john-boj John Boj

Relato filosófico, una versión personal de la opinión que le suscitamos a la madre tierra.


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Kurzgeschichte
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Observando.

Ella era todo; sí, todo absolutamente. Al menos en ese planeta, que era sin duda el lugar más relevante a sus ojos entre tanta galaxia muerta. Escuchaba las voces y corazones de cada planta, de cada animal que pululaba por su superficie, de cada insignificante hombre que escalaba, cambiaba, quemaba o construía sobre ella; y todos parecían siempre ajenos a su mirada sin ojos, a su canto sin voz en las cuevas o el viento, a su rugido de ira en el mar... La verdad es que después de tanto, no se sentía tan dueña de nada; pero sí extremadamente sola.


Hacía mucho, probablemente un periodo inapreciable para los seres vivos que caminaban sobre su piel, no había nada. Fue un mundo yermo, tenía en su memoria el recuerdo, y en su corteza cada cicatriz; y le dolía siempre ese largo penar que había sufrido sin las pequeñas motas que poco a poco entretenían sus días. Primero fue la vegetación, no era algo emocionante del todo una planta, pero agradeció ser verde y no marrón por más tiempo; decidió que si algo iba a representarla sería, sin lugar a dudas, el verde hierba (lo sentía de corazón por el azul). Después empezó la vida animal: crustáceos, peces primitivos, anfibios… El inicio de las criaturas que cambiarían ya en libertad una vez dotadas de ese don. Todo fue cruel, ella era cruelmente maravillosa; la entretuvieron, aceptaron sus caprichos sin exigencias, fue justo a sus ojos que vivieran en su propio equilibrio, entre la paz y la guerra. Eras y eras pasaron, aunque en aquel entonces nada tenía un nombre, fue el humano el que le puso uno. Cuando esas inútiles criaturas sin pelo (por las que poco había apostado con sus hijos) sobrevivieron al hielo, tuvo que reconocer que eran, de todas las cosas brotadas de su cuerpo, una de las más interesantes. Poblaron y dominaron el mundo, conquistaron con fragilidad y tenacidad cada reto autoimpuesto, que casi creían un mandato divino; por cada obra de arte hermosa e inútil una flecha, por cada placer de la vida un pecado… Siempre tan dispuestos a pasar por encima del resto de criaturas, de sus semejantes e incluso de ella. Es cierto que llegaron a adorarla, pero quedaba poco de eso, ese sueño infantil dejó paso al ego y… Allí seguían, la iban asesinando poco a poco: si tenían aire querían canjearlo por progreso, si tenían energía la despilfarraban en viajes y avances innecesarios, si tenían paz no era autentica, si tenían guerra lloraban sobre lo que destruían… Pero a veces, mientras veía a esas hormigas que se creían dioses, sentía que el fracaso era suyo; ella se aburría tanto que creó su propio pase a la destrucción dejando albedrío a esos seres. La libertad era un arma de doble filo, siempre fue muy rentable ser cruel, hasta ella lo era dejando a sus creaciones luchar por las migajas de una existencia; y, ¿Quién podía culpar a alguien de aprender de la crueldad recibida por su progenitor? No era justa esa acusación, pero se fundamentaba en esa esperanza que le daban los pobres ilusos que creían en algo como la justicia, que la adoraban, que soñaban con el equilibrio que le atribuían y no poseía realmente. La naturaleza, ella misma, era el caos en su máximo exponente; su existencia no era relevante, observaba, silbaba en cada estación y de vez en cuando hasta mostraba un lado amable; pero que hermosos eran los corazones de esos hombres buenos… Casi, por un instante, llegaron a hacer que ella creyera que podían salvarse, que podía existir algo tan irreal como la eternidad, el amor…

Lo había decidido, cerró sus pensamientos y de un bostezo cansado dos huracanes arrasaron unas costas; no le supo mal, e incluso se hubiese reído de no ser por el terrible sueño que sentía. Se echaría una siesta, unos milenios quizá, con un poco de suerte no despertaría; ese pensamiento la consoló y se paró a observar como la humanidad rezaba por salvación en la catástrofe. No podía creerse lo arbitrario de las acciones que realizaban, ¿Ahora se acordaban de que eran insignificantes? Se planteó lo simple que sería tragárselos y crear unos nuevos pero… Había prometido no intervenir, y no lo haría de no ser extremadamente necesario; eso era más de otros dioses (en los buenos tiempos), sus aspiraciones eran más creadoras, a la vista estaba… Aunque la destrucción y la creación eran dos caras de la misma moneda.


Abrió los ojos cuando una explosión resonó en su superficie, no era doloroso; ella no sentía nada parecido al dolor, pero sí sentía. Otra guerra, había vuelto a la conciencia en un mal momento sin lugar a dudas. Entre cansada y curiosa observó los avances en su ausencia, la industrialización había cambiado mucho las cosas, las ciudades brillaban y habían crecido de forma exponencial... Se centró en ese punto que la había despertado y halló una ciudad arrasada y extrañas mutaciones cancerosas en los animales y supervivientes; notó que ella misma era ahora un poco más corrupta en cuanto a radiación, no es como si le afectara en algo, pero los humanos no podían decir lo mismo de su nueva arma. Apreció también que la contaminación había llegado más en forma de basura al mar, aunque no era preocupante todavía; podían encontrar una solución a todo pero lo dudaba al verlos centrarse en imponer ideas y promocionar el odio, nunca escuchaban a los pocos sensatos. De nuevo, se vio tentada a acabar con todo pero y sí… Siempre cabía la posibilidad ¿No? Y si erraba en su decisión, y si por unos malos se llevaba a los buenos… Y si se quedaba sola. Los demás hacía tiempo que se habían marchado lejos, nada de interés en jugar con unas criaturas que te niegan y caen siempre en los mismos errores. Cayó en la cuenta de que era la única que se aferraba a aquellas motas, envidió su ignorancia y, en un silencio resignado siguió murmurando que pagaba la pena: por los ilusos, por los que hacían algo bien, por los sensatos… Aguardaría un poco más

5. Juni 2021 16:48 0 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Das Ende

Über den Autor

John Boj Soy John Boj, aunque suelo firmar como Sr.Melancolies. Poeta desde el principio, escritor que se defiende en su prosa, ocasional artista y dibujante con poco talento en la rama pero que la disfruta, proyecto de guitarrista que no acaba de conseguir acertar… Aprender es la cosa más interesante que he encontrado para entretenerme. Mi musa es la melancolía y así la encontrareis en casi todos mis escritos (y en todos mis versos).

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