¿Quién era realmente...?
Era la pregunta que rondaba por mi cabeza una y otra, y otra vez... detrás del antifaz dorado que escondía mi rostro.
¿Era en realidad...? ¿Yo...?
Me detuve a mirar mis antebrazos adornados de una tela suave y sedosa, de color pastel. Eran parte de un vestido largo y ceñido a mi silueta, con escote en forma de corazón, que cubría mi cuerpo de una manera bastante sensual.
Mi cabello estaba alisado y atado en una coleta, lo que permitía a la suave brisa de aquella noche de verano acariciar el hueco expuesto de mi cuello y mis hombros, como una delicada sensación llena de expectativa y nerviosismo. Las luces que adornaban la calle impactaban en mi pálida piel, haciéndome sentir extremadamente viva, real.
La reina de Hongdae.
Así me llamaban desde hacía diez meses, exactamente. Desde el primer día que aparecí en Hongdae Street y comencé a cantar en medio de los otros grupos que también hacían música callejera.
Para los demás, era un misterio.
Para mi, era un momento de libertad.
La música comenzó su danza entre la multitud que me rodeaba, y mi voz, poderosa, se unió a la melodía, con pequeñas notas que iban emanando desde mi interior, dejando atrás cualquier otro sentimiento, como si en ese instante no importase nada más que aquel presente.
Mis ojos relampaguearon con la fuerza de mi canto, y una sensación de electricidad recorrió mis cuerdas vocales cuando la melodía llego a su punto cúlmine, más agudo, más magnífico.
En ese segundo, supe que podía responder a mi pregunta...
Sí, absolutamente, realmente era yo.
No cabía ninguna duda.
Y era el único momento en que volvía a ser quien había sido una vez.
Vielen Dank für das Lesen!
Wir können Inkspired kostenlos behalten, indem wir unseren Besuchern Werbung anzeigen. Bitte unterstützen Sie uns, indem Sie den AdBlocker auf die Whitelist setzen oder deaktivieren.
Laden Sie danach die Website neu, um Inkspired weiterhin normal zu verwenden.