Cada vez que respiro, cuando me mareo, al sentir el corazón escaparse por mi boca, tu recuerdo me alivia, me entristece. Añoro tus abrazos, siempre desinteresados, siempre amables. Añoro como eres, anhelo que me llames, que me saques, que te rías, que me hables. Me agoto de vivir, me muero en cada instante. Esa luz que velaba, esa tan galante, ahora es la luna que aparece cada tarde. Y tiemblo y me asusto, sufro de un pánico luctuoso. No lloro, no puedo; que bello sería ahogarme en mis propios ojos. No pienso, actúo. No rio, me obturo. Me duele cada uno de los días que sufres, que sufro. Te ansío sin prisa, te espero sin sangre. Nuestras vidas se acercan, aunque no sepamos ni cuanto ni dónde.
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