yuliana-chiple Yuliana Chiple

Ignacio es un niño rico malcriado y despiadado que ha decidido jugar al "gato y al ratón" con Ángel, una chica de carácter fuerte y un pasado muy oscuro. Ignacio cree que es divertido chantajearla, gritarle y después decirle que le gusta. Piensa que el no mostrarle sus sentimientos lo hace ver como un chico "misterioso". Ignacio solo es un pobre diablo que necesita cariño.


Romantik Nur für über 18-Jährige.

#tringulo amoroso #odioxamor #drama #pobrexrico #relación toxica
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Episodio 01.

Se suele iniciar una historia presentando a cada uno de los personajes que aparecerán a lo largo de la novela. Desde la protagonista hasta aquel sujeto que solo saldrá en dos o tres episodios. Se dan explicaciones largas de la razón de porque están ahí y como es que terminaran conociéndose.

Pero la naturaleza de las personas en este relato es salvaje, imprudente e impulsiva. Y es así como se inicia esta novela romántica. Y son así como ellos hacen su introducción.

—¿Dónde está? —la impaciencia se reflejaba en su mirada.

—En el coci...

La dejó con la palabra en la boca.

Salió casi corriendo en su búsqueda. Lo encontró recargado en el marco de la puerta que daba al jardín.

Se había cortado el cabello, lo sabía porque hace solo unos pocos días dejó de verlo. Ángel le encantaba lo suave que lo tenía, también le fascinaba su color almendra. Aun traía esos lentes cuadrados. A él jamás le gustaron los de contacto, eso no ocultaba el tierno color negro de sus bellos ojos.

Ángel y Emiliano compartían una conexión más que especial, ella sabía lo que él sentía, y varias de esas veces lo que pensaba, mientras que Emiliano conocía cada uno de sus estados de ánimo. La chica era alguien que no se expresaba con frecuencia, solo él sabía cuándo cambiaba de estar feliz a triste o de enojo a indiferencia. Se conocían como la palma de sus manos.

Sin reserva, camino hacia él y lo abrazo por detrás.

—Qué bueno que estas aquí —hundió el rostro en su espalda

—Esta casa esta enorme, por poco y me pierdo —el sonido de su voz hizo que los terribles recuerdos se fueran, pero el dolor continuó ahí.

Se giro en el círculo de sus brazos para mirarla con una sonrisa, mientras que con ambas manos sujeto su rostro. Fue cuando su expresión cambio.

Solo le bastó echarle un vistazo a su expresión para saber que las cosas no iban bien.

—Algo pasó.

—Claro que no —desvió la mirada, evitando el contacto visual.

—¿Qué fue lo que sucedió? —su tono se volvió serio.

A causa del nerviosismo Ángel jugaba con sus dedos.

—¿Prometes no enojarte?

Suspiro.

—¿Ahora qué hiciste Ángel Quiroz?

Se mordió el labio inferior.

—Golpeé a mi jefe, porque... —la voz se le apago— por favor prométeme que no harás nada estúpido.

Solo se quedó callado.

—¿Por qué lo golpeaste?

—No te diré nada hasta que prometas que vas a mantener la calma.

—Habla de una vez Ángel.

—La razón fue, que me llamo zorra y tú sabes que... —lo observo marcharse.

El rostro casi estaba rojo del coraje, camino hacia lo que él suponía era la sala, ahí se encontró con un chico recostado sobre el sofá leyendo una revista.

—¿Tu eres el tal Ignacio Herrera?

—Sí.

Solo eso le bastó para propinarle un golpe directo en la mandíbula, haciendo que el pobre muchacho cayera al suelo. Sin pensarlo se le subió encima, golpeándolo esta vez en el rostro.

—¡Detente! —ella trató de sacárselo de encima.

Dos grandulones aparecieron en escena, tomando al chico por la camisa.

—¡¿Qué demonios te pasa?! —el rubio se tambaleo al levantarse del suelo.

—¡Escúchame muy bien "riquillo" de pacotilla, sí vuelves a decirle algo a Ángel, te daré la paliza de tu vida! —forcejeo en vano con los dos hombres que lo sostenían.

—¡Sáquenlo de aquí! —a Ignacio el área le daba punzantes dolores, y podía sentir como la mejilla se le inflamaba por el golpe.

Lo sacaron a empujones y jalones del lugar. Anggie iba detrás de los guardaespaldas, hasta que un fuerte brazo la sujeto firme y bruscamente de la muñeca. La mirada iracunda de su jefe le advirtió que era mejor quedarse donde estaba.

—Y tú, ve a traer el botiquín. ¡Ahora! —le dio un fuerte empujón hacia la cocina.

No tuvo otra opción más que obedecerlo.

Al abrir la puerta, medio personal de la casa casi se va de bruces al piso. Al parecer estaban muy pendientes del espectáculo.

—¿Dónde está el botiquín?

Susana se lo paso de inmediato, en su rostro se reflejaba el miedo. La joven ni siquiera se dio cuenta del estado de ánimo de la mujer.

Toda su atención estaba centrada en lo que acababa de suceder.

«¿Estará bien?»; la pregunta la estaba matando de angustia.

Regresó a paso veloz a la sala. Ahí, Ignacio soltaba ligeros quejidos mientras revisaba en un espejo la gravedad de sus heridas.

—¿Qué es tu novio, un boxeador? —movió exageradamente la mandibular, para verificar que no estuviera rota.

—Él no es mi novio —saco el algodón y un frasco de agua oxigenada.

Con cautela, la chica ocupo el lugar a lado de él. Humedeció uno de los algodones, con el dedo índice le sujeto la barbilla para tener mejor acceso a sus heridas y también poder curar el enorme moretón que se formaba en la mejilla izquierda. Al parecer Emiliano si le había pegado duro.

Ocasionalmente sus ojos se cruzaban con una mirada parda e intensa, lo que no hacía más que ponerla muy nerviosa. Cuando su jefe la miraba enojado, furioso o altanero, no había reacción alguna en ella, sin embargo, ahora el caso era diferente. Le miraba con interés, incluso podía ver la curiosidad reflejada en sus ojos.

Le termino de poner ungüento sobre el moretón.

Por alguna extraña razón, la situación le causaba un deja vú.

—Nunca te había visto con atención —arrastro las palabras al momento de hablar.

La cercanía de su rostro y el aterciopelado tono de su voz hizo que la piel se le erizara, y un tenue escalofrío la recorriera de pies a cabeza.

—Eres...bonita.

Ángel lo miró directo a los ojos. Ningún hombre (incluyendo Emiliano) había elogiado su belleza.

Tomando el comentario como una broma, volvió a concentrarse enteramente en su trabajo. Ahora debía curar su labio partido; un hilo de sangre le llegaba hasta la barbilla.

En ese momento comprendió porque todo aquello le causaba un temible deja vú.

Había visto una película, donde la trama se centra en el romance que sostienen una enfermera y su paciente. En la escena más intensa y conmovedora, ella le está curando una herida que tiene en el labio. El muchacho la mira con una intensidad que deja sin aliento, con suma rapidez le arrebata el algodón a la enfermera y los dos se funden en un beso más que apasionado.

Como si estuviera tocando las llamas de una fogata, se alejó de él lo que el sillón le permitió.

Poco a poco su mirada se volvía felina y seductora. Dando se cuenta de la atmósfera que él mismo había formado.

—¿Te pongo nerviosa, sirvienta? —acorto la distancia que los separaba.

Quiso levantarse en ese instante, pero unas fuertes manos la hicieron volver a su lugar.

—Tienes las mejillas rojas. —le dedico una sonrisa de lado— ¿Pretendes contestar hoy?

Por el grado de cercanía y las circunstancias, a penas y escucho lo que le preguntaba.

—¿Cual...cual pregunta?

—¿Qué si... —le sujeto el mentón, alzando levemente su rostro; sus respiraciones se sentían una a la otra - te pongo nerviosa?

Las piernas no le querían responder, y el rostro de Ignacio ya casi tocaba el de ella.

El sonido de una risa la sobrecogió.

—¿Enserio creíste que iba a besarte? —una sonrisa cínica estaba dibujada en su rostro. Le palmeo la espalda en modo de consuelo— No tienes tanta suerte. Descuida iré al hospital mañana.

Se levanto, escondió los pulgares en sus bolsillos y se marchó con una sonrisa de oreja a oreja.

El rostro de Ángel volvió a enrojecer, pero esta vez de furia sus manos se crisparon a sus costados, volviéndose puños.

—Ese hombre...es el imbécil más grande del planeta.

10. Juli 2017 20:28 1 Bericht Einbetten Follow einer Story
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JV Jessica Villalba lozano
Esta historia me gusta mucho 😍😍😍😍
July 07, 2019, 18:42
~

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