Aquel templo donde se manifestaba la voz de Dios estaba inundado por el penetrante aroma del azufre y sangre demoniaca. Un hermoso ángel posaba al fondo del salón hecho de cristales celestes, aquel ángel, con una expresión neutra y vacía, cuyas alas ardían en un fuego inextinguible, por fin había mostrado su verdadera naturaleza, ya no había necesidad de fingir, pues en poco tiempo, el será el Dios del nuevo mundo.
Con esa enorme espada, con el poder de aniquilar cualquier cosa que tenga vida o conciencia… me hace dar cuenta que el desolador desastre que azotaría el mundo es inevitable. Pero por eso estoy aquí… para terminar con todo de una vez por todas.
Estamos cara a cara... el sostiene su espada con firmeza, un arma tan imponente como su mismo portador, extendiendo sus alas calcinadas, a pesar del fuego que las envolvía, se veían hermosas, grandes y fuertes, dignas de un ángel exiliado del cielo. Y yo, al otro extremo del gran templo, que era tan hermoso que casi parecía surrealista.
Al igual que él, permito que mis alas salgan de mi espalda, pero al hacerlo el dolor se apodera de mis sentidos, hago un esfuerzo por relajar mis músculos, sobre todo los de mi cara, no quiero ser muy obvio con mi sufrir. La primera ala sale de mi dorso, desgarrándome la piel y provocando así una leve hemorragia, lo mismo con el otro extremo de mi espalda, revelando dos alas color azul celeste, hechas de cuchillas de los mismos matices que decoran este palacio. El dolor se va poco a poco, entonces retiro una cuchilla de mis alas como si se tratara de una pluma, con la intención de usarla como espada.
Esperando a que el duelo comience me percato como él reprime una pequeña sonrisa burlona, aquello me hace enojar, pero logro contenerme.
—Me recuerdas a alguien… Con esa mirada iracunda y esas alas— hace una pausa y exhala secamente. — eres la viva imagen de tu padre…
—Ni siquiera te atrevas a profanar su nombre con tu voz --- vociferé con repentina violencia, evitando que terminé la frase. — Por años me has reducido a un vulgar esclavo bajo la mentira de traernos gloria a los nephilims. A cambio, has traído dolor y muerte a todos quienes he amado.
—vaya… Qué pena por el mártir del día. —dijo expresando burla disfrazada por un tono y rostro afligido.
—La última vez que nos vimos, me dijiste que era un traidor, pero el único que fue traicionado fui yo y jamás lo voy a perdonar — sin darme cuenta mi coraje quería manifestarse con las lágrimas a punto de desbordarse de mis ojos. — Pero no vine aquí para hablar de eso.
—Se para que hayas venido… pero no entiendo porque quieres detenerme Zend. Creare un mundo mejor, uno perfecto donde solo criaturas igual de perfectas serán su especie dominante, los Calesti resurgirán y devoraran a toda creación del dios que me desterró. Se inteligente y únete a mí. Tú y yo podemos ser dioses.
—Te equivocas, tú no eres Dios, y jamás lo serás porque… —Mis músculos se tensan y mi cuerpo se prepara de forma inconsciente para atacar. — Voy a matarte. — Sentencie.
Justo en el momento de dije eso, pega una risotada que resuena como eco en todo el salón, como si mi seriedad le resultara un chiste.
— ¿Y crees que podrás? sigues siendo el mismo niño ingenuo de siempre. Si de verdad eres tan fuerte como se supone que es un Alas Celestes, harás valer tus palabras.
A diferencia de mí, su cuerpo no se pone rígido, al contrario, se mantiene relajado. Simplemente dejándose llevar por la situación, como si no tuviera miedo a perder lo único que le quedaba. Claro, ahora estoy ante un rival diferente, uno que podría desafiar a dios y el único que ha vencido a un Alas celestes. Eso me deja en una situación complicada.
Quizás… este sea mi final, pero no el final de los nephilims, los humanos… los ángeles. Aunque el miedo invada mis sentidos, no voy a escapar de este destino, es mi responsabilidad ahora y voy a cumplirla. Morir asusta mucho, no voy a negarlo, y seguro el ángel negro ante mi lo sabe, por eso la sutil sonrisa no desaparece de su rostro.
Pero, si muero hoy, peleando por todos, por lo menos será dentro de este precioso salón.
Vielen Dank für das Lesen!
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