analiamin AnitaMin 🍊

"Ustedes deben saber cuál era nuestra situación por aquellos días, cuando grabar un programa en el medio del bosque nos había parecido la mejor idea en el contexto de pandemia global." "Era muy raro que alguien a esa hora de la madrugada estuviese internándose en el bosque, por lo que fue inevitable que mis sentidos se dispararan en todas las direcciones." ☆ ▪︎One shot ▪︎Canon, non-au ▪︎Suspenso ▪︎Parejas establecidas, sin romance


Fan-Fiction Alles öffentlich.

#nonau #canon #BTS #inkspiredstory #fanfic #JIMINYoongi #Taehyung #inthesoop #misterio #suspenso #oneshot #bangtan #jimin #YOONGI
Kurzgeschichte
5
385 ABRUFE
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La hora del Tigre

I

Una lucecita blanca captó mi atención. Redonda, con la panza llena de un resplandor que se recortaba en la linde del bosque.

También está en blanco la libreta donde escribo esto y es por eso que no dejo de pensar que todo comenzó con ese color.

Los acontecimientos de esa noche de junio fueron tan asombrosos que aún no puedo sacarlos de mi cabeza. Menos aún, vivenciando las secuelas que claramente dejaron en todos nosotros y que seguro ustedes pueden apreciar.

Yoongi me regaló este cuaderno con la intención de que focalizara toda esta energía dispersa que recorre mi cuerpo y la volcara en la escritura. También puede ser que lo haya hecho para que deje de deambular por la casa toda la noche o para que lo deje de patear en sueños cuando al fin consigo dormir.

Como decía, aquel día miraba por la ventana de mi cuarto sin fijar la vista en nada en especial hasta que el redondel lumínico, que claramente pertenecía a una linterna, atrajo mi interés.

Desde ahí mismo, sin moverme demasiado porque la pereza era mayor que mi espíritu curioso, seguí el trayecto que la luz emprendió subiendo y bajando, eligiendo un camino entre el suelo pedregoso y los gruesos troncos.

Era muy raro que alguien a esa hora de la madrugada estuviese internándose en el bosque, por lo que fue inevitable que mis sentidos se dispararan en todas las direcciones.

El staff dormía en las carpas cercanas a la casa principal y el cuidador de la propiedad del otro lado de la huerta, a unos cien metros de la "Casa de arriba" como la habíamos llamado. Precisamente, yo estaba solo en la única habitación de esa casa. Yoongi dormía en el camper, junto a la puerta de salida, a unos quince metros de mi desvelado cuerpo. El resto del grupo se encontraba distribuido en la otra construcción y la casa flotante.

La intención de los demás fue más que loable y estaba agradecido. Sin hacerlo explícito, nos habían dejado a Yoongi y a mí todo ese espacio en soledad. Pero poco nos duró la alegría cuando los mánagers nos prohibieron, casi al momento de comenzar a desempacar, compartir el cuarto o hacer demasiados movimientos de entrada y salida del mismo. Alegaban que la edición sería muy engorrosa, ya que tendrían que invertir horas y horas para chequear que ninguna pertenencia olvidada o desacomodada o cualquier referencia a momentos compartidos provocara un error de continuidad en los planos o el guión que tenían establecidos.

No era raro. De hecho, era pan de todos los días para ambos mantener esa clase de barreras entre nosotros. Pero no dejaba de ser injusto, molesto y anticlimático. Porque Yoongi y yo estábamos en pareja desde hacía años y claramente necesitábamos nuestros espacios. Más aún si se consideraba que los presupuestos que se manejaban para estas producciones eran elevados y salían de nuestro esfuerzo.

¿Por qué no podíamos disfrutar de dormir abrazados si prácticamente estábamos pagando por esto?

La lucecita ya había sido tragada por las sombras para cuando me senté en la cama.

La situación era muy extraña.

Me habían dicho que no podía salir de la casa por la noche, menos ir al camper, y pese a que era un maestro de la argumentación -algunos dirían que de los berrinches– no estaba dispuesto a plantarle esa pelea a nadie. Estaba un poco cansado de discutir términos y condiciones que sabía bien no torcería a mi favor.

Podía haber aprovechado que el foco del staff estaba puesto en Taehyung y Jungkook, en sus constantes idas y venidas, sus peleas y sus reconciliaciones que ponían los pelos de punta, y sonrojaban por igual, a nuestro equipo de trabajo. Pero los años habían desgastado mi sofismo.

No podía culpar a la empresa, ella hacía su negocio y nosotros el nuestro. En clara desigualdad de condiciones, era más que sabido. Nos había ido muy bien, estaba a la vista, sin embargo, la política cerrada y hermética que manejaban solía ser demasiado asfixiante.

Hacía pocos días que había intercambiado unas palabras por Kakao con Jongin. Lo había felicitado por sus éxitos con el nuevo grupo y le había encomendado saludar a Lee con un fuerte abrazo de mi parte.

Ese miserable chat de un puñado de mensajes era todo el contacto que había tenido durante el año con otro colega.

Las directrices de Big Hit no permitían amistades que no estuviesen en la lista de lo comercialmente aceptado. ¿Amigos famosos? De ninguna manera, nadie podía explotar nuestra imagen más que la compañía.

Una vez más, en ese punto como en otros, Taehyung había dicho "sí señor" y "por supuesto, señor", pero al final había hecho lo que quería. Jungkook intentó seguir sus pasos de rebeldía, pero para él no había terminado muy bien.

La cuestión central aquí es que mi mejor amigo era alguien que no se conformaba. La analogía que hacían de él con un tigre era tan acertada que resultaba sorprendente. Taehyung, aunque enjaulado, era un maldito depredador. Él ponía sus condiciones y era tan astuto para salirse con la suya que nadie, por nada del mundo, debía confiar que el cautiverio lo había adormecido. Todo lo contrario. Para esa época estaba más salvaje que nunca.

Jungkook en cambio, era berrinchudo pero aplicado, desordenado pero culposo. Quería ponerle el lazo al tigre pensando que era un gatito siamés. No lo culpo, no era el único que pretendía domar al tigre agazapado.

Parece que me voy por las ramas, pero no. Ustedes deben saber cuál era nuestra situación por aquellos días, cuando grabar un programa en el medio del bosque nos había parecido la mejor idea en el contexto de pandemia global.

Habíamos estado un par de jornadas, regresado a Seúl por una semana, y vuelto para terminar de cerrar el reality.

Las pocas horas que se vieron fueron resultado de largos días. Y yo sé que pareció más un programa de cocina que otra cosa, pero créanme, son esos pocos momentos en los que hubo paz. Si exceptuamos el último día, claro.

Justamente, en la madrugada previa a ese último día es que se ubica el suceso que pretendo narrar antes de que Yoongi hyung se despierte y me acuse vilmente de robarle toda la cobija (aunque tiene razón, yo soy un consentido)

Sentado en la cama, medité unos segundos sobre aquella luz. Ese día había sido largo, lleno de pequeñas discusiones, de reuniones y demases. El único rato agradable fue el del tallado de madera que, aunque fue un fiasco, por lo menos nos sacó muchas risas.

Por la tarde, el mismísimo Bang SiHyuk había llegado manejando solo desde Seúl. Solía aparecerse en nuestras grabaciones, estábamos acostumbrados también a eso. Era nuestro pequeño tironcito de correa habitual.

Taehyung lo había recibido con pompa en la casa principal, sirviéndole tres tipos diferentes de bebidas (todas con su cara y sonrisa cándida estampadas en el envase). Exageró la burla del sirviente y el amo hasta el último minuto.

Bang PD quería hablar a solas con Tae y JK, probablemente porque el staff le había ido con el cuento de sus constantes peleas.

No me malinterpreten, esos dos se aman, pero desde hacía un tiempo no dejaban de mandarse a la mierda día por medio. Mucho, o todo, tenía que ver con el nuevo plan de marketing del CEO: Jungkook tenía que prepararse para la nueva etapa de su carrera que llegaría al lanzar su primer mixtape. Debía convertirse en un macho alfa, en el epítome de la masculinidad, y alejarse definitivamente de Taehyung ante las cámaras. Nada de sonrisas, mimos ni palabras dulces. El TaeKook debía ser extinguido por completo.

Se imaginarán cómo fue recibir esa noticia para todos. Pero principalmente, había sido una declaración de guerra para Tae, quién se lo tomó personalísimo. ¿Podía hacerlo, tenía derecho? Eran preguntas que claramente él no se hizo.

Corridos del foco del conflicto, mientras estábamos peleando con la bendita madera, vimos como el automóvil de Bang PD se alejaba de la casa. Tae, bastante decaído, apareció un minuto después con Hoseok. Se montaron a una de las camioneta y se fueron solos a comer hamburguesas. No me enteré de la conversación que había tenido con el jefe hasta el otro día.

En este momento, en mi cabeza hay una voz grave diciéndome "Jimin-ah, estás divagando. Concéntrate". Sí, mi conciencia tiene la voz de Yoongi.

Aquí voy.

Después de debatir conmigo mismo qué tendría que hacer, decidí levantarme e ir a buscar a Min. Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.

Bueno…

Digamos que hasta el momento no era como que estaba desesperado, solamente muy intrigado. Necesitaba a mi neutralizador de ánimos o montaría en un unicornio para llegar al bosque, me conozco.

Salí en pijama: una vieja camiseta blanca (de Yoongi) y unos pantalones cortos deportivos (de Yoongi). Las pantuflas (ya saben) preferí dejarlas de lado y calzarme unos tennis. Algo me anticipaba que tendría que caminar mucho más allá de la caravana.

La noche no era particularmente cálida, pero no se puede decir que hacía frío.

Entré al camper y me asomé a la litera de Min. Lo llamé y sacudí su hombro. Le costó despertar, pero en cuanto lo hizo me miró extrañado. Me preguntó, con razón, qué sucedía para que estuviera allí.

Le expliqué lo que había visto desde mi habitación. A él le pareció tan extraño como a mí, pero aún no estaba ensillando el unicornio como yo lo había hecho, Hyung es una persona racional.

Manteniendo la calma, pese a tener frío y sueño, Yoongi se bajó de su cama y aceptó salir para echar un vistazo.

Se colocó una chaqueta por sobre su ropa de dormir y me tendió una a mi. Se calzó las sandalias y antes de abrir la puerta hizo algo inesperado. Se dirigió a la cámara que tenía frente a sus narices y con su gutural voz de dormido le dijo fuerte y claro "voy a besar a mi novio, corten esto, genios" y acto seguido se volteó y me besó.

Me descolocó tanto empezar, y seguir, ese beso que prácticamente me olvidé a lo que había ido en primer lugar. Tal cómo pierdo el norte ahora al transcribir esta experiencia. Me disculpo nuevamente.

Como decía, Yoongi me dió una nalgada suave para sacarme del trance y me instó a salir.

Cuando estuvimos en el espacio frente a la casa nos pusimos a mirar hacia el bosque. La noche era oscura, la luna estaba en un cuarto menguante avanzado. Solo se veían las luces del perímetro, bastante lejos, y las de la casa principal con el campamento a sus pies.

Permanecimos juntos, bien pegados pero sin tocarnos.

Yoongi sacó su celular del bolsillo y chequeó la hora. Eran las 3 a.m.

Taetae me contó una vez, después de ver una de esas películas viejas y aburridas que tanto le gustan, que a ese periodo de tiempo se lo llama "la hora del lobo". La hora de los insomnes, los acorralados por sus propios miedos, sus manías, aquellos deseos profundos del alma. La hora donde la mayoría de los bebés nacen. La hora donde la mayoría de las personas mueren.

Ya no conozco a la madrugada como la hora del lobo. Ahora es para mí la hora del tigre.

La mano de Yoongi aterrizó sobre mi brazo, muy suavemente. Me susurró al oído algo que no estoy seguro de querer transcribir aquí. Lo único que tienen que saber es que el plan consistía, entre otras cosas, en quebrantar un par de reglas en mi habitación y desactivar (si era necesario, destruir) material tecnológico de Big Hit.

Cuando dimos el primer paso hacia allí, además del sonido de la grava bajo nuestros pies, se escuchó con total nitidez un grito en lo profundo del bosque.

Un escalofrío me recorrió la columna vertebral. Instintivamente apreté el brazo de Min y contuve el aire. Ninguno de los dos dijimos nada por unos segundos, hasta que pude hacer la sinapsis correspondiente.

Taehyung.

Era inconfundible para mí. Luego de tantas y tantas horas compartidas, mi cerebro tenía grabada la pista de su voz como si de un disco se tratase.

Yoongi pareció arribar a la misma conclusión. Nadie le ganaba en buen oído. Solo tal vez la persona que, ante toda lógica posible, estaba gritando en la madrugada en aquel bosque solitario.

Quise moverme pero no me lo permitió. Intentaba escuchar algún movimiento del staff, según deduje por la dirección de su mirada.

Pasaron minutos eternos que bien podrían haber sido segundos, pero que para mi se sintieron como cuchillos que me demoraban en la búsqueda de mi mejor amigo.

¿Se encontraba bien? ¿Qué había pasado? ¿Qué rayos hacía en el bosque?

Sin dudas, la linterna que había visto antes era la suya. ¿Estaba solo?

Todos los interrogantes no hacían más que desquiciarme ahí parado donde estaba.

Aguarda aquí y no te muevas me ordenó antes de volver apresurado a su refugio de la caravana.

Enseguida salió con una linterna en la mano y tennis en sus pies.

Vamosme dijo, y lo seguí.

Caminamos más allá del fogón del caldero, las camionetas estacionadas y la huerta.

Llegamos agitados a la primera línea de árboles, al costado de un camino de tierra que se elevaba hacia las montañas.

Un frío viento levantó un rumor de hojas y aroma a tierra húmeda. Tirité debido al horrible mal presentimiento que me arrebató.

Algunas aves nocturnas paseaban su ulular de rama en rama, mientras que las diminutas ranas que se escondían en los charcos cantaban despreocupadas. Pequeños ruiditos se escuchaban aquí y allá.

Yoongi apretó mi mano, tal vez buscando la confirmación de que seguía dispuesto a entrar en ese terreno desconocido.

No mentiré. El ambiente era terrorífico, pero un miedo más potente crecía en mí y no me dejaba pensar más que en Taehyung solo y herido en medio de la noche.

Empezamos a adentrarnos con mucho cuidado. La imagen mental de una lucecita redonda abriéndose paso entre los troncos llegó a mi. Ahora nosotros éramos esa extraña aparición para cualquiera que nos estuviese mirando desde las casas.

Caí en la cuenta de que podríamos estar siendo observados, delatando nuestra posición tan fácilmente como lo hizo Tae minutos atrás. Pero ¿observados por quién?

El suelo estaba lleno de rocas sueltas y raíces. Avanzábamos lento y con dirección al frente, hacia el centro del bosque, explorando con la vista sin salirnos de esa ruta trazada mentalmente, manteniendo siempre el camino a nuestras espaldas.

Ninguno de los dos hablábamos, evitábamos hacer sonidos que pudiesen tapar otros que nos dieran alguna pista. Caminábamos con mucho cuidado, pisando firmemente, pero sin escándalo.

Algo nos impulsaba a ir rápido, a ir en silencio, a avanzar ciegos en la penumbra.

Murmullos comenzaron a oírse. Débiles susurros que parecían adherirse a la madera y a la piedra. El bosque replicaba una conversación para todos los que quisieran escucharla.

Nos detuvimos ante un nuevo grito.

"Ven a mi" resonó la voz de Taehyung quebrando el silencio.

A la izquierda, arriba, más profundo.

Empezamos a correr dando traspiés. El musgo nos desestabilizaba, las raíces que se retorcían por fuera de su lecho natural eran caza bobos esparcidas por doquier.

Adelanté a Yoongi rápidamente. La adrenalina me conducía más arriba, más adentro. Caía sobre los filos de un suelo que era cada vez más roca que tierra, pero no sentía dolor alguno. El pulso retumbaba en mis oídos, marcando el ritmo frenético de mi corazón. Las ramas me azotaban, ya que estaban cada vez más bajas a medida que nos acercábamos a lo que calculé era el pie de la montaña.

Había perdido por completo la noción del tiempo y de la ubicación. Solo atravesaba como una exhalación árbol tras árbol, escuchando esa conversación secreta que se replicaba en cada uno de ellos y que me guiaba a mi objetivo.

Por el rabillo del ojo pude ver a unos cuantos metros a la derecha a Yoongi desplazándose ágilmente, pero respirando con mucha dificultad.

El viento se había vuelto una presencia más notable en los últimos momentos. Las copas se mecían con violencia mucho más arriba de nuestras cabezas. Ningún animal cantaba, croaba o ululaba. Solo el susurro de la voz del intruso se escuchaba mientras la naturaleza se mantenía expectante.

Frené de golpe al ver una luminiscencia dorada. Yoongi se unió a mi lado al instante.

El crepitar de la madera fue suficiente para hacernos dar cuenta que se trataba de fuego.

Instintivamente, acercamos nuestros cuerpos al piso, apagamos la linterna y avanzamos con mucho cuidado. Podíamos leernos la mente aún en esos momentos.

Al desacelerar la marcha empecé a sentir el sudor enfriarse en mi torso, a las cortadas en mis piernas y mejillas empezar a arder. Temblaba por el frío de esas alturas y por el miedo en mis venas.

Nada de esto parecía posible. Sabía que Taehyung era más que propenso a sacarse ideas del trasero. Pero hacer una fogata en el medio del bosque sin avisarme no era ni siquiera verosímil para él.

Algunos quejidos ahogados y lloriqueos se comenzaron a oír. Me llevé la mano a la boca para matar los que amenazaban salir de la mía.

Esa no era la voz de Tae.

Miré con los ojos desorbitados a Yoongi. Tenía el estupor pintado en el rostro. Se llevó un dedo tembloroso a los labios y me recordó con esa señal que debía hacer silencio.

Buscando el resguardo de los árboles más gruesos y ahora sí, midiendo nuestros pasos muy a conciencia, nos acercamos hacia la luz pero sin perder la protección de las sombras.

A unas tres hileras de árboles más adelante un gran claro se abría. En un extremo brillaba una fogata y una linterna estaba arrojada sin cuidado muy cerca. Un círculo amplio demarcado por piedras rodeaban a una gran roca rectangular parecida a una mesa.

Una mano fría, de dedos larguísimos y congelada como el mismo infierno de los blasfemos me apretó fuertemente los labios y me obligó a descender hasta pegarme al piso.

Yoongi me amordazaba, con los ojos acuosos me rogaba que me tragara el grito que pujaba por salir de mi garganta.

Al lado de la mesa de piedra, alzando el plateado metal resplandeciente de un cuchillo se encontraba Kim Taehyung con el rostro cubierto de sombras.

Sobre la piedra, extendido sobre un fino rastro carmesí, atado de manos y pies, amordazado, la imposible, la imprevisible figura de Bang Sihyuk.


II

El grito se transformó en risa.

Una risa que me desbordaba los ojos con lágrimas demasiado saladas.

Eso era una locura. No, era el manicomio entero. Mejor, era la Historia de la Locura sintetizada en la figura de mi mejor amigo queriendo matar a nuestro jefe en el medio del bosque.

Mi cuerpo fallaba en tratar de replicar con una acción lo que sentía. Por eso reía bajo los dedos de hyung, pero también gritaba en silencio con dolor, derramando lágrimas de incredulidad.

Yoongi no aflojaba la tensión de su mano, la represa de mis emociones. Se acercó a mi oído para susurrarme palabras tranquilizadoras.

Cuando estuve seguro de que nada escaparía de mi boca sin mi permiso, afirmé con un asentimiento. Antes siquiera que él despegase sus dedos de mis labios yo ya estaba preguntándole

No lo va a hacer, ¿verdad? ¿Verdad, Yoongi?

Yoongi retiró la mano y me acarició la mejilla. Acto seguido, me dejó un fugaz beso en la frente.

Se levantó con total lentitud y lo que sucedió a continuación ya es parte de mis pesadillas ahora.

Creo recordar con exactitud las palabras para poder volcarlas aquí en su totalidad.

Taehyung—lo llamó en voz alta, muy grave, la que todos conocemos como el preludio de un discurso muy serio de su parte—. Baja eso.

Yo permanecía tras el árbol, con demasiado miedo como para asomarme. Algo me decía que debía esperar oculto.

Vi como Yoongi desaparecía de mi lado, caminando con seguridad hasta el claro.

Nuevos sollozos y la voz amortiguada que ahora reconocía como la del CEO de nuestra empresa se alzaron por sobre el viento.

¿Qué pretendes hacer, eh? ¿Te has detenido a pensar un minuto en esto?

Min parecía haber salido por fin de entre los árboles. Sonaba duro, áspero. No quería ser cortés, quería ser efectivo.

No te metas, Yoongi hyung. Esto no es contigo respondió Tae, con tal decisión en la voz que me hizo temer aún más por el desenlace de toda la situación. Ahora sé muy bien que esa seguridad no era actuada, estaba convencido de lo que hacía.

No me gusta repetirme, Taehyung. Baja eso y hazte a un lado.

—No.

Había un desafío explícito en el aire.

Kim Taehyung, apártate ya.Hyung no descendía el tono de su voz de mando, al contrario, demostraba no poder ser amedrentado por la negativa del otro.

¿Qué es lo que temes, Suga? Nada cambiará para ti y tu brillante y próspera existencia. Así que déjame.

—¿Eres idiota? ¿Cómo piensas que todo esto no me va a afectar de alguna manera? Entrégame el cuchillo.

—Ven a buscarlo, PD-nim.

Esas palabras fueron la gota que derramó el vaso. Tan ácidas, tan hirientes.

Salí corriendo de mi escondite intentando frenar a Yoongi, quien caminaba decidido a enfrentarse físicamente a Tae.

Alcancé a tomar un pliegue de su abrigo y tiré hacia atrás, desbalanceando su cuerpo. Él intentaba soltarse de mi agarre sacudiendo el brazo. Sus ojos estaban inyectados en furia como rara vez lo estuvieron.

Pude tomar su muñeca y afirmarme en el piso para atraerlo por completo hacia mí.

Taehyung me miraba como si esa escena no tuviera nada fuera de lo común. Como quien mira el envase de las palomitas inflarse dentro del microondas.

Taetae, por favor—supliqué, todavía forcejeando con mi novio a varios metros de distancia.

La duda se reflejó en sus ojos. Arrojó el cuchillo a la tierra, clavándolo de punta en ella. Puso las manos en sus caderas y se dirigió a nosotros

Bien, ahí está. Ya dejé el cuchillo. ¿Contentos? Ahora, adiós. ¿No tienen que ver alguna película romántica juntos o componer una hermosa canción que el cerdo este no publicará jamás? ¿Mh? Lárguense y déjenme en paz. No los necesito.

—Estás demente—soltó casi en un gruñido Yoongi.

Moví la cabeza para asomarme a observar mejor la situación y pude notar las grandes ojeras de Taehyung, que yo había interpretado como un claroscuro provocado por la falta de iluminación. Por su parte, Bang PD tenía los anteojos torcidos y el rostro embebido en una expresión de terror lacerante. Una pequeña herida en su frente, producto de un golpe seguramente, sangraba. Su boca permanecía silenciada por una gruesa tira de tela.

Sí, así es. Sí, estoy demente, loco, desquiciado. Este bastardo no me deja dormir, no me permite ser yo, no me deja expresarme. ¿Qué es un artista sin poder de expresión? Probablemente sólo un loco.

Yoongi dejó de forcejear en ese momento. Yo no cabía en mí mismo.

Taetaesolté con un suspiro. Recuerdo sentir el aire caliente salir de mi boca, mi pecho desinflándose como el globo olvidado de la fiesta.

No, Jimin. No te atrevas a tenerme lástima —me dijo mi amigo apuntándome con uno de sus elegantes y finos dedos.

Sus manos, sus piernas, su rostro, su voz, todo era malditamente elegante, hechizante en toda su extensión. Nunca entenderé cómo se distribuyen los dones en esta tierra. Un campesino glamoroso, un bailarín pitufo.

Taehyung, sueltalo ahoraordenó nuevamente Yoongi.

¿Qué pasa, Hyung? ¿Dónde está tu vena antisistema? Seguramente la agotaste escribiendo y presentando tu mixtape. Me corrijo, tu segundo mixtape. ¿Quieres saber cuántos discos tuve yo para poder 'descargarme' como tú? No hace falta que te lo diga, ¿verdad? Pues bien, mira de qué manera otro D-boy hace sus jugadas con la industria musical.

Hablaba y extendía las manos como un maniático, daba pequeños giros mostrándonos su espectáculo, enseñándonos orgulloso cómo elevaba a la metáfora más maquiavélica que existía cada palabra que había salido de la boca de Yoongi en su vida.

Todo era tan torcido, tan violento. Pero al mismo tiempo, asistíamos a la más cabal representación de justicia poética jamás ofrecida. Ese regusto no podía evitar subir a mi boca. Sabía que Yoongi hacía fuerza para tragarlo también.

Pero eso no estaba bien. No lo estaba.

Seguíamos alejados por unos cinco o seis metros. Bang PD parecía desvanecido sobre la piedra, ya que no emitía sonidos ni se movía.

El viento seguía acariciando los árboles, insistiendo en despeinarlos. El fuego se mecía y en el vaivén alargaba las sombras, que intermitentemente eran la de tres gigantes parados en el claro al pie de la montaña. La escenografía de la obra que Tae estaba montando era digna de su creatividad.

—Ya perdí demasiado tiempo, hyungs.— Sentí el golpe al verme incluido en un colectivo al que no pertenecía. Una distancia inmensa fue interpuesta, como si el suelo se hubiera abierto a nuestros pies.

Váyanse. ¡Ahora!—Ninguno esperaba ese grito — Y apaguen la luz cuando salgan.

De súbito, el viento pareció cobrar vida. Se arremolinó entre nuestras piernas, arrastrando las hojas y piedrecillas que estaban sueltas. Se llevó también la llama de la fogata, que se desvaneció con el soplido de quien desea que se cumpla el deseo del pastel.

Yoongi apretó mi brazo y se pegó a mi. Podíamos distinguir la figura de Tae a esa corta distancia. Su linterna, arrojada a lo lejos sin cuidado, no conseguía echar luz sobre el movimiento que se escuchaba un poco más allá del claro. La nuestra estaba muerta.

Más sombras parecían sumarse. Entraban y se retiraban. Tal vez eran las de los árboles, quienes parecían reverenciar ante las ráfagas que les imponían su voluntad.

El ruido de la tormenta era ensordecedor, sin embargo, el murmullo que había sido nuestra brújula, nuestras migajas de pan para llegar hasta allí, se elevaba por encima de la sinfonía de la naturaleza.

La voz de Tae parecía multiplicarse en la oscuridad. Al igual que el resplandor plateado que danzaba al ritmo de su mantra, bebiéndose la débil luz de la luna.

Comprendí que el cuchillo no se detendría si no deteníamos la mano que lo empuñaba. Pero otra vez, Yoongi pensó más rápido que yo y se impulsó hacia adelante, hacia donde calculábamos seguía posicionado Tae.

Hacia el altar del sacrificio.

Yo también me acerqué con el miedo zumbando en los oídos a la mesa de piedra, pero por el lado contrario.

Busqué a tientas el cuerpo del productor para poder desatarlo. Mis manos temblaban y mis cortos dedos se movían torpemente sobre el sinfín de nudos que apresaban las muñecas del hombre que ya había dejado de luchar.

Resbalaba las yemas por la soga para intentar comprender con el tacto dónde debía tirar y aflojar. Ni siquiera quería mirar hacia abajo, verlo en la penumbra.

Podía oler el aroma ferroso de la sangre.

Como una saeta, algo pasó por delante de la linterna que seguía abandonada. Rápido, pero no tanto como para no dibujar un parpadeo ante el haz blanquecino.

La comprensión de que había alguien más a nuestro alrededor me llegó unos segundos antes de que me sofocara la voz.

Quédate quieto, Jimin.

Él, obviamente que era él quien lo estaba ayudando.

Su antebrazo me prensó la garganta, obligándome a pegarme contra su pecho. Con la otra mano rebuscaba algo entre sus ropas.

Al instante, como un cañón, la luz del móvil entre sus dedos salió disparada hacia el frente, iluminando el otro lado de la roca y a las dos personas que continuaban forcejeando.

Taehyung aprovechó el factor sorpresa y le propinó un codazo en el rostro a Yoongi. Este cayó hacia atrás dando traspiés.

Sin esperar por el resultado de su acción, Taetae se aproximó al cuerpo de Bang nuevamente con el cuchillo en alto.

Ilumínameordenó.

Comencé a removerme furioso, pese a haber sido advertido, pese a estar reducido. ¡Estaba por contemplar un homicidio!

Mi captor apretó aún más la llave que me aplicaba y un "shhhh" fue soplado en mi oído.

El viento castigaba y castigaba.

No conseguía ver a Yoongi dentro del sector iluminado. Tampoco lo escuchaba. Me temía que el golpe en la nariz lo hubiese noqueado.

Taehyung bajó el cuchillo y mis ojos me traicionaron haciendo el mismo movimiento.

No podré olvidar la imagen.

La ropa de Bang Sihyuk estaba desgarrada a la altura de su pecho, dejándolo al descubierto. Gruesos cortes se perlaban a medida que la sangre brotaba de ellos.

No entendía bien lo que estaba observando.

Taehyung utilizaba el puñal como si de un pincel se tratase, dibujando símbolos tras símbolos en la piel y carne de su víctima. Su boca no paraba de entonar una oración o un rezo, para el que empleaba todos los matices que su amplio rango vocal le permitía.

Finos hilos rojizos se escurrian hasta la mesa que se teñía a su paso. Pude notar, con pavor, que bordeando los extremos, como si de un marco se tratase, había una fina canaleta hacia donde drenaba el líquido debido a la inclinación. Justo a los pies de la mesa, según me permitía adivinar la escasa iluminación, había una botella negra recibiendo el producto de aquel incomprensible ritual.

El período de tiempo impreciso en el que sólo se movían las manos de Tae y mis ojos llegó a su fin cuando arrojó el cuchillo hacia un costado sin aviso. De su chaqueta extrajo un pequeño frasco con un contenido turbio y verdoso que vació con odio sobre las heridas.

Sihyuk pareció despertar de golpe, profiriendo un grito desgarrador que no pudo ser oído más que por los tres que estábamos a su lado. Supuse que ese preparado escocía sobre los cortes. Lágrimas rechonchas se deslizaron por la comisura de sus ojos y el sopor letárgico se apoderó de él nuevamente.

No podía dimensionar hasta qué punto sus heridas eran profundas y cuánta gravedad revestían. Sólo podía ver la sangre empapando su cuerpo, su ropa, la mesa, los dedos largos de Taehyung.

En ese momento, los profundos y oscuros ojos de mi amigo me buscaron. Su expresión era la más dura, más seria y más concentrada que jamás le vi. Podía leer en ella la exhortación y el pedido que expresó en voz alta

Te advierto que ahora viene lo peor. No te muevas, no entres en pánico. Verás y oirás muchas cosas, pero nada puede herirte. Confía en mí.

No sé cuál de todas esas palabras fue la que definitivamente encendió el interruptor de horror en mi cerebro.

O si fue el fósforo que sacó Taehyung de otro bolsillo.

Pese a todo, elegí abrazarme al pedido de esos ojos incondicionales que yo tanto conocía y me congelé en mi sitio.

La chispa provocada por la fricción contra la roca encendió el extremo de la madera. El pequeño brillo se hizo presente, elevándose hacia el cielo, inmune al viento.

Desde la majestuosa punta de los dedos canela, la pequeña llama se precipitó hacia su víctima.

En cuanto el fuego lo acarició, el plexo embebido en sangre y la extraña sustancia vertida se encendió como si de un reguero de combustible se tratara.

Intenté quedarme firme y sostenerme por mis propios pies mientras veía como el torso de mi jefe desprendía el resplandor del fuego. Ni siquiera permití que uno solo de mis pensamientos se deslizara hacia la histeria que me amenazaba.

Imágenes difusas se mezclaban entre el resplandor de las llamas.

Pude distinguir el rostro de Taehyung, pero mucho más joven, más inocente. Su cara cambiaba violentamente a algo más oscuro, lleno de rencor.

Una garra, una bala, una sombra que se tragaba unos ojos negros de cervatillo que reflejaban una galaxia.

Una espada, una máscara, una flor.

Un par de anillos, una puerta, los ojos negros enfurecidos.

A esta altura no podía comprender cómo el fuego no deshacía la carne, cómo no despertaba a su víctima, cómo no desprendía más olor que ese leve aroma a petricor y humedades.

Un pulso latía por todo el espacio. Un compás de espera.

Un gruñido atronador se dejó oír mientras las llamas se consumían por fin.

El cuerpo brillaba empapado en sudor, pero bajo esa espesa capa no había ampollas, carne viva ni quemadura alguna. Sólo las marcas cauterizadas que el cuchillo había dejado a su paso: protección, olvido, tigre en mí.

Suéltalo y vayámonos de aquí.

El cómplice se apartó de mi lado y con destreza desató las cuerdas. Entre los dos alzaron el pesado cuerpo, guiados por la linterna del móvil. Taehyung se agachó y recogió la botella a los pies de la piedra.

Era uno de los envases de Cold Brew con nuestros rostros. No me fue necesario mirarlo para saber qué cara estaba estampada en él. Seguramente, aquella que actuaba ingenuidad, que le ponía un velo de candidez a un animal salvaje que no soportaba ser encadenado.

Las memorias a partir de ese punto se vuelven difusas.

Recuerdo que ellos se alejaron, resollando por el esfuerzo de arrastar un peso que nominalmente era superior al de sus propios cuerpos combinados.

Sólo sé que en cuanto se apartaron, llevándose también la linterna abandonada, la oscuridad me envolvió con sus gélidos dedos.

Como pude, caminé a tientas, casi acuclillado, buscando a Yoongi. Fueron minutos de angustia por no encontrarlo, no tenía orientación en medio de aquel lugar desconocido y estaba con los nervios quebrados.

Me topé con una de sus piernas en medio de la desesperación. Palpé su cuerpo hasta llegar a su cabeza. Todo él estaba muy frío. Lentamente comencé a hablarle, a moverlo sin sacudirlo demasiado ya que no sabía que secuelas había dejado el golpe.

Necesitaba que se despertara rápido. La negrura nos rodeaba, decretando el punto más alto de la noche. Desde allí, declinaría hasta el amanecer, pero también, hasta la hora más fría de la madrugada.

La propia tierra donde estaba sentado parecía el piso de un congelador.

La idea de haber sido cruelmente abandonado por mis dos compañeros, con Yoongi inconsciente, me lastimaba más que las piedras que se me clavaban en el trasero. ¿Por qué habían sido tan egoístas? ¿Toda esta locura valía la pena, aunque sea, para uno de ellos?

A ese punto me importaba tres rábanos Bang PD, ¿era egoísta también? Probablemente sí, probablemente yo no era mejor que ellos.

Los odié sin esfuerzo. Por exponerme a esa situación, pero más aún, por excluirme de entrada de sus planes. Me dolía sobre todo la actitud fría, soberbia y calculadora de Taehyung. Mi alma gemela, mi mejor amigo… Hasta eso me había replanteado esa enajenada noche, ¿quiénes éramos? ¿Qué éramos?

Yoongi volvió en sí quejándose por el fuerte dolor en su nariz. No estaba rota pero se sentía así, según lo que me pudo decir en ese momento.

Se sentó con dificultad, expresando malestar por el mareo que le sobrevino. Lo ayudé a ponerse de pie.

Se fueron ya, se lo llevaron con ellos. Tae estaba con…

—Sí, alcancé a verlo. ¿PD-nim está…

—Está vivo.

Yoongi tanteó su bolsillo y sacó su celular. Activó la linterna y me iluminó, buscando quizás alguna herida.

Siempre tuve esto en el bolsillo, pero hasta que no lo vi a aquel infeliz no se me ocurrió que lo podía usar para iluminarnos. Soy un idiota.

Murmuraba y movía la cabeza de lado a lado, se culpaba de eso pero yo sé que en realidad le pesaba el haberse desmayado y haberme dejado "desprotegido". Ese es Min Yoongi después de todo.

Nos demoramos muchísimo en poder llegar a la "Casa de arriba". Cuando empezamos a caminar estábamos completamente desorientados.

Yo había sugerido tomar la dirección por la que me parecía se habían ido los otros. Pero al cabo de unos minutos nos dimos cuenta de que ese no era el camino que habíamos tomado nosotros para llegar allí. Este no descendía en ningún momento y parecía inclusive adentrarnos más y más al bosque. Volvimos sobre nuestros pasos y luego de observar el otro extremo del claro, notamos cómo el terreno se inclinaba en una pendiente. Decidimos bajar por allí.

Salimos al camino de tierra por lo menos un kilómetro más allá del punto por donde habíamos ingresado a la arboleda, más cerca de la montaña que del lago.

Nos metimos a la cama sin importarnos el staff, las cámaras o el sol que empezaba a despuntar.

Taehyung me buscó por días, me llamó, me visitó, me habló por infinitas horas… Yo continuaba dolido, sin exagerar, hasta traumatizado por lo que viví. Pero mi corazón es débil ante los ronroneos, y no estoy dispuesto a recibir un zarpazo tampoco.

Tae y yo volvimos a ser los mejores amigos en cuestión de semanas.

Siempre me jacté de ser una persona solidaria y empática, demasiado duro conmigo mismo y en extremo blando con los demás. Si escribo esto es para sacarlo de mi sistema, pero también, para releer mis acciones y volver a plantear las preguntas que leyeron en las líneas anteriores con respecto a mi propia actitud. Al fin y al cabo, nadie puede calcular hasta donde se expandirán las ondas generadas por la cuerda al aire que resonó aquella noche.

En cuanto al desenlace en sí de los sucesos de aquella madrugada, ustedes lo pudieron presenciar aunque probablemente no lo hayan entendido como tal.

En el nacimiento de aquel nuevo día, el primero de su nueva vida en libertad creativa, emocional y sentimental; el primero en el que por su propia mano las cosas volvían al carril del cuál no tendrían que haberse desviado, Taehyung decidió contemplar el amanecer.

Después de haberse encargado de Bang PD, sigilosamente se escurrió nuevamente a la casa. Se vistió con su mejor pijama y salió, muy orondo y altivo, caminando por la puerta principal. Despertó con fuertes aplausos al staff para comunicarles, no pedirles, no rogarles, simplemente informarles que iba a mirar el amanecer con su novio.

Se dirigió a la casa flotante y con un besito suave, según me comentó después, despertó a Jungkook, que había dormido toda la noche a pata tendida sin percatarse de nada. Al día de hoy, dudo que lo sepa.

Los empleados y camarógrafos corrían con la almohada aún pegada al rostro, sin saber cómo actuar. Despertando los unos a los otros, tirando cables, prendiendo monitores y micrófonos, pensando que no ganaban lo suficiente para que los sometieran a semejantes sobresaltos.

Tae seguía caminando con la frente en alto y la suficiencia en la mirada, sin dirigir sus palabras más que al somnoliento maknae a su lado. Nada más existía para él en ese momento.

Mientras estaban en la orilla del lago, el sol ascendía perezoso por el horizonte con una cortina de bruma por delante.

Unos pasos a sus espaldas llamaron su atención. Una bien actuada cara de dormido se aproximaba a ellos.

Hoseok se sentó en la banca, también a contemplar la alborada.

Desvió la mirada para observar el perfil de Tae, quien estaba exultante, inalcanzable en su propio cielo, y no demostraba haber estado despierto junto a él toda la noche. Tampoco transparentaba el esfuerzo de secuestrar en el parador al lado de la hamburguesería a su jefe; ni la fatiga de subirlo y bajarlo por una jodida montaña, la cuál él mismo se había encargado de descubrir en su paseo junto a Nam; ni el trabajo que les había dado volver a acomodar al CEO en su auto, descartando su camisa destrozada y simulando una borrachera intensa y desmemorizante al costado de la ruta.

Hoseok admiraba a Tae, era su preferido. Estaba dispuesto a lo que sea por él, demasiado orgulloso del tigre que se alzaba ante sí.

Por eso coincidió cuando Jungkook, enamorado y siempre receptivo a los cambios de humor de Taehyung, afirmó sin equivocarse

Pareces el dueño del lugar.

Por supuesto lo era.

Su huella se extendía más allá del tiempo. Todos los relojes estaban destinados a marcar su hora.







31. Mai 2021 20:27 1 Bericht Einbetten Follow einer Story
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Das Ende

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Shiori Shiori
un cuento cuyo suspenso no te deja pestañear! ficción y realidad se funden en esta obra de manera maravillosa!
June 15, 2021, 18:14
~