso, se unieron a nosotros para tomarse un helado. Sin embargo, tener cerca a las chicas y después de haberme visto a solas con David no era nada bueno, ya que todas ellas sugerían que hacíamos buena pareja y que les encantaría vernos como novios. A pesar de eso, no podía imaginarme a mi mejor amigo, al niño con el que jugaba y me iba de vacaciones, como mi novio. Temblaba solo de pensar cómo podría cambiar todo si eso ocurriera. No podía negar que fuera muy apuesto y que me gustara la forma tan linda en la que me trataba, pero… No me gustaba como hombre o al menos, no me lo planteaba de momento.

Bueno, tras tomarnos el helado, decidimos regresar a nuestras casas, no sin antes quedar para aquella noche y celebrar mis notas como era debido o al menos, eso decía Laura. Y cuando alguna de ellas hacía planes para celebrar algo, temblaba. ¡Eran capaces de cualquier cosa…!

31. Juli 2017 09:57 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
2
Lesen Sie das nächste Kapitel CAPITULOS 3 Y 4

Kommentiere etwas

Post!
Bisher keine Kommentare. Sei der Erste, der etwas sagt!
~

Hast Du Spaß beim Lesen?

Hey! Es gibt noch 24 Übrige Kapitel dieser Story.
Um weiterzulesen, registriere dich bitte oder logge dich ein. Gratis!